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Bargron

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Hola. Aquí comienzo mi primera AAR, en este caso del HoI. Para poner en antecedentes pillo la URSS en 1936 (qué desastre de país, por Dios..., digo por Marx) y a ver qué pasa. Versión 1.03b dificultad muy difícil y agresividad normal.

Objetivos: convertir a la URSS en la primera potencia mundial y aliarme sólo con aquellos que me puedan ser útiles, vamos un Komintern de conveniencia.

Y ahora hale hop. Vamos con el primer capitulín.
 
Capítulo I: En la encrucijada

Palacio Terem, Moscú, 18 de julio de 1936

V. P. Aleksandrov entró precipitadamente en su despacho y se dejó caer en el sillón, derrotado. No podía creerlo, el camarada Stalin había escuchado la petición de apoyo de la República española y se disponía a enviar fuerzas militares en defensa del gobierno Azaña. No es que fuese objetable la decisión del secretario general, pero Aleksandrov podía ver la lógica que tenía lo que estaba ocurriendo en Europa desde hacía varios años. Primero había caído Italia en manos de los fascistas de Mussolini, luego Alemania había elegido como canciller a Adolf Hitler, y ahora parecía que al gobierno Salazar en Portugal se le podía unir otro gobierno hostil al comunismo en España. Sí, la República debía ser defendida, pero, ¿dónde estaban los franceses, y los ingleses, y los norteamericanos? ¿Dónde estaban las corruptas democracias liberales? ¿Es que creían que los republicanos estaban más cerca del paraíso comunista que de los gobiernos parlamentarios constitucionales?

Era absurdo, y el camarada Stalin lo sabía, sabía que los rebeldes españoles tenían el apoyo de las potencias fascistas, de Alemania y de Italia, y que la ayuda que los republicanos recibirían de la Unión Soviética les condenaba a la neutralidad de las democracias liberales. Pero era la opción menos mala, con esa ayuda tal vez, tal vez, se frenase la expansión fascista, aunque él sabía de la voluntad del camarada Stalin de no ir más allá de ese pequeño apoyo previo e involucrar a la Madre Patria en una guerra ajena y lejana. Pero bueno, al menos la URSS demostraba su voluntad de oponerse a la agresión. Eso se podría vender bien a la opinión pública mundial, a costa de colocar al gobierno en el ojo del huracán.

La situación mundial se estaba deteriorando a pasos agigantados. Mientras continuaba la guerra chino-japonesa, Alemania se rearmaba e Italia no ocultaba su pretensión de formar un imperio colonial en África. Habría guerra y la URSS no estaba preparada. El atraso del país era evidente a pesar de los considerables esfuerzos dedicados al incremento de la capacidad industrial, aunque faltaba un año para que se viesen los resultados. Haciendo hincapié en la investigación el camarada Stalin había mostrado su disposición a reforzar el papel del Ejército Rojo frente a las fuerzas aéreas y a la marina. Para ello el 1 de enero de 1936 había decidido sustituir al mariscal Tukachevski como Jefe de Estado Mayor por el mariscal Boris Shaposhnikov. Pocas semanas después el Ejército Rojo cruzaba la frontera de Sinkiang, que sería anexionado sin grandes dificultades el 20 de junio, después de un paseo militar que no obstante hizo surgir las primeras dudas sobre la capacidad operativa de las fuerzas de tierra.

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La falta de organización y armamento moderno no había supuesto ningún problema contra las escasas tropas de Sinkiang, pero era difícil sostener que ese éxito se podía repetir a día de hoy contra los ejércitos alemanes e italianos. Además, el test militar no fue bien aceptado por la población, con un considerable aumento del descontento en el país que paralizó parte de la economía. Viendo lo ocurrido el camarada Stalin se replanteó la prioridad de tener una relevante presencia en el plano internacional y de trabajar para la expansión del comunismo. En ese sentido la ayuda a la República había que contextualizarla como un gesto coherente con nuestra política exterior, pero carente de ulteriores consecuencias en lo referente a una mayor implicación posterior, tal y como el propio Stalin le dejó bien claro al ministro de Exteriores Litvinov. Pero lo que a Litvinov y al resto del Politburó le quedó medianamente claro quizás no fuese visto así por las potencias mundiales, que seguramente verían ese movimiento como una injerencia en los asuntos de un país soberano como era España. En fin, sólo quedaba esperar y ver cómo transcurrían los acontecimientos en Europa.
 
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Muy bien!

Me alegra ver más AARs de HoI, y una potencia mayor (máxima se podría decir :D por lo grande que es) como Rusia ha de ser interesante como poco.

Me interesan particularmente las AARs de HoI debido a que es un juego que yo particularmente no tengo ni creo que vaya a comprar (no me interesa el periodo especialmente), por lo que puedo separarme un poco de la mecánica y fundirme en la historia plenamente :).

O quien sabe, igual me picáis el gusanillo y...
 
Hola otra vez. Gracias por los ánimos. Buenas noticias, ya acabé el juego así que no tendré problemas para ir haciendo el AAR. A ver si consigo mantener un ritmo medianamente coherente y no me aburro de ir escribiendo cuando podría estar jugando (y es que soy un vicioso :D :D :D ).

Lo chungo de los rusos es que tan grande como son, con manpower, recursos y eso, la IC es un tanto ridícula, y las tecnologías del todo miserables. Contra eso un territorio extensísimo que se puede emplear bien para defenderse (ya se sabe, cambiar tiempo por suelo). Por cierto, lo que está bastante bien son los ministros.

