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¡Así me gusta, no hay clemencia para los que desafíen el poder ducal! ¡Que se pudran en la cárcel! :D
He estado siguiendo el AAR pero aun no había puesto nada. Me encanta la redacción, y empieza a ponerse muy interesante. Aquí tienes a un seguidor más :)
 
CAPITULO 6. LAS CARCELES DE PROVENZA

En vísperas del día de la Asunción del año 1071 un mensajero con la librea papal llega cabalgando sobre un veloz corcel a Provenza, levantando el polvo del camino que sigue costa y que cruza los burgos de Toulon y Marsella para llegar a Arlés, donde se encuentra la corte del Duque. Tras cruzar las puertas de la fortaleza y presentarse ante los guardias del castillo, estos lo conducen inmediatamente ante Bertran, que en ese momento se encuentra despachando con su Canciller Ponç de Castellane. El soberano de Provenza, sorprendido por aquella inesperada visita, rompe el lacre del mensaje con el sello papal, un tanto intrigado por conocer las noticias que le llegan desde Roma.

- ¡Maldita sea! ¡No, no lo haré!.-brama furioso el Duque tras leer el mensaje.

Bertran está indignado con su santidad Alejandro II. El Santo Padre le pide que libere de las mazmorras del Castillo de Arlés al Príncipe Arzobispo de Vivarais. El Duque no sale de su estupefacción. Tras una interminable serie de revueltas que comenzaron en el año 1069 cuando intentó encarcelar, sin éxito, a Girard de Viviers, no ha sido hasta hace cinco meses, el 8 de marzo de este año, cuando llegó al Castillo de Arlés un mensajero desde el Vivarais. Su primo Jaufret le comunicaba que el Príncipe Arzobispo por fin había entrado en razón y solicitaba la paz al Duque de Provenza. Bertran envió una respuesta clara: “La paz se hará en el Vivarais cuando el Príncipe Arzobispo esté a buen recaudo en las mazmorras del Castillo de Arlés”.

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Con el Vivarais ocupado por las tropas ducales, derrotado en todas las batallas por los ejercitos de Jaufret de Forcalquier y del Obispo Girard d'Aix. sin ejército ni esperanza de alcanzar la victoria, el Príncipe Arzobispo decidió claudicar, entregandose a ejercito ducal e ingresando el 13 de marzo en la cárcel de Arlés, dándose por finalizada la revuelta del Vivarais.

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Ahora Bertran se niega rotundamente a liberar a esa alimaña que no ha dejado de provocarle dolores de cabeza en los últimos tres años y que todavía no ha pasado ni seis meses degustando los placeres de la prisión de Arlés. El Duque odia profundamente a Girard de Viviers, una persona envidiosa, perezosa y paranoica, que osó unirse al Conde de Veniassin en el desafío a su autoridad, provocando una guerra civil e infinidad de revueltas en el Vivarais que han costado gran cantidad de vidas y sangre derramada, así que decide no liberar al Príncipe Arzobispo por más que el Sumo Pontífice Romano se lo pida. El prisionero cuenta solo con 32 años y aun puede tener por delante una vida larga, suponiendo una grave amenaza para la Provenza.

- Entiendo que no deseéis liberar al Príncipe del Vivarais, pero no atender un deseo del Santo Padre puede costarnos caro y supondría un grave error diplomático. Por el contrario, aceptar la voluntad papal puede acarrearnos la gratitud de Alejandro y muchos beneficios - le susurra el Canciller al oído, como si se tratase de su conciencia.

Bertran se sosiega y medita durante unos momentos sobre el consejo de Ponç. Sabe que es verdad ya que tener de su parte al líder de la cristiandad puede abrirle puertas y tenerlo en contra puede acarrearle no solo la enemistad del Papa, sino que éste apoye a los enemigos de Provenza o, incluso, una excomunión. Así que, a regañadientes, firma la orden de libertad de Girard de Viviers y envía de vuelta a Roma al mensajero del Santo Padre para que le comunique que el Duque de la Provenza ha acatado sus deseos y ha accedido a liberar al Príncipe Arzobispo de Vivarais.

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Bertran se consuela pensando que al menos nadie podrá interceder por el Conde de Veniassin, que falleció en las mazmorras ducales poco antes de San José, solo tres días después de encarcelar al Príncipe Arzobispo, el 16 de marzo, tras más de dos años y medio de presidio.

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Las malas lenguas dirán que fue la mano de Bertran quien acabó con la vida del Conde, pero la verdad es que fue la humedad y las malas condiciones en las que tenía que sobrevivir Rainaud en la lóbrega y húmeda mazmorra ducal, quienes agravaron el precario estado de salud del Conde, que no se había recuperado del todo de las graves heridas que recibió en su cuerpo durante la guerra civil. La vida carcelaria provocó un empeoramiento progresivo de su estado y que las fiebres se cebasen en su cuerpo, apagando lentamente la vida de Rainaud en la oscuridad de la mazmorra, hasta terminó por expirar.

