I. Guifré 'El Pilòs' Bellonida
(868 - 891)
Guifré el Bellonida, sin duda no era la figura de su tiempo, y a pesar de su romantización posterior, no estaba en una posición en la que fuera considerado como el legendario fundador de una gran dinastía. Su situación en el año 867 distaba de ser ideal. Nieto de un caballero de cierta reputación que se había labrado fama en la Septimania bajo Carlomagno y que había recibido la Carcasona llamado Bellò, la familia había recibido al menos el suficiente reconocimiento como para que los territorios de la parte oriental de la marca hispánica se adjudicaran a su hijo Sunifred. Sin duda, la familia no era de origen Franco, sino de origen gótico. Aunque por supuesto, a esas alturas, sin duda gran parte de su linaje ya se habría entremezclado con la población local, descendientes de las provincias romanas anteriores. Quizás ese fuera el motivo para que el rey Carlos el Calvo, a la muerte de Sunifred (y nada sabemos si el modo o el motivo de esta muerte tuvo que ver con esta decisión, dada la oscuridad de los tiempos) en vez de asignar los condados de la frontera con el poderoso emirato Omeya a su hijo Guifré, la asignara a uno de los anteriores condes de Tolosa.
O bien simplemente, el nieto de Carlomagno tenía en esos momentos motivos de preocupación diferentes como para considerar la política local. No hay indicios de si Sunifred había sido un gobernante leal o desleal, capaz o incapaz. Sin embargo, considerando las circunstancias la propia figura de Guifré sí emerge hasta cierta medida hacia las páginas de la época. Sin duda era lo suficientemente inteligente y oportunista, y poco dado a la piedad y a la amabilidad. Desde luego demostró un gran talento para la intriga en puntos claves de su vida, pero sin duda el más importante sería la conspiración de los nobles que se desencadenaría en el otoño del año 868.
Quizás el rey Carlos de la Francia Occidental no considerara importante o desatendiera los asuntos de la Marca Hispánica, pero sin duda su elección para conde de Barcelona no había sido acertada. Bernard Gellones provenía de una familia mucho más prestigiosa que la de Guifré. No sólo era descendiente de los Francos y podía remontar su linaje a uno de los propios compañeros de Carlomagno, sino que además había sido su abuelo el que al propio Carlomagno había legado tanto el condado de Tolosa como todas las marcas meridionales. El propio Bernard era de una rama segundona de la familia, pero cuando la rama principal se agotó, había protestado formalmente cuando el rey Carlos cedió el gobierno el rico y gran condado de Tolosa a otra familia en vez de pasar a él. Quizás el hecho de que se le concediera el condado de Barcelona fuera una forma de reconocer el prestigio de su familia, sin embargo Bernard Gellones distaba mucho de sentirse satisfecho gobernando al sur de los Pirineos y bajo una población que le resultaba extraña en usos y costumbres, una amalgama de costumbres góticas y romanas, tiznadas de un tinte árabe durante la suave pero casi centenaria dominación musulmana.
Si hay que creer a los cronistas posteriores, podemos concluir que el conde Bernard era abominable. Gordo, iracundo y a veces directamente impío, despreciaba tanto a sirvientes como a vasallos. Sin duda una personalidad capaz de aunar a todos sus vasallos en contra, tanto francos como godos, debía tener serios problemas de personalidad, a pesar de que sus excesos en las crónicas, tales como el hecho de que asesinara y usurpara a Sunifred el padre de Guifré, y que abofeteara a su principal y más influyente vasallo Salomón el conde de Urgell, son probablemente exageraciones narradas en pos de la más exitosa dinastía que encabezaría Guifré en siglos posteriores. Sin embargo hay un hecho indiscutible. En el otoño del año 868, reunida la más alta nobleza de la Marca Hispánica en una cacería, organizados por el conde de Melgueil (llamado como no, Bernard de Melgueil) consiguieron aislar de su guardia y básicamente capturar en sus propias tierras a su señor feudal, y bajo amenaza de tormento y muerte, renunciar a su señorío sobre sus tierras de la Marca ante su actual señor feudal Luis, hijo de Carlos de Francia.