Bueno, y ahora vamos con el sticky de hoy.
 
A orillas del río Dvina, Vitebsk, 8 de abril de 1939

Un pelotón del nuevo carro de combate T-34 salió rápidamente entre la arboleda sorprendiendo al regimiento de infantería que se había desplegado alrededor de la colina. Sin embargo los blindados en vez de aprovechar el factor sorpresa permanecieron expectantes durante veinte minutos. Finalmente rodaron hacia la colina cuando llegó el apoyo de dos compañías de fusileros. Demasiado tarde, en ese tiempo el general Vatutin había conseguido reposicionar su unidad y el ataque fracasó.

- ¡Muy mal, muy mal! ¡Ha sido un auténtico desastre! –exclamó el mariscal Konev en el promontorio que dominaba el campo de maniobras.
- Es la falta de costumbre, señor. Todavía tenemos que perfeccionar las tácticas de los tanquistas para que se ajusten a los movimientos de la infantería –le contestó un oscuro oficial del Estado Mayor.
- ¡No es así!. Esta discusión ya la hemos tenido muchos veces en la STAVKA. ¡Los blindados deben ser autónomos, combatir con el apoyo de la infantería pero nunca subordinados a ésta! –insistió Konev.
- Sabéis de sobra, mariscal, que no es ésa la doctrina oficial de las fuerzas armadas. Las batallas las gana la infantería, los blindados sí, pueden ser útiles como fuerza de choque, pero sólo si se emplean en conjunción con la infantería y se ajustan a las necesidades de ésta –le replicó el mariscal Voroshilov, jefe del Ejército Rojo.

Aleksandrov se encontraba en la colina junto a la cúpula militar de la STAVKA, el Estado Mayor del Ejército Rojo escuchando una vez más una discusión que ya había oído mil veces y que mil veces había sido rechazada por los más experimentados militares soviéticos veteranos de la Gran Guerra y de la Gran Guerra Patriótica. Cierto era que las más jóvenes y dinámicos oficiales no compartían en absoluto lo que consideraban postulados caducos. El propio Boris Shaposhnikov era uno de los máximos defensores de las nuevas ideas estratégicas junto con otros mariscales como Zhukov y el propio Konev, pero su cargo le impedía decantarse públicamente por ninguna de las dos facciones en las que parece que se había dividido la oficialidad, aunque de todos era conocido que las clases que años atrás había impartido y los seminarios que daba, cada vez con menor frecuencia, en la Academia Frunze se movían precisamente en el sentido señalado por los Jóvenes Turcos, como algún viejo mariscal denominaba a los jóvenes oficiales avaladores de la preponderancia de las divisiones blindadas sobre la mera infantería.

Y no era un tema cualquiera. La guerra se acercaba, todos podían verlo. Tras el triunfo de los rebeldes falangistas en España el 11 de marzo de 1937 y la constitución de un gobierno al frente del cual se puso el general Franco mientras que los republicanos supervivientes huían al exilio, Alemania incrementó sus esfuerzos diplomáticos que le rentaron grandes y repetidas victorias como la remilitarización del Sarre en 1937, el Anschluss austríaco y la anexión de los Sudetes en 1938 y finalmente la de Bohemia el 15 de marzo de 1939, instalando a Tiso, una marioneta nazi, en Eslovaquia mientras recompensaba la fidelidad húngara entregándoles Rutenia y rompiendo flagrantemente los acuerdos alcanzados en Munich, para pocos días después obtener Memel de los lituanos. Esto había levantado una ola de temor en la vecina Polonia que el 30 de marzo se apresuró a aceptar la garantía de independencia ofrecida por los británicos. No había sido Alemania la única nación en moverse, con Etiopía anexionada los italianos habían lanzado el 26 de marzo un ultimátum a Albania para que uniese sus destinos al Imperio Italiano. La respuesta negativa albanesa supuso una inmediata declaración de guerra italiana que hoy mismo, trece días después, se había anexionado el pequeño reino mientras el rey Zog partía hacia el exilio.

Y estos últimos tres años no habían sido mucho mejores en el aspecto interno. La mejora en la capacidad industrial nacional era indudable, pero la situación política ofrecía un claro desgaste. 1937 había sido el año de las purgas, una y otra vez los cuadros políticos y militares fueron depurados a instigación del director de la GPU, Genrikh Yagoda, bien secundado por el fiscal general Viichinski. Bolcheviques que habían acompañado al propio Lenin en los primeros días de la Revolución habían sido ejecutados, y con ellos numerosos jefes y oficiales militares, descabezando y desmoralizando a las fuerzas armadas. Desde entonces la nación había conseguido cicatrizar muchas de estas heridas mientras perseveraba en el camino del progreso y del reforzamiento de industrial, mientras seguía mirando con desconfianza las ansias expansionistas del fascismo internacional. El éxito de Alemania e Italia se había cobrado hace una semana su primera víctima en la URSS, el ministro de Exteriores Litvinov había sido destituido fulminantemente por el evidente fracaso de la política internacional que había llevado a cabo. En su lugar fue nombrado un miembro de la línea dura del Partido, y hombre de confianza del secretario general, Molotov. Tenía una dura tarea frente a él, ya que la mayoría de los países de Europa del Este excepto Polonia, Rumanía y Grecia compartían lazos económicos y diplomáticos con la Nueva Alemania.