Bertran, ya más sosegado, reconoce que la situación en la Provenza ha cambiado mucho en los últimos años. El prestigio del Duque ha crecido mucho durante la guerra civil, y aunque Girard sea un truhán artero con habilidades diplomáticas, no encontrará a nadie entre los vasallos ducales dispuesto a conspirar para erosionar su posición, por lo que será inofensivo aunque esté en libertad. El nuevo Conde de Veniassin, bautizado con el mismo nombre que su padre, Rainaud, es un tierno infante de solo 5 años bajo la regencia de Aymer d’Orange, que no supone ninguna amenaza real para el Duque. Además Bertran mantiene buenas relaciones tanto con Guigues “El Gordo” de Vienne, que sucedió a su padre al fallecer éste en mayo con 71 años, como con su primo del Forcalquier, al que compensó por sus servicios durante la guerra civil y la revuelta del Vivarais concediéndole el 4 de mayo el importante titulo honorífico de copero de la corte ducal. Por otro lado se ha desactivado la posibilidad de injerencias del Ducado de Tolouse en la política de Provenza toda vez que ahora Bertran ya tiene tres hijos, entre ellos el varón que heredará sus titulos y posesiones, el pequeño Guilhém.

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Así que el Duque intenta olvidar que por culpa del Principe de Vivarais ha perdido su oportunidad de acceder al puesto de Senescal en la Corte Imperial. En los últimos años la relación de Bertran con el Káiser se ha enfriado por culpa de las continuas revueltas que le han mantenido concentrado en los problemas internos de la Provenza y por ello no pudo acudir a las sucesivas llamadas del soberano del Sacro Imperio para atacar la Pomerania y a los infieles, lo que provocó que Heinrich IV no le tuviese en cuenta cuando sustituyó a su Senescal, concediendo el ansiado puesto a otro noble del imperio.

El Duque de Provenza, por su parte, ya se ha cansado de mirar hacia el norte esperando que le llegue la fortuna desde Bamberg y se halla inmerso en la preparación nuevos planes que le hacen estar más atento al sur. Su proyecto todavía no está maduro pero espera que en los próximos meses termine de cuajar para poder presentárselo a sus vasallos en un banquete que celebrará en invierno, posiblemente en Navidad, en el Castillo de Arlés.
 
¡Con la Iglesia hemos topado! Será caradura el Papa, encima te pide la liberación de esa mosca cojonera... xD
Mucha fuerza de voluntad ha tenido que tener el duque Bertran, pero el Papa era el Papa... la autoridad moral de momento... menuda faena -_-
 
ahora que has liberado al principe-arzobispo, ¿vuelve a tener su titulo nobiliario o lo ha perdido?, ¿puedes quedarte con sus titulos?
 
¡Con la Iglesia hemos topado! Será caradura el Papa, encima te pide la liberación de esa mosca cojonera... xD
Mucha fuerza de voluntad ha tenido que tener el duque Bertran, pero el Papa era el Papa... la autoridad moral de momento... menuda faena -_-

Lo mismo he pensado yo. Me han dado tentaciones de tomar la otra opcion y dejar al principe en la carcel y al papa con un palmo de narices, pero no quiero arriesgarme a que excomulguen al duque o que el papa empiece a apoyar a los enemigos de provenza, pero me dan ganas de envenenar al principe.

ahora que has liberado al principe-arzobispo, ¿vuelve a tener su titulo nobiliario o lo ha perdido?, ¿puedes quedarte con sus titulos?

Nada. El principe arzobispo provoca una guerra civil, apoya rebeliones, no pasa ni medio año en la carcel y sale de rositas, mantiene sus titulos y el duque no se los puede revocar porque en el sacro imperio no esta reconocida la revocacion, ni se los puedo usurpar, ni nada de nada, solo soportarlo en silencio como las hemorroides. Paciencia hay que tener...
 
Nada. El principe arzobispo provoca una guerra civil, apoya rebeliones, no pasa ni medio año en la carcel y sale de rositas, mantiene sus titulos y el duque no se los puede revocar porque en el sacro imperio no esta reconocida la revocacion, ni se los puedo usurpar, ni nada de nada, solo soportarlo en silencio como las hemorroides. Paciencia hay que tener...

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Nada. El principe arzobispo provoca una guerra civil, apoya rebeliones, no pasa ni medio año en la carcel y sale de rositas, mantiene sus titulos y el duque no se los puede revocar porque en el sacro imperio no esta reconocida la revocacion, ni se los puedo usurpar, ni nada de nada, solo soportarlo en silencio como las hemorroides. Paciencia hay que tener...

¿No se le puede dar una ración de daga al arzobispo?
 
Pues aqui os dejo un nuevo capitulo de las aventuras del Duque de Provenza. Para los que esperabais una muerte cruel del Principe Arzobispo de Vivarais... os vais a quedar con las ganas. Nuestro malo malisimo continuará maquinando desde su castillo de Viviers.