Bernard Gellones desaparece de la historia después de ese día, como tragado por el pozo de la historia. Las únicas referencias a su familia fueron el hecho de que su hijo pequeño fue desposeído en años siguientes por el nuevo conde de Barcelona de los condados de Barcelona, Empuries y Narbona... pero del padre no queda rastro. O bien no sobrevivió la fatídica emboscada o fue obligado a entrar en un monasterio, o bien estuvo encarcelado hasta su muerte. Sin duda su desaparición repentina de los asuntos de la zona no podían significar que conservara tierras de su familia de una forma significativa. Y la familia de los Gellones cayó en el olvido. Pero, ¿quién sería este nuevo conde de Barcelona? Sin duda los conspiradores querrían teñir su audaz pero traicionero complot con motivos legítimos para presentar ante su rey, y para ello sólo había una alternativa. Presentarse como los defensores de los derechos del joven Guifré. De nuevo nos encontramos ante la oscuridad del momento para intentar averiguar cómo aquello fue aceptado tan rápidamente por el rey Luis de Aquitania y por su padre Carlos de la Francia. ¿Quizás efectivamente los Gellones habían usurpado y asesinado al padre de Guifré? O, más seguramente, el rey Luis de Aquitania, que no se caracterizó nunca por su agudo intelecto (el Tartamudo fue el poco glorioso apodo con el que pasaría a la historia) simplemente aceptaría la situación de hecho cuando se le presentó en sus dominios del norte de su reino, bien lejos de los asuntos del sur. Pues, ¿qué le podían importar a él los asuntos de la salvaje frontera del sur? Mientras no se rebelaran contra él y aportaran sus hombres a cada nuevo conflicto, fácilmente podía reconocer de nuevo a la familia de los Bellónidas como señores de los Condados del sur de los Pirineos.
El joven nuevo conde de Barcelona sin duda no se engañaría con su nueva situación. Toda la situación había sido organizada por el conde Bernard de Melgueil y el conde Salomón de Urgell, y desde su Rosellón, sabía que comportarse con altivez ante dos hombres que sabían que podían poner y quitar a su señor sería enfrentarse al mismo destino. Sus acciones sucesivas en los siguientes años demostrarían que Guifré distaba mucho de ser un títere. Sin duda Salomón de Urgell era el más peligroso y altivo de los dos hombres, así que Guifré no dudó en conseguir la amistad y afecto de Bernard de Melgueil, separando así a los dos vasallos más peligrosos de su dominio. Así mismo se ganó la amistad de los reyes carolingios de Francia, Luis de Aquitania y su padre Carlos el Calvo. Luis era pendenciero, cruel y falto de luces, lo que le ganaba a menudo por sus desprecios la enemistad cuando no la abierta rebeldía de sus principales señores. Sin embargo su clara debilidad de carácter era lo que hacía que estos señores se rebelasen contra él una y otra vez. Y cada vez las tropas del nuevo conde de Barcelona se aprestaban a través de los pasos pirenaicos para apoyar a su señor ante cada nueva rebelión. Y fue en una de estas aventuras militares cuando el propio rey Carlos se sintió tan impresionado que concedió la mano de su segunda hija, Ermentrude al intrépido joven.
Las noticias de que el conde de Barcelona era de repente el nuevo cuñado del rey de Aquitania y yerno del rey de Francia sin duda alarmaron a Salomón y Bernard. Pero el vínculo entre ellos, forjado sólo por el propio interés para incrementar su poder personal, ya estaba roto. Guifré se lanzó con pasión a eliminar cualquier resto y asegurarse la posesión de todos los condados que habían pertenecido a los Gellones, basándose en que habían sido propiedad de su padre. Cuando diez años después el aún imberbe hijo del anterior conde Bernard era expulsado del castillo de Cerdaña, Guifré aseguró la lealtad de Bernard de Gellones concediéndole todos los territorios al norte de los Pirineos de la Marca, lo que incluía los ricos vizcondados de Narbona y Nîmes, y comprometía a su hijo mayor, tataranieto de Carlomagno por su madre, con la única hija del nuevo gran conde. Y Salomón de Urgell era claramente apartado viendo como el señor que había elevado se había convertido en el más poderoso de la Marca sin apenas poder hacer nada para evitarlo. Sin duda no podía aliarse con los remanentes de los Gellones mientras pudieron durar, debido a su papel en la conspiración. Y la alianza entre Melgueil y Guifré había convertido en su otrora aliado en inalcanzable. Por supuesto, los condes de las islas Baleares le eran leales aún... pero los condes de las islas eran poco más que piratas que aceptaban nominalmente el dominio de los descendientes de Carlomagno, así que poco podía contar con ellos, excepto para el más vil oportunismo.
