El joven Björn av Hälsingland llevaba cinco horas seguidas orando frente al impasible cadáver de su padre el conde; pretendía así que el alma pagana de su progenitor Kurt tuviera una oportunidad de alcanzar el cielo. Björn se había retirado a una pequeña y húmeda habitación del gran salón, donde otrora su padre había celebrado humildes festejos y banquetes en honor de Freya.
El futuro conde sabía que su padre, un hombre campechano y pragmático, habría desaprobado que alguien rezara por su alma, pero Björn, que se había convertido al cristianismo apenas hacía tres años, quería sinceramente a su padre y pensaba que quizás con sus oraciones, sacrificio, humildad y rectitud conseguiría ganar el cielo para su progenitor.
Sin embargo, un ruido de gritos y alboroto le sobresaltó en mitad de una oración. El joven, que había ordenado a su escasa corte que permaneciera en silencio se sintió irritado y decidió investigar el asunto para castigar a los culpables. Fue justo en ese preciso momento cuando la puerta se abrió y entró en la improvisada capilla su joven esposa Katarina.
- Mi señora, ¿qué significa este ultraje?, ¿quién osa perturbar el descanso eterno de mi padre?
- Ohh, amado mío… ¡es terrible! Vuestros invitados están luchando, dos de ellos danzan el baile de la muerte en vuestro patio.
- ¡Malditos bastardos!
La espada del clan Hälsingland se llamaba Bifrost ("camino oscilante"), que era el nombre que los pueblos escandinavos daban al Arco Iris. El Bifrost, a modo de puente, une Midgard con Asgard en el camino hacia Valhalla.
Björn reaccionó a toda prisa, primero arrancó a Bifrost, la espada de su linaje, de las frías manos de su difunto padre, luego apartó sin miramientos a Katarina de su camino, cruzó el sombrío salón en apenas dos saltos y salió al exterior donde lo recibió una soleada y fría mañana. Mientras bajaba de tres en tres los escalones que separaban el gran salón del patio y las demás dependencias del fuerte, se hizo una rápida composición de lugar, y las cosas pintaban mal, muy mal.
En el centro del patio y cerca de una hoguera Ulf “Hacha Sangrienta” hacía honor a su nombre mientras los sirvientes y soldados del condado de Hälsingland, demasiado asustados como para atreverse a intervenir, miraban la dantesca escena. El gigante sostenía su ensangrentada hacha por encima de la cabeza y se preparaba para decapitar a un hombre de mediana edad que sangraba profusamente por un brazo y lucía los colores del reino de Suecia. Alrededor de la fatídica pareja todo era caos, sangre y vísceras, pero, mientras se acercaba gritando que se detuvieran, Björn pudo distinguir tres cuerpos caídos, dos de los cuales portaban armadura.
Reuniendo todas sus fuerzas Björn saltó los últimos escalones, apuró todavía más su carrera y apartando a empujones a los mirones consiguió llegar a tiempo de detener la ejecución.
- ¡Deteneos, en nombre de Cristo!
- ¡JA! – tronó el gigante – vuestro dios de cobardes no impedirá que siegue la vida de este hombre.
- Entonces deteneos en nombre del futuro conde de Hälsinglad. Sois mi invitado, he compartido el pan con vos señor. Exijo que retiréis vuestra arma y me expliquéis que ha pasado aquí – gritó Björn.
- Cuidado cachorro, cuidado… ¿no os enseñó vuestro padre que no debíais enfurecer a un lobo? Este hombre y sus lacayos me atacaron sin mediar provocación por mi parte y todos vuestros sirvientes son testigos de ello. Yo los he derrotado y matado como las alimañas que son y nadie me impedirá finalizar mi tarea.
- Si las cosas son como decís yo mismo realizaré justicia nada más ser nombrado conde.
- ¡¡JA, JA!! Esa sí que es buena, no me hagáis reír pequeño señor. La única justica que entiende Ulf “Hacha Sangrienta” es la del acero, y ningún hijo de un palurdo de los bosques me quitará la satisfacción de rematar a este perro.
- ¿Cómo osáis insultar a mi difunto padre? ¡En guardia bellaco!
Evidentemente el futuro conde actuó movido por el instinto y la rabia de ver como aquél pagano no respetaba ni su autoridad ni la memoria de su padre. Si hubiera tenido un par de segundos para pensárselo mejor no habría desafiado a combate al hombre al que unos consideraban como el mejor guerrero, y otros como el mayor asesino de su época. En lo que todos los cronistas estaban de acuerdo era en que cuando Ulf levantaba su hacha lo hacía para que cantara la canción de la muerte, y que allí donde iba lo seguían las valquirias.
Las Valquirias seguían a Ulf Hacha Sangrienta allá donde iba...