CAPITULO 7. EL BANQUETE

Mientras en el cielo resuenan, por encima de las torres de la fortaleza de Arlés, las campanadas que anuncian la hora sexta, o sea mediodía, los invitados al banquete del Duque Bertran comienzan a tomar asiento en la Gran Sala del Castillo. Bertran ha preparado una gran fiesta que se extenderá desde después de Navidad hasta la festividad de Reyes y a la que ha invitado a todos sus vasallos, que podrán disfrutar con las diversiones que el Duque les ha preparado, banquetes amenizados por juglares y acróbatas, y bailes cortesanos.

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Aunque las arcas ducales no están muy llenas debido a los gastos ocasionados por la guerra civil y las revueltas del Vivarais que han consumido gran parte de su tesoro en sueldos para los soldados, el Duque ha decidido gastar buena parte de la plata de que dispone, cinco libras y media de las 22 que tiene, en agasajar a sus invitados con este gran banquete.

Bertran ha tenido que darle un lavado de cara al palacio, adecentar las habitaciones donde pernoctaran sus invitados, contratar servidumbre, lo que le ha supuesto un desembolso de casi seiscientos deniers*, a los que hay que sumar los 442 deniers que le ha costado contratar a los acróbatas y juglares que amenizaran las veladas. Por otro lado también ha tenido que llenar llenar sus despensas comprando los más finos manjares para sus invitados, lo que ha reducido en 295 deniers más su riqueza. Con este importe la mesa del duque se llenará de ricas viandas como el pato, el venado o el jabalí, que ha cazado el propio Bertran, y los más exquisitos quesos, dulces y postres, suficiente para llenar el estomago de sus huespedes.

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Bajo las bóvedas de piedra del viejo castillo de Arlés reina un ambiente de alegría y jolgorio mientras Bertran da una acogida cordial a sus invitados. Han venido todos sus vasallos vestidos con sus mejores galas, sus más lujosos jubones, túnicas y gorros, y los más ostentosos mantos. Ahí están su primo Jaufret, Conde de Forcalquier y Copero de la corte ducal, acompañado por su esposa Geneviva de Gap, Guigues “El Joven”, Conde del Delfinado de Vienne, y su esposa Ursula, Tibaud, Magistrado Mayor de la ciudad de Marsella y Mariscal del ejercito ducal, el Obispo Girard d’Aix, Capellán de la corte, y el Barón Robert de Grimaud, acompañado de su esposa Garcenda.

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Pero no solo han acudido los vasallos que profesan una declarada amistad al duque, sino también los enemigos, a los que se envió invitación esperando que la declinasen pero que han decidido acudir, no se sabe si en un acto de reconciliación o con intención de molestar. Por ello también ocupa su lugar en la Gran Sala del Castillo de Arlés el Príncipe Arzobispo Girard de Viviers, liberado en agosto de la cárcel ducal, y la Princesa Ermesinda de Navarra, Condesa del Veniassin y viuda del traidor Conde Rainaud , acompañada por su hijo, de solo 5 años, y que es Conde titular bajo la regencia de Aymer d’Orange.

Aunque el Duque está deseando estrangular con sus manos al Principe Arzobispo sabe que eso no seria bueno para sus futuros planes, para los que necesita paz en la Provenza, por lo que decide darse el beso de la paz con Girard de Viviers, tan falso por ambas partes como el beso de judas, pero que es útil para ambos en este momento.

Así las jornadas discurren apaciblemente en la corte de Bertran, entre bailes y acrobacias, entre comidas animadas con las payasadas del bufon y las historias de los juglares. El duque, durante esos días de final de diciembre y principio de enero, estrecha sus lazos de amistad con algunos de sus invitados, como con el Obispo Girard d'Aix, mientras que con otros, como con su primo Jaufret, tiene algún encontronazo, pero Bertran no solo ha preparado este gran banquete para disfrutar de la comida y los espectáculos, sino para exponerles a sus vasallos su último proyecto.

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Así, durante estos días, ha mantenido charlas informales con algunos de sus vasallos con los que tiene mayor confianza, exponiéndoles su proyecto, y cuando se ha asegurado que tendrá un claro apoyo, en uno de los primeros días de enero, después de la comida y mientras los comensales están rebajando sus estómagos a base de animadas conversaciones en la Gran Sala, decide hacer participes a todos sus huéspedes de la idea que ronda su cabeza desde hace meses.

- Como sabéis, queridos amigos, hay un tema que me preocupa mucho y al que llevo tiempo intentando poner solución. Se trata de la piratería en el Mediterráneo que dificulta nuestras relaciones comerciales y que hace de nuestro mar un lugar peligroso para nuestras naves. El Káiser Heinrich, que dios guarde muchos años, solo se ha preocupado hasta ahora por luchar contra las herejías en Pomerania y Pomeralia pero no ha prestado atención a nuestros problemas con los infieles que dificultan nuestro comercio. Creo que debemos ser nosotros quienes arreglemos este asunto con nuestros medios.- dice Bertran mientras sus invitados están atentos a sus palabras, que a muchos parecen exageradas.

