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Me han entrado ganas de comprarme el juego tan solo con leer el AAR, genial de verdad.
 
Kurt_Steiner said:
No sería hora de afincarse en el Veneto? Lo digo por los canales de Venecia que no existen y tal... :D

En cuanto suba la población y la civilización en Bononia lo haré sin dudarlo, pero todavía harán falta unas décadas.

DBM said:
Me han entrado ganas de comprarme el juego tan solo con leer el AAR, genial de verdad.

Gracias, gracias! :)

A finales de año saldrá una expansión, y con un poco de suerte Friendware hará una edición especial con juego+expansión que salga bien de precio, ;)
 
Muy buen Aar.


Los legatti o jefes de las legiones solían ser senadores según creo ¿no? Mamilio Vitulio debió ser senador y sus relaciones tensas con el Senado son posibles pero no debió ser lo habitual ¿no?
 
Fantástico AAR... Me dan ganas de comprarme el juego... pero yo además tendría que comprarme un ordenador nuevo para poder jugar :p ... Creo que voy a tener que dejar de leerte que estamos en plana crisis :D ... no vaya a hacer alguna locura :rolleyes:
 
CAPITULO VII​
-La Primera Guerra Púnica –
246 a.C - 240 a.C. (508 AVC-514 AVC)


Macedonia y sus aliados helénicos estaban demasiado ocupados en sus guerras contra los bárbaros orientales como para tomar represalias por la astuta maniobra romana en Dalmacia. Desde luego las relaciones se deterioraron sensiblemente, pero nadie fue capaz de una respuesta enérgica. En Roma estaban encantados con la idea de que un senador a la cabeza de una comisión togada, enviados a Dalmacia por petición del arconte espartano para ayudar a pacificar a los dálmatas, lograra no sólo poner paz en la región sino convencer al arconte de la conveniencia de ponerse bajo protección del Senado y Pueblo de Roma. Pues esta era la historia que se divulgó entre el pueblo para ocultar el millonario soborno.

El éxito de Cayo Papiro Maso en Dalmacia animó a probar la misma táctica con el gobernador púnico de Panormo, la provincia siciliana adyacente a Siracusa. Para sorpresa de Maso, el gobernador púnico se mostró mucho más dispuesto a escucharle que el espartano, y los cuestores del erario comprobaron complacidos que el precio de su lealtad era muy asequible. Para entonces, las relaciones con Cartago ya eran tensas. Tras la adhesión de Dalmacia, los cartagineses enviaron a un agente bien cargado de oro para tentar a todo aquel que se dejase. Sin embargo, pese a ser un hombre astuto y bregado, cayó en manos de las autoridades y fue encerrado en el Tullianum. Cartago trató de negociar su liberación pagando un rescate, pero el senado se negó y anunció que Bomilcar Milkramid se pudriría hasta el fin de sus días en la cárcel romana. Por eso, cuando Papiro Maso repitió su éxito en Panormo, Aníbal, general gobernante de Cartago, decidió que ya había tenido bastante y declaró la guerra a Roma.


Cartago_Guerra_Primera.jpg
Por supuesto el emisario fue apropiadamente apresado y encerrado en el Tullianum.​


La guerra comenzó con mal pie para Aníbal. El primer movimiento púnico mientras Roma reunía a su flota para embarcar a las legiones fue atacar Dalmacia, pero la legión allí destacada vapuleó a las más numerosas fuerzas de Cartago, que contaban con la desventaja de tener que desembarcar de sus naves en costas hostiles. Casi 10.000 hombres fueron aniquilados o capturados por Cayo Sulpicio Galo, comandante de la legión dalmática (constituida en su mayor parte por soldados dálmatas). Tan sólo un mes después comenzó el ataque romano sobre las islas de Sardinia, Corsica y Malta, realizado con abrumadora superioridad numérica y táctica. Especial mención merece la conquista de las dos primeras, llevada a cabo por Quinto Valerio Falto, que sufrió un posterior contraataque púnico que resolvió con la aniquilación o captura de más de 5.000 enemigos. Esto desposeía a Aníbal de sus puestos adelantados en el Mare Nostrum, pero la guerra no había hecho sino comenzar.

