Per Capillis - Una AAR de la casa De Barcelona - 867 a 1447

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Lucius Sulla

Dark Lieutenant of Sauron
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Oct 23, 2002
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Bienvenidos, después de mucho tiempo a mi siguiente intento, espero que con más éxito que el anterior, de volver al mundo de las AARs.

Llevaba mucho tiempo esperando con ganas la ampliación de Old Gods para Crusader Kings II, puesto que aunque este es probablemente el juego que más me ha gustado desde el EU2 de Paradox, la posibilidad de jugar durante toda la Edad Media (excluyendo lo que sería lo que creo que últimamente vienen llamando como la Antigüedad Tardía, que viene a ser por lo que he visto hasta la coronación de Carlomagno ese afamado día de Navidad del año 800) era demasiado buena como para dejarla pasar, y simplemente empezar en el 1066.

Antes de nada, explicar qué es esta AAR. Lo primero, es de una partida ya concluida. Lo que veáis, hasta el final, ya está preestablecido. Lo segundo, el hecho de que sin duda han habido 'recargas' de la partida desde desastres completos. Si recuerdo bien, 2 recargas en el primer personaje (recuperación de la Marca Hispánica), 1 recarga en el segundo (Independcia), y 2 en el tercero (Supervivencia contra el Califato). Juro que no he vuelto a hacer recargas hasta el *penúltimo* personaje (para evitar una guerra civil bestial).

El planteamiento será de un capítulo por personaje protagonista, dividido en dos partes. La primera es un intento de narración de los hechos desde un punto de vista 'histórico'. Aunque recuerdo la gran parte de la partida, es un poco una mirada a toro pasado. Aunque no he ido capturando guerras, eventos y batallas específicos, sí que he ido tomando muchos ficheros de guardado, con lo que cual historiador, tengo 'ventanas' a través de las que me puedo asomar al mundo Europeo y su entorno en esos momentos. El tono de estas primeras partes pues es de narración histórica, desde una perspectiva medianamente moderna. La segunda parte son mis impresiones como jugador, comentando las mecánicas detrás de lo sucedido, e intentando reflexionar sobre las soluciones que he podido tomar, o posibles alternativas.

Así, lo que no es, es un intento masivo de esfuerzo gráfico como fue mi anterior AAR de Carmina Tolosarum. Montar cada capítulo era realmente laborioso (y se le añadimos mis modificaciones del save para consolidar el mapa más allá de la inevitable superbalcanización de ese juego, ya ni te cuento). Espero poner mapas (unos cuantos) y personajes (el protagonista y poco más, el resto creo que se describe bastante bien en la propia historia). Estoy tentado de alterar mapas con flechas para describir campañas pero... ya veremos. Igualmente, poner alguna foto de 'ambientación'.

En todo caso, espero que os guste tanto una perspectiva como la otra. Espero poder acabar el primer capítulo esta tarde/noche y ver primeras impresiones. Si alguien aún pasa por este foro, claro :D
 
Subscrito.
 
I. Guifré 'El Pilòs' Bellonida
(868 - 891)

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Guifré el Bellonida, sin duda no era la figura de su tiempo, y a pesar de su romantización posterior, no estaba en una posición en la que fuera considerado como el legendario fundador de una gran dinastía. Su situación en el año 867 distaba de ser ideal. Nieto de un caballero de cierta reputación que se había labrado fama en la Septimania bajo Carlomagno y que había recibido la Carcasona llamado Bellò, la familia había recibido al menos el suficiente reconocimiento como para que los territorios de la parte oriental de la marca hispánica se adjudicaran a su hijo Sunifred. Sin duda, la familia no era de origen Franco, sino de origen gótico. Aunque por supuesto, a esas alturas, sin duda gran parte de su linaje ya se habría entremezclado con la población local, descendientes de las provincias romanas anteriores. Quizás ese fuera el motivo para que el rey Carlos el Calvo, a la muerte de Sunifred (y nada sabemos si el modo o el motivo de esta muerte tuvo que ver con esta decisión, dada la oscuridad de los tiempos) en vez de asignar los condados de la frontera con el poderoso emirato Omeya a su hijo Guifré, la asignara a uno de los anteriores condes de Tolosa.

O bien simplemente, el nieto de Carlomagno tenía en esos momentos motivos de preocupación diferentes como para considerar la política local. No hay indicios de si Sunifred había sido un gobernante leal o desleal, capaz o incapaz. Sin embargo, considerando las circunstancias la propia figura de Guifré sí emerge hasta cierta medida hacia las páginas de la época. Sin duda era lo suficientemente inteligente y oportunista, y poco dado a la piedad y a la amabilidad. Desde luego demostró un gran talento para la intriga en puntos claves de su vida, pero sin duda el más importante sería la conspiración de los nobles que se desencadenaría en el otoño del año 868.

Quizás el rey Carlos de la Francia Occidental no considerara importante o desatendiera los asuntos de la Marca Hispánica, pero sin duda su elección para conde de Barcelona no había sido acertada. Bernard Gellones provenía de una familia mucho más prestigiosa que la de Guifré. No sólo era descendiente de los Francos y podía remontar su linaje a uno de los propios compañeros de Carlomagno, sino que además había sido su abuelo el que al propio Carlomagno había legado tanto el condado de Tolosa como todas las marcas meridionales. El propio Bernard era de una rama segundona de la familia, pero cuando la rama principal se agotó, había protestado formalmente cuando el rey Carlos cedió el gobierno el rico y gran condado de Tolosa a otra familia en vez de pasar a él. Quizás el hecho de que se le concediera el condado de Barcelona fuera una forma de reconocer el prestigio de su familia, sin embargo Bernard Gellones distaba mucho de sentirse satisfecho gobernando al sur de los Pirineos y bajo una población que le resultaba extraña en usos y costumbres, una amalgama de costumbres góticas y romanas, tiznadas de un tinte árabe durante la suave pero casi centenaria dominación musulmana.

Si hay que creer a los cronistas posteriores, podemos concluir que el conde Bernard era abominable. Gordo, iracundo y a veces directamente impío, despreciaba tanto a sirvientes como a vasallos. Sin duda una personalidad capaz de aunar a todos sus vasallos en contra, tanto francos como godos, debía tener serios problemas de personalidad, a pesar de que sus excesos en las crónicas, tales como el hecho de que asesinara y usurpara a Sunifred el padre de Guifré, y que abofeteara a su principal y más influyente vasallo Salomón el conde de Urgell, son probablemente exageraciones narradas en pos de la más exitosa dinastía que encabezaría Guifré en siglos posteriores. Sin embargo hay un hecho indiscutible. En el otoño del año 868, reunida la más alta nobleza de la Marca Hispánica en una cacería, organizados por el conde de Melgueil (llamado como no, Bernard de Melgueil) consiguieron aislar de su guardia y básicamente capturar en sus propias tierras a su señor feudal, y bajo amenaza de tormento y muerte, renunciar a su señorío sobre sus tierras de la Marca ante su actual señor feudal Luis, hijo de Carlos de Francia.

Bernard Gellones desaparece de la historia después de ese día, como tragado por el pozo de la historia. Las únicas referencias a su familia fueron el hecho de que su hijo pequeño fue desposeído en años siguientes por el nuevo conde de Barcelona de los condados de Barcelona, Empuries y Narbona... pero del padre no queda rastro. O bien no sobrevivió la fatídica emboscada o fue obligado a entrar en un monasterio, o bien estuvo encarcelado hasta su muerte. Sin duda su desaparición repentina de los asuntos de la zona no podían significar que conservara tierras de su familia de una forma significativa. Y la familia de los Gellones cayó en el olvido. Pero, ¿quién sería este nuevo conde de Barcelona? Sin duda los conspiradores querrían teñir su audaz pero traicionero complot con motivos legítimos para presentar ante su rey, y para ello sólo había una alternativa. Presentarse como los defensores de los derechos del joven Guifré. De nuevo nos encontramos ante la oscuridad del momento para intentar averiguar cómo aquello fue aceptado tan rápidamente por el rey Luis de Aquitania y por su padre Carlos de la Francia. ¿Quizás efectivamente los Gellones habían usurpado y asesinado al padre de Guifré? O, más seguramente, el rey Luis de Aquitania, que no se caracterizó nunca por su agudo intelecto (el Tartamudo fue el poco glorioso apodo con el que pasaría a la historia) simplemente aceptaría la situación de hecho cuando se le presentó en sus dominios del norte de su reino, bien lejos de los asuntos del sur. Pues, ¿qué le podían importar a él los asuntos de la salvaje frontera del sur? Mientras no se rebelaran contra él y aportaran sus hombres a cada nuevo conflicto, fácilmente podía reconocer de nuevo a la familia de los Bellónidas como señores de los Condados del sur de los Pirineos.