Realmente el comercio de la Provenza se dirige sobre todo al Reino Franco y hacia el Sacro Imperio, realizándose por tierra. Las pocas naves que se arriesgan al largo viaje por mar bordeando la Península Ibérica para llegar a Inglaterra, Dinamarca o Noruega, tienen más problemas con el clima y las tormentas que con los piratas. Pero aun así todos los asistentes se mantienen en silencio porque saben que hay una razón oculta detrás de este discurso.

- Por ello ha llegado la hora de declarar la guerra a los piratas e infieles, destruyendo sus bases y yo, Bertran II Duque de Provenza por la gracia de Dios, levanto mi pendón y os pido que me sigáis para ir contra ellos en sus bases de Mallorca.

Todos los invitados aplauden esa declaración de guerra, unos con mayor entusiasmo como el Obispo Girard d’Aix, inspirador de la idea, y otros menos efusivamente como el Principe de Vivarais y la Condesa de Veniassin. Pero a nadie se escapa que una victoria sobre el Emirato de Mallorca, aunque no supondrá mejorar la seguridad de la navegación por el Mediterráneo de forma ostensible, si que reportará más tierras, títulos y riquezas para los vasallos que se hayan mostrado más fieles al duque, a costa de los derrotados infieles, por lo que todos aprueban la propuesta y se muestran partidarios de participar en esta campaña militar.
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* La unidad monetaria de la época era la libra instaurada por Carlomagno, dividida en 20 sous (sueldos, chelines...) que a su vez se componian de 12 deniers (dineros, peniques...). Puesto que la libra era una unidad muy grande, se utilizaba solo como moneda de cuenta, siendo los deniers la moneda circulante más corriente.
 
¡Oh, Dios mio! ¡Aun tuvo la osadía de acudir al banquete el arzobispo...! menos mal que no tienes el rasgo de empalador... pq sino dudo mucho que Bertran se hubiera contenido xD Pero bueno, al menos no la lió.
La idea de atacar Mallorca es buena, sobre todo si no está bajo la protección de Mauritania, sería una conquista asequible, y el pretexto, inmejorable xD
 
Estoy ahora mismo con estos mandarrianes.

Apresúrate a formar Burgundia antes de que el Kaiser instituya la Autoridad Media en el Imperio. Después de eso, se acabaron las guerras y ya sólo podrás expandirte por medio de matrimonios. Yo lo que hice fue fabricar claims en Lyon, Ginebra y Saboya, y acoger pretendientes a Borgoña y Monferrato.
 
Pues de momento vamos a por Mallorca y luego... ya veremos. Y si no nos dejan conquistar ducados, siempre podemos ser elegidos Kaiser del Sacro Imperio.

CAPITULO 8. EL ASEDIO DE ALCUDIA

En los primeros meses de 1072 el Ducado de Provenza es un hervidero de actividad. En el puerto de Marsella se están ultimando los preparativos de una gran flota de 13 galeras que llevará al ejercito dirigido por el Duque de Provenza a la Isla de Mallorca para ejecutar el plan que este expuso ante sus vasallos en enero, arrebatar la isla a los infieles.

Tanto Mallorca como Menorca son propiedad del Emir Yahya I, de la dinastía Abalia, que posee la extensa taifa de Murcia, que se extiende por las provincias de Murcia, Almansa y Denia del antiguo Al-Andalus. Estas islas, gobernadas por jeques vasallos del Emir, están bajo el influjo islámico desde el año 902, cuando fueron conquistadas definitivamente al Imperio Bizantino tras un periodo de pertenencia, a veces más nominal que real.

En el resto de la Provenza los vasallos de Bertran están llevando a cabo levas en todos los feudos desde Aix hasta Vienne y desde Forcalquier al Vivarais, reclutando hombres entre los campesinos, mientras desde los pulpitos los sacerdotes predican la guerra santa contra Mallorca, incitando a los campesinos a que se unan a la lucha contra los infieles.

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Pero durante todos estos preparativos se ha producido un cambio en el Consejo Privado del Duque, puesto que su Jefe de Espias, Marçau d’Aix, ha fallecido a finales de enero de 1072. Bertran coloca en el puesto a su primo Jaufret, el Conde de Forcalquier, que de esta forma se convierte en uno de los vasallos más poderosos de la corte de Arles. Aunque el duque no tiene gran aprecio por su primo, reconoce que es la persona más indicada para ocupar ese puesto y lo nombra, con lo que se gana el agradecimiento y lealtad de Jaufret.

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A principios de mayo ya han finalizado los preparativos y un ejercito de casi mil hombres provenientes de todos los puntos de la provenza, que se hayan acantonados en Marsella desde hace semanas, comienzan a embarcar en las naves que les llevaran a luchar contra el infiel.

