EXTRACTO DE LOS ANALES DE CHIMALPOPOCA
...Si por algo puede caracterizarse el reinado de Chimalpopoca, tercer rey de los aztecas, fue por la época de paz que supuso para un pueblo guerrero como el azteca. Años de prosperidad y relaciones cordiales tanto con Zapotecas como con Mayas habían llevado al Tlacatecuhtli a tomar la decisión de prescindir del mantenimiento de un ejército permanente. No parecía una decisión desacertada, sólo otras tres naciones eran conocidas, una la lejana nación navaja, más allá del río Grande, las otras dos la civilizada nación maya y los siempre rivales de Zapotecas.
Había poco oro en las arcas de Tenochtitlan en 1419, pero sin soldados y sin navíos se podía pensar que en poco tiempo la situación económica mejoraría. Chimalpopoca entendió que las amplias extensiones casi deshabitadas que se abrían al norte del reino eran necesariamente las tierras que se precisaban para fortalecer y ampliar el Imperio azteca. A tal fin adoptó la política de liberalizar el comercio para conseguir un empujón mercantil en el Centro de Comercio de Zacatecas y una mayor predisposición a la emigración por parte de su pueblo. La razón de fondo era la no disposición del Tlacatecuhtli a renunciar a su política continental o a una mayor preponderancia de la casta sacerdotal, que eran las dos únicas maneras de conseguir el mismo objetivo. Yendo poco a poco hacia el libre comercio se podrían conseguir resultados semejantes aunque atenuados.
Igualmente y para no tener que prestar atención a posibles problemas militares en el sur buscó una alianza con Zapotecas, pero Zapotecas se negó a firmar cualquier tipo de alianza. La negativa de los zapotequeños irritó profundamente a Chimalpopoca, que inmediatamente envió embajadores a la nación Maya con las mismas proposiciones. El 26 de septiembre los mayas aceptaron la alianza con el Imperio Azteca y Chimalpopoca acabó de asentar el acuerdo cuando el 30 de octubre contrajo matrimonio con Axiyacotl, la hermosa hija del Señor de los Mayas. Pero Chimalpopoca no acababa de fiarse de la actitud futura de Zapotecas y persiguió duramente un acuerdo militar con ellos. El eje Tenochtitlan-Yucatán había cambiado las cosas. Ahora Zapotecas se encontraba en una difícil posición estratégica, completamente rodeada por la alianza maya-azteca cuando Zapotecas era la única nación de la región contra la que podía estar dirigida, los demás eran tribus atrasadas que no suponían ningún desafío para ninguna de las tres naciones centroamericanas. El temor a ser futuro objetivo de unos o de otros llevó a un cambio de postura. Así fue que el 21 de febrero de 1421 el gobierno decidió aceptar las cada vez menos amistosas ofertas de alianza del Tlacatecuhtli, que añadió una nueva esposa a su palacio mediante un matrimonio con una sobrina del Señor de Zapotecas el 28 de marzo. Tras este éxito Chimalpopoca miró otra vez lejos, al norte, a la nación navaja, y acarició la idea de una alianza con aquel desconocido pueblo, y ahuyentar de esta manera cualquier posible temor de guerra. Mensajeros fueron despachados al inhóspito norte, más allá de los desiertos y de las montañas. Nunca regresaron y así nunca en vida de Chimalpopoca se supo si la misión tuvo éxito, si los enviados llegaron a su destino y si los navajos habían aceptado. Pero nuevos asuntos atrajeron la atención del Señor de Señores.
La convicción del Tlacatecuhtli de la deslealtad de los zapotequeños se vio confirmada el 15 de abril de 1422. Varios campesinos aztecas fueron asesinados por soldados de Tlaxcala sin mediar provocación aduciendo que habían traspasado los límites fronterizos. Chimalpopoca se puso lívido al saber la noticia. Sus propios aliados ajusticiaban a sus súbditos. La respuesta fue contundente, aquellas tierras pertenecían sin ninguna duda al pueblo azteca y el Señor de Señores no iba a renunciar a ella sin luchar. Era Zapotecas la que debía decidir si el nuevo estado de relaciones pacíficas entre las dos naciones que se había anudado con una alianza y un matrimonio merecía la pena romperse por unos acres de terreno. Al final el litigio quedaría pendiente, pero algo se había roto, como bien sabía Chimalpopoca. Así el 4 de abril del año siguiente se ordenó el reclutamiento de nueve mil hombres, que constituirían el núcleo de un futuro ejército permanente. Su mando fue asignado a un Coatiquatl, o general, que en agosto, y siguiendo órdenes, marchó hacia la región de Tampico.