El joven nuevo conde de Barcelona sin duda no se engañaría con su nueva situación. Toda la situación había sido organizada por el conde Bernard de Melgueil y el conde Salomón de Urgell, y desde su Rosellón, sabía que comportarse con altivez ante dos hombres que sabían que podían poner y quitar a su señor sería enfrentarse al mismo destino. Sus acciones sucesivas en los siguientes años demostrarían que Guifré distaba mucho de ser un títere. Sin duda Salomón de Urgell era el más peligroso y altivo de los dos hombres, así que Guifré no dudó en conseguir la amistad y afecto de Bernard de Melgueil, separando así a los dos vasallos más peligrosos de su dominio. Así mismo se ganó la amistad de los reyes carolingios de Francia, Luis de Aquitania y su padre Carlos el Calvo. Luis era pendenciero, cruel y falto de luces, lo que le ganaba a menudo por sus desprecios la enemistad cuando no la abierta rebeldía de sus principales señores. Sin embargo su clara debilidad de carácter era lo que hacía que estos señores se rebelasen contra él una y otra vez. Y cada vez las tropas del nuevo conde de Barcelona se aprestaban a través de los pasos pirenaicos para apoyar a su señor ante cada nueva rebelión. Y fue en una de estas aventuras militares cuando el propio rey Carlos se sintió tan impresionado que concedió la mano de su segunda hija, Ermentrude al intrépido joven.

Las noticias de que el conde de Barcelona era de repente el nuevo cuñado del rey de Aquitania y yerno del rey de Francia sin duda alarmaron a Salomón y Bernard. Pero el vínculo entre ellos, forjado sólo por el propio interés para incrementar su poder personal, ya estaba roto. Guifré se lanzó con pasión a eliminar cualquier resto y asegurarse la posesión de todos los condados que habían pertenecido a los Gellones, basándose en que habían sido propiedad de su padre. Cuando diez años después el aún imberbe hijo del anterior conde Bernard era expulsado del castillo de Cerdaña, Guifré aseguró la lealtad de Bernard de Gellones concediéndole todos los territorios al norte de los Pirineos de la Marca, lo que incluía los ricos vizcondados de Narbona y Nîmes, y comprometía a su hijo mayor, tataranieto de Carlomagno por su madre, con la única hija del nuevo gran conde. Y Salomón de Urgell era claramente apartado viendo como el señor que había elevado se había convertido en el más poderoso de la Marca sin apenas poder hacer nada para evitarlo. Sin duda no podía aliarse con los remanentes de los Gellones mientras pudieron durar, debido a su papel en la conspiración. Y la alianza entre Melgueil y Guifré había convertido en su otrora aliado en inalcanzable. Por supuesto, los condes de las islas Baleares le eran leales aún... pero los condes de las islas eran poco más que piratas que aceptaban nominalmente el dominio de los descendientes de Carlomagno, así que poco podía contar con ellos, excepto para el más vil oportunismo.

Así, en el año 874, su poder completamente asentado en la Marca Hispánica, reconocido tanto por sus vasallos como por sus señores carolingios, Guifré podía ver las oportunidades que el mundo le pudiera ofrecer.

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Sin embargo, inicialmente parecía que dichas oportunidades iban a ser escasas. Un vecino ocupaba los pensamientos sin duda de cualquier habitante de Cataluña: el gran Emirato de Al-Andalus del sur que ocupaba la mayor parte de la península ibérica y su poder era grande. Quizás no lo suficiente como para invadir la Marca hispánica, al menos mientras no tuviera la seguridad de que los grandes ejércitos francos pasarían por el Rosellón en un número y una fiereza que los antepasados del emir omeya Muhammad no podía más que considerar. Sin embargo la amenaza de una invasión infiel no era posible por ambos lados. Muhammad tenía que lidiar con un gran dominio aún habitado por población no completamente asimilada al Islam y con familias como los Banu Qasi de Zaragoza que se consideraban por herencia bastante más que sumisos y devotos seguidores de los Omeyas. Y sin duda el más peligroso enemigo de Al-Andalus no eran los reinos cristianos, sino el poderío hereje de los Idrisidas de Marrakesh, descendientes también de la familia del Profeta. Sólo una gran guerra civil en un lado o en otro podría animar a unos o a otros a invadir a un enemigo debilitado.

El principal reino cristiano de la península era el de Asturias, también de origen gótico, y aunque independiente al enorme poderío carolingio, el prestigio y la fama de gran guerrero del rey Alfonso de Cantabria, que por sus grandes victorias en defensa de su reino contra el infiel sería conocido como Alfonso el del Corazón de León, y sin duda por los mismos motivos Guifré no podía sino no considerar a tan famoso guerrero y gran monarca como posible víctima de sus planes. El reino vasco de Navarra sin embargo... técnicamente ocupaba en el Alto Aragón condados que Carlomagno estableció como parte de la Marca Hispánica. Pero los indómitos vascos habían rechazado con firmeza el yugo franco, y el rey Antso de Navarra, asentado en sus montañosas y rocosas fortalezas serían un hueso duro de roer. La última posibilidad era reclamar Tolosa como parte de la Marca, pero uno de los motivos por los que los carolingios habían aceptado a Guifré era para intentar acabar así con ese tipo de reclamaciones en la zona y la amistad con los reyes en el norte era demasiado valiosa para el conde de Barcelona como para descartarla tan rápidamente.

Sin embargo la tan ansiada oportunidad se presentó contra los infieles para el Conde Guifré.

La muerte del gran emir Muhammad había venido como una bendición para los reinos cristianos. El gran Omeya había dejado la sucesión clara en su hijo Al-Mundir, pero desgraciadamente un caso de fiebres habían dejado al nuevo emir con una personalidad altamente inestable. Es difícil diagnosticar enfermedades mentales en ese periodo. Los cristianos decían que el nuevo emir estaba poseído por los demonios y que veía visiones infernales y atacaba a su propia corte. Sin embargo el hermano de Al-Mundir, Abdallah, veia claro lo que era para él: la oportunidad de reclamar el trono de su padre. La guerra civil estallaría, entre los partidarios de los deseos de Muhammad por muy loco que su hijo estuviera, y los que preferían un gobernante cuerdo sin importar otras consideraciones.

La guerra civil sacudiría Al-Andalus durante 5 largos años, y aunque el propio Al-Mundir no la sobreviviría, no sería su bando el derrotado. En cierta forma la muerte en una de sus locuras, tras tres años de cruenta guerra, de Al-Mundir beneficiaría más que perjudicaría su causa. Sus partidarios se agruparían bajo su hijo Ubayd, que sin duda no mostraba ninguna de las rarezas de su padre, y finalmente Abdullah fue vencido y arrojado a las mazmorras, el último y más joven hijo de Muhammad, que sin duda ya había imaginado lo que le pasaría si cualquiera de sus hermanos ganara, huyó al norte de África ante la seguridad de ser ejecutado para evitar más problemas durante la minoría de edad de Ubayd.