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El tiempo está calmado y las galeras no encuentran contratiempos en el Mediterráneo, llegando a su destino a finales del mes de mayo y desembarcando el día 23 al norte de la isla de Mallorca, en la bahía pequeña de Alcudia, junto a la desembocadura de un torrente. De la histórica ciudad fundada por los fenicios y capital de la isla desde que los romanos fundasen sobre su solar Pollentia, salen a recibirlos, no precisamente en son de paz, un ejército de 628 hombres, dirigidos por el Gran Visir del Emir de Murcia, Hilal de Ibiza, ayudado por Abdul-Raman, jefe de espías y qadi de Albacete y por el muftí Yusuf de Madina Mayurqa.

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El ejército dirigido personalmente por Bertran se prepara en formación de ataque. Su flanco derecho está dirigido por Alberic, magistrado mayor de la ciudad de Apt y consejero del Forcalquier, mientras que el izquierdo esta comandado por Girard d’Aix, Obispo de Aix y capellán de la corte ducal.
Ambos ejércitos se enfrentan durante esa jornada en una larga batalla, en la que ambos contendientes demuestran valor pero que termina con la victoria del duque de Provenza. Cuando se apagan los gritos sobre el cielo de la capital mallorquina, en sus playas quedan tendidos los cuerpos de más de 800 hombres, tiñendo de sangre la arena, habiendo perdido el ejército cristiano un tercio de sus efectivos mientras que el musulmán tiene que lamentar la muerte de dos tercios de sus hombres.

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Tras la derrota los restos del ejército mallorquín se encierran dentro de la ciudad mientras que Bertran pone bajo asedio la plaza, con la intención de conseguir la destrucción total del ejército defensor y una rápida rendición de la isla. Pero las cosas no salen tal como las ha planeado el duque y a mediados de julio, cuando casi se cumplen dos meses de asedio, sin que el ejercito cristiano haya conseguido doblegar a los sitiados, una salida de los defensores por una poterna, durante la noche, causa numerosas bajas en el campamento ducal, al que ha cogido desprevenido.
En la confusión un pequeño grupo de defensores de la ciudad, apenas media docena de jinetes, ha roto el asedio y huye camino de Madina Mayurqa, con la intención de pedir ayuda, pero Bertran, en vez de dejarlos huir, los persigue para vengarse del golpe que le han asestado.

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El duque persigue con saña a los huidos y les da alcance en las cercanías de la ciudad que los romanos fundaron al otro lado de la isla, bajo el nombre de Palma. Antes de regresar a Alcudia Bertran deja como recuerdo de su estancia en la ciudad las cabezas de los huidos clavadas en estacas para demostrar su poder.

En agosto un nuevo contratiempo se interpone entre Bertran y la conquista de Alcudia. Las fiebres se ceban con los sitiadores y la enfermedad se extiende por el campamento, causando muchas muertes y debilitando el asedio, algo que refuerza el ánimo de los sitiados y que anuncia que la lucha por la conquista de la capital va a ser muy larga.

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En septiembre parece que las cosas pueden cambiar y que la toma de la ciudad está más cerca, cuando tras aniquilar una pequeña tropa de atacantes que había salido de la ciudad para acosar a los asediadores, el duque consigue introducir la traición dentro de los muros de la ciudad y mediante sobornos consigue que algunos de los sitiados empiecen a forzar la rendición, pero una nueva salida de los defensores el 15 de septiembre, que causa numerosas pérdidas en el ejercito de Bertran demuestra que el fin del asedio no está tan cerca y que la conquista de Alcudia no va a producirse a corto plazo.

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CAPITULO 9. SANGRE PROVENZAL EN ALCUDIA

Bertran esta sudando bajo su cota de malla en este caluroso día de julio mientras escucha el pesimista informe de su mariscal, Tibaud de Marsella. Cuando se cumple más de un año de asedio a Alcudia la situación continúa estancada. No ha conseguido que la ciudad se rinda, ni ha conseguido la ocupación de la isla y cada día que pasa el sitio sobre la plaza es menos firme y los constantes ataques de los infieles de la isla, amén de las enfermedades que se extienden por el campamento, hacen que cada día el duque disponga de menos tropas para continuar.

- ¡Alarma!¡Nos atacan!- resuena, de repente, en el campamento de Bertran.

Es un grito que se oye cada día. Como si intuyesen la debilidad de la posición de Bertran, los isleños han redoblado sus ataques, las tropas sitiadas del Emir de Murcia en Alcudia intentan, una y otra vez, romper el cerco al que se hallan sometidos, mientras que en Mallorca y en el resto de las islas se producen levantamientos y ataques continuos que le impiden mantener bajo control el emirato.
Bertran tuvo que enviar en enero a Jaufret a Minurka (Menorca) para aniquilar a los soldados que desde allí no paraban de hostigarles. El conde de Forcalquier con una nutrida compañía está desde entonces empantando en una lucha contra los musulmanes menorquines intentando someter a la isla, pero a pesar de sus victorias en Medina Minurka y en Mahon sobre los infieles, no ha conseguido la ocupación de la isla, algo que perjudica al duque que dispone de menos tropas para el asedio de Alcudia.

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Ademas Bertran ya no puede contar con su otro gran apoyo, Girard d’aix. El capellán fue enviado hace dos meses, en mayo, a sofocar una revuelta en la isla de Ibiza y aunque lo consiguió, volvió malherido, falleciendo poco después a resultas de las graves heridas.