Un poco más allá la discusión seguía. Aleksandrov les dio la espalda y contempló el paisaje primaveral mientras extraía un cigarrillo de su capote. La mañana estaba fría. Dio un par de caladas y se arrebujó dentro de su uniforme. “Cuando lleguen los momentos difíciles espero que todas esas diferencias desaparezcan” se dijo mentalmente mientras miraba de reojo a los líderes militares de la Madre Patria. Aspiró una vez más el tabaco y lo tiró al suelo, pisándolo y reuniéndose a continuación con los demás.
 
CAPÍTULO II: Las Panzerdivisionen en marcha

Habitaciones privadas del Palacio del Kremlin, Moscú, 1 de septiembre de 1939

El salón estaba repleto de militares y políticos. Botellas de vodka y fuentes de caviar se podían ver sobre las mesas. La recepción había sido organizada apresuradamente siguiendo indicaciones del camarada Stalin y parecía ser todo un éxito. Allá donde se mirase sólo se podían ver risas y caras alegres. La razón era sencilla, pocas horas antes las tropas alemanas habían cruzado la frontera polaca estallando la guerra.

La valoración de los expertos del Ministerio de Exteriores era que Hitler había cometido un grave error empeñándose en una guerra con el único apoyo de Eslovaquia y enfrentándose a una alianza que agrupaba a Polonia, Reino Unido, Francia, Australia, Nueva Zelanda, Canadá, Sudáfrica y Bélgica.

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Desde cualquier punto de vista parecía una locura mantener una guerra con esa desproporción de medios. Francia y Polonia, dos poderosos ejércitos continentales, los imperios coloniales británico, francés y belga, y la Commonwealth contra una Alemania que diez años antes se retorcía en medio de una crisis económica de gigantescas proporciones.

Seguramente esa era la razón por la cual Ribbentrop, Ministro de Exteriores alemán había ofrecido a Molotov un pacto de no agresión en el cual se ofrecía a la URSS el este de Polonia. La diplomacia soviética había intentado por todos los medios que también se incluyesen Finlandia y los países bálticos, pero Alemania no había cedido un ápice. Era un tómalo o déjalo. Molotov había quedado extrañado de esa actitud alemana. Era cierto que los alemanes tenían buena relación con estas naciones, pero la imperatividad y las prisas que se desprendían de su ofrecimiento no podían menos de resultar sospechosas. Las discusiones en el Politburó giraron alrededor de si sería o no sincera la oferta alemana, si realmente respetaría lo firmado, porque desde luego en Munich no lo habían hecho. Había desacuerdo a este respecto, pero el bloqueo sobre el debate fue finalmente roto por Molotov, que expresó sus dudas para afirmar a continuación que sin embargo ningún mal podía sobrevenir de aceptar. Lo mínimo que se conseguiría era retrasar la guerra con Alemania, que además era probable que fuese vencida si finalmente los aliados por una vez cumplían sus compromisos internacionales, en este caso la garantía de independencia polaca que había dado Gran Bretaña. Preguntado por el estado del Ejército Rojo Shaposhnikov señaló que en su opinión Rusia no estaba preparada para una guerra a día de hoy. Al margen de la marina y la aviación que se encontraban en niveles muy bajos de operatividad y modernización de armamento, tampoco las fuerzas terrestres podían decir que estaban mucho mejor a pesar de la franca mejora de los últimos años. A este respecto el mariscal señaló las esperanzas que tenían en un nuevo modelo de blindado que habían estado probando y que pronto entraría en las plantas de ensamblaje para salir convertido en el tanque estándar de las divisiones acorazadas. Pero de nuevo insistía, para eso se necesitaba más tiempo.

El Politburó decidió consecuentemente con las últimas opiniones vertidas y viendo nuestro aislamiento internacional que era imperativo aceptar la oferta de Ribbentrop, y así el 24 de agosto se firmaban los protocolos diplomáticos correspondientes, con lo que Alemania se aseguraba que si lograba rendir a Polonia sólo tendría un frente del que ocuparse. El último día de agosto Hitler exigía de Polonia la inmediata entrega de Danzig a Alemania así como un corredor que permitiera unir la Prusia Oriental con el resto de la nación. Polonia se negó a las reclamaciones territoriales para a continuación recibir una declaración de guerra a la que respondió pidiendo ayuda a sus aliados. La guerra largamente esperada había llegado.

- ¿No te diviertes Aleksandrov?

Aleksandrov se volvió para ver al ministro de Exteriores Molotov, que le tendía una copa de vodka. Tenía el primer gesto preocupado que veía en la fiesta.

- Parece que no soy el único –le respondió. Molotov sonrió tristemente.
- Intuyo que por grandes que sean nuestros esfuerzos no podremos mantenernos al margen de la guerra.
- Lo mismo pienso yo. Pero, ¿qué opinan los demás?
- Lo que opina el camarada Stalin, y el camarada Stalin piensa que Hitler cumplirá con su palabra. Pero no lo va a hacer. Si lo hiciera estaría yendo contra todo lo que ha predicado durante años: Lebensraum, cruzada antibolchevique, sometimiento a la esclavitud de los eslavos y toda esa basura que se puede leer en el Mein Kampf –dijo Molotov mientras tomaba un sorbo de su copa.
- ¿Entonces? –preguntó Aleksandrov.
- Entonces habrá guerra con Alemania más tarde o temprano a menos que las democracias occidentales lo frenen en seco ahora. Esa es mi estimación. Nuestro líder –Molotov señaló en dirección a Stalin que se reía a carcajadas un poco más allá rodeado de mariscales- es demasiado optimista. Debemos prepararnos. Pero de momento disfrutemos de la fiesta. Siempre hay tiempo para preocuparse de lo que ocurre en el mundo. Mañana en nuestros despachos seguiremos buscando soluciones –cogió el brazo de Aleksandrov y se acercó a él diciéndole en bajo- pero recuerde lo que le he dicho. La guerra se avecina.