Las legiones romanas resultaron imbatibles en tierra para los mercenarios de Cartago, pero el mar era un campo de batalla diferente, uno en el que la pericia de los marineros púnicos y la fuerza y tamaño de sus flotas podían hacer frente a Roma. Lucio Cecilio Metelo estaba al mando de la flota de guerra romana, constituida por 14 naves, y responsable de transportar a las legiones a las islas y despejar las costas para que las tropas pudieran cruzar los estrechos entre Siracusa e Italia y la cadena de islas entre Sardinia y Corsica. Metelo no tuvo problemas para realizar su tarea al comienzo de la ofensiva, pero eso era tan solo porque el grueso de la flota púnica estaba dedicado al fallido ataque sobre Dalmacia. Así que cuando la gran armada cartaginesa quedó liberada del transporte de sus cohortes, comenzó a hostigar las costas romanas y a complicarle la situación a Cecilio Metelo. El primer enfrentamiento importante tuvo lugar en el Mare Siculum, cerca de las costas sicilianas. La flota romana disponía de superioridad numérica, pero el mal tiempo y la mala fortuna impidieron durante días que Metelo lograse una victoria decisiva. Las escaramuzas se prolongaron durante muchas jornadas, pero pese a los daños sufridos por ambas flotas, ninguna nave resultó hundida, y cuando la flota cartaginesa se escabulló hacia el noreste Metelo frustrado por no poder aplastar a su oponente, decidió seguirla para al menos alcanzar y destruir las naves más dañadas que quedaran rezagadas. Sin embargo esta decisión propia de un comandante ambicioso que busca una victoria decisiva, fue en este caso ser un error, pues el resto de la flota cartaginesa viajaba desde el mar Adriático en dirección a Sicilia y Metelo se dio de bruces con ella. El resultado fue desastroso. En efecto la persecución sirvió para que se dieran caza a algunas naves púnicas, pero con la arribada de la flota cartaginesa del Adriático la armada romana sufrió un duro castigo, perdiendo un tercio de las naves y forzada a retirarse al puerto de Croton, en la costa del Ager Bruttius.


Batalla_Mare_Siculum.jpg
Mientras la primera batalla se prolonga sin obtener una victoria decisiva, el resto de la flota púnica está a punto de doblar el talón de la bota itálica buscándome la ruina.​


La guerra alcanzó en ese momento un cierto estancamiento, pues Cartago no tenía posibilidad de amenazar seriamente a Roma en tierra, ni esta estaba en posición de impedir que las naves púnicas camparan a placer por sus costas atacando mercantes y bloqueando sus puertos.
Se conservan fragmentos de la correspondencia entre Lucio Cornelio Escipión, gobernador de Campania y Lucio Cornelio Lentulo, hijo del difunto gobernador de Umbria, entre cuyas líneas podemos rescatar algunas referencias a la guerra:


De Escipión a Lentulo: (…)Es intolerable que se permita a las naves cartaginesas campar a sus anchas y azotar nuestras costas de este modo. La derrota de Metelo nos está causando muchos problemas, y las legiones están bloqueadas en las islas sin poder embarcar. Que Júpiter no permita que Aníbal ponga un pie en Italia, porque tan sólo quedan dos legiones en la península y no hay modo de hacer volver a las otras. Metelo ha logrado que el cónsul Emilio Paulo autorice una gran derrama del erario para reemplazar sus pérdidas e incluso casi doblar el tamaño de su flota, pero eso va a llevar meses. ¡Y espero que no desperdicie toda esta inversión con otra torpe derrota!.(…)

(…) y por si fuera poco, esa revuelta en Sicilia. Por supuesto que Emilio Paulo la ha aplastado con sus legiones, pero es una mala señal. (…)


Lentulo responde, presumiblemente varios meses después: (…) ¡Bueno, bueno! Al final ha resultado que Cecilio Metelo sí ha hecho buen uso de la fortuna que se ha invertido en su flota. Mi querido tío, ¡deberías dejar de ser tan escéptico con respecto a las capacidades de los demás!. En fin, sólo estoy bromeando, ya sé que te alegras sinceramente de que al fin las naves de Cartago huyan de las costas italianas, especialmente de las de tu provincia, ¿no es así?.

