La guerra de Chipre, 1570-1571
Mi amiga Emmanuelle, historiadora y colaboradora en varias revistas históricas me ha pasado parte de una crónica sobre la conquista de Chipre.
Me ha preguntado si en este foro del que siempre le estoy hablando la ibais a valorar. Bueno, una chica con ese tipazo, con una larga melena negra y ojos grandes del mismo color quizas no necesite más piropos, pero sí un feed-back crítico sobre su trabajo.
(Si no sois muy malos con ella quizas se anime a intervenir por aqui )
Precedentes y preparativos
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Después de la conquista de la Ciudad en 1453, Venecia y el pujante Imperio Otomano tomaron el relevo de la lucha por el dominio del Mediterráneo oriental. A pesar de que la Serenísima intentó mantener buenas relaciones con el sultán, no siempre lo consiguió, y los sucesivos encontronazos con las fuerzas militares otomanas le hicieron perder progresivamente enclaves estratégicos para el mantenimiento de su poder económico, basado sobre todo en el comercio. En 1479 las dos potencias firmaron una paz que le hizo perder a Venecia numerosos lugares de la Morea y Albania; en 1499 ocupa la isla de Cefalonia, pequeña compensación por todas las colonias perdidas en las costas de Grecia; un poco más tarde, en 1538, se pierden Monembasía y Nauplio, algunos puertos de Albania y casi todas las islas del Egeo.
No obstante, desde 1489 la isla de Chipre se encontraba en su poder, convirtiéndose, junto con Creta, en la más importante de sus colonias. Arrebatada a la reina Catalina Cornaro -a quien muy generosamente la República otorgó asilo en Venecia y le concedió una pensión vitalicia- la codiciada isla no fue pasada por alto por los otomanos. Después de las conquistas de Siria y Egipto en 1515 y de la de Rodas en 1521, Chipre era el único territorio que se mantenía fuera de su alcance en el Mediterráneo oriental.
Al parecer fue Joseph Nassy, un judío portugués que era favorito de Selim II, quien aficionó al sultán al vino de Chipre, y le sugirió la posibilidad de conquistar la fuente misma de la que manaba tan preciado licor. En una ocasión, mientras disfrutaban en abundancia del exquisito néctar, Selim abrazó efusivamente a Joseph y le dijo: "En verdad, si mis deseos se cumplen, serás el rey de Chipre", y dicen también que en un alarde de optimismo Joseph colocó sobre la puerta de su casa el escudo de la isla. Mientras tanto, le elevó al rango de duque de Naxos, Paros, Andros y otras islas cíclades.
Ya fuera de una forma u otra, lo cierto es que Selim acariciaba este proyecto incluso cuando sólo era el heredero al trono. Siempre consideró que su padre Solimán era demasiado benévolo con los venecianos que, aunque eran tributarios del Imperio, veían con condescendencia (cuando no se aprovechaban de ellos directamente) a los grupos de piratas cristianos que plagaban el Mediterráneo oriental. Cuando después de la muerte de su padre en 1566 Selim asumió el poder, pactó una tregua de ocho años con el objetivo de realizar los preparativos necesarios para emprender la conquista de la isla, que a su vez le serviría para mitigar la amargura del fracaso en el reciente asedio de Malta.
No obstante, el 13 de septiembre de 1569 tuvo lugar en Venecia una espantosa explosión que se escuchó a 30 millas de distancia. El arsenal estaba ardiendo y un almacén de pólvora había estallado. Cuatro iglesias e innumerables mansiones quedaron destruidas. Las murallas saltaron por los aires y las pérdidas en vidas humanas fueron enormes. Aunque en una maniobra de despiste la Serenísima declaró que todas las fuerzas y municiones navales de la República habían quedado destruidas, la marina sólo había perdido cuatro galeras. Selim interpretó esto como una señal divina mediante la que Alá le indicaba que era el momento de poner en marcha sus planes contra Chipre, aunque se sospecha que Joseph Nassy, impaciente por hacerse cargo del reino de dulce vino que Selim le había prometido, fue el responsable de haber enviado a Venecia a unos sicarios para que provocaran la explosión.