La incursión estaba prevista con el fin de reconocer la zona y evaluar la posibilidad de establecer allí la primera de las colonias que Chimalpopoca había proyectado, una cadena de poblados aztecas al sur del Río Grande y de un océano a otro. Sin embargo el Coatiquatl y sus hombres no tuvieron una expedición tranquila. Las tribus nativas de Tampico se unieron y en noviembre tendieron una emboscada a las tropas aztecas, que fueron derrotadas. Herido en su orgullo, el Coatiquatl no volvió sus pasos a Tenochtitlan, sino que decidió regresar a Tampico, donde una batalla tuvo lugar el 8 de febrero de 1424. Superados 17 a 1 todos los guerreros nativos cayeron en el combate. El Tlacatecuhtli se mostró muy contento al saber de boca del Coatiquatl que Tampico era una región deshabitada. Pero los rumores de lo sucedido en Tampico se esparcieron por la capital, y temiendo por su vida el Coatiquatl hizo una generosa donación de cien de oro para ganar el corazón del monarca y mantener su posición de Señor de la Guerra. A continuación tres grupos de colonos fueron enviados a Tampico antes de que en junio de 1424 se consiguiese crear un poblamiento, el primero más allá de las fronteras históricas de la nación azteca. La colonia adquiriría estatus de provincia de pleno derecho el 5 de octubre de 1426, siendo también la primera región plenamente colonizada.
El 4 de marzo de 1426 el Coatiquatl cayó bajo el cuchillo de un asesino. Éste fue inmediatamente ejecutado sin que hubiese tiempo para interrogarlo. Mucho se ha especulado sobre el asesinato y sus motivaciones. La versión oficial fue que un tampiqueño había vengado así la muerte de sus hermanos caídos en batalla dos años antes. Sin embargo la rapidez en darle muerte ha llevado al doctor Enrique Rubiera, catedrático de Historia Azteca en la Universidad de México D.F. a teorizar sobre una conspiración palaciega. Según esta teoría el Coatiquatl, considerado un héroe de guerra por el pueblo, suponía un grave problema político para Itzcoatl, hermano y heredero de Chimalpopoca. Todavía no se había establecido el linaje hereditario como procedimiento de elección del sucesor del Tlacatecuhtli, y antiguas tradiciones señalan un Señor de Señores de origen electivo, aunque la práctica indicaba que hasta ese momento todos habían de una misma familia de la nobleza. Sin embargo la tradición respaldaba la elección, y de ser así el Coatiquatl resultaría ser un duro contrincante, lo que habría llevado a personas del entorno de Itzcoatl o incluso a él mismo, a organizar el asesinato con la aprobación de Chimalpopoca.
En todo caso la repercusión provocada por el magnicidio fue escasa y poco duradera. Más relevancia tuvieron las últimas dos decisiones de importancia que tomaría el monarca. La primera fue el establecimiento de recaudadores de impuestos en Tenochtitlan en noviembre de 1426. Con esta medida se crearía una política de búsqueda de mayores ingresos que sería extendida a otras regiones con sus sucesores. La segunda fue el nombramiento de un nuevo Coatiquatl que al frente del ejército compuesto por ocho mil guerreros vencería el 30 de julio de 1427 en Río Grande a un millar de nativos, exterminados hasta el último hombre.
El 31 de diciembre de 1427, Chimalpopoca expiraba a las puertas de su palacio en Tenochtitlan, cosido a lanzazos por hombres de su guardia. Tras el asesinato se encontraba su hermano pequeño y heredero, Itzcoatl, que ávido de poder le sucedía como Tlacatecutli. Chimalpopoca, gran administrador, había querido seguir una política de expansión pacífica que había chocado con las tribus nativas del norte de México, lo que había llevado a una expansión fundada sobre la victoria militar. Su reinado había sido un éxito y dejaba una espléndida herencia a su asesino. Llorado por el pueblo sus once años de reinado dieron a la nación azteca un nuevo rumbo y una nueva dirección, la expansión colonial en el norte de México.