Alfonso de Asturias también pudo aprovechar la debilidad mahometana durante la guerra tomando Coimbra y Valladolid. Desafortunadamente para era en la mitad occidental de Al-Andalus donde los partidarios de Al-Mundir y luego de Ubayd se habían mantenido fuertes y no pudo avanzar tanto como su gran fama hubiera merecido. Pero Guifré se encontró con que la gran ciudad de Tarragona se había alineado con el bando de Abdullah. En la campaña del verano del año 877, un año antes de que acabara la guerra sucesoria del gran emirato de Al-Andalus, las tropas catalanas atacaron, asaltaron y tomaron la ciudad amurallada de Tarragona, la antigua capital de la provincia Romana y expulsaban a los jeques árabes al sur del Ebro. El hecho que en los combates muriera su aliado Bernard de Melgueil dejando como condesa a su única hija, comprometida con su aún infante hijo, le hizo tomar la regencia de los condados al norte de los Pirineos.

Y tras recuperarse Guifré del combate contra los infieles y afianzar su nuevo dominio, supo que la hora del conde Salomón de Urgell había llegado.

Salomón también lo sabía, el hombre distaba mucho de ser estúpido. La situación en el reino de los Francos Occidentales se había afianzado al morir el rey Luis 'El Tartamudo' y revertir y reunirse todo el reino de nuevo bajo su padre Carlos el Calvo. Pero el nieto de Carlomagno era anciano ya, y cuando murió y heredó todo el reino su nieto Alberto, hijo del Tartamudo a pesar de ser aún menor de edad, los condes de Urgell, por fin apoyado por los barones bandidos de las islas se rebelaron y atacaron mientras Guifré de nuevo defendía los derechos de su joven señor en el norte. Probablemente Salomón sabía que a pesar de todo su situación era desesperada y necesitaba una victoria urgente. Y cuando vio que en Vic le aguardaba una compañía mercenaria lombarda, junto con las tropas que el propio hijo de Guifré había podido reunir ante las noticias del ataque, sólo pudo jugarse el todo por el todo en un enfrentamiento incierto. Ante las noticias de su derrota, las tropas baleares nunca llegarían para apoyar a Salomón, y este sólo pudo retirarse a ser sitiado en sus montañas de Urgell.

El asedio fue duro y largo, pero finalmente rendidos por el hambre, las tropas de Urgell se rindieron al conde de Barcelona y Salomón arrojado sin ceremonia a la mazmorra, el condado de Urgell nueva joya en poder de Guifré.

Es difícil adivinar los planes de Guifré. A sus 50 años ya tenía una edad venerable para la época, pero había demostrado buena salud y ambición hasta ese momento de su vida. Con el condado de Urgell en su poder, quien sabe si hubiera dirigido su mirada a los dominios de los señores vascos en su frontera oeste. Sin embargo, de nuevo embarcado en lo que sería los estertores finales de la Occitania contra su rey Franco, enfrentadose a la tropas de los rebeldes de Poitou el conde de Barcelona Guifré el Velloso (otro misterio de la historia en el que preferimos no ahondar demasiado) fue alcanzado y herido de muerte en el combate.

Cuando el rey de los Francos, Alberto el Carolingio llegó a la tienda donde yacía moribundo, pidió la bendición para su casa y el deseo de que su hijo Sunifred y su descendencia fueran reconocidos, al contrario que lo había sido él, legítimos gobernantes de la Marca Hispánica. Emocionado ante uno de los pocos nobles que había defendido siempre la causa de su padre, su abuelo y la suya propia, mojó sus dedos en la sangre de sus heridas y pasándolos sobre el escudo cubierto de bronce del Conde de Barcelona asintió y le dijo: 'Estas serán vuestras armas, conde'.

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Así una dinastía nacía firmemente, bañada con la sangre de Guifré. En reconocimiento de sus derechos, su hijo Sunifred ya sólo sería conocido como Sunifred de Barcelona.
 
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Pufff... esto ha salido un poco más largo de lo que pensaba... mañana pondré la segunda parte explicando mi perspectiva como jugador.
 
CAPITULO 1: In Dolore Paries
(867-891)​

Todos los comienzos son difíciles, pero sin duda empezar como conde en un ducado fronterizo con un vecino de diferente religión y con gran poder lo es. Durante esta partida diría que recargué la situación sólo en contadas ocasiones. Pero reinicié la partida con este conde de Rosellón yo diría que por tres o cuatro veces.

En mi defensa tengo que decir que eran literalmente mis primeras partidas con Old Gods. Aunque en mi opinión todos los grandes países independientes en este juego se pueden llevar de una forma muy parecida, jugar un vasallo, y muchísimo más aún un conde, depende altamente de las circunstancias particulares en las que está envuelto. De la misma personalidad y situación propia, de sus vecinos y de su señor feudal. Una leve variación cambia de forma significativa el curso de tus acciones y antes de dar un paso hay que estudiar muy cuidadosamente la situación. Evidentemente me gusta mucho jugar, por motivos personales, con la casa de Barcelona, y en la salida de 1066 casi se puede decir que tengo medidas todas las acciones y mejores decisiones a tomar en cuanto a relaciones, dominio y expansión durante los 100 primeros años, hasta el punto que las últimas veces que jugué hice casi lo mismo. Incluso considerando que en una salida empezando con los moros al lado y con riesgo de invasión desde África sólo fallaba uno de cada cuatro o quizás cinco inicios, donde recibía una invasión desde uno de los reinos al norte de África directamente imparable. Pero en casi todas las partidas conseguía con relativa facilidad nombrarme rey de Aragón (además realizándolo de cierta forma, hacerlo con Agnación Primogenitura directamente) y mis posibilidades inmediatas de expansión hacia el imperio pasaban únicamente por el éxito o no de los reinos Jimenos en el oeste.

Hay varios factores negativos en la salida de la casa De Barcelona en el 867. El peor sin duda es ser un conde de una provincia. Con un castillo adicional, de acuerdo, pero el señor feudal de Barcelona empezaba con su dominio relleno, y los tres condados de Barcelona, Empurias y Narbona. Eso de por sí ya hacía imposible una confrontación directa. La segunda mala, pésima de hecho, noticia es sin embargo el hecho de que el conde (duque en el juego, pero como habréis visto el título histórico era conde y lo mantengo, como mucho puedo referirme al dominio sobre la Marca) tiene una reclamación sobre el ducado (de nuevo el título histórico era condado) de Tolosa.

Mi táctica para apoderarme de mi ducado (en este caso además como factor positivo Guifré empieza con reclamación sobre Barcelona) siempre ha sido ir ahorrando inicialmente hasta los 200-250 ducats y a la mínima señal de debilidad de mi rival contratar mercenarios y tomar al asalto y antes de que pudiera reaccionar las débiles fortificaciones iniciales. Esto sin duda fue mi táctica en la salida del 1066 para tomar de forma relámpago el ducado de Zaragoza antes de que nadie pueda reaccionar (y evitando así la desastrosa posibilidad que algún reino jimeno tomara esas provincias, algo habitual si dejas pasar 20-40 años y no son exterminados de inicio). Para cuando llegaba al núcleo más importante de Zaragoza ya tenía las demás provincias y podía aguantar el hecho de que el emir de Zaragoza tuviera posesiones en Málaga (o por ahí...). Esta táctica también la he hecho servir en otros casos empezando en situación de inferioridad y siempre fue mano de santo. Pero todas tenían un punto en común: el enemigo inicial debía tener una provincia.

El puñetero 'duque' de Barcelona sale con tres. Y encima cuando toma Tolosa son dos más. En mi primera partida tomó Tolosa y cuando hice mi intento, aparte de comprobar que ahora las fortalezas a este nivel de tecnología son mucho más difíciles de tomar que antes, pierdo el fuelle y soy derrotado y depuesto. Fin de partida.

En mi segunda partida, de nuevo el conde toma Tolosa, y mientras espero a mejor oportunidad se rebela contra el rey de Aquitania y, oh sorpresa, los Omeyas declaran Guerra Santa por Barcelona. Fin de partida.

