FALKENHAYN
Atravesó las inmensas puertas dobles del despacho de Su Majestad Imperial el Kaiser Guillermo II. Mientras se acercaba a la mesa de mármol reconoció a la persona que acompañaba al emperador, el canciller Bethmann-Hollweg. Se detuvo a tres metros de ellos y tras saludar esperó en posición de firmes.
- Descanse, general Falkenhayn –dijo el canciller, Falkenhayn se relajó-. Supongo que se preguntará la razón por la que está aquí.
- Lo cierto es que sí, excelencia.
- Acaba de llegar del Ministerio de la Guerra, ¿no?
- Sí, excelencia.
- ¿Y cómo van las cosas por allí?
El militar miró por un momento al canciller y luego posó su vista en el emperador, que todavía no había hablado. Sin duda estaban informados de lo que se cocía en el Estado Mayor del Ejército Imperial. Sólo hacía tres semanas que había estallado la guerra. El asesinato del heredero del trono austro-húngaro, el archiduque Francisco Fernando y su esposa, a manos de un terrorista serbio el 28 de junio de 1914 había supuesto la mecha que había encendido el polvorín en que se había convertido Europa. Las exigencias de Austria-Hungría a Serbia, autora intelectual del atentado, habían resultado infructuosas y tras conocer que Alemania cumpliría con sus compromisos el gobierno austríaco había declarado la guerra a Serbia, Serbia había sido respaldada por la Rusia zarista y Alemania había declarado la guerra a ésta y a su aliada Francia el 1 de agosto de 1914.
Inmediatamente el Jefe del Estado Mayor general Helmuth von Moltke, había dado los primeros pasos para implementar el Plan Schlieffen, consistente en movilizar rápidamente al ejército alemán y descargar un formidable golpe contra Francia para sacarla de la guerra, y una vez logrado esto emplear el excelente sistema ferroviario germano para desplegar estas tropas en el este y enfrentarse a Rusia, cuya movilización debido a las enormes distancias y a sus deficientes infraestructuras tendría que ser muy lenta. Pero había un problema.
El general Schlieffen había previsto un ataque en el cual el grueso del ejército formaría en el ala derecha y penetraría en un audaz avance a través del territorio belga, violando su neutralidad, y destrozaría el ala izquierda francesa tras lo cual giraría hacia París amenazando con envolver el centro y la derecha francesa. Mientras tanto el centro y la izquierda alemana tendrían que defender Alsacia y Lorena de las fuerzas francesas. Pero el ambicioso plan necesitaba a un Jefe de Estado Mayor enérgico y Schlieffen había fallecido el año anterior. El nuevo Jefe de Estado Mayor, Moltke, sobrino del gran Moltke, era un militar timorato que temiendo una victoriosa ofensiva francesa en Alsacia-Lorena decidió reforzar esta zona al igual que Prusia Oriental, todo ello en detrimento de las fuerzas del ala derecha, cuyo avance se vio recortado por falta de tropas y, como se demostraría más tarde, irremediablemente condenado al fracaso.
Plan de ataque a Francia elaborado por Schlieffen
Peor aún, el ataque a Bélgica hizo que Gran Bretaña se uniera a la guerra apoyando a Francia y Rusia y a ellos se había unido Japón, mientras que Italia, aliada de Alemania y Austria-Hungría se mantenía al margen.
Aliados y enemigos
A pesar de todo los primeros compases fueron prometedores, primero Lieja y luego Bruselas cayeron en manos de Alemania, pero el avance se había visto comprometido por un contraataque en Sedán y Chaumont, y a la vez los rusos habían atacado Konigsberg.
- Hay buenas perspectivas en el Frente oriental –contestó prudentemente-, el general Hindemburg resiste bien frente a Samsonov en Tannenberg.
- ¿Y en el oeste? –preguntó el emperador hablando por primera vez.
Falkenhayn respiró profundamente. De todos era conocida su rivalidad con el general Moltke y cómo había desaprobado los cambios que había introducido en el original Plan Schlieffen, pero no sabía si este era un buen momento para resaltar sus diferencias.
- Las tropas de Von Hausen están combatiendo con Joffre en Chaumont, y las de Von Beseler con Haig en Sedán. Deberíamos esperar a ver cómo se desarrollan los acontecimientos -Falkenhayn se percató de la mirada que se intercambiaron el emperador y el canciller.
- Está bien general, puede retirarse y muchas gracias por haber venido –le despidió Bethmann-Hollweg.