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El duque tuvo que sustituir a su capellán y a partir de entonces ocupa su puesto en el Consejo Privado el nuevo obispo Berthold de Aix, nombrado por el papa Alejandro II. Bertran no confía tanto en su nuevo capellán como en el fiel Girard, que dios tenga en su gloria, por lo que decidió que el nuevo capellán se quedase en Provenza, algo que a buen seguro agradeció el obispo de Aix a la vista de cómo se desarrolla la guerra de Mallorca.

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Por otro lado a alguien tenia que dejar en Arles ayudando a Ponç a gobernar el ducado en ausencia de su soberano. El canciller durante este tiempo de ausencia de Bertran no solo ha estado llevando las riendas de Provenza sino que ha ejercido otras misiones para el duque como cuando a finales de enero se trasladó a Lorena para asistir como representante del duque en la boda entre la hermana menor de Bertran y el heredero del ducado lorenés, que ya habia alcanzado la mayoría de edad. Dado que fue el Canciller el que impulsó estos esponsales a nadie pareció extraño que fuese él el encargado de representar a Bertran en la ceremonia, dado que el duque no podía dejar el asedio de Alcudia.

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Pero lo que no sabe nadie sabia que Ponç había recibido unas ordenes secretas del duque para desarrollar una misión secreta en Nancy: debía solicitar refuerzos al Duque de Lorena para que apoyase a Bertran en la guerra contra el Emir de Murcia. El duque de Provenza no quiere reconocer en público que la situación se está haciendo más insostenible cada dia que pasa, no puede ignorar en privado que necesita apoyo urgente para conquistar Mallorca o tendrá que abandonar la empresa. Por suerte el canciller consiguió llevar a buen término la misión y, aunque los refuerzos tardaran en llegar, puesto que hay que reclutar los hombres y luego tienen que recorrer un gran camino hasta llegar a Mallorca, Berthold de Chatenois aceptó, sin dudarlo, participar en la guerra contra el Emir de Murcia apoyando al hermano de su nueva nuera.

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Pero hasta que lleguen los refuerzos loreneses el duque solo dispone de sus fuerzas para evitar que en este nuevo ataque se rompa el cerco a la ciudad y por ello se pone a la cabeza de sus hombres dirigiéndose hacia el lugar donde los infieles están atacando a las tropas cristianas con la intención de huir, o al menos causar la mayor cantidad de bajas entre las tropas provenzales.
Aunque los combatientes son pocos la batalla es cruenta. Se trata de 10 jinetes que han salido en tromba desde la ciudad apoyados por una lluvia de flechas que cae sobre el ejercito provenzal y que intentan sacar partido de haber cogido desprevenidos a los sitiadores.
Mientras los hombres liderados por el duque se enfrentan a los jinetes musulmanes, de repente Bertran cae de su caballo y poco después un grito resuena por el campamento “el duque esta herido”. En volandas lo traen varios soldados y lo meten en su tienda de campaña, mientras de su hombro sale victoriosa el asta de una flecha musulmana que ha conseguido introducirse en la carne del soberano de Provenza. Mientras fuera sus tropas terminan de aniquilar y pasar a cuchillo a los que han osado intentar romper el cerco, el duque se debate entre la vida y la muerte en su tienda de campaña mientras sus físicos no se atreven a extraer la flecha, alojada demasiado cerca del corazón.

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Uff esta chunguilla la conquista mallorquina ;)

Dales ensaimadas a tus hombres para que cojan fuerzas :)
 
pinta complicada la cosa, ojala los refuerzos lleguen a tiempo, ¿como va la situacion interna de tu ducado, hay revueltas o algo asi?, lo comento por que hace un año que estas en guerra y el agotamiento de guerra tiene que ser alto
 
Disponer siempre de una "reserva" de dinero (por ejemplo 150-200 monedas al principio) para mercenarios es básico en mi modesta opinión en este juego, en especial cuando juegas con duques o pequeños reinos.

Por un pago inicial de 75 monedas mas 6 monedas mensuales dispones de 1.500 meercenarios que para momentos iniciales del juego mas que suficiente para ocupar toda Mallorca, mientras tu ejercito por ejemplo asedia Menorca, los mercenarios podian hacer lo mismo con Alcudia e incluso con ellos puedes arriesgar cuando los asediados solo estén al 35% o menos ordenarles asaltar el castillo.

Incluso cuando el reino ya es "grande" siempre es bueno tener al menos 500-700 de dinero siempre de reserva, muy útil tanto para defender como atacar, si defiendes lo invertido en mercenarios se recupera con la indemnización que te paga el perdedor (salvo que tengas mucha piedad y los cruzados estén libres y tu rival no sea cristiano, entonces mejor pillar cruzados). Cuando atacas y las relaciones con tus duques o demás nobles no son muy boyantes sirve para no tener que llamar formar levas de tus vasallos problemáticos o que el agotamiento de guerra no se muy elevado y de pie a que los nobles rebeldes no te pillen en bragas en casa.
 