En mi tercera partida, de nuevo mi ya odiado rival toma Tolosa, y mientras espero pasa una cosa aún peor con los Omeyas... se unifica Francia y los francos toman Aragón y Valencia. De repente de ser fronterizo, algo vital para mi estrategia posterior, paso a no serlo. Y a pesar de todo cuando intento cargarme a mi rival de nuevo me es imposible y me vence y al cuerno de nuevo (digamos que esta vez el castillo del pantano se quemó y se hundió...). Fin de partida. Mis tres primeras partidas con Old Gods, de hecho.

Fue en mi cuarta partida donde una conjunción de circunstancias provocarían que por sorpresa que el premio cayera en mis manos sin quererlo, y esto es por los factores positivos de la salida de Guifré.

Estos son dos. El primero sin duda es la reclamación inicial fuerte y heredable a Barcelona. El segundo es mi impresión de que aunque los personajes son medianamente aleatorios, hay un sistema de puntuación inicial que premia a ciertos personajes. Sin duda el rey de Asturias *siempre* es excepcional. En todos los inicios lo miraba y alucinaba con los atributos. En la partida definitiva la referencia al rey Alfonso 'Corazón de León' no era gratuita. Tenía un mínimo de 12 en cada atributo, el tío. Militar a máximo, inteligencia mejorada (atributo 'vivo'), etc... no me extraña que no perdiera terreno contra los moros. Mis sucesivos intentos mostraban a mis Guifrés bastante decentes, si bien no tanto como esos Alfonso de Cantabria. Y Bernard Gellones siempre era bastante terrible. Y mi Guifré salía siempre con educación nivel 3 de intriga, que era singularmente apropiado para su situación.

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Le hacía un hijo pero ya...

En el cuarto intento de partida, Bernard era *singularmente* terrible. Atributos altamente negativos (glotón, arbitrario, cobarde y bueno, lujurioso no es tan malo, supongo, para las relaciones con los vasallos) lo cual hicieron que sus relaciones con sus vasallos fueran tan altamente negativas que se montó un complot que en el tiempo record de un año básicamente me regalaron los otros condes el título que tan imposible me hubiera sido conseguir. Debido a que el único vasallo con reclamación al ducado era yo, además la única opción era yo mismo.

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El bonico del to...

A partir de ahí, todo fue cuesta abajo. Como conde y con sus atributos, Bernard Gellones tuvo que dividir sus tres provincias, y pudiendo sacar las levas de Urgell y Melgueil junto a mis ahorros para mercenarios, me fue fácil usar mis tácticas habituales de consolidación de ducado. En 10 años las tres provincias de los Gellones eran mías (contando una reclamación forzada y dos rebeliones). El hecho de que el propio Bernard muriera a los dos años de la conspiración (de muerte natural... juro que no tuve nada que ver) dejando sólo a su hijo pequeño facilitó altamente la situación.

Un factor importante para ganar prestigio fue participar en las decenas de rebeliones que tuvo Luis el Tartamudo de Aquitania. El pobre las tenía cada dos por tres, y yo sinceramente aún no estaba preparado para la independencia (de hecho lo intenté simplemente por probar lo que pasaba y fue un desastre total), pero viendo las tropas rebeldes, si veia un ejército más pequeño que el mío cerca de mis territorios era muy sencillo sacar y reunir rápido un ejército, sacar una batalla fácil, y avanzar prestigio y tecnología militar por el morro. Multiplicando esto por 7-8 veces durante los 30 años fueron beneficios sin duda. Y en un par de ocasiones pude saquear un par de fortalezas ya debilitadas para un beneficio rápido (30-40 ducats en total, pero bueno, menos da una piedra, considerando que ya lo hacía por otros motivos.

De todas formas en 25 años la situación Carolingia varió poco. En 867 tenemos en el oeste a Carlos el Calvo y su hijo y heredero Luis el Tartamudo en Francia y Aquitania, en el centro a los hermanos Lotario y Luis como reyes de la Lotaringia e Italia, y al este a otra pareja padre/hijo con Luis el Alemán y su hijo Carlos el Gordo.

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En el año de la muerte de Guifré, lo único que había pasado era una generación, en el oeste Alberto (gracias a Dios, un carolingio con un nombre diferente...), en el centro el superviviente de los dos hermanos Luis (ahora llamado 'El Monje'), y en el este Carlos el gordo ya sin su padre. Por cierto, un poco destacado en ambos mapas mis dominios en ambos años, dentro del reino de Aquitania.

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De cara interna, estabilizar e ir luchando contra mis vasallos para unificar los cuatro condados del ducado (Rosellón, Barcelona, Empurias, Urgell) me llevaría bastante tiempo. En los primeros 10 años sin duda pude conseguir Barcelona y Empurias (y Narbona, que como veis cedí a la casa de Melgueil). Un matrimonio afortunado de mi heredero con la única hija del conde de Melgueil en principio me iba a asegurar en dos generaciones los condados del norte, Melgueil y Narbona. Y finalmente la guerra sucesoria de los Omeya me dio la oportunidad de declarar guerra relámpago al jeque de Tarragona que había tenido la muy mala idea de ponerse en el lado rebelde por su cuenta. Desafortunadamente todas las provincias del ducado de Zaragoza estaban en manos de un rebelde que tenía todas esas provincias juntas y algunas más por el sur, lo que hacía imposible un ataque con mis medios. Y eso contando con la pausa para ahorrar para mercenarios hizo que dos años después ya hubiera acabado la guerra Omeya y toda oportunidad de apoderarme de más provincias. Por su lado el intrépido Alfonso tomó Coimbra y Valladolid, que no está mal, pero a pesar de contar con bastantes más recursos que yo no pudo conseguir más del moro.

Entre la guerra civil, la minoría de edad del nuevo Emir, y las guerras con sus vecinos marroquíes, casi me pude olvidar de los moros. Casi. Pero pronto veríamos los disgustos que me iban a dar...

A todo esto la muerte de mi Wifredo el Peludo en combate es algo que realmente se dio en partida, a los 51 años liderando (como no, considerando la baja autoridad de la corona) tropas contra los enésimos rebeldes, creo que a la altura del condado de Perigord. Sinceramente creo que si hubiera aguantado 10-15 años más hubiera hecho cosas interesantes aún, pero afortunadamente su hijo Sunifred ya tenía 18 años.

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La buenorra de la foto es mi segunda esposa, la duquesa de Aquitania, que le hice un hijo pero el inutil lo perdió todo enseguida...




 
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Felicidades por el nuevo aar, a ver como te va con la casa de Barcelona. :)

Por cierto, un par de dudas que tengo:

1 - cuando dices que ya tienes la partida hecha, ¿quieres decir que ya has llegado al siglo XV? ¿Cuando has tardado en hacerla?

2 - si los reinos de taifas ya son bastante molestos y supervitaminados, ¿es aun peor el emirato cordobés?
 
Felicidades por el nuevo aar, a ver como te va con la casa de Barcelona. :)

Por cierto, un par de dudas que tengo:

1 - cuando dices que ya tienes la partida hecha, ¿quieres decir que ya has llegado al siglo XV? ¿Cuando has tardado en hacerla?

2 - si los reinos de taifas ya son bastante molestos y supervitaminados, ¿es aun peor el emirato cordobés?

Fíjate en el título, 867-1447. Y días... pues calcula unos tres o cuatro días desde la salida del old gods hasta el domingo pasado.

Y el emirato Omeya es como jugar contra los Almohades, básicamente.
 
Gracias por responder mis dudas. Y me ha gustado mucho tu expliación más técnica de como te ha ido la partida.

Por cierto, unas preguntas que me han venido ahora:

1 - ¿tu señor feudal, el rey de Aquitania, te deja hacer tranquilamente tus guerras contra los moros?

2- Si me he fijado bien en el último mapa, diria que la region de Navarra ha sido ocupada por un ejercito enemigo. ¿Esto es correcto?