Ante los evidentes preparativos militares que comenzó a llevar a cabo el sultán Selim, la República se preparo para defenderse y reunio en el puerto de Zara una flota de 90 galeras y 3.000 hombres para ayudar a la protección de Chipre. Por otra parte, intentó formar una coalición con el resto de reinos de la Europa occidental y el Papa, que aportó dos galeras, emprendió la labor de concienciar a las potencias occidentales. No obstante, la ayuda recibida fue demasiado exigua para las necesidades que se iban a producir en un futuro inmediato: 3 galeras de Malta, algunas tropas de Saboya y Florencia y la promesa reticente de Felipe II de enviar a Messina 60 galeras al mando de Juan Andrea Doria para que se reunieran con la flota veneciana cuando ésta emprendiera su rumbo a la isla.
Debido a la gran publicidad que obtuvieron estos preparativos, Selim considera llegado el momento de enviar un embajador al Senado de Venecia para dar a conocer abiertamente sus intenciones. Entre otras muchas quejas, la carta del Sultán se refería en concreto al asilo de que gozaban en la isla numerosos corsarios cristianos que impedían la normal explotación de las rutas comerciales y los viajes de los peregrinos hacia La Meca. Selim exigía la entrega inmediata de Chipre y amenazaba con una guerra sin piedad no sólo en la isla, sino también en el resto de las colonias venecianas.
La respuesta que el Senado veneciano dio a estas exigencias fue el equivalente a una declaración de guerra: la República pondría todo su esmero en conservar la amistad de los príncipes otomanos, pero emplearía todos sus recursos si se trataba de mantener sus derechos.
El despliegue de recursos de que hizo alarde el sultán fue sobrecogedor. En marzo de 1570 emprendieron camino 25 galeras, en abril se enviaron 65 galeras y 5 galeotas y en mayo partió el grueso de los efectivos: 36 galeras más, 12 fustas, 8 mahonas, 40 barcos de transporte para caballos y otros 40 de tropas, además de las vituallas y toda la artillería.
Selim puso al mando de la expedición de Chipre a Lalá Mustafá, que fue nombrado serasker de las tropas de tierra, mientras que el renegado húngaro Pialí Pachá era el comandante en jefe de la flota.
Comienzo de la guerra. La conquista de Nicosia.
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A fines de junio de 1570, la flota otomana aparece en el horizonte de la costa sur de Chipre. No lejos de Pafos desembarca una tropa bajo el mando directo de Mustafá. El incapaz Nicolo Dandolo, proveditore de la isla, no sólo había prohibido al comandante de las tropas venecianas Astor Baglioni que opusiera resistencia a este desembarco, sino que también había dado licencia a los soldados asignados a la vigilancia de las costas para que regresaran a sus hogares. Aprovechando por otra parte que la población local chipriota no era demasiado afecta a los venecianos, los turcos hicieron un despliegue pacífico y trataron con gran respeto a los habitantes. La localidad de Leftari, cercana a Limassol, se había entregado sin resistencia en manos de Mustafá, pero los venecianos, temerosos de que cundiera el ejemplo, decidieron llevar a cabo un castigo ejemplar entrando de noche en la villa, masacrando a todos los hombres y dispersando a las mujeres y los niños por las montañas.
Venecia tuvo lentos reflejos para responder. Mientras esto ocurría en la colonia, las 80 galeras venecianas se encontraban todavía en el puerto de Zara y los acuerdos con los reinos italianos y con España tardaban en conseguirse. El 12 de julio la flota veneciana zarpa hacia Corfú para encontrarse en Messina con el resto de los aliados.
A mediados del mes de julio la artillería pesada ya ha sido desembarcada. Mustafá tenía la intención de dirigir el primer ataque contra Famagusta para, una vez tomada ésta, completar el dominio de la isla con la conquista de la capital, Nicosia. No obstante, un desertor que le habló de las fuertes discusiones que había entre los jefes cristianos en Nicosia sobre cómo defender la isla le hizo cambiar de idea, ya que consideró que debía aprovechar las disensiones internas. Así pues, procede a preparar el sitio de Nicosia mientras Pialí envía parte de la flota hacia Famagusta y ordena al resto que patrulle las aguas para interceptar los posibles refuerzos cristianos que llegaran en auxilio de Chipre.