(…) preparan para embarcar todas las legiones disponibles, con excepción de las reservas itálicas y las guarniciones de la costa griega. Quizá todavía no lo sepas, pues es sólo un rumor aquí en Roma, pero parece que dos o quizá tres legiones muy reforzadas irán a África y otras dos a Hispania. En cualquier caso el ejército de Hispania estará comandado por el Primer Cónsul Emilio Paulo y el otro por Quinto Valerio Falto. El templo de Júpiter Optimus Maximus será un bullir de gente cuando se realicen los sacrificios y las oraciones para proteger a los ejércitos, no me cabe duda de que Paulo gastará una buena fortuna en ello. Por cierto que esta misión le impedirá estar en Roma para las elecciones consulares de este año, previsiblemente estará de viaje hacia Hispania. Ya ha sido elegido cónsul en varias ocasiones y no creo que se vaya a presentar in absentia; será interesante ver cómo se desarrollan las elecciones este año. Procuraré ser el primero que te informe de los resultados, cómo siempre (…)



Emilio_Paulo_Hispania.jpg
Emilio Paulo en su misión en Hispania. Bastetana cayó rápido y Turdetana iría después.​


Tras las elecciones, la correspondencia entre ambos debió de intensificarse, pero sólo se conserva un fragmento de carta de Escipión a su sobrino:


(…) todo un Claudio!. Publio Claudio Pulcher, Primer Cónsul. No me disgusta, ¡no me disgusta en absoluto, por Júpiter!. Seguro que te sorprendes de que tu tío alabe a un patricio de otra familia en lugar de dudar de sus capacidades, ¿no es así?. Pero es que en este caso de verdad que es un hombre estimable. Correcto en su carrera militar y todo un hombre de Estado, leal y honesto, sin enemigos conocidos. Además de obscenamente rico, como corresponde a cualquiera que trate de ascender a lo más alto del cursus honorum. ¡Ya sé lo que piensas!, no le critico porque yo ya estoy mayor para presentarme a cónsul y por lo tanto no es un rival para mí ni tampoco lo será ya para mi joven niño. Puede que tengas razón, no lo niego. Soy un viejo retorcido pero tú me conoces demasiado bien.

Por lo demás, Imagino que ya lo sabrás, pero tanto el ahora procónsul Emilio Paulo y Valerio Falto están teniendo un gran éxito en sus campañas contra Cartago. Paulo ha entrado como un elefante rabioso en las colonias púnicas del sur de Hispania y está aplastando todo lo que se interpone en su marcha, ¡mientras que Falto ha llegado a montar asedio sobre la mismísima Cartago!. Aníbal debe de estar ensuciando su túnica.



Valerio_en_Cartago.jpg
Con Cartago atacada por los dos flancos, los 14,000 hombres de Valerio eran demasiado para Aníbal.​


La razón de que las legiones romanas obtuvieran tan grandes éxitos con relativa facilidad había que buscarla más hacia oriente. Tras una rebelión en el seno del Imperio Seleúcida y la escisión del reino de Capadocia, dos irreconciliables enemigos, la dinastía ptolemaica que reinaba en Egipto, y los herederos del imperio de Seleuco, cesaron de guerrear entre sí. Los seleúcidas se sometieron como tributarios de Egipto y ambas dinastías se aliaron. Tal alianza era tremendamente peligrosa y poderosa, y pronto demostró que también era ambiciosa. La belicosidad de los macedonios los aproximaba demasiado a oriente, y Egipto le declaró la guerra. Pero no contento con eso, el faraón también atacó a sus viejos enemigos púnicos aprovechando la guerra entre Aníbal y Roma. Cartago se vio atacada por dos flancos y prácticamente dejó desprotegida Hispania y concentró buena parte de su ejército en la frontera con Egipto. La república púnica se tambaleaba y la derrota estaba asegurada. Cornelio Escipión analizaba la situación en una de sus cartas a su sobrino Lentulo:


(…) Paulo y Falto podrían continuar aplastando a los cartagineses, no me cabe la menor duda. Pero, ¿nos convendría acaso que así fuera?. Egipto se convierte en una gran amenaza, y podría extenderse a costa de Cartago. Si continuamos la guerra, ¿qué podríamos obtener?: una o dos colonias en Hispania, que no son mala cosa; pero la consecuencia sería que Cartago, atacada por dos frentes, no pudiera hacer frente al faraón. No puedo imaginar lo que sucedería si Egipto derrotase a Aníbal y lo sometiese a su voluntad. En mi opinión, Hispania debe esperar por el bien del equilibrio de poderes en África, y así se lo he hecho saber al Senado en un memorándum. (…)


El Senado y el Primer Cónsul Publio Claudio Pulcher compartían la opinión de Escipión y sus temores a un Egipto demasiado poderoso y efectivamente enviaron comisión a Aníbal, a quien no lo quedó más remedio que aceptar ceder a Roma el gobierno de Sardinia, Corsica y Malta a cambio de la paz para poder hacer frente a Egipto eficazmente. El faraón descubriría que Cartago no es tan fácil de batir cuando no está acorralada entre dos enemigos.