Uff esta chunguilla la conquista mallorquina ;)

Dales ensaimadas a tus hombres para que cojan fuerzas :)
Consejo admitido, he pedido varios kilos de ensaimadas para mis hombres... aunque quiza me coma yo la mitad... para asegurarme de que estan en su calidad optima.

pinta complicada la cosa, ojala los refuerzos lleguen a tiempo, ¿como va la situacion interna de tu ducado, hay revueltas o algo asi?, lo comento por que hace un año que estas en guerra y el agotamiento de guerra tiene que ser alto

De momento hay un par de vasallos que ya estan a un 11% de cabreo (y subiendo) por el aumento gastos por las levas. O se termina pronto la guerra de mallorca o pronto se me puede abrir un segundo frente en casa. En cuanto a los loreneses son mas lentos que una tortuga coja, pero ya van por Barcelona asi que no queda mucho para que se unan a la guerra, se pillan el ferry y se plantan en Alcudia en nada.

Disponer siempre de una "reserva" de dinero (por ejemplo 150-200 monedas al principio) para mercenarios es básico en mi modesta opinión en este juego, en especial cuando juegas con duques o pequeños reinos.

Por un pago inicial de 75 monedas mas 6 monedas mensuales dispones de 1.500 meercenarios que para momentos iniciales del juego mas que suficiente para ocupar toda Mallorca, mientras tu ejercito por ejemplo asedia Menorca, los mercenarios podian hacer lo mismo con Alcudia e incluso con ellos puedes arriesgar cuando los asediados solo estén al 35% o menos ordenarles asaltar el castillo.

Incluso cuando el reino ya es "grande" siempre es bueno tener al menos 500-700 de dinero siempre de reserva, muy útil tanto para defender como atacar, si defiendes lo invertido en mercenarios se recupera con la indemnización que te paga el perdedor (salvo que tengas mucha piedad y los cruzados estén libres y tu rival no sea cristiano, entonces mejor pillar cruzados). Cuando atacas y las relaciones con tus duques o demás nobles no son muy boyantes sirve para no tener que llamar formar levas de tus vasallos problemáticos o que el agotamiento de guerra no se muy elevado y de pie a que los nobles rebeldes no te pillen en bragas en casa.
Buen consejo. Para la proxima conquista lo tendre en cuenta pero es que las baleares parecian tan indefensas y faciles de conquistar que me he emocionado, me he lanzado a la aventura y ahora estoy empantanado en una guerra bastante chunga... como los EEUU en Afganistan. Menos mal que tenia un as en la manga con Lorena porque sino ahora la situacion si que estaria negra. Por otro lado me parece que en Provenza se recauda bastante poco y que las reservas de oro suben muy poco a poco y para tener 500 monedas necesito años y años.
 
Pinta partida entretenida. Muy buen AAR! y........ cómo sigue?? :rolleyes:
Pues ahora te lo cuento, aunque puedo adelantarte que la guerra de Mallorca esta proxima a su fin, que podreis ver en el capitulo 11, aunque no os digo si los provenzales vencen o tienen que volver a Arlés con el rabo entre las piernas... podeis ir haciendo vuestras apuestas.


CAPITULO 10. EL ATAQUE LORENÉS

A finales de julio de 1073 Mathilde, Duquesa de Provenza, está sentada en la cabecera de la mesa del Consejo Privado, ocupando el puesto que le correspondería al duque, vestida con el blanco riguroso que utilizan las viudas. Hace pocos días llegó a Marsella una galera proveniente de Mallorca que traía el cuerpo de su marido, Bertran II de Provenza, fallecido el 15 de julio a causa de las heridas provocadas por una flecha en una batalla durante el asedio de Alcudia.

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Bertran ha fallecido a los 26 años, de los cuales 10 han transcurrido como duque de Provenza, mientras intentaba ampliar los límites de los dominios que recibió de su padre, el Duque Jaufret I, pero no lo ha conseguido, dejando al ducado huérfano y sin gobierno dado que su hijo Guilhem, el nuevo Duque de Provenza, solo cuenta con 2 años, por lo que hay que buscar un regente hasta que éste alcance la mayoría de edad.

Así alrededor de la mesa del Consejo, intentando decidir quién ostentará la regencia de Provenza, se sientan además de la duquesa viuda, el Canciller Ponç de Castellane, el Barón y Senescal de la corte Robert de Grimaud, y el obispo Berthold d’ Aix. Es un consejo reducido, puesto que no se encuentran ni el mariscal, Tibaud de Marsella, ni el jefe de espías, Jaufret de Forcalquier, que se hallan al mando del asedio de Alcudia y de la conquista de Menorca respectivamente.