Molotov se alejó de Aleksandrov que se quedó pensativo. No había derrotismo en las palabras del ministro. Se había limitado a expresar su opinión, opinión no compartida por la persona que ocupaba la secretaría general. ¿Por qué le había dicho eso? Molotov era íntimo de Stalin. ¿Le estaría probando? ¿Se avecinaba otra purga? ¿O era genuina su preocupación?
 
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Cuartel General del Mariscal Malinovski, Lvov, 18 de mayo de 1940

“Compañeros, ciudadanos, hermanos y hermanas, combatientes de nuestro ejército y de nuestra marina. Nuestro país corre grave peligro. Hace doce días las tropas del ejército alemán han penetrado en territorio soviético sin previa declaración de guerra incumpliendo el pacto de no agresión firmado en agosto del año pasado. A pesar de la denodada lucha de nuestros valientes camaradas en el frente nuestras tropas se han visto obligadas a retroceder incapaces de frenar el empuje alemán. Sin embargo no todo está perdido, nuestro ejército sigue unido y capaz de entablar combate pero os engañaría si os dijera que las cosas van a ser fáciles. Nuestra patria se enfrenta a su hora más oscura y sólo tendremos la esperanza de lograr la victoria si todos permanecemos unidos. Esta guerra nos ha sido impuesta y nuestra patria ha emprendido una lucha por la vida y por la muerte contra su enemigo más malvado y pérfido: el fascismo alemán y sus corruptos aliados, Italia, Hungría, Eslovaquia, Japón, Manchukuo y Siam. Pero no estamos solos. Nuestros aliados de Mongolia y Tannu Tuva, nuestros hermanos proletarios de todo el mundo, y las democracias occidentales ya en guerra contra el Eje nos han ofrecido su apoyo. Una ola de amistad y ardor guerrero nos llevará al triunfo sobre los enemigos del comunismo y de la Madre Patria. A eso se dedican todos los poderes y la autoridad del Estado. Me dirijo al pueblo entero para que se agrupe en torno al partido de Lenin y de Stalin, en torno al gobierno soviético, para apoyar con altruismo al Ejército y la Marina Roja en una gran guerra patriótica, para derrotar al enemigo, para nuestra victoria. Todas las fuerzas del pueblo deben ser empleadas para derribar al enemigo. ¡Adelante hacia la victoria!”

La radio crepitó un poco más para a continuación dar paso a las marchas militares tan frecuentes en los últimos días. Era el primer mensaje que el camarada Stalin dirigía a la nación desde que el 6 de mayo tropas alemanas invadieran territorio ruso.

“Molotov lo había previsto”, pensaba Aleksandrov. Pero los consejos de Molotov a las personas que ocupaban cargos de responsabilidad no habían sido escuchados. Preferían oír a Stalin y su admiración por Hitler, siempre creciente. Tras la declaración de guerra a Polonia el mundo había sido testigo de que Alemania poseía mejores cartas de las que se pensó en un primer momento. El 8 de septiembre Hungría y el 10 Italia se unieron al Eje, pero sobre todo tenía un ejército espléndido dirigido por magníficos militares. Los más pesimistas cálculos señalaban que Polonia resistiría un mínimo de medio año el ataque alemán. Sin embargo el 4 de octubre, treinta y cuatro días después, Polonia era anexionada a Alemania que cumplía el Pacto de no agresión entregando los territorios acordados.

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Con las manos libres en el este, Hitler se volvió hacia Francia. Bélgica fue rápidamente ocupada y el ejército francés, que era considerado el más poderoso de Europa, fue arrollado en tres meses. Con franceses y británicos en desbandada el gobierno francés caía y el mariscal Pétain, héroe de la Primera Guerra Mundial, constituía un nuevo gobierno que el 12 de enero de 1940 se rendía a los alemanes en el bosque de Compiègne, en el mismo vagón de tren donde Alemania firmó su rendición en la Gran Guerra. Tras las negociaciones Francia era dividida en dos, un gobierno títere dirigido desde Vichy y encabezado por Pétain, que incluía el sudeste de Francia y las colonias, mientras Alemania se anexionaba el resto del país en tanto continuaba la guerra contra el resto de los aliados. Aprovechando la situación Japón lanzó a Vichy un ultimátum, o entregaba Indochina a los japoneses o sería la guerra. Vichy aceptó.