Paz_Cartago_Islas.jpg
Una vista de mis nuevas adquisiciones. Al noroeste puede apreciarse a los colonos romanizando Liguria.​



-x-​
 
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Pues estás llevando muy buen ritmo, considerando que has conseguido lo que la Roma histórica consiguió históricamente en la primera guerra púnica que acabó precisamente en 241.(contando la extorsión posterior a la paz por el tema de la rebelión de los mercenarios...).

¿Se ha expandido mucho Cartago en Hispania?
 
No está mal... quizás, antes de la próxima guerra púnica, haga falta visitar a los parientes de Cleopatra, pilum en ristre.
 
Kurt_Steiner said:
No está mal... quizás, antes de la próxima guerra púnica, haga falta visitar a los parientes de Cleopatra, pilum en ristre.

No lo sabes tú bien... Ya verás, ya ;)

Lucius Sulla said:
Pues estás llevando muy buen ritmo, considerando que has conseguido lo que la Roma histórica consiguió históricamente en la primera guerra púnica que acabó precisamente en 241.(contando la extorsión posterior a la paz por el tema de la rebelión de los mercenarios...).

¿Se ha expandido mucho Cartago en Hispania?

No llevo mal ritmo, no. Pero eso de tener a Egipto en el patio trasero, que me duele los ojos...

En cuanto a Cartago en Hispania, en el momento de este capítulo sólo tienen el sur, las provs que más o menos se ven en la screen de Paulo en Hispania. Pero la partida la llevo más adelantada, y ya se han puesto las pilas, ya. Dentro de unos capítulos lo veréis.
 
CAPITULO VIII​

El apogeo Ptolemaico​


Durante los años de la Primera Guerra Púnica, Oriente y Grecia ardían en una guerra iniciada como respuesta del joven faraón Therapon Ptolomeo a la agresiva expansión macedónica hacia Oriente y concluida con Macedonia y sus aliados griegos aplastados por las falanges del faraón y los seleúcidas. El Rey Diopanto de Macedonia, sucesor de Ptolomeo Keraunos, recogió los resultados de lo que su belicoso padre sembró y vio sus posesiones reducidas a la propia Macedonia, rodeado de regiones bajo el control de Egipto. Aunque tras la firma de la paz con Roma, Aníbal fue capaz de asestar una terrible derrota a los egipcios, el faraón era posiblemente en aquel momento el hombre más poderoso del Mare Nostrum. El equilibrio de poder había cambiado radicalmente en apenas una década. Así veía Cornelio Escipión la situación en una de sus cartas:


(…) inconcebible, aún no me he repuesto del asombro que me ha producido ver a griegos y macedonios desmoronarse de ese modo al ser embestidos por Egipto y los seleúcidas. ¡Que tiempos nos han tocado vivir! Si un siglo atrás Alejandro Magno llevaba la luz de Occidente hacia las tierras bárbaras de Oriente, hoy son sus degenerados herederos quienes traen el monstruoso producto de su ambición sobre nosotros. ¡Que Júpiter nos proteja!, pues no hay en Occidente otra civilización que pueda enfrentarse a esta marea sino la nuestra.(…)


Por supuesto que a todo romano esta situación le parecía inconcebible. Mientras tanto en Roma no faltaron las convulsiones de todo tipo. A la muerte de Marco Emilio Paulo varias familias se enfrentaron disputándose el puesto para ser la alternativa al popular cónsul Publio Claudio Pulcher, que llegó a temer por su vida por los rumores de conspiraciones. Hubo disturbios y revueltas en Roma y Malta instigadas por sus opositores, que además se acompañaron de una incursión de los bárbaros Marcomanos en Bononia. Sin embargo ninguna dificultad pudo con la determinación de Claudio Pulcher, que sería reelegido cónsul en varias ocasiones hasta su muerte a la respetable edad de 70 años. Y eso traería una de las mayores sorpresas políticas de la década, la elección de Lucio Cornelio Escipión como cónsul al borde de su senectud. Supuso sin duda una gran sorpresa también para el propio interesado, pues por su avanzada edad, hacía años que ya ni pensaba en presentar candidatura para la Asamblea, sin embargo fue escogido por el Senado como cónsul sufecto. Hacía casi cinco décadas que ningún Cornelio accedía al consulado, y ahora un Escipión le tomaría el relevo a Rufino.


