CAPITULO VII
-La Primera Guerra Púnica –
246 a.C - 240 a.C. (508 AVC-514 AVC)
Macedonia y sus aliados helénicos estaban demasiado ocupados en sus guerras contra los bárbaros orientales como para tomar represalias por la astuta maniobra romana en Dalmacia. Desde luego las relaciones se deterioraron sensiblemente, pero nadie fue capaz de una respuesta enérgica. En Roma estaban encantados con la idea de que un senador a la cabeza de una comisión togada, enviados a Dalmacia por petición del arconte espartano para ayudar a pacificar a los dálmatas, lograra no sólo poner paz en la región sino convencer al arconte de la conveniencia de ponerse bajo protección del Senado y Pueblo de Roma. Pues esta era la historia que se divulgó entre el pueblo para ocultar el millonario soborno.
El éxito de Cayo Papiro Maso en Dalmacia animó a probar la misma táctica con el gobernador púnico de Panormo, la provincia siciliana adyacente a Siracusa. Para sorpresa de Maso, el gobernador púnico se mostró mucho más dispuesto a escucharle que el espartano, y los cuestores del erario comprobaron complacidos que el precio de su lealtad era muy asequible. Para entonces, las relaciones con Cartago ya eran tensas. Tras la adhesión de Dalmacia, los cartagineses enviaron a un agente bien cargado de oro para tentar a todo aquel que se dejase. Sin embargo, pese a ser un hombre astuto y bregado, cayó en manos de las autoridades y fue encerrado en el Tullianum. Cartago trató de negociar su liberación pagando un rescate, pero el senado se negó y anunció que Bomilcar Milkramid se pudriría hasta el fin de sus días en la cárcel romana. Por eso, cuando Papiro Maso repitió su éxito en Panormo, Aníbal, general gobernante de Cartago, decidió que ya había tenido bastante y declaró la guerra a Roma.
Por supuesto el emisario fue apropiadamente apresado y encerrado en el Tullianum.
La guerra comenzó con mal pie para Aníbal. El primer movimiento púnico mientras Roma reunía a su flota para embarcar a las legiones fue atacar Dalmacia, pero la legión allí destacada vapuleó a las más numerosas fuerzas de Cartago, que contaban con la desventaja de tener que desembarcar de sus naves en costas hostiles. Casi 10.000 hombres fueron aniquilados o capturados por Cayo Sulpicio Galo, comandante de la legión dalmática (constituida en su mayor parte por soldados dálmatas). Tan sólo un mes después comenzó el ataque romano sobre las islas de Sardinia, Corsica y Malta, realizado con abrumadora superioridad numérica y táctica. Especial mención merece la conquista de las dos primeras, llevada a cabo por Quinto Valerio Falto, que sufrió un posterior contraataque púnico que resolvió con la aniquilación o captura de más de 5.000 enemigos. Esto desposeía a Aníbal de sus puestos adelantados en el Mare Nostrum, pero la guerra no había hecho sino comenzar.
Las legiones romanas resultaron imbatibles en tierra para los mercenarios de Cartago, pero el mar era un campo de batalla diferente, uno en el que la pericia de los marineros púnicos y la fuerza y tamaño de sus flotas podían hacer frente a Roma. Lucio Cecilio Metelo estaba al mando de la flota de guerra romana, constituida por 14 naves, y responsable de transportar a las legiones a las islas y despejar las costas para que las tropas pudieran cruzar los estrechos entre Siracusa e Italia y la cadena de islas entre Sardinia y Corsica. Metelo no tuvo problemas para realizar su tarea al comienzo de la ofensiva, pero eso era tan solo porque el grueso de la flota púnica estaba dedicado al fallido ataque sobre Dalmacia. Así que cuando la gran armada cartaginesa quedó liberada del transporte de sus cohortes, comenzó a hostigar las costas romanas y a complicarle la situación a Cecilio Metelo. El primer enfrentamiento importante tuvo lugar en el Mare Siculum, cerca de las costas sicilianas. La flota romana disponía de superioridad numérica, pero el mal tiempo y la mala fortuna impidieron durante días que Metelo lograse una victoria decisiva. Las escaramuzas se prolongaron durante muchas jornadas, pero pese a los daños sufridos por ambas flotas, ninguna nave resultó hundida, y cuando la flota cartaginesa se escabulló hacia el noreste Metelo frustrado por no poder aplastar a su oponente, decidió seguirla para al menos alcanzar y destruir las naves más dañadas que quedaran rezagadas. Sin embargo esta decisión propia de un comandante ambicioso que busca una victoria decisiva, fue en este caso ser un error, pues el resto de la flota cartaginesa viajaba desde el mar Adriático en dirección a Sicilia y Metelo se dio de bruces con ella. El resultado fue desastroso. En efecto la persecución sirvió para que se dieran caza a algunas naves púnicas, pero con la arribada de la flota cartaginesa del Adriático la armada romana sufrió un duro castigo, perdiendo un tercio de las naves y forzada a retirarse al puerto de Croton, en la costa del Ager Bruttius.