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Con las divisiones alemanas al otro lado del Canal de la Mancha, el siguiente movimiento de Berlín parecía obvio: invadir Gran Bretaña. Sin embargo la débil flota alemana se mostraría incapaz de controlar el Canal el tiempo suficiente como para permitir un desembarco en las costas inglesas frente a la tenacidad de la Royal Navy británica consiguiendo así el primer triunfo aliado de la guerra abortando los planes de la Operación León Marino. Tal vez animados por el éxito británico Dinamarca y Noruega cometieron un gravísimo error de valoración uniéndose a los aliados el 19 y el 22 de enero respectivamente, entregando la primera Groenlandia e Islandia a los EEUU para que las guardasen. La respuesta de Alemania fue contundente, Dinamarca era anexionada el 20 de febrero y dos semanas después desembarcaban los primeros soldados alemanes cerca de Oslo. Mientras tanto tras anexionarse la China comunista Japón hacía lo mismo con la China nacionalista el 20 de marzo, convirtiéndose en una grave amenaza en las fronteras de la URSS.

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La difusa amenaza se tornó muy concreta cuando el 23 de abril Japón y su títere, Manchukuo, se unieron al Eje, para a continuación presionar a Siam para que hiciese lo propio, consiguiendo el objetivo el 6 de mayo, el mismo día que la Wehrmacht invadía la Unión Soviética. Tal y como Molotov había dicho la URSS entraba en la guerra contra su voluntad y mucho antes de lo que nadie podía esperar cuando el 1 de septiembre brindaban en el Kremlin.

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- Hemos recibido órdenes de Moscú. Los alemanes han roto el frente más al norte. Debemos retirarnos para evitar el cerco y fortificar nuestras posiciones –explicó Malinovski entrando en la habitación.

Era la segunda vez que recibían una orden semejante. Parecía que el ejército alemán estaba golpeando duramente a Timoshenko lo que obligaba a la totalidad del frente a recular con él. Doce días de guerra habían demostrado que era verdad que la Unión Soviética no estaba preparada para la guerra. Existía una inmensa superioridad alemana en el aire, donde la Luftwaffe reinaba sin oposición atacando impunemente una y otra vez las líneas de suministro rusas, y un abismo en tierra, donde las divisiones blindadas alemanas no paraban de demostrar su superior entrenamiento, armamento y táctica. Los escasos T-34 no eran enemigo para los numerosos y poderosos tanques alemanes. Algunos insistían que ésa había sido la clave de la guerra hasta aquel momento, la superioridad alemana en el frente, con 160 divisiones veinticinco de ellas acorazadas, contra 72 soviéticas. Este desequilibrio había llevado a dar prioridad a la creación de divisiones de infantería frente a las muy necesarias blindadas que se desempeñarían peor en el combate defensivo que el Ejército Rojo se veía obligado a sostener en estos momentos.

El silbido del picado de un Stuka interrumpió sus pensamientos. Un grito de “Cuerpo a tierra” se oyó en el balcón. Automáticamente todos los presentes se tiraron al suelo mientras el edificio se estremecía bajo el impacto de una bomba. Las paredes de la habitación parecieron reventar y los escombros cayeron sobre ellos. Aleksandrov salió con dificultad de entre los cascotes y buscó a Malinovski con la mirada. Lo vio inclinado sobre un oficial de su Estado Mayor ordenándole que impartiese inmediatamente las instrucciones de retirada. Sus miradas se cruzaron. En la habitación había un par de cadáveres y varios oficiales más heridos.
 
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Muchas gracias a todos. En este punto quería comentar una cosa. La verdad es que suponía que los alemanes me iban a acabar golpeando más pronto o más tarde, pero lo cierto es que en 1940 y en mayo no me lo esperaba en absoluto. Además, el poco tiempo entre la incorporación de Japón a la alianza y la declaración de guerra me pilló totalmente desprevenido. Cuando pensaba en enfrentarme a una guerra sóo en el oeste me vi con un frente descomunal para cubrir, aparte de la ya comentada inferioridad tecnológica y numérica. Vamos, que tenía los pantalones completamente bajados y encima el espectáculo era poco edificante. :D :D :D
 
CAPÍTULO III: Enemigo a las puertas

Palacio Terem, Moscú, 3 de febrero de 1941


Podía verlos a las afueras de la ciudad. Según las estimaciones de inteligencia se trataba aproximadamente de unas veinticinco divisiones alemanas al mando del mariscal Rundstedt con nueve grupos aéreos de apoyo. Llevaban allí dos días mientras que por Moscú se desataba el caos. Los civiles huían mientras tropas reunidas apresuradamente bajo el mando de Tukachevski se atrincheraban en la ciudad. El camarada Stalin se había negado a salir de la capital en busca de mayor seguridad.

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La guerra estaba siendo un desastre. Una y otra vez las divisiones acorazadas alemanas habían actuado como punta de lanza y abierto brecha en el dispositivo defensivo soviético. Una y otra vez nuestros soldados se habían tenido que replegar hacia el este, dejando cada vez mayores territorios, población y recursos en manos de los alemanes. Peor aún, los constantes bombardeos habían supuesto que nuestras industrias funcionase a un setenta por ciento de su capacidad normal. En las reuniones del Politburó se podía respirar la tensión. La Unión Soviética vivía su hora más negra. En el oeste Alemania se había anexionado Noruega el 17 de julio del año anterior, y había comenzado un ambicioso proyecto de fortificaciones costeras una vez que había decidido renunciar a la invasión de Gran Bretaña. Además en septiembre había lanzado una ofensiva en todo el frente que nos provocó repetidas derrotas y a la cual se había unido el avance japonés en el Lejano Oriente. Las ocho divisiones situadas en Vladivostok habían repelido con dificultades los sucesivos ataques nipones, pero las escasas tropas desplegadas en la zona no habían podido impedir la anexión de Mongolia el 8 de octubre. Tal desastre supuso una abertura enorme en el frente que se intentaba mantener lo que obligó a desviar varias divisiones de infantería desde el frente occidental, donde tanta falta hacían, al frente asiático.