Escipion_viejo.jpg


En el Senado se discutía acaloradamente sobre las medidas a tomar y Cayo Papiro Maso, el hombre que logró comprar al arconte macedonio de Dalmacia y al gobernador púnico de Panormo, pasó largas temporadas de viaje por Grecia incitando a las polis griegas a levantarse contra Egipto. Se estrecharon lazos con el Ponto, rival natural de seleúcidas y egipcios, con comercio, regalos y acuerdos de tránsito. Sin embargo, en Roma no se apostaba por una respuesta más comprometida por el miedo a una larga y costosa guerra que además arruinaría el comercio. Egipto era un importantísimo destino para los mercaderes romanos, la mayoría de los productos importados de fuera de Italia venían de las costas egipcias o de la península de Anatolia, también bajo control del faraón. Pergaminos y papiros de Pérgamo y el Sinaí, de importantísimo valor por su escasez y su gran demanda en cualquier región civilizada que pretendiera preservar y hacer progresar su cultura, grano de Perga, Lidia y Alejandría, la base para mantener una creciente población, telas de Caria, y por supuesto todo el comercio en Grecia que ahora quedaba bajo control del faraón. El enfrentamiento abierto supondría romper todos esos lazos comerciales, y no era una decisión fácil de tomar. Sin embargo, no sería Roma quien la tomara. Pero dejemos que sea Escipión quien nos lo explique:


¡Asombroso!.¡Impredecible!. ¿Cómo podíamos haberlo previsto?. Tan sólo doce años después de enfrentarse en una dura guerra, Cartago y Egipto, dos enemigos naturales, se unen para hacernos la guerra, es algo inaudito. Debimos haber continuado aquella guerra contra Aníbal y dejar que el faraón le rodeara el gaznate por Oriente mientras nosotros lo hacíamos por Occidente, hasta desgarrar Cartago y dejarlo en ruinas. ¡Miserables traidores!. ¿Y cómo se atreve el faraón a hacernos la guerra? ¡También arruinará su comercio!. ¿Acaso hayan llegado a sus oídos las actividades de Papiro Maso en Grecia?. Quién sabe. ¡Que tiempos nos han tocado vivir!.


El viejo Escipión no viviría para ser testigo de la guerra pues falleció, probablemente de un ataque cardíaco, tan sólo unas semanas después de escribir el fragmento de discurso arriba reproducido. Sería su hijo quien jugara un papel central en los próximos años.


Egipto.jpg
La extensión y el poderío de Egipto son amenazadores​
 
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A meterles las pirámides por dónde les quepan!
 
Lo cierto es que potencialmente el Egipto ptolemaico sí que podría haber tenido una expansión así... si no hubiera tenido una serie de gobernantes tan nefastos (supongo que los hijos de matrimonios incestuosos ayudaron al tema), era uno de los pocos estados sucesores que realmente hubieran estado en situación de refundar un imperio.
 
En este juego tanto Egipto como los Seleucidas tienen un potencial enorme. Los segundos dependen de como comience la partida, porque comienza con muchos enemigos potenciales que se lo pueden merendar durante el primer siglo o así, pero si les va bien luego son un 'motruo'

EDIT: Por cierto, necesito una ayudita. ¿Como se llamaba en esta época a la península de Anatolia? ¿Ya se le llamaba así, o se le llamaba Asia Minor? Yo creo que Asia Minor llamaban los romanos a su provincia en la península, pero no sé si era el nombre que le daban geográficamente antes de formar parte de sus posesiones.
 
Last edited:
Me parece que no tenía nombre en si, era el Ponto, Bitinia, Pérgamo, Galacia, Frigia... es decir los reinos que habían en la península.
 
La cosa está interesante.

Me gustó la batalla naval y ahora la alianza "contra natura" de Egipto y Carthago , parar los pies al coloso romano. :rolleyes:

Muy cuidada e interesante Aar.
 
CAPITULO IX

-Guerra con Egipto-
228 a.C. – 212 a.C. (526 AUC-542 AUC )
Primera Parte


En la primavera del año 228 a.C. (526 AUC) Cartago y Egipto declararon la guerra a Roma comenzando lo que sería la contienda más larga y cruenta hasta entonces. Fue tan terrible que cuando terminó Roma había perdido a casi la mitad de los hombres jóvenes en edad de servir en las legiones. Pero no adelantemos acontecimientos.