Mientras la primera batalla se prolonga sin obtener una victoria decisiva, el resto de la flota púnica está a punto de doblar el talón de la bota itálica buscándome la ruina.
La guerra alcanzó en ese momento un cierto estancamiento, pues Cartago no tenía posibilidad de amenazar seriamente a Roma en tierra, ni esta estaba en posición de impedir que las naves púnicas camparan a placer por sus costas atacando mercantes y bloqueando sus puertos.
Se conservan fragmentos de la correspondencia entre Lucio Cornelio Escipión, gobernador de Campania y Lucio Cornelio Lentulo, hijo del difunto gobernador de Umbria, entre cuyas líneas podemos rescatar algunas referencias a la guerra:
De Escipión a Lentulo:
(…)Es intolerable que se permita a las naves cartaginesas campar a sus anchas y azotar nuestras costas de este modo. La derrota de Metelo nos está causando muchos problemas, y las legiones están bloqueadas en las islas sin poder embarcar. Que Júpiter no permita que Aníbal ponga un pie en Italia, porque tan sólo quedan dos legiones en la península y no hay modo de hacer volver a las otras. Metelo ha logrado que el cónsul Emilio Paulo autorice una gran derrama del erario para reemplazar sus pérdidas e incluso casi doblar el tamaño de su flota, pero eso va a llevar meses. ¡Y espero que no desperdicie toda esta inversión con otra torpe derrota!.(…)
(…) y por si fuera poco, esa revuelta en Sicilia. Por supuesto que Emilio Paulo la ha aplastado con sus legiones, pero es una mala señal. (…)
Lentulo responde, presumiblemente varios meses después:
(…) ¡Bueno, bueno! Al final ha resultado que Cecilio Metelo sí ha hecho buen uso de la fortuna que se ha invertido en su flota. Mi querido tío, ¡deberías dejar de ser tan escéptico con respecto a las capacidades de los demás!. En fin, sólo estoy bromeando, ya sé que te alegras sinceramente de que al fin las naves de Cartago huyan de las costas italianas, especialmente de las de tu provincia, ¿no es así?.
(…) preparan para embarcar todas las legiones disponibles, con excepción de las reservas itálicas y las guarniciones de la costa griega. Quizá todavía no lo sepas, pues es sólo un rumor aquí en Roma, pero parece que dos o quizá tres legiones muy reforzadas irán a África y otras dos a Hispania. En cualquier caso el ejército de Hispania estará comandado por el Primer Cónsul Emilio Paulo y el otro por Quinto Valerio Falto. El templo de Júpiter Optimus Maximus será un bullir de gente cuando se realicen los sacrificios y las oraciones para proteger a los ejércitos, no me cabe duda de que Paulo gastará una buena fortuna en ello. Por cierto que esta misión le impedirá estar en Roma para las elecciones consulares de este año, previsiblemente estará de viaje hacia Hispania. Ya ha sido elegido cónsul en varias ocasiones y no creo que se vaya a presentar in absentia; será interesante ver cómo se desarrollan las elecciones este año. Procuraré ser el primero que te informe de los resultados, cómo siempre (…)
Emilio Paulo en su misión en Hispania. Bastetana cayó rápido y Turdetana iría después.