En retirada en todas partes sin embargo el Ejército Rojo seguía plenamente motivado al contrario que muchos de los altos mandos, que se habían hundido en la depresión, incapaces de frenar la acometida nazi. En medio del desastre sólo podíamos recurrir a dos triunfos en nuestra mano. Uno de ellos era las cada vez mayores cantidades de infantería que estábamos lanzando a la batalla, habiendo logrado equilibrar las fuerzas terrestres en los dos bandos pocos meses después de empezada la guerra y mucho antes de lo que esperábamos. El otro triunfo se debía a la habilidad de Molotov, que tras obligar Alemania a Rumanía a ceder Transilvania a los húngaros, se había esforzado en tejer pacientemente lazos diplomáticos con varias naciones de nuestro entorno inmediato no alineadas con el fin a corto plazo de neutralizarlas y a medio plazo de unirlas a nuestra alianza. Llevaría mucho tiempo, como Molotov había señalado, pero su utilidad podía ser inmensa más adelante e incluso cuando acabase la guerra. Eso si sobrevivían.

Miró de nuevo el mensaje que le habían entregado pocos minutos antes.
“La situación es desesperada. De las veinte divisiones destinadas a la defensa de Moscú ni una sola se encuentra al 100% ni de hombres ni de material. Preciso refuerzos urgentes así como numerosos suministros así como todo el tiempo que podamos conseguir. Las fortificaciones de la capital y el río Moscova suponen una buena oportunidad defensiva, pero en el estado actual de mi ejército existen pocas garantías de defender con éxito la ciudad. Haga llegar mis felicitaciones al mariscal del aire Novikov. Y por favor, consígame esos refuerzos como sea. Mariscal Tukachevski”.

Efectivamente los pilotos del mariscal Novikov se habían empleado a fondo volando todos los días intentando repeler los ataques aéreos de la Luftflotte de Sperrle, que era la unidad de apoyo a Rundstedt. El castigo recibido por los anticuados cazas soviéticos había sido tremendo, pero aun así no cejaban y una y otra vez salían dispuestos a enfrentarse a los nuevos Focke Wulf alemanes. Novikov había preguntado que cuándo entrarían en la cadena de montaje los nuevos cazas. Nadie tuvo el valor de decirle que no había nuevos cazas, que tendría que contentarse con lo que tenía, interceptores antiguos que poco podían hacer contra los últimos modelos alemanes a pesar de la pericia y el valor de nuestros pilotos. Y así seguían, luchando y peleando en el cielo de Moscú. Y ahora era Tukachevski el que pedía para sus hombres, de un valor y una lealtad probada. Pero tampoco había para ellos, como bien sabía Aleksandrov. Soldados podían enviarle cuantos necesitase, reclutas novatos sin apenas instrucción, pero suministros... Los suministros almacenados eran escasísimos y valiosísimos.

- Ordene al mariscal Bulganin que proporcione todos los soldados necesarios para reforzar al máximo las unidades del mariscal Tukachevski. Igualmente envíe al ministro de armamentos Kaganovitch la orden de dar prioridad absoluta a las tropas de la región de Moscú en lo que a suministros se refiere. Deben estar a plena operatividad lo antes posible –dictó Aleksandrov a su secretario-. ¿Lo ha escrito todo?
- Sí, camarada. ¿Debo enviarlo inmediatamente?
- Sí, inmediatamente.

Y sin embargo Moscú no debía caer.
 
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Ministerio de la Guerra, Moscú, 14 de agosto de 1941


Ni una sola buena noticia en los últimos seis meses. Vichy se unía a la guerra y anexionaba Liberia. Y EEUU decidía en marzo aprobar la Ley de Préstamo y Arriendo pero seguía sin entrar en el conflicto. El partido aislacionista seguía férreamente defendiendo su postura de no intervenir en lo que era evidentemente una guerra confinada a los intereses europeos. No sabían qué equivocados estaban. ¡Era una lucha del Bien contra el Mal, de la Esperanza contra el Terror! Sólo la determinación de la victoria podría llevar a acabar con las tinieblas que procedían de Alemania y amenazaban con dominar el mundo como ya dominaban tan gran parte de la federación soviética.

Los territorios recientemente adquiridos a Polonia, toda Bielorrusia, casi toda Ucrania y toda la orilla oeste del río Don estaban ocupadas por el ejército alemán y sus aliados. El repliegue había acabado siendo general en todo el frente. Cada vez que caía una zona en manos de los alemanes la STAVKA daba órdenes de abandonar las posiciones y buscar mejores reductos defensivos. Así, paso a paso el ejército rojo había terminado por establecerse a principios de agosto tras un eje que arrancaba en el río Dniepr, seguía por el Don superior, Moscú y giraba hacia Novgorod. En el último medio año los tres ataques dirigidos por Rundstedt sobre Moscú habían sido duramente contestados por Tukachevski, pero las múltiples bajas en ambos bandos impedían una resolución decisiva en torno a la capital. Así era que las veintisiete divisiones de Tukachevski habían neutralizado a las puertas de la ciudad a las treinta y cuatro divisiones del mariscal alemán, con abundancia de blindados y de apoyo aéreo, justo de lo que carecíamos nosotros. Precisamente la falta de aviación había supuesto un duro golpe no sólo en las batallas terrestres que habíamos librado, sino especialmente en nuestra producción industrial, que seguía duramente castigada a pesar de los esfuerzos del ministro de armamento Kaganovitch.