La batalla fue rápida, sucia y la decidió la suerte; como la mayoría de las de la época. Ni el heroísmo ni la épica se asomaron aquel día por el Pico del Cuervo. Ulf, atacó con toda su salvaje fuerza, moviendo su hacha de forma oscilante. Björn usaba su juventud y agilidad para esquivarlo, pero cada vez el filo del hacha se acercaba más a su cuerpo. Tras esquivar un hachazo particularmente poderoso del gigante Björn levantó a Bifrost y un rayo de sol que se reflejó en la pulida hoja cegó momentáneamente a Ulf. El futuro conde reconoció al momento que esta era su única oportunidad y la aprovechó asestando un tajo diagonal que destrozó la cara de su enemigo, convirtiendo su nariz en un amasijo sanguinolento y dejándole un ojo colgando de su órbita.
El gigante Ulf soltó su hacha y se agarró la cara. Björn pareció dudar un momento, pero de repente fue consciente de toda la gente que lo miraba y esperaba ver como terminaba la cosa; así que finalmente decidió mostrarse como un gobernante clemente y ordenó a los esclavos de Ulf que cogieran a su amo y se lo llevaran del Pico del Cuervo.
- Si al ponerse el sol todavía se encuentra en mis dominios le daremos caza como al animal que es.
Los cuatro aterrados esclavos improvisaron una camilla, pusieron en ella a su amo y partieron. Pero mientras cruzaban el patio y se acercaban al gran roble se pudo oír una voz cavernosa que surgía de aquella cara destrozada:
- ¡Vol- vol- veré, os juro que volveré, incendiaré este lugar y os mataré a todos!
Un pequeño fuerte sobre el Pico del Cuervo era la morada del clan Hälsingland
Tres semanas después el conde Björn av Hälsingland sostenía un trapo húmedo sobre la frente del mutilado Leif Olaffson. El noble sueco llevaba tres semanas postrado en una cama presa de fiebres y alucinaciones, la cosa había empeorado desde que le habían amputado su brazo izquierdo a la altura del codo. Mas, en aquel momento por primera vez recuperó la consciencia plenamente:
- Sois muy amable joven Björn – dijo el consejero del rey de Suecia con apenas un hilillo de voz.
- Es deber del buen cristiano cuidar del necesitado y del enfermo, y es mi deseo cumplir esa premisa en mi corte.
- ¿Vuestra corte? ¿Acaso ha fallecido vuestro padre?
- Así es noble señor. Falleció dos días antes de que llegaseis, desde entonces han pasado tres semanas. Mi padre recibió un entierro vikingo, como era su deseo y yo fui coronado por un obispo; tal y como era el mío.
- Lamento terriblemente vuestra pérdida señor conde. Pero me alegra saber que Hälsingland tiene un conde cristiano, y estoy seguro de que a mi señor, el rey de Suecia, también le agradará.
- Señor Olaffson – dijo el conde con un tono de voz lleno de determinación – sé porque estáis aquí. El rey de Suecia desea que le rinda vasallaje, no obstante mi padre nunca quiso hincar la rodilla ante ningún señor y es mi deseo respetar su voluntad; por el momento. Además, somos un condado pobre y escasamente poblado. Ya veis que mis dependencias son espartanas y carentes de todo lujo, no hay riquezas en los bosques de Hälsingland.
- Señor conde – respondió el consejero de forma solemne – os confieso que era mi misión convenceros, o incluso presionaros, para que rindierais vasallaje al monarca. Pero os debo la vida y Leif Olaffson no es hombre que no pague sus deudas. Convenceré al monarca para que se olvide de vuestro condado por el momento. Pero no puedo prometeros nada a largo plazo.
- Es suficiente milord, y ¡os lo agradezco!
Kurt av Hälsingland fue el último de su linaje en recibir un entierro vikingo
Los dos hombres permanecieron un rato en silencio, que finalmente rompió el conde:
- Señor, os confieso que siento gran curiosidad… todos los presentes en el patio dicen que nada más ver a Ulf cargasteis contra él sin mediar provocación. ¿Puedo preguntaros el motivo?
- Ah.. mi joven señor, fue el motivo más viejo del mundo – el consejero se mostraba ahora triste- la venganza. Ese bastardo era uno de los corsarios más sanguinarios del mar Báltico. Hace cinco años en una de sus incursiones violó y mató a mi mujer, obligando a mi hijo mayor a verlo. Después le arrancó los ojos para que esa fuera la última imagen que guardara en su vida. – El conde Björn se mostró visiblemente afectado ante tal revelación pero Leif siguió hablando.- Mi señor, ¿puedo preguntaros que hacía en vuestra corte?
- Aparentemente lo mismo que vos señor consejero; vino como enviado oficial del duque de Upplandia para convencerme de que me uniera al reino de Suecia, pero en este caso rindiendo vasallaje al duque.
- Interesante y perturbador al mismo tiempo, el duque debe de estar muy desesperado para usar a un perro de la guerra como emisario. Pero, señor conde, ¿puedo deciros una última cosa?
- Por supuesto señor Olaffson, hablad con total libertad.
- No deberíais haber dejado que se fuera con vida – dijo Leif Olaffson mirando fijamente a los ojos del conde – Ulf “Hacha Sangrienta” siempre cumple sus promesas, especialmente las que implican muerte y sufrimiento.