Así, en el año 874, su poder completamente asentado en la Marca Hispánica, reconocido tanto por sus vasallos como por sus señores carolingios, Guifré podía ver las oportunidades que el mundo le pudiera ofrecer.
Sin embargo, inicialmente parecía que dichas oportunidades iban a ser escasas. Un vecino ocupaba los pensamientos sin duda de cualquier habitante de Cataluña: el gran Emirato de Al-Andalus del sur que ocupaba la mayor parte de la península ibérica y su poder era grande. Quizás no lo suficiente como para invadir la Marca hispánica, al menos mientras no tuviera la seguridad de que los grandes ejércitos francos pasarían por el Rosellón en un número y una fiereza que los antepasados del emir omeya Muhammad no podía más que considerar. Sin embargo la amenaza de una invasión infiel no era posible por ambos lados. Muhammad tenía que lidiar con un gran dominio aún habitado por población no completamente asimilada al Islam y con familias como los Banu Qasi de Zaragoza que se consideraban por herencia bastante más que sumisos y devotos seguidores de los Omeyas. Y sin duda el más peligroso enemigo de Al-Andalus no eran los reinos cristianos, sino el poderío hereje de los Idrisidas de Marrakesh, descendientes también de la familia del Profeta. Sólo una gran guerra civil en un lado o en otro podría animar a unos o a otros a invadir a un enemigo debilitado.
El principal reino cristiano de la península era el de Asturias, también de origen gótico, y aunque independiente al enorme poderío carolingio, el prestigio y la fama de gran guerrero del rey Alfonso de Cantabria, que por sus grandes victorias en defensa de su reino contra el infiel sería conocido como Alfonso el del Corazón de León, y sin duda por los mismos motivos Guifré no podía sino no considerar a tan famoso guerrero y gran monarca como posible víctima de sus planes. El reino vasco de Navarra sin embargo... técnicamente ocupaba en el Alto Aragón condados que Carlomagno estableció como parte de la Marca Hispánica. Pero los indómitos vascos habían rechazado con firmeza el yugo franco, y el rey Antso de Navarra, asentado en sus montañosas y rocosas fortalezas serían un hueso duro de roer. La última posibilidad era reclamar Tolosa como parte de la Marca, pero uno de los motivos por los que los carolingios habían aceptado a Guifré era para intentar acabar así con ese tipo de reclamaciones en la zona y la amistad con los reyes en el norte era demasiado valiosa para el conde de Barcelona como para descartarla tan rápidamente.
Sin embargo la tan ansiada oportunidad se presentó contra los infieles para el Conde Guifré.
La muerte del gran emir Muhammad había venido como una bendición para los reinos cristianos. El gran Omeya había dejado la sucesión clara en su hijo Al-Mundir, pero desgraciadamente un caso de fiebres habían dejado al nuevo emir con una personalidad altamente inestable. Es difícil diagnosticar enfermedades mentales en ese periodo. Los cristianos decían que el nuevo emir estaba poseído por los demonios y que veía visiones infernales y atacaba a su propia corte. Sin embargo el hermano de Al-Mundir, Abdallah, veia claro lo que era para él: la oportunidad de reclamar el trono de su padre. La guerra civil estallaría, entre los partidarios de los deseos de Muhammad por muy loco que su hijo estuviera, y los que preferían un gobernante cuerdo sin importar otras consideraciones.
La guerra civil sacudiría Al-Andalus durante 5 largos años, y aunque el propio Al-Mundir no la sobreviviría, no sería su bando el derrotado. En cierta forma la muerte en una de sus locuras, tras tres años de cruenta guerra, de Al-Mundir beneficiaría más que perjudicaría su causa. Sus partidarios se agruparían bajo su hijo Ubayd, que sin duda no mostraba ninguna de las rarezas de su padre, y finalmente Abdullah fue vencido y arrojado a las mazmorras, el último y más joven hijo de Muhammad, que sin duda ya había imaginado lo que le pasaría si cualquiera de sus hermanos ganara, huyó al norte de África ante la seguridad de ser ejecutado para evitar más problemas durante la minoría de edad de Ubayd.