Con el frente momentáneamente estabilizado y habiendo perdido gran parte de los recursos humanos y productivos con la ocupación de Minsk y Kiev, así como las cuencas mineras y las factorías de ambas zonas, el Politburó veía la imperiosa necesidad de lograr una victoria donde fuese para venderla a la opinión pública soviética y reforzar así la moral del pueblo.

Tal vez esa era la respuesta que estaba buscando el Politburó, pensó Aleksandrov. Tenía delante de él el plan de operaciones del mariscal Bagramian, un hombre que no debía estar muy bien considerado por Voroshílov, cuando el mando que había recibido en esta guerra era comandante en jefe del ejército rojo en el Lejano Oriente. Con quince divisiones de infantería y tres de blindados tenía la obligación de cubrir un enorme arco desde Vladivostok hasta el Tibet, contra algo más de ochenta divisiones japonesas que guarnecían el mismo sector. Aprovechando los caudalosos ríos de la zona y las elevadas montañas había atrincherado sus tropas en posiciones casi inexpugnables, pero la inferioridad numérica era aplastante. Fuese o no por su buen hacer lo cierto era que tras la conquista de Mongolia los japoneses sólo habían llevado a cabo tímidos intentos de romper las líneas rusas, excepto por tres grandes operaciones contra Vladivostok, donde se encontraba el Cuartel General de Bagramian, y a pesar de contar con más del doble de tropas (18 contra 8 divisiones) el ejército de Bagramian había resistido. Y ahora enviaba esto.

“...como puede ver el Alto Mando Japonés no se toma muy en serio este teatro de operaciones...”. ¿Era una crítica implícita? Tampoco en Moscú se tomaba en serio el teatro de operaciones asiático. Se confiaba con mantener nuestras posiciones y punto. “...la debilidad en combate de las tropas de Manchukuo y la ineptitud de sus generales junto con el criterio japonés de que deben ser soldados manchúes los que protejan el país y especialmente la capital...”. Donde gobernaba el último emperador chino. No conseguía recordar su nombre, Pu-Yi o algo así. Tampoco importaba era un cero a la izquierda, una marioneta de los japoneses, su relevancia política era nula. “...invasión para la que necesitaría cinco divisiones más aparte de con las que ya cuento, tres de ellas blindadas o mecanizadas a ser posible. La rapidez de movimientos se demostrará fundamental para el éxito de la operación y...”. Era una apuesta arriesgada. Con la situación estable en el frente occidental no debería ser difícil satisfacer la petición de Bagramian y sacar esas cinco divisiones del teatro de operaciones occidental. Siempre habría quien pondría pegas. Además, el plan de Bagramian era audaz, tal vez demasiado. Con esas cinco divisiones y tres más, el general Rominstrov debía penetrar en Manchuria y en una guerra relámpago quebrar las líneas manchús y plantarse en Harbin antes de que los japoneses tuviesen tiempo de reaccionar. Para ello Rominstrov tendría que hacer frente a catorce divisiones manchúes atrincheradas en posiciones favorables. ¿Se podría hacer?

La reunión había sido intensa. El camarada Stalin se había impuesto al más prudente mariscal Voroshílov. Se hacía obvio para todos que la necesaria victoria publicitaria pasaba por algún tipo de triunfo, triunfo imposible de obtener en el frente occidental. No serían cinco sino diez divisiones las que se destinarían a la invasión de Manchuria, ocho de ellas blindadas o mecanizadas. Ahora bien, Stalin dejó muy claro que entregando el doble de las fuerzas pedidas no esperaba los mismos resultados. Quería dejar a Manchukuo fuera de la guerra y eso debía quedarle muy claro a Bagramian. No habría excusas. El fracaso no era admisible. Bagramian respondería del buen fin de la operación. La ofensiva sería a finales de verano, porque en otoño la actividad en el frente occidental se reducía con lo que las diez divisiones que se debían transferir serían menos necesarias. Además, las líneas de montaje seguían escupiendo incesantemente más y más unidades, ahora sí, acorazadas y mecanizadas, con lo que tal vez ni siquiera fuese necesario redesplegar tropas en Oriente, sino asignarlas permanentemente al mando de Bagramian.
 
Muy interesante Bargron a ver que tal se te da el intento en Manchuria,la verdad es que lo tienes complicado.A mi la URSS me ha parecido siempre tan terriblemente grande que no lo he intentado aun nunca con ellos.Ánimo y a ver si hay suerte!
 
Yo sí... conseguí aguantar la línea en mis fronteras pre-bélicas durante 3 meses, y estaba cediendo cuando decidí abortar la partida y probar el CORE.

También es cierto que me vinieron con bastantes menos divisiones que a Bargron.
 
Pues la verdad es que es muy interesante jugar con los rusos, aunque en el 1.03b echo de menos que el invierno tengo mayores efectos en el juego.
 