El 22 de julio Mustafá se encuentra ante a los muros de Nicosia. Frente a los 10.000 hombres entre venecianos, italianos de diverso origen, nobles chipriotas y milicianos reclutados entre la población local, Mustafá pasa revista a 2.500 caballeros y a 50.000 soldados de infantería (entre los que se encontraban 6.000 jenízaros), además de los akindjis, que hacían que su ejército rondara las 100.000 almas.
El 15 de julio de 1570 las patrullas marítimas de Pialí consiguieron apresar unas galeras de Malta cuyos pendones fueron enviados a Mustafá y colgados de los muros de la ciudad, lo que supuso un duro golpe para la moral de los sitiados. El 15 de agosto sufrieron su peor ataque, en el que cayeron los más importantes oficiales de los defensores. Ante la inminencia de la derrota, los responsables de Nicosia decidieron enviar un grupo de emisarios a Famagusta para que les comunicaran la situación. Sólo sobrevivió uno, el capitán Colombani, para suplicar a Baglioni y a Bragadino que acudieran en socorro de Nicosia. Baglioni se muestra dispuesto a marchar inmediatamente sobre la capital, pero Bragadino se niega: hombre valiente de pensamiento estratégico y práctico, sabe que desguarnecer Famagusta supondrá la pérdida de las dos ciudades, mientras que si se hacen fuertes allí podrán dar tiempo a que lleguen los prometidos refuerzos de Venecia.
Entretanto, Mustafá empezaba ya a desesperar por el gran desgaste que le estaba suponiendo. Solicitó a Pialí que desembarcara 100 hombres de cada una sus galeras para preparar el ataque final, que fue fijado para el día 9 de septiembre. Los diezmados y desmoralizados defensores no pudieron resistir la marabunta de tropas turcas que se abalanzó sobre los bastiones de las murallas, y las guarniciones se retiraron en un aterrorizado desorden al interior de la ciudad. El proveditore Dandolo, el arzobispo y otros magistrados de la ciudad se refugiaron en el palacio del gobernador. Mustafá les envió un monje para que les comunicara que si se entregaban sus vidas serían respetadas y se acordó deponer las armas. Sin embargo, en cuanto las puertas se abrieron, una riada de soldados turcos enfurecidos arrasó todo a su paso. Allí dio comienzo la masacre. Se calcula que fueron 20.000 las personas que murieron en la conquista de Nicosia y 2.000 los jóvenes de ambos sexos capturados para ser vendidos como esclavos. La ciudad fue entregada al pillaje durante ocho días.
A pesar de esto, pocos beneficios sacó Mustafá de ella. Una valiente mujer de la que nada más se sabe (aunque, curiosamente, cuanto más tardías son las crónicas más hermosa la describen) consiguió prender fuego a algunas galeotas del visir Mustafá y a otros dos navíos donde se había cargado lo más precioso del botín. La pólvora hizo saltar por los aires el propio barco de Mustafá mientras el resto era consumido por las llamas. Murió la mayor parte de los jóvenes esclavos, algunos soldados consiguieron salvarse a nado y una importante cantidad de las riquezas saqueadas se hundieron en la mar.
Después de los sucesos de Nicosia, Mustafá no encontró el más mínimo obstáculo en el resto de las ciudades; Pafos, Limassol, Cerinia, y Tuzla (la actual Lárnaca) se entregaron sin dilación. Sólo Famagusta resistía. El 16 de septiembre Mustafá envió allí a un mensajero que en lugar de una carta llevó la cabeza del proveditore Dandolo y la dejó clavada en una pica a la vista de todos los defensores de la ciudad. El 18 de septiembre Mustafá se presentó ante sus muros y dió su primera orden: construir un reducto fortificado desde el que la artillería empezaría a bombardear la villa y el puerto.La suerte de la ciudad estaba echada....