La guerra comenzó aparentemente como un intento por arrebatar a la República las provincias obtenidas durante las décadas anteriores, especialmente las islas de Sicilia, Malta, Corsica y Sardinia, en las cuales Cartago tenía un gran interés. Sin embargo, tras los éxitos púnicos iniciales, los ejércitos de Aníbal fueron derrotados y masacrados en Sardinia, acabando en gran medida con su capacidad de continuar llevando la iniciativa. Pronto el foco central de la contienda se trasladó a Grecia, donde las falanges ptolemaicas se enfrentaron al grueso del ejército romano en una terrible lucha que dirimiría quién mantendría su influencia sobre las antiguas Polis.

Durante los primeros dos años de la guerra, las legiones de nueva creación enviadas de refuerzo desde Italia hacia la costa adriática se impondrían a los ejércitos egipcios, manteniendo las fronteras del antiguo reino de Epiro mientras que las veteranas III y IV legiones que ya estaban estacionadas en Grecia cruzaban el istmo griego hacia el sur y comenzaban una campaña para apoderarse de Argólida, Aquea y Esparta. Sin embargo, nuevos ejércitos llegaron de Egipto y Anatolia, y los extraordinarios generales egipcios Diedhor y Peneus lograron imponerse en varias ocasiones a cuantas legiones se enfrentaran a su aparentemente imbatible ejército de casi 30,000 soldados acompañados de los terribles elefantes de guerra africanos. Quinto Tullio César, al mando de las legiones que les hicieron frente, demostró no estar a la altura. Por si fuera poco, la conquista del sur de Grecia estaba costando más de lo deseado, y las dos legiones dedicadas a ello bajo el mando de Septimo Valerio Laevino no pudieron unirse al resto de los ejércitos de Roma para enfrentarse a los egipcios.


derrota_en_Etolia.jpg

Los refuerzos egipcios me pillaron desprevenido y me dieron una paliza tremenda. Además sus generales eran la leche.​


Finalmente Valerio Laevino culminó la conquista de la península del Peloponeso y volvió hacia el norte, uniéndose a las legiones de Tulio César y logrando detener a los egipcios en Etolia durante unos meses. Al mismo tiempo el Senado obtuvo de Iliria el permiso de paso por sus tierras para la legión de Dalmacia, permitiendo así realizar un ataque desde el norte sobre las tierras egipcias en el adriático. Sin embargo, los generales egipcios pronto recibieron más refuerzos y se revolvieron con violencia. Se sucedieron meses de intensos combates, en los que una vez tras otra se demostraron las grandes dotes militares de los generales egipcios, Peneus Kenamid y Diodhor Penamid. Sus nombres se hicieron temibles, y tanto César como Laevino se mostraron incapaces de superarles. Incluso en las ocasiones en las que se les forzaba a retirarse, lograban hacerlo con muy pocas bajas, mientras que los ejércitos romanos tardaban meses en recuperarse de sus derrotas. Es por ello que en el año 226 a.C. (528 AUC), el Senado envió al senador Quinto Cornelio Messala a Grecia con un cofre cargado de oro y con la misión de sobornar a los mercenarios que combatían en los ejércitos del faraón. Messala era un hombre con una tremenda capacidad para el subterfugio, y conocía Grecia lo suficientemente bien como para poderse mover discretamente y a los mercenarios de Anatolia lo suficientemente bien como para volverles locos de avaricia y lograr tal éxito que hasta los más hieráticos de los senadores quedaron atónitos al leerse su carta en la Curia Hostilia:


(…)

De este modo, no tuve dificultad en entrevistarme con un cabecilla de una partida de mercenarios licios que estuvo más que receptivo ante la vista del oro. Tuvimos varios encuentros y pronto pude descartar la idea de una revuelta o deserción en masa en las filas enemigas ni por todo el oro de Roma, tal era el prestigio de los generales egipcios. Sin embargo, mi buen licio era un hombre de valiosas aptitudes y contaba con un grupo de leales y escurridizos sicarios, de modo que me decidí a probar otra posibilidad.