Tras las elecciones, la correspondencia entre ambos debió de intensificarse, pero sólo se conserva un fragmento de carta de Escipión a su sobrino:
(…) todo un Claudio!. Publio Claudio Pulcher, Primer Cónsul. No me disgusta, ¡no me disgusta en absoluto, por Júpiter!. Seguro que te sorprendes de que tu tío alabe a un patricio de otra familia en lugar de dudar de sus capacidades, ¿no es así?. Pero es que en este caso de verdad que es un hombre estimable. Correcto en su carrera militar y todo un hombre de Estado, leal y honesto, sin enemigos conocidos. Además de obscenamente rico, como corresponde a cualquiera que trate de ascender a lo más alto del cursus honorum. ¡Ya sé lo que piensas!, no le critico porque yo ya estoy mayor para presentarme a cónsul y por lo tanto no es un rival para mí ni tampoco lo será ya para mi joven niño. Puede que tengas razón, no lo niego. Soy un viejo retorcido pero tú me conoces demasiado bien.
Por lo demás, Imagino que ya lo sabrás, pero tanto el ahora procónsul Emilio Paulo y Valerio Falto están teniendo un gran éxito en sus campañas contra Cartago. Paulo ha entrado como un elefante rabioso en las colonias púnicas del sur de Hispania y está aplastando todo lo que se interpone en su marcha, ¡mientras que Falto ha llegado a montar asedio sobre la mismísima Cartago!. Aníbal debe de estar ensuciando su túnica.
Con Cartago atacada por los dos flancos, los 14,000 hombres de Valerio eran demasiado para Aníbal.
La razón de que las legiones romanas obtuvieran tan grandes éxitos con relativa facilidad había que buscarla más hacia oriente. Tras una rebelión en el seno del Imperio Seleúcida y la escisión del reino de Capadocia, dos irreconciliables enemigos, la dinastía ptolemaica que reinaba en Egipto, y los herederos del imperio de Seleuco, cesaron de guerrear entre sí. Los seleúcidas se sometieron como tributarios de Egipto y ambas dinastías se aliaron. Tal alianza era tremendamente peligrosa y poderosa, y pronto demostró que también era ambiciosa. La belicosidad de los macedonios los aproximaba demasiado a oriente, y Egipto le declaró la guerra. Pero no contento con eso, el faraón también atacó a sus viejos enemigos púnicos aprovechando la guerra entre Aníbal y Roma. Cartago se vio atacada por dos flancos y prácticamente dejó desprotegida Hispania y concentró buena parte de su ejército en la frontera con Egipto. La república púnica se tambaleaba y la derrota estaba asegurada. Cornelio Escipión analizaba la situación en una de sus cartas a su sobrino Lentulo:
(…) Paulo y Falto podrían continuar aplastando a los cartagineses, no me cabe la menor duda. Pero, ¿nos convendría acaso que así fuera?. Egipto se convierte en una gran amenaza, y podría extenderse a costa de Cartago. Si continuamos la guerra, ¿qué podríamos obtener?: una o dos colonias en Hispania, que no son mala cosa; pero la consecuencia sería que Cartago, atacada por dos frentes, no pudiera hacer frente al faraón. No puedo imaginar lo que sucedería si Egipto derrotase a Aníbal y lo sometiese a su voluntad. En mi opinión, Hispania debe esperar por el bien del equilibrio de poderes en África, y así se lo he hecho saber al Senado en un memorándum. (…)
El Senado y el Primer Cónsul Publio Claudio Pulcher compartían la opinión de Escipión y sus temores a un Egipto demasiado poderoso y efectivamente enviaron comisión a Aníbal, a quien no lo quedó más remedio que aceptar ceder a Roma el gobierno de Sardinia, Corsica y Malta a cambio de la paz para poder hacer frente a Egipto eficazmente. El faraón descubriría que Cartago no es tan fácil de batir cuando no está acorralada entre dos enemigos.
Una vista de mis nuevas adquisiciones. Al noroeste puede apreciarse a los colonos romanizando Liguria.
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