Mi amiga Emmanuelle, historiadora y colaboradora en varias revistas históricas me ha pasado parte de una crónica sobre la conquista de Chipre.
Me ha preguntado si en este foro del que siempre le estoy hablando la ibais a valorar. Bueno, una chica con ese tipazo, con una larga melena negra y ojos grandes del mismo color quizas no necesite más piropos, pero sí un feed-back crítico sobre su trabajo.
(Si no sois muy malos con ella quizas se anime a intervenir por aqui )
Precedentes y preparativos
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Después de la conquista de la Ciudad en 1453, Venecia y el pujante Imperio Otomano tomaron el relevo de la lucha por el dominio del Mediterráneo oriental. A pesar de que la Serenísima intentó mantener buenas relaciones con el sultán, no siempre lo consiguió, y los sucesivos encontronazos con las fuerzas militares otomanas le hicieron perder progresivamente enclaves estratégicos para el mantenimiento de su poder económico, basado sobre todo en el comercio. En 1479 las dos potencias firmaron una paz que le hizo perder a Venecia numerosos lugares de la Morea y Albania; en 1499 ocupa la isla de Cefalonia, pequeña compensación por todas las colonias perdidas en las costas de Grecia; un poco más tarde, en 1538, se pierden Monembasía y Nauplio, algunos puertos de Albania y casi todas las islas del Egeo.
No obstante, desde 1489 la isla de Chipre se encontraba en su poder, convirtiéndose, junto con Creta, en la más importante de sus colonias. Arrebatada a la reina Catalina Cornaro -a quien muy generosamente la República otorgó asilo en Venecia y le concedió una pensión vitalicia- la codiciada isla no fue pasada por alto por los otomanos. Después de las conquistas de Siria y Egipto en 1515 y de la de Rodas en 1521, Chipre era el único territorio que se mantenía fuera de su alcance en el Mediterráneo oriental.
Al parecer fue Joseph Nassy, un judío portugués que era favorito de Selim II, quien aficionó al sultán al vino de Chipre, y le sugirió la posibilidad de conquistar la fuente misma de la que manaba tan preciado licor. En una ocasión, mientras disfrutaban en abundancia del exquisito néctar, Selim abrazó efusivamente a Joseph y le dijo: "En verdad, si mis deseos se cumplen, serás el rey de Chipre", y dicen también que en un alarde de optimismo Joseph colocó sobre la puerta de su casa el escudo de la isla. Mientras tanto, le elevó al rango de duque de Naxos, Paros, Andros y otras islas cíclades.
Ya fuera de una forma u otra, lo cierto es que Selim acariciaba este proyecto incluso cuando sólo era el heredero al trono. Siempre consideró que su padre Solimán era demasiado benévolo con los venecianos que, aunque eran tributarios del Imperio, veían con condescendencia (cuando no se aprovechaban de ellos directamente) a los grupos de piratas cristianos que plagaban el Mediterráneo oriental. Cuando después de la muerte de su padre en 1566 Selim asumió el poder, pactó una tregua de ocho años con el objetivo de realizar los preparativos necesarios para emprender la conquista de la isla, que a su vez le serviría para mitigar la amargura del fracaso en el reciente asedio de Malta.
No obstante, el 13 de septiembre de 1569 tuvo lugar en Venecia una espantosa explosión que se escuchó a 30 millas de distancia. El arsenal estaba ardiendo y un almacén de pólvora había estallado. Cuatro iglesias e innumerables mansiones quedaron destruidas. Las murallas saltaron por los aires y las pérdidas en vidas humanas fueron enormes. Aunque en una maniobra de despiste la Serenísima declaró que todas las fuerzas y municiones navales de la República habían quedado destruidas, la marina sólo había perdido cuatro galeras. Selim interpretó esto como una señal divina mediante la que Alá le indicaba que era el momento de poner en marcha sus planes contra Chipre, aunque se sospecha que Joseph Nassy, impaciente por hacerse cargo del reino de dulce vino que Selim le había prometido, fue el responsable de haber enviado a Venecia a unos sicarios para que provocaran la explosión.