Tres semanas después de nuestra primera entrevista, cuando llegó la luna nueva, mi nuevo amigo licio y sus compinches se deslizaban en las tiendas de Peneus Kenamid y Diodhor Penamid, apuñalaban a sus guardaespaldas y degollaban a ambos generales. La mayoría de los implicados fueron atrapados y masacrados, pero nuestro astuto amigo logró escabullirse con la recompensa. Me complace deciros, estimados colegas, que escribo estas líneas sentado sobre un baúl que contiene las cabezas de Peneus y Diodhor.

(…)



Asesinar_generales_egipcios.jpg
Cornelius Messalla es un as del subterfugio y tuvo éxito en sus dos misiones. Su sustituto tras haber sido elegido cónsul no tuvo tanta suerte y le cortaron la cabeza a la primera intentona. En esta fase de la guerra yo estaba desesperado y traté de usar los asesinatos para ayudar a inclinar la balanza de mi lado.​


Por supuesto que la sesión en la que se leyó esta carta fue a puerta cerrada, y todos los asistentes fueron muy discretos al respecto, pero la impresión que Cornelio Messala había producido fue tal que a su vuelta se vio aupado a la primera línea política, rodeado de repentinos amigos fidelísimos y más rico que nunca. No desaprovechó su ascendiente y usó buena parte de su fortuna en proyectar su popularidad y un año más tarde fue elegido Primer Cónsul. Lamentablemente, su salud sufrió un gran deterioro y falleció antes de terminar su mandato. Parecía que los Cornelios que llegaban al consulado estaban malditos.


La desaparición de los dos mejores generales de Egipto supuso un cambio importante en el escenario griego. Las legiones romanas, exultantes tras conocer la noticia, marcharon hacia el norte a auxiliar a la legión dalmática que había cruzado Iliria, enfrentándose al ahora decapitado gran ejército del faraón en Etolia. Las fuerzas egipcias seguían siendo tremendas, y sus elefantes terribles monstruos de guerra; tenían además una sólida línea de falanges pesadas, arqueros, abundante caballería y hostigadores a caballo. Valerio Laevino ostentó el mando de la batalla, y esta vez no tenía enfrente a ningún genio de la guerra. Los flancos peligraron al verse la caballería romana rápidamente superada por los jinetes egipcios, pero la sólida línea de prínceps finalmente pulverizó a la infantería egipcia y puso en fuga al enemigo. Las legiones romanas solamente perdieron la décima parte de sus fuerzas en la batalla, mientras que el ejército del faraón se dejó en el campo de batalla a una tercera parte de sus hombres. Era la primera ocasión en la que los generales romanos lograban una victoria decisiva contra un ejército egipcio en esta guerra, y abrió la vía hacia el noreste.


Sin_General_Egipto.jpg


La guerra viajó en efecto hacia el norte de la costa adriática, donde el ejército egipcio se reorganizó, recibió refuerzos y nuevos comandantes tomaron el mando. La legión dalmática asedió con éxito Taulantia, pero fue forzada a retirarse poco después ante la llegada de nuevas falanges del faraón desde Anatolia. Roma sin embargo no era capaz de llevar más legiones de refuerzo a través del Adriático debido a la superioridad egipcia en el mar. La flota de Roma había cosechado derrota tras otra y los carpinteros de ribera de toda la costa recibían contratos estatales para reparar los barcos dañados y fabricar nuevas naves de guerra. La victoria en Etolia no pudo explotarse ante la imposibilidad de recibir más legiones y la guerra se estancó en un continuo toma y daca en las provincias de Taulantia y Dardania durante los siguientes dos años. Durante este tiempo, sabiéndose dueño del mar, el faraón intentó con ayuda de los cartagineses invadir Sardinia en numerosas ocasiones. Pero ya fuera desembarcando sus ejércitos en las costas del sur, o cruzando en barcas costeras desde la isla de Corsica, que sí estaba en sus manos, sus intentos fueron frustrados por la guarnición que la defendía bajo las órdenes de Marco Quinctio Bruto.

A finales del verano del 223 a.C. (531 AUC) al fin los romanos lograron reunir una flota lo suficientemente grande como para enfrentarse a las naves egipcias y cartaginesas y llevar nuevas legiones a Grecia. Las V y VI legiones, que desde el principio de la guerra habían permanecido en Italia, y las VIII y IX, de nueva creación, desembarcaron a comienzos de otoño en las costas de Epiro. Al frente de ellas estaba un joven que pronto cambiaría el curso de la guerra e inscribiría su nombre en los anales de la historia: Cneo Cornelio Escipión, hijo del finado cónsul Lucio Cornelio Escipión.
 
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