Desde el principio de la reunión la duquesa Mathilde intenta forzar que el Consejo la nombre regente aduciendo que ella es la viuda del anterior duque y la madre del actual, pero a los miembros del Consejo no les agrada la idea de que en un momento de guerra dirija el ducado una mujer sin experiencia en el campo de batalla, creyendo que sería demostrar debilidad, por lo que eligen al Canciller Ponç de Castellane. Esto enfurece a Mathilde pero sabe que no puede evitar y menos aun oponerse, puesto que es consciente de que el Canciller controla todos los resortes de poder, desde prebostes hasta soldados.

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Mientras tanto en Mallorca la guerra no va a mejor. Tras conocer la muerte del duque los isleños han redoblado sus ataques por lo que las bajas en el ejército provenzal son cada día más abultadas, mientras que el asedio es menos firme, la moral entre los asediadores mas baja y la posición de Jaufret en Menorca más complicada cada día que pasa.

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La única esperanza que tienen Tibaud y Jaufret para cambiar el signo de la guerra está depositada en el ejercito enviado por el Duque Gerhard deLorena que partió desde Nancy para apoyar al difunto duque Bertran, hermano de su nuera, pero estas tropas no acaban de llegar mientras que la situación del ejercito provenzal en las islas se está haciendo insostenible por momentos.

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Así van pasando los meses y a julio le sigue agosto y a este septiembre y octubre. No es hasta noviembre de 1073 cuando las tropas lorenesas entran en combate contra el Emir de Murcia, aunque no en Mallorca como esperaban Jaufret y Tibaud, sino en Denia. El ejercito enviado por el duque Gerhard de Lorena no ha conseguido un medio de transporte que le lleve a las islas ni en el puerto de Barcelona ni en el de Valencia, y ante este contratiempo han decidido dirigirse directamente hasta la ciudad donde se halla la corte del emir murciano para atacar su palacio y forzarle a pedir la paz al joven Duque Guilhem V de Provenza.

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Las fuerzas cristianas llegadas de Lorena se enfrentan a un ejército comandado por el propio Emir que casi las iguala en número, pero la superioridad del armamento y preparación de los germanos hace que estos se impongan en la batalla y, tras una dura lucha, consiguen doblegar a los infieles y hacerles retroceder hacia Almansa, después de destrozar dos terceras partes de su ejército mientras que el ejercito lorenés ha perdido un tercio de sus hombres. El mariscal del ejercito germánico en vez de dirigirse hacia Alcudia decide acampar y comenzar un asedio a Denia, abandonada a su suerte por el Emir y, aunque los ejércitos provenzales que luchan en las islas de Mallorca y Menorca no van a contar con refuerzos a corto plazo la victoria cristiana en Denia servirá para impedir que el Emir pueda enviar refuerzos a su Gran Visir, que dirige la defensa de Alcudia, por lo que la moral de la resistencia mallorquina va a quedar tocada, toda vez que a partir de ahora los musulmanes de las islas quedan a su suerte, sin posibilidad de ayuda exterior.

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Pero aunque esta victoria aliviará la situación de precariedad en la que se encuentran los ejércitos de Jaufret y Tibaud, no es suficiente. Su principal problema, la escasez de hombres para establecer un férreo sitio sobre Alcudia y para culminar la conquista de Menorca, no se ha solucionado. El asedio de la capital mallorquina es demasiado débil y los isleños, con sus contraataques, consiguen romper las líneas provenzales e introducir alimentos y hombres en la ciudad, alargando indefinidamente este sitio alejando la posibilidad de que las tropas al mando de Tibaud consigan tomarla. Por su parte Jaufret puede resistir en Menorca sin nuevos refuerzos, pero no tiene opción de conquistar y controlar la isla solo con el escaso centenar de hombres que tiene a su mando, por lo que se tiene que conformar con repeler los ataques de los infieles, sin poder aspirar a nada mas de momento.

Es por ello que en julio del año 1074, cuando se cumple el primer aniversario de la muerte de Bertran, las cosas en Mallorca siguen igual, con las tropas provenzales acosadas por los ataques de los isleños y obteniendo victorias pírricas que no les ayudan a aumentar su control sobre el archipiélago pero les hace perder hombres día a día. Por su parte el ejército de Lorena, más de medio año después de haber comenzado su sitio sobre Denia, continua estancado en el mismo lugar sin que haber conseguido tomar la ciudad y sin poder apoyar a las tropas provenzales de forma directa en Mallorca y Menorca.

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Mientras, en Arles, los intentos del regente Ponç de Castellane de enviar refuerzos a las islas se ven obstaculizados por las reticencias de algunos de los vasallos del duque, como el Conde de Vienne, Guiges el gordo, que en junio de 1074, con las arcas vacías por el mantenimiento de las levas que están luchando en Mallorca, se niega a enviar más tropas y solicita dinero al regente para no tener que retirar a sus hombres de las islas por no poder pagarles la soldada. Al regente, ante esta encrucijada, no le queda más remedio que concederle una ayuda de 15 libras de plata de las 26 con que cuenta el tesoro ducal, lo que calma al Delfín pero pone en una situación muy delicada a la hacienda ducal, que con 11 libras de plata debe afrontar el mantenimiento del ejercito en Mallorca.

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