Gracias por todo y hasta la siguiente actualización. :)
 
Gracias por responder mis dudas. Y me ha gustado mucho tu expliación más técnica de como te ha ido la partida.

Por cierto, unas preguntas que me han venido ahora:

1 - ¿tu señor feudal, el rey de Aquitania, te deja hacer tranquilamente tus guerras contra los moros?

2- Si me he fijado bien en el último mapa, diria que la region de Navarra ha sido ocupada por un ejercito enemigo. ¿Esto es correcto?

Gracias por todo y hasta la siguiente actualización. :)

1. Sip, ¿por qué no iba a hacerlo? A estas alturas de la partida no hay mucha autoridad de la corona que digamos.
2. Asturias intentando poner a un nuevo rey de Navarra, pero esa guerra acabó con paz blanca, nada importante.
 
II. Sunifred 'El Sabio' de Barcelona
(891 - 932)

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Ya demostró Sunifred su valentía y buen hacer ante el ataque de las tropas de Urgell con sólo 16 años. El joven señor desde tierna edad había fascinado tanto a nobles como a sacerdotes, a sus profesores en las escrituras como a sus instructores con las armas. El joven poseía claramente un intelecto tan agudo como el de su padre, alabado ya en la propia corte Carolingia, pero mientras que el Conde Guifré dedicaba sus momentos y su ingenio a las armas y a los susurros contra sus enemigos, Sunifred mostraba una pasión abrasadora hacia los libros y las letras. Mas lejos de hacer parecer que era un lejano estudioso, poco adecuado para su posición y su nobleza, fascinaba a todos aquellos que estaban a su alredor.

Aplicado y humilde, honrado y generoso, todos se sentían fascinados y a todos agradaba el joven heredero a los condados catalanes, y sin duda pocos sospechaban la ardiente ambición que sus sueños, sin duda incluso a una joven edad ya albergaba su sueño para sus futuros dominios. Pocos podían sospechar como el joven Sunifred miraba en sus libros y sacaba conclusiones sobre el estado de su mundo. ¿Quizás miraba a los nietos, bisnietos y tataranietos del gran Carlomagno luchar entre sí y no ver en ellos a los estados sucesores de Carlomagno? ¿Quizás ya albergaba la sospecha de que la herencia y las costumbres germánicas. ¿Era acaso mejor el imperio del gran Carlomagno mejor que lo que la gran historia predicaba del gran Imperio Romano? ¿Acaso incluso los sabios padres del día no alababan al gran Trajano y a los Antoninos a pesar de su paganismo? Desde luego el joven Sunifred sacaba sus propias conclusiones y era consciente que él, descendiente del propio Carlomagno por su madre era mucho más capaz que las historias que llegaban de las cortes Carolingias de las Francias y los demás Reinos. El rey Alberto de Aquitania era un buen rey, pero de joven había visto los desprecios de Luis el Tartamudo, las ausencias de Carlos el Calvo, mientras que su padre era mucho más capaz que ellos. Su lealtad no había sido recompensada... había sido la inteligencia y las armas de su padre las que habían traído por si mismas gloria y renombre a una familia que había sido oscura sólo hacía unas pocas generaciones.

Cuando llegaron las noticias y el propio cuerpo de su padre, los señores de los condados catalanes, al menos aquellos supervivientes a la ira y la astucia de su padre se inclinaron y le proclamaron heredero y señor sin dudarlo. Sin embargo, ante la vista de sus vasallos, Sunifred no pudo más que pensar como de rápido podrían volverse contra él esos mismos hombres que le juraban lealtad. Como, si sus hermanos pequeños no tuviera ya el ducado de Poitou por madre y el de Tolosa por casamiento, sin duda los vasallos exigirían que la herencia se partiera. ¿Y a qué llevaría eso? ¿Merecían sus hermanos pequeños gobernar sobre las tierras de su padre? Sin duda él lucharía contra sus hermanos para reunir de nuevo los condados, sabiendo que él los merecía más que los demás. Pero aunque no los mereciera, ¿no los querría igual? Fácil es llegar a los pensamientos de este hombre puesto que su afición a la lectura se compaginaba con sus propias escrituras, y el legado de su correspondencia con sabios de Roma y con el propio obispo de Santiago se conservaría para las edades, destacando su elegante latín. Y en ellos, sabiendo que difícilmente sus vasallos y su corte, más allá de sus amigos personales, difícilmente podrían leer y... quizás alarmarse ante sus más profundas reflexiones.

Sunifred fue buen vasallo del rey Alberto durante sus primeros 13 años de gobierno sobre Barcelona. Conociendo las victorias del Emir Ubayd Omeya en el sur, se dedicó a fortificar los castillos y las ciudades de Barcelona y Tarragona, y sus reflexiones en sus estancias en la antigua capital romana de la Iberia Citerior y aquellos restos y escritos que pudo recuperar sin duda excitaron su ansia de saber y conocimiento, pero también sus ideas de independencia, puesto que era muy consciente de que sus familiares maternos estaban atrapados en un paradigma del que, mientras permaneciera bajo su égida, no podría escapar. Aún así poco podía sospechar el rey de los Francos occidentales de la lealtad de su vasallo, y sin duda para el rey era la fiel continuación de su fiel padre, que la había ayudado a conservar y consolidar su gran reino. Cuando el rey Alberto organizó un ataque para tomar las ciudades de Lérida y Solsona, Sunifred y sus catalanes estuvieron a su lado en el asalto, y Sunifred aceptó como buena la promesa de que como señor de la Marca Hispánica del reino tomaría pronto posesión de dichas tierras.

Mas no sería así. Tras regresar a su corte en el castillo de Belac, el aún no anciano rey contrajo unas terribles fiebres, y en pocas semanas y entre horribles dolores murió. Y la pesadilla carolingia, adormecida durante 30 años bajo los gobiernos de Carlos el Calvo y de su nieto Alberto, surgió de nuevo. El gran reino de los Francos occidentales se repartió de nuevo entre los hijos de Alberto. Y para desgracia de Sunifred, la mitad sur, el reino de Aquitania pasaría al hijo mayor de Alberto, Thibaud. No podía ser peor noticia para Sunifred. Este era consciente de la envidia que el joven príncipe tenía por su buena fama, y su amistad con su padre. Nada más subir al trono, negó los derechos de Sunifred sobre las tierras de Lérida y las noticias que llegaban del norte no podían ser sino funestas para el futuro.

Pero Sunifred sin duda no era uno de aquellos que esperaba su suerte. Desde las primeras noticias se había reunido con sus vasallos... se había carteado no sólo con el hermano pequeño de Thibaud, y de mejor carácter, que había heredado la corte de París. A través de los sabios, la crueldad y el espíritu injusto y venal del joven Thibaud, sus excesos en la corte que tan dignamente había gobernado su padre encontraron eco incluso en la lejana Alemania y el propio rey Carlos de los Francos Orientales vió en esto una gran oportunidad para empezar a reclamar la herencia imperial que estaba seguro que le correspondía por encima del resto de su familia. En el año 905 la guerra estalló, y a tres bandas. Sunifred no pudo haber soñado con mejor escenario para sus secretos planes. Mientras los dos hermanos aprestaban sus tropas en el centro de la Francia misma, el rey Carlos y sus fieles alemanes aparecían invadiendo por la Borgoña, proclamando su derecho a reunir los reinos Francos. Y las negociaciones secretas de Sunifred con sus fieles obispos, que habían estado en comunicaciones con el papa Urbano II para alertarle sobre el caos que de nuevo reinaba en la Francia y la Aquitania y la grave posibilidad que fuera aprovechada tal circunstancia por los infieles del sur.