Alfonso de Asturias también pudo aprovechar la debilidad mahometana durante la guerra tomando Coimbra y Valladolid. Desafortunadamente para era en la mitad occidental de Al-Andalus donde los partidarios de Al-Mundir y luego de Ubayd se habían mantenido fuertes y no pudo avanzar tanto como su gran fama hubiera merecido. Pero Guifré se encontró con que la gran ciudad de Tarragona se había alineado con el bando de Abdullah. En la campaña del verano del año 877, un año antes de que acabara la guerra sucesoria del gran emirato de Al-Andalus, las tropas catalanas atacaron, asaltaron y tomaron la ciudad amurallada de Tarragona, la antigua capital de la provincia Romana y expulsaban a los jeques árabes al sur del Ebro. El hecho que en los combates muriera su aliado Bernard de Melgueil dejando como condesa a su única hija, comprometida con su aún infante hijo, le hizo tomar la regencia de los condados al norte de los Pirineos.
Y tras recuperarse Guifré del combate contra los infieles y afianzar su nuevo dominio, supo que la hora del conde Salomón de Urgell había llegado.
Salomón también lo sabía, el hombre distaba mucho de ser estúpido. La situación en el reino de los Francos Occidentales se había afianzado al morir el rey Luis 'El Tartamudo' y revertir y reunirse todo el reino de nuevo bajo su padre Carlos el Calvo. Pero el nieto de Carlomagno era anciano ya, y cuando murió y heredó todo el reino su nieto Alberto, hijo del Tartamudo a pesar de ser aún menor de edad, los condes de Urgell, por fin apoyado por los barones bandidos de las islas se rebelaron y atacaron mientras Guifré de nuevo defendía los derechos de su joven señor en el norte. Probablemente Salomón sabía que a pesar de todo su situación era desesperada y necesitaba una victoria urgente. Y cuando vio que en Vic le aguardaba una compañía mercenaria lombarda, junto con las tropas que el propio hijo de Guifré había podido reunir ante las noticias del ataque, sólo pudo jugarse el todo por el todo en un enfrentamiento incierto. Ante las noticias de su derrota, las tropas baleares nunca llegarían para apoyar a Salomón, y este sólo pudo retirarse a ser sitiado en sus montañas de Urgell.
El asedio fue duro y largo, pero finalmente rendidos por el hambre, las tropas de Urgell se rindieron al conde de Barcelona y Salomón arrojado sin ceremonia a la mazmorra, el condado de Urgell nueva joya en poder de Guifré.
Es difícil adivinar los planes de Guifré. A sus 50 años ya tenía una edad venerable para la época, pero había demostrado buena salud y ambición hasta ese momento de su vida. Con el condado de Urgell en su poder, quien sabe si hubiera dirigido su mirada a los dominios de los señores vascos en su frontera oeste. Sin embargo, de nuevo embarcado en lo que sería los estertores finales de la Occitania contra su rey Franco, enfrentadose a la tropas de los rebeldes de Poitou el conde de Barcelona Guifré el Velloso (otro misterio de la historia en el que preferimos no ahondar demasiado) fue alcanzado y herido de muerte en el combate.
Cuando el rey de los Francos, Alberto el Carolingio llegó a la tienda donde yacía moribundo, pidió la bendición para su casa y el deseo de que su hijo Sunifred y su descendencia fueran reconocidos, al contrario que lo había sido él, legítimos gobernantes de la Marca Hispánica. Emocionado ante uno de los pocos nobles que había defendido siempre la causa de su padre, su abuelo y la suya propia, mojó sus dedos en la sangre de sus heridas y pasándolos sobre el escudo cubierto de bronce del Conde de Barcelona asintió y le dijo: 'Estas serán vuestras armas, conde'.
Así una dinastía nacía firmemente, bañada con la sangre de Guifré. En reconocimiento de sus derechos, su hijo Sunifred ya sólo sería conocido como Sunifred de Barcelona.