Ante los evidentes preparativos militares que comenzó a llevar a cabo el sultán Selim, la República se preparo para defenderse y reunio en el puerto de Zara una flota de 90 galeras y 3.000 hombres para ayudar a la protección de Chipre. Por otra parte, intentó formar una coalición con el resto de reinos de la Europa occidental y el Papa, que aportó dos galeras, emprendió la labor de concienciar a las potencias occidentales. No obstante, la ayuda recibida fue demasiado exigua para las necesidades que se iban a producir en un futuro inmediato: 3 galeras de Malta, algunas tropas de Saboya y Florencia y la promesa reticente de Felipe II de enviar a Messina 60 galeras al mando de Juan Andrea Doria para que se reunieran con la flota veneciana cuando ésta emprendiera su rumbo a la isla.
Debido a la gran publicidad que obtuvieron estos preparativos, Selim considera llegado el momento de enviar un embajador al Senado de Venecia para dar a conocer abiertamente sus intenciones. Entre otras muchas quejas, la carta del Sultán se refería en concreto al asilo de que gozaban en la isla numerosos corsarios cristianos que impedían la normal explotación de las rutas comerciales y los viajes de los peregrinos hacia La Meca. Selim exigía la entrega inmediata de Chipre y amenazaba con una guerra sin piedad no sólo en la isla, sino también en el resto de las colonias venecianas.
La respuesta que el Senado veneciano dio a estas exigencias fue el equivalente a una declaración de guerra: la República pondría todo su esmero en conservar la amistad de los príncipes otomanos, pero emplearía todos sus recursos si se trataba de mantener sus derechos.
El despliegue de recursos de que hizo alarde el sultán fue sobrecogedor. En marzo de 1570 emprendieron camino 25 galeras, en abril se enviaron 65 galeras y 5 galeotas y en mayo partió el grueso de los efectivos: 36 galeras más, 12 fustas, 8 mahonas, 40 barcos de transporte para caballos y otros 40 de tropas, además de las vituallas y toda la artillería.
Selim puso al mando de la expedición de Chipre a Lalá Mustafá, que fue nombrado serasker de las tropas de tierra, mientras que el renegado húngaro Pialí Pachá era el comandante en jefe de la flota.
Comienzo de la guerra. La conquista de Nicosia.
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A fines de junio de 1570, la flota otomana aparece en el horizonte de la costa sur de Chipre. No lejos de Pafos desembarca una tropa bajo el mando directo de Mustafá. El incapaz Nicolo Dandolo, proveditore de la isla, no sólo había prohibido al comandante de las tropas venecianas Astor Baglioni que opusiera resistencia a este desembarco, sino que también había dado licencia a los soldados asignados a la vigilancia de las costas para que regresaran a sus hogares. Aprovechando por otra parte que la población local chipriota no era demasiado afecta a los venecianos, los turcos hicieron un despliegue pacífico y trataron con gran respeto a los habitantes. La localidad de Leftari, cercana a Limassol, se había entregado sin resistencia en manos de Mustafá, pero los venecianos, temerosos de que cundiera el ejemplo, decidieron llevar a cabo un castigo ejemplar entrando de noche en la villa, masacrando a todos los hombres y dispersando a las mujeres y los niños por las montañas.
Venecia tuvo lentos reflejos para responder. Mientras esto ocurría en la colonia, las 80 galeras venecianas se encontraban todavía en el puerto de Zara y los acuerdos con los reinos italianos y con España tardaban en conseguirse. El 12 de julio la flota veneciana zarpa hacia Corfú para encontrarse en Messina con el resto de los aliados.
A mediados del mes de julio la artillería pesada ya ha sido desembarcada. Mustafá tenía la intención de dirigir el primer ataque contra Famagusta para, una vez tomada ésta, completar el dominio de la isla con la conquista de la capital, Nicosia. No obstante, un desertor que le habló de las fuertes discusiones que había entre los jefes cristianos en Nicosia sobre cómo defender la isla le hizo cambiar de idea, ya que consideró que debía aprovechar las disensiones internas. Así pues, procede a preparar el sitio de Nicosia mientras Pialí envía parte de la flota hacia Famagusta y ordena al resto que patrulle las aguas para interceptar los posibles refuerzos cristianos que llegaran en auxilio de Chipre.