Ante la sorpresa de todos se recibieron las dispensas y autorizaciones papales y ante el asombro del mundo entero el obispo de Vic coronó con cinta de oro la testa de Sunifred, y le proclamó a los ojos de los hombres como Rex, monarca de sus tierras ante nadie más que Dios y el Santo Padre, en el frío día de año nuevo del año 906. Los señores se inclinaron ante el y reconocieron su nueva autoridad, y al momento supieron que su nuevo rey no perdía el tiempo. Las tropas estaban aprestadas ya y listas para invadir y reclamar las tierras prometidas y negadas y los señores locales sólo pudieron reconocer a los pocos meses al hábil Sunifred como su nuevo señor.

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Poco podía hacer el rey Thibaud, al que sus modos pronto le ganarían el nombre de 'El Cruel', más que blasfemar y maldecir el nombre de Sunifred de Barcelona. El hecho de que su reino estuviera invadido en dos frentes, norte y este, le impedía hacer nada al respecto, sin embargo. Y el hecho de que lucharía castillo a castillo, fortaleza a fortaleza contra su hermano y su tío abuelo alemán serían lo único que demostraría su famosa sangre. Pero tras ocho años de cruenta guerra fue atrapado y apenas pudo escapar con lo que llevaba puesto de su ciudad de Burdeos, mientras su hermano pequeño Luis sólo podía reclamar sus fortalezas del norte en Flandes, y Carlos el Gordo se apoderaba por fin de toda la Aquitania. Los occitanos pronto descubrirían que su nuevo señor Alemán no era mejor que el anterior. Y Carlos de Alemania de todas formas prefería exprimir sus nuevos súbditos para sus ambiciones hacia el norte, y en su invasión de la Lotaringia, de nuevo separada de Italia por la habitual herencia franca.

Y el propio Sunifred tenía mejores cosas que hacer sin duda que ocuparse ya de Francos y Alemanes. Había redactado sus propios votos de coronación y había sido cuidadoso de proclamarse no sólo rey de los Catalanes, sino también de toda la Marca Hispánica como santo defensor ante el musulmán. Y los condados de Aragón, Sobrarbe y Ribagorza habían sido parte de dicha marca ya hacía varias generaciones. El hecho de que estuvieran en manos de enemigos de Carlomagno, los odiados vascos, no hacía más que reafirmar su derecho a los ojos del mundo, y si bien su coronación formal fue en Vic, su coronación real sería en la toma de Jaca. Dispuestos ante él, los nobles vascos se inclinaron y arrodillaron suplicando clemencia, y ante ellos proclamó que era el Aragonensis Rex desde entonces y así quedó instaurado el nombre de su reino y corona.

Y una nueva guerra de sucesión sacudió el emirato de Al-Andalus. El emir Ubayd Omeya había conseguido eliminar las facciones y rechazado de nuevo a los bereberes de Marrakesh de vuelta a África. Afortunadamente para Sunifred, se había dedicado a luchar contra los fieros y valientes asturianos, al menos deteniendo su avance. Pero cuando murió sólo dejo descendientes menores... oportunidad para ambiciosos familiares como su tío Al-Hakam para proclamarse nuevo emir en vez del pequeño emir Jayid. El anciano pero ambicioso Al-Hakam usurpó el emirato de Córdoba a sangre y fuego... pero quizás fue demasiado lejos matando, haciéndolo morir de hambre en sus mazmorras a su joven sobrino. Tras un cruento reinado de pocos años, los principales nobles se reunieron alrededor del hermano menor del malogrado Jayid, el valiente Tariq, una vez alcanzada la suficiente edad para derrocar al usurpador.

Pero los reinos cristianos del norte supieron aprovochar el caos. Ordoño II, el hijo del Corazón de León, quizás no fuera un guerrero y general tan legendario como su padre, pero fue lo bastante hábil para reclamar la ciudad de Toledo... la antigua capital visigoda. Y Sunifred aprestó a su nuevo reino... y en una campaña de apenas un año avanzando por la ribera del Ebro conquistó la riquísima ciudad de Zaragoza y toda su región. Cuando Tariq por fin recobró sus derechos en Córdoba en el 916, vio como el Aragón y el gran enclave del Duero se había perdido. Y juró venganza contra los que habían osado mancillar su Al-Andalus. Los cristianos, sí... pero también los odiados Idrisidas del sur que habían también aprovechado para apoderarse de Algeciras y Gibraltar de nuevo. Primero se ocuparía del Sur...

Mientras tanto, los señores de Tolosa y occitania habían aprendido lo que significaba vivir bajo su nuevo yugo alemán. Los nobles francos occidentales eran malos... pero ya estaban atemperados por su contacto entre los descendientes de los galorromanos. Los nuevos señores y favoritos alemanes resultaban groseros y salvajes. Y cuando el rey Carlos decidió deponer y emparedar a la duquesa Berta de Tolosa y a su marido el duque Pagán, hermano de Sunifred... los señores occitanos de Tolosa supieron que habían tenido suficiente. Suplicaron al rey Sunifred que los liberara del yugo Franco, ya fuera oriental u occidental... y Sunifred, sabiendo que el ya venerable Carlos el Gordo, el único superviviente ya de los bisnietos de Carlomagno a la impresionante edad de 75 años estaba ocupado intentando reclamar la Lotaringia, de nuevo unificada con Italia, aprestó sus tropas.

Hubiera sido una brillante campaña... las fortalezas de Carcasona, de Tolosa cayeron o se rindieron proclamando al rey de Aragón como liberador. Pero algo empañaría esta victoria para los catalanes. El príncipe heredero Guifré había crecido con las historias de la sabiduría, de la astucia, de las habilidades marciales de su padre y temiendo (quizás, sabiendo) que no alcanzaba las alturas de las hazañas de Sunifred en su famosa defensa ante el rebelde de Urgell, se expuso demasiado en la toma del castillo de Rodez. Sus acompañantes no pudieron seguirle cuando se precipitó en el asalto de las puertas y antes de que pudieran reaccionar el joven príncipe yació muerto con una herida atravesando su axila e incrustándose en su pecho hacia su corazón.

La victoria fue de Sunifred, pero esa flecha se había clavado en su corazón tan hondamente como en el de su hijo mayor. Pero incluso en esas circunstancias de luto mantuvo la cabeza fría. Guifré era su hijo con la condesa de Melgueil y Narbona, que había muerto en el parto de una hija que murió junto a su madre. Sabiendo que los señores de la región no tolerarían una nueva usurpación e injusticia, cedió todas las posesiones al norte de los Pirineos, excepto su amado y nativo Rosellón, a un primo de la casa de Tolosa. Repartió entre sus caballeros más heroicos los condados conquistados a los infieles, y se ocupó de que sus nobles no solo aceptaran, sino que eligieran a su hijo menor, por su segunda esposa, Udalard como heredero al trono, y que se proclamara que sólo una cabeza ceñiría los territorios reales de la Corona de Aragón. Durante todos esos años además formalizó y regularizó las relaciones de sus principales vasallos con la nueva corona, y expandió y modernizó las leyes de Carlomagno a las realidades de las costumbres catalanas, más allá incluso de las antiguas leyes godas.

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Sunifred sólo sobrevivió tres años apesadumbrado y entristecido la muerte de su hijo Guifré, dedicándose de lleno al buen gobierno de su ahora extenso reino, habiendo más que doblado la herencia que recibió de su padre. El primer rey de Aragón había sabido aprovechar las posibilidades que el destino le había dado, y quizás, sospechara que la fortuna se había tomado como precio la vida de su primogénito. Poco sabía que de la misma forma sus herederos iban a pagar con sufrimientos y pesares la gloria del nuevo reino.




 
Magnífico relato, quizás un pelin largo, pero no pesado, ya que es muy ameno de leer.
 
Magnífico relato, quizás un pelin largo, pero no pesado, ya que es muy ameno de leer.

Gracias, a mí también me parece que me quedan un poco largo, pero es lo que me sale del tirón. Quizás es porque al ser el inicio y la independencia, hay bastante que explicar. Luego espero que ya no sea tanto. No sé si hoy podré poner la segunda parte del capítulo... seguramente el domingo. Aparte de explicar un poco las decisiones en juego, intentar explicar el caos carolingio y la caída de Constantinopla...
 
