CAPITULO IV
El consulado de Publio Cornelio Rufino
El consulado de Cornelio Rufino no comenzó con buenos augurios. La inquietante noticia de que las tribus bárbaras errantes en los Pirineos se habían convertido en una verdadera horda que atravesaba la Galia en dirección este fue pronto seguida por la repentina e inesperada muerte de Lucio Emilio Bárbula, ex cónsul y afamado Senador de gran prestigio y dignitas.
Las sucesiones de malas noticias siempre han tenido un efecto devastador sobre los supersticiosos romanos de la época, que ya consideraban la posibilidad de que los Dioses hubieran maldecido la elección de Rufino como cónsul, algo de lo que muy probablemente Mamilio Vitulio ya estuviera convencido desde el momento en el que su candidatura saliese derrotada. En tales cavilaciones andarían los romanos de a pie, cuando recibieron la noticia de que las legiones comandadas por el cónsul Cornelio Rufino, estacionadas en Liguria para contener a las tribus locales, tuvieron que retroceder hacia Etruria tras avistar a una enorme horda de bárbaros cruzando los Alpes.
Durante su vagar por los Pirineos y el sur de la Galia, a las tribus celtíberas se les habían unido grandes grupos de bárbaros de orígenes inciertos, pero asentados en la Galia, formando una enorme masa humana en busca de tierras que saquear. Conios, Amacos y Veliocases eran los pueblos que conformaban mayoritariamente esta horda, que de forma desordenada pero imparable se precipitaba hacia la península italiana.
Os aseguro que esto da miedo
Los bárbaros pasaron literalmente por encima a las legiones que trataron de defender Etruria, y durante meses se dedicaron al pillaje y saqueo de la región sin que la poderosa República pudiera hacer nada para evitarlo. Toda Italia estaba aterrorizada, y en la ciudad de Roma cundía el pánico cada vez que se rumoreaba que los bárbaros habían decidido continuar hacia el sur. El cónsul Cornelio Rufino sabía bien que la riqueza de la capital de la República y las tierras circundantes era un trofeo demasiado valioso como para dejarlo de lado, y que tarde o temprano los bárbaros continuarían hacia el sur, de modo que ordenó a todas las legiones de la República concentrarse en la defensa de la ciudad sagrada, y ordenó gastar buena parte del erario en reclutar nuevas legiones con la mayor rapidez. Roma estaba en peligro, el número de los invasores era tan vasto que nunca se había visto nada semejante en Italia, y el pueblo estaba aterrorizado.
Lucio Cornelio Lentulo, gobernador de Umbria escribía estas líneas a su joven hijo Lentulo Minor, que por aquel tiempo residía en Roma afilando sus habilidades políticas, estudiando Historia y Retórica con los mejores maestros, y a la sazón en edad de marchar a la batalla para defender a la República:
Querido hijo,
Como ya sabrás, he enviado noticia al Senado de que mis jinetes han detectado que los bárbaros comienzan a desplazarse hacia el sur y puede que en unos meses crucen el Rubicón. En estas oscuras horas créeme que lamento no estar contigo en Roma para hacerte entrega de mis armas y orar contigo en los templos de Júpiter y Belona para que los Dioses permitan que en tu primera experiencia marcial honres el nombre de tu familia y te ganes el respeto de tus compañeros. No me cabe duda de que serás un excelente legionario y que te comportarás con disciplina romana.
Tu tío Rufino ha hecho traer soldados de toda Italia, y en pocas semanas se reunirá en el Campo de Marte el equivalente a unas 20 cohortes aproximadamente, pero seréis los legionarios pesados romanos y del centro de la península los que decidáis la batalla. Ninguna bandada de galos o íberos por numerosa que sea puede con una sólida línea de buenos escudos romanos, no te quepa la menor duda. Por cierto que según tengo entendido, la salud de nuestro querido Rufino ha empeorado notablemente a raíz de las derrotas en Liguria y Etruria y que tiene violentos accesos de tos. No me cabe duda de que está muy afectado por las amargas circunstancias en las que está ejerciendo su consulado, pero debe cuidarse, todavía debería disfrutar de unos años de plenitud antes de convertirse en un viejo achacoso.
Te reitero mi confianza, hijo mío. Ofreceré los mayores sacrificios a Bellona en tu nombre y rezaré a nuestros antepasados para que te protejan.
Salve!
Me doblaban en número pero mi general era muchísimo mejor y aunque tenían bastante caballería, los bárbaros no tienen infantería pesada, y eso se nota muchísimo.
La confianza de Cornelio Lentulo en la solidez de las cohortes romanas, ya fuera sincera o fingida para tranquilizar a su hijo, demostró ser fundada, pues en el mes de Marzo del año 276 a.C. (478 AVC), los ejércitos de Roma derrotaron a las errantes naciones bárbaras en una larga y cruenta batalla de la que el cónsul Cornelio Rufino tuvo que retirarse con los restos de sus maltratadas legiones y con su salud seriamente deteriorada. Los grandes vencedores de la batalla fueron Quinto Mamilio Vitulio y Caeso Quinto Claudio, que volvieron a Roma con millares de esclavos, entre ellos miles de mujeres y niños que viajaban con sus pueblos, y un botín por valor de millones de denarios, tesoros que los Conios, Amacos y Veliocases habían estado amasando en sus años de vagar saqueando templos, ciudades y campos.
Lucio Cornelio Lentulo hijo tuvo una digna actuación en la batalla y recibió condecoraciones y felicitaciones por parte de su general. Cuando volviera a ver a su padre lo haría con su coraza recubierta de phalerae y con cargo de tribuno militar.
Era una horda enorme que llevaba mucho tiempo vagando por lo que tenían muchísimo oro y me proporcionaron mis buenos esclavos.
La gran victoria y los espectaculares triunfos que se celebraron posteriormente para los tres generales implicados hicieron que los ciudadanos de Roma olvidaran los malos augurios con los que el mandato consular de Cornelio Rufino habían comenzado y la Asamblea volviera a elegirle como Primer Cónsul por segunda vez consecutiva, todo un hito en la historia familiar de la rama de los Cornelio Rufino.
El segundo consulado siguió marcado por el enfrentamiento con los bárbaros, pues el Senado aprobó el plan de Rufino de hostigar a las tribus de Liguria y Bononia y establecer en esas tierras colonias romanas cuando la situación lo permitiese. De este modo se ampliaban las fronteras de la República más hacia el norte, alejando las tierras bárbaras de la ciudad sagrada.
Sin embargo, la tragedia no tardó mucho en volver a marcar el consulado, pues la salud de Rufino no se había recuperado del todo tras la retirada de Etruria, y poco antes de que terminara oficialmente su segundo consulado, falleció en su lecho entre terribles ataques de tos.
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