El 22 de julio Mustafá se encuentra ante a los muros de Nicosia. Frente a los 10.000 hombres entre venecianos, italianos de diverso origen, nobles chipriotas y milicianos reclutados entre la población local, Mustafá pasa revista a 2.500 caballeros y a 50.000 soldados de infantería (entre los que se encontraban 6.000 jenízaros), además de los akindjis, que hacían que su ejército rondara las 100.000 almas.
El 15 de julio de 1570 las patrullas marítimas de Pialí consiguieron apresar unas galeras de Malta cuyos pendones fueron enviados a Mustafá y colgados de los muros de la ciudad, lo que supuso un duro golpe para la moral de los sitiados. El 15 de agosto sufrieron su peor ataque, en el que cayeron los más importantes oficiales de los defensores. Ante la inminencia de la derrota, los responsables de Nicosia decidieron enviar un grupo de emisarios a Famagusta para que les comunicaran la situación. Sólo sobrevivió uno, el capitán Colombani, para suplicar a Baglioni y a Bragadino que acudieran en socorro de Nicosia. Baglioni se muestra dispuesto a marchar inmediatamente sobre la capital, pero Bragadino se niega: hombre valiente de pensamiento estratégico y práctico, sabe que desguarnecer Famagusta supondrá la pérdida de las dos ciudades, mientras que si se hacen fuertes allí podrán dar tiempo a que lleguen los prometidos refuerzos de Venecia.
Entretanto, Mustafá empezaba ya a desesperar por el gran desgaste que le estaba suponiendo. Solicitó a Pialí que desembarcara 100 hombres de cada una sus galeras para preparar el ataque final, que fue fijado para el día 9 de septiembre. Los diezmados y desmoralizados defensores no pudieron resistir la marabunta de tropas turcas que se abalanzó sobre los bastiones de las murallas, y las guarniciones se retiraron en un aterrorizado desorden al interior de la ciudad. El proveditore Dandolo, el arzobispo y otros magistrados de la ciudad se refugiaron en el palacio del gobernador. Mustafá les envió un monje para que les comunicara que si se entregaban sus vidas serían respetadas y se acordó deponer las armas. Sin embargo, en cuanto las puertas se abrieron, una riada de soldados turcos enfurecidos arrasó todo a su paso. Allí dio comienzo la masacre. Se calcula que fueron 20.000 las personas que murieron en la conquista de Nicosia y 2.000 los jóvenes de ambos sexos capturados para ser vendidos como esclavos. La ciudad fue entregada al pillaje durante ocho días.
A pesar de esto, pocos beneficios sacó Mustafá de ella. Una valiente mujer de la que nada más se sabe (aunque, curiosamente, cuanto más tardías son las crónicas más hermosa la describen) consiguió prender fuego a algunas galeotas del visir Mustafá y a otros dos navíos donde se había cargado lo más precioso del botín. La pólvora hizo saltar por los aires el propio barco de Mustafá mientras el resto era consumido por las llamas. Murió la mayor parte de los jóvenes esclavos, algunos soldados consiguieron salvarse a nado y una importante cantidad de las riquezas saqueadas se hundieron en la mar.
Después de los sucesos de Nicosia, Mustafá no encontró el más mínimo obstáculo en el resto de las ciudades; Pafos, Limassol, Cerinia, y Tuzla (la actual Lárnaca) se entregaron sin dilación. Sólo Famagusta resistía. El 16 de septiembre Mustafá envió allí a un mensajero que en lugar de una carta llevó la cabeza del proveditore Dandolo y la dejó clavada en una pica a la vista de todos los defensores de la ciudad. El 18 de septiembre Mustafá se presentó ante sus muros y dió su primera orden: construir un reducto fortificado desde el que la artillería empezaría a bombardear la villa y el puerto.La suerte de la ciudad estaba echada....