CAPITULO 2: Nullus poterit vobis resistere
(891-932)​

Si antes tenía dudas de que la sucesión por división era un cáncer, en esta partida sólo hay que ver el fregado carolingio. Hasta la cuarta o quinta generación aún tuvieron suerte... pero a partir de ahí. Y por supuesto, todos con reclamaciones contra todos. La verdad es que en cierta forma tendría que estar agradecido, la independencia hubiera sido imposible sin que todos los reinos de los descendientes varones de Carlomagno tuvieran esa ley. Es que fijaos en ese reino de Aquitania y Francia en el año 900. Imposible independizarse de eso. Y encima reafirmando mi peor temor: cuando el rey Alberto tomó el condado de Lleida, me entró el canguelo de que se pusiera a conquistar a mi alrededor y me arruinara los planes. Pero en tres simples pasos...

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Sólo con que hubiera tenido un hijo u otra ley sucesoria, lo tenía crudo. Incluso aunque se hubiera metido en una guerra gorda, pasadas experiencias me decían que tenía pocas posibilidades. Y de repente ... mitad y mitad... y Aquitania toda llena de señores occitanos con un rey Franco y con atributos malillos. Jauja. Y por supuesto a los dos años no sólo tenía guerra civil el rey de Aquitania sino que encima primero Lotaringia y luego los Francos Orientales (bueno, Alemania...) le declaran la guerra. Nunca había tenido una independencia más fácil y rápida en otra partida. Y como el condado de Lleida se fue al hermano del norte, tal como me declaré independiente pude comérmela sin problema (con reclamación ducal).

Revisando saves me di cuenta que podía haberme puesto sucesión por primogenitura antes de proclamarme rey... cuando eres duque independiente me parece que puedes pasar de las leyes del reino (y en este caso el reino que tenía debajo era un reino no creado aún, Aragón), pero bueno, no todo se va a afinar bien. Como yo tenía también sucesión por división, lo primero que hice es pasar a elección. En ese momento del juego, con un reino pequeño, elección bien podría llamarse 'designación'. Y empezar a subir la autoridad de la corona paso a pasa hasta tenerla alta y poder declarar primogenitura, claro.

Cuando vi la guerra de sucesión Omeya ya me pensé que tema moros todo el monte era orégano. La verdad es que en ese momento no le tenía respeto a mi vecino andalusí. Craso error. Pero bueno, era feliz... casi me imaginaba que iba a tocar una guerra de sucesión cada muerte de emir (bueno, Sultán en el juego pero.. era emir históricamente). Me comí Zaragoza y el asturiano igual se me hubiera escapado de no ser porque tenía sus propios problemas internos: en 901-904 tuvo una primera rebelión castellana que pudo suprimir, pero en 916 Castilla ya se le liberó para siempre (bueno, digamos que Castilla iba a durar un poco más que Asturias, pero no por los motivos que quizás os imaginéis ahora). Casi me esperaba más que los vecinos (chiitas, encima) del sur se subieran a la chepa de Al-Andalus y tuviera un problema en plan Almohade que lo que pasó a continuación. Pero eso no en vida de Sunifred, que más que el Sabio se tendría que haber llamado el Afortunado, de la forma en que todo parecía ponerse a sus pies. Alto Aragón lo pude coger sin ningún problema porque por algún motivo los navarros estaban siendo atacados por Lotaringia. Una reclamación del condado de Navarra, supongo. Y adiós Navarra. Y luego poder comerme Zaragoza de un bocado. Aunque a las alturas que tenía ya toda Cataluña y el Alto Aragón ya pude crear el reino de Aragón (ya que por algún motivo el ducado de Barcelona empieza con Mallorca y Menorca, cosa que no está bien por lo que he visto históricamente, eran señores cuasi-piratas independientes).

Lo de Tolosa fue un poco más complejo. Los alemanes efectivamente invadieron Aquitania y se la fueron comiendo a bocados, pero realmente fue cuando los señores occitanos se rebelaron contra los alemanes después de casi quince años (¡y poniendo al final en el trono a Thibaud hijo de Albert, contra el que todos se habían rebelado antes y contra quien me independicé, nada menos!). Miremos como fue:

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Ya hemos visto como le fue a Francia/Aquitania. El resto de los reinos carolingios no irían mejor. Italia y Lotaringia se acabarían separando de nuevo, y Lotaringia desaparecería completamente. Y después de todos los esfuerzos del pobre Karl el Gordo, cuando se muere se le suben nada menos que los Condes de Nantes (ex-reino de Aquitania, menudo regalo de despedida) a la barba de su hijo, y se acaba quedando sólo con el reino de Baviera. Francia aguantaría (con Italia como veremos eventualmente), pero tanto los restos de Lotaringia como Alemania/Baviera irían yéndose al carajo poco a poco hasta ser sólo ducados independientes. También resultaba bastante interesante como Inglaterra se había dividido en dos, una lucha cruel entre los católicos anglosajones Wessex y los nórdicos Jarvik.

Pero hablemos del este, de donde sólo venían bastante malas noticias. Primero los húngaros no se convertían al catolicismo ni a la de tres (aunque viendo el cachondeo de al lado no me extraña). Y Constantinopla caía ante el ímpetu de la Jihad del califato Abásida. En el año 924, las banderas negras del Califa Al-Mutawakkkill 'El Grande' de Baghdad (apodo bastante parecido) penetraban por la puerta dorada. Los pobres bizantinos fueron empujados a los Balcanes, y fueron aguantando montaña a montaña, siendo empujados una y otra vez pero sobreviviendo como jabatos. Pero vamos, el imperio árabe daba miedo... pero afortunadamente lo tenía lejos. Los Omeyas se seguirían pegando con los bereberes y entre sí y tomaría lo que pudiera de la península antes que el asturiano y ... mmmm, qué es lo que viene por el sur....
 
III. Udalard 'El Cruel' de Barcelona
(932 - 961)

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No había sido Udalard ni el favorito de su padre ni el de los nobles. Mientras que el joven príncipe Guifré había acompañado a su propio padre, y su madre pertenecía a una de las principales familias nobles del reino, Udalard pasó sus primeros años en la Abadía de Sant Cugat instruido por el obispo Deaodat de San Cugat, amigo y capellán de la corte del anterior rey Sunifred. Este era un hombre muy peculiar y poco querido, ya que a pesar de su aguda inteligencia y su propia capacidad para interpretar tanto las leyes de los hombres como las de Dios (motivo por el cuál sin duda había atraído la atención del rey Sunifred) tenía costumbres muy poco adecuadas a sus votos, y en la abadía se ofrecían grandes banquetes y entretenimientos muy poco píos, el abad prefiriendo la compañía de eruditos y juerguistas a la de santos y monjes.

Fue en este ambiente en el que Udalard se educó, y en el que se enteró de la muerte de su medio hermano primero, y de su padre tres años después, mientras todavía era niño. Pocas lágrimas derramaría por la muerte de unos hombres a los que apenas había visto durante su vida, sólo la figura de su madre inglesa sería la que destacaría en su vida. Sería su madre la que confiaría en el abad Deodat la educación de su hijo, y mas tarde al que apoyaría como regente del reino durante la minoría de edad de Udalard. Y el abad se confirmó como un hombre más hábil e ingenioso para el gobierno de los hombres que para la contemplación de los santos, y aunque la corte de Barcelona estallaría en grandes dispendios y festivales, muchos nobles contemplarían como el hábil abad acordaría tratos bajo mano, aprovecharía las celebraciones para tener el reino en un puño y defender los intereses del joven rey.