CAPÍTULO IV: Golpe por golpe

Palacio de la Sabiduría Eterna, Sin King, Manchukuo, 15 de octubre de 1941


El emperador manchú Kang Teh, antes Pu-Yi, ex-emperador de China, se inclinó sobre el documento con la estilográfica en la mano. Vacilaba en firmar y era comprensible. Con su rúbrica perdería por segunda vez el poder, primero había perdido China y ahora perdía Manchukuo. Ya no le quedaría nada. “Con su vida se podría hacer una película”, pensó Aleksandrov. Emperador niño de China, emperador adulto de Manchukuo, marioneta de los japoneses y ahora prisionero de los rusos.

El general Rominstrov se impacientaba. El audaz plan del mariscal Bagramian había sido brillantemente ejecutado por Rominstrov. Con escasas divisiones había logrado el objetivo que Stalin había fijado, el sometimiento de Manchukuo y su anexión. La ceremonia de rendición que tenía lugar ante sus ojos no era más que formalismo. El imperio manchú había dejado de existir y ahora los nipones tendrían que alargar su frente mientras que Bagramian podría reducirlo. No obstante tanto Bagramian como Rominstrov eran plenamente conscientes que difícilmente podrían retener los territorios conquistados de haber una contundente respuesta japonesa. Por eso Rominstrov tenía prisa de visitar los atrincheramientos alrededor de la ciudad y ver si podrían resistir y cuánto si llegaba el ejército imperial.

De momento todo había salido a pedir de boca. En veinte días el cuerpo de ejército de Rominstrov había llegado a Harbin y a Sin King, capturando al gobierno títere encabezado por Pu-Yi. Las tropas manchúes apenas habían podido oponer resistencia a los blindados soviéticos y así el 15 de octubre todo el país había sido ocupado, lo que representaba un espléndido golpe propagandístico.

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No se había cosechado ningún éxito parecido en ningún otro frente. En el plano diplomático el 19 de agosto Argentina se había unido al Eje recibiendo como recompensa tres días después las posesiones francesas en el continente americano. El 26 de agosto había sido Afganistán y el 12 de septiembre Portugal las que se habían unido a Alemania en la guerra. De los tres sólo la postura de Afganistán sobresaltó al Politburó. Era una nación colindante con un pequeño ejército, pero las montañas afganas representaban todo un desafío tanto para ellos como para nosotros de tener la voluntad de combatir en esa zona. Inmediatamente al saber la noticia Voroshílov recomendó suspender momentáneamente la ofensiva de Bagramian sobre Manchukuo, pero ahí chocaba con el proyecto favorito de Stalin. Las operaciones en Manchuria eran ahora el niño mimado del camarada secretario general, que se negó en redondo a autorizar el menor retraso y ordenó sacar tres o cuatro divisiones del frente occidental y llevarlas a Afganistán para guarnecer la frontera con órdenes estrictas de defenderse pero también de aprovechar cualquier oportunidad de ocupar territorio afgano.

Así se hizo pese a las protestas de Voroshílov que señalaba que no se podía distraer más tropas para teatros de operaciones secundarios como el asiático y el afgano en detrimento del frente occidental que era donde realmente se estaba combatiendo por la supervivencia de la Unión Soviética. Indicando la imprudencia de las medidas que se estaban tomando en las últimas semanas y que él personalmente no respondía de la eficacia del sistema defensivo después de las decisiones aprobadas en el Politburó y que respondían más a razones políticas que estrictamente militares abandonó la sala con un portazo.

Josef Stalin permaneció silencioso igual que los demás asistentes a la reunión. Voroshílov era su amigo desde hacía muchos años, pero esta afrenta podía pagarla muy cara. El camarada secretario general lanzó un suspiro. “Siempre ha tenido mucho carácter” dijo sonriendo y se volvió hacia Aleksandrov. “Tú serás mis ojos y oídos en la ofensiva Bagramian. Ve, escucha e informa en cuanto tengas oportunidad. Ahora sal inmediatamente para Vladivostok”. “Sí, camarada secretario” contestó Aleksandrov.

Y allí, en Vladivostok, el 22 de septiembre, había tenido noticia de la decisión de los Estados Unidos de realizar un embargo de petróleo sobre Japón. Curiosos los americanos, no entraban en guerra pero se dedicaban a proporcionar suministros a los aliados que resistían el fascismo, además de perjudicar al Eje siempre que estaba en su mano. ¿A qué jugaban? ¿Por qué no entraban en guerra de una vez? ¿Qué les hacía falta para despertar?

Finalmente Pu-Yi rubricó el documento de rendición incondicional. Manchukuo pasaba a ser una más de las Repúblicas Socialistas Soviéticas. Inmediatamente Rominstrov y sus oficiales salieron de la sala. Era la primera victoria rusa de la guerra.
 
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Bueno bueno,lo de Manchuria te salio bien.Curioso lo de Afghanistan en mis partidas siempre se queda neutral o se va con la URSS,te lo han robado perfidamente los alemanes.
Animo y a ver si resistes en el frente de Moscu.
 
La verdad es que lo de Manchuria fue muy sencillo. Lo esperaba más complicado, la verdad. Lo de Afganistán es curioso, en mis partidas si se la lleva alguien es Alemania, aunque lo mismo da porque como aliado es bastante ruinoso, no sirve absolutamente para nada salvo que a la IA le dé por finiquitarlos (¿porque son una amenaza para la India?). De todas maneras suelo pasar bastante de ir por ahí haciendo diplomacia para contrapesar a la IA, prefiero ahorrar los puntos para hacer blitzkrieg diplomática contra ciertos países.
 
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