El propio Udalard resultaría ser una persona de caracter alegre y jovial, tan disperso como enfocado y contemplativo había sido su padre. Los nobles no podían más que sentirse sorprendidos por la diferencia. Sus esponsales con Beatriz de Pontheiu, una de las hijas de los principales duques de Francia provocarían las celebraciones más largas y espectaculares que jamás se hubieran celebrado en la ciudad y corte de Barcelona. Bajo su reino una de sus primeras acciones sería instalar y mejorar las condiciones del obispado de Vic y, como no, la abadía de Sant Cugat, estableciendo también el enclave de Vallparadís sobre las ruinas de la antigua ciudad de Egara romana, atrayendo allí a los artesanos, sabios y artistas que convertirían durante los siguientes siglos a la ciudad en el principal centro de conocimiento de la cristiandad. Y si bien muchos nobles de relajaron ante el sorprendente carácter del joven monarca muchos encontrarían para su desmayo que el joven Udalard gustaba de intrigas y de engaños, y que las mismas presuntamente simplemente alocadas fiestas en Barcelona eran usadas por Udalard para saber quienes le eran leales, para extender falsos complots e intrigas para atrapara a aquellos que pudieran conspirar contra su reinado.

Con el nuevo y activo emir Tariq ocupado en el sur, en África, pero con el Emirato demasiado fuerte como para ser atacado, Udalard se ocuparía primero en promocionar la ocupación de las zonas previamente despobladas tras las conquistas de su padre, de aumentar la población de pueblos y villas... y de a través de sus intrigas poco a poco empezar a equilibrar el poder de los nobles con su propio poder. Su padre había liderado a sus señores con el ejemplo, pero como el primero entre iguales. Las celebraciones de Udalard iban encaminadas con el fin sutil de acostumbrar a los nobles con un ritual y un protocolo que empezaba a situar el rey sobre los señores de Tolosa y Aragón, acostumbrándolos a ver al rey elevado sobre ellos, en sustancia y en forma. Más de un conde vería su futuro con desmayo en la resaca de una de las francachelas del joven y alegre rey.

Así pues, la primera parte del reinado de Udalard estaría ocupada por fiestas, ferias, construcción de nuevos enclaves... y el conflicto con los francos del norte. Si bien el rey Thibaud de Aquitania había logrado recuperar su trono de sus parientes alemanes y había muerto enloquecido y paranoico su hijo Otón no podía dejar de recordar como el advenedizo reino de Aragón había arrebatado la Tolosa y la marca hispánica a su padre. Las tensiones se fueron acumulando durante el periodo de minoría de edad de Udalard, y si no pudo aprovechar este momento los carolingios de Aquitania era por los sempiternos, caóticos y continuos conflictos en la herencia de Carlomagno. Finalmente el alegre rey Udalard enfrentaría a su primer enemigo, y al contrario que sus antepasados nombraría por primera vez a un gran mariscal del reino al que encomendar la defensa de sus castillos del norte. Esto provocaría mucho desazón entre los nobles, acostumbrados a ser liderados en campaña por su rey, por poca experiencia militar que este tuviera. Pero cuando el conde de Jaca se atrevió a menospreciar al joven rey, en apenas unos días se encontró, a pesar del conflicto, encerrado en las más profundas mazmorras del castillo de la ciudadela de Barcelona. Udalard haría un muy extenso ejemplo de como podía destruir completamente a una familia noble, y aunque se ganó el miedo y la obediencia de sus vasallos, también se encontraría con un apodo con el que pasar a la historia: el cruel. Aunque queda claro que su crueldad era su frío y despiadado cálculo político y no tendencia sádica alguna.

Aquitania y Aragón medirían armas, con resultados variados. Aunque inicialmente serían los catalanes los que conseguirían rechazar a los francos, una vez respaldado por su tío Luis de Francia, sería Otón el que conseguiría los siguientes éxitos. Pero estaba claro que ambos bandos estaban equilibrados, y en dichas condiciones era difícil la victoria de los francos. Otón se había lanzado a la guerra más obligado por sus nobles que por propia voluntad, sabiendo que sus dominios estaban arrasados por ya medio siglo de continua guerra dinástica y devastación. Finalmente Udalard viajó al norte, pero para concluir un tratado de paz y la amistad con su lejano primo. Y las noticias que llegaban del sur, donde el gran Tariq omeya se coronaba Califa en Córdoba eran ignoradas.

Y no deberían de haberlo sido. Durante una década el ahora Califa Tariq Omeya había culminado el trabajo de su vida al vencer completamente a la dinastía idrísida de Marruecos y al afirmar y conquistar todos sus territorios, desde Tanger hasta el desierto. Apenas pudo disfrutar del trabajo de su vida, al morir pocos años después de su afirmación como legítimo descendiente del Profeta. Pero al contrario de lo que los reyes del norte podían esperar, más considerando cómo habían sido las anteriores sucesiones, esta fue tranquila y clara. El hijo mayor de Tariq, el nuevo Califa Sanyo, recibiría un grandioso Al-Andalus, y recordaría las promesas de venganza de su padre contra los oportunistas cristianos del sur.

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En el año 950 el Califa reuniría sus ejércitos y declararía la guerra santa contra los infieles del norte. La ciudad de Toledo sería el objetivo y punto de resistencia principal hacia el invasor. Los asturianos se fortificaron en la ciudad sobre el Duero, y defenderían de forma heroica la fortaleza. Al mismo tiempo, los mahometanos desbordaban las fronteras más meridionales y pasaron sobre el Tajo... y sobre el Ebro. Udalard vio como un gran ejército mahometano entraba en sus fronteras y tomaba al asalto las nuevas fortalezas de Calatayud y Albarracín, rebasando la primera línea de defensa que él y su padre habían planeado para el reino. Un apresurado ejército se enfrentó frente a Zaragoza... y los ejércitos cristianos fueron derrotados tras una dura batalla. Pero el joven Califa había pecado de ambicioso, y su ataque en toda la línea, si bien había impedido que los reinos cristianos pudieran defenderse de una forma coordinada, también había dividido sus fuerzas. Si bien había obtenido una gran victoria, había dado tiempo a los catalanes a refugiarse y resistir en sus bien pertrechados castillos y ciudades amuralladas, y mientras un nuevo ejército de reunía lentamente en el norte, en los dominios tolosanos de Aragón, lentamente el ejército oriental de los musulmanes sólo podía intentar sitiar la gran ciudad de Zaragoza durante más de un año.

Sería la hábil diplomacia de Udalard la que salvaría el reino de Aragón. Inmediatamente a través de sus obispos y sus nobles, alertó a los reinos del norte del grave peligro que podía suponer el gran Califa si conseguía empujar a los cristianos a los pirineos. Y finalmente los antiguos rivales Otón de Aquitania y sus primos francos reunieron a su ejército en Tolosa con el del rey Udalard. Cuando los ejércitos aliados llegaron al sur, pudieron hacer huir a los musulmanes del sitio de Zaragoza, ya a punto de caer. Cuando los ejércitos cristianos se reunieron finalmente, el Califa Sanyo supo que se había sobreextendido en su ataque. Ofreció pues una tregua de diez años, y ante el disgusto de sus aliados, el rey Udalard de Aragón y el rey Ordoño de Asturias se apresuraron a tomarla. Habían sido 8 largos años de guerra e invasión, y poco podían contar con que los musulmanes no pudieran volver a conseguir una gran victoria en el campo de batalla. Toledo permanecería en manos cristianas, pero el condado de Molina y varias fortalezas de la frontera castellana se perderían ocupadas por los musulmanes.

La paz costaría alianzas y prestigio a los monarcas ibéricos. Ordoño IV sufriría una nueva rebelión de los castellanos, una espina siempre clavada en sus dominios que periódicamente resurgía sin control. Udalard sufriría el desprecio de los francos, que se jurarían no ayudar de nuevo a tan cobardes monarcas, sin duda corruptos por la cercanía a los infieles. Pero poco le podía importar esto a Udalard que sabía bien cuán cercano había estado a la derrota total. Volvieron la fiesta y las intrigas... y cuando con sólo 40 años el rey moriría, de nuevo dejando un heredero de sólo 13 años de edad, sólo ahora podemos deducir que el juerguista rey murió en un estado avanzado de sífilis.
 
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