CAPITULO III
Bilbao vuelve a estar en peligro
Palacio Real, Madrid:
El secretario Velarde dormitaba en su habitación privada, aunque tenia su propia casa en el centro de la ciudad normalmente se quedaba en el palacio para terminar trabajo y para atender posibles contratiempos, y esta noche seria esa precisamente su labor, no habían pasado unos minutos de la madrugada cuando un criado le despertó:
-Señor secretario, señor secretario, despierte, una nota para el señor ministro.
-De que se trata – murmuró el adormecido funcionario- ¿No puede esperar a mañana?
-La nota la trae un teniente señor, dice que es muy urgente, la envía el general Espartero.
Al oír eso el secretario saltó de la cama, llevaban días esperando noticias sobre lo que ocurría en la cuidad vasca, aun en ropa de cama siguió al criado hasta su despacho donde un joven oficial esperaba con una jarra de jerez en la mano, era un hombre apuesto, alto y de anchas espaldas, vestía un uniforme de campaña manchado de barro, se notaba que acababa de llegar a Madrid, probablemente agotando a su montura.
-¿Dónde está el ministro? –Dijo el militar con cierta desconfianza, o tal vez fuera arrogancia- La nota es para él
-Tranquilo teniente, el ministro no duerme en palacio, no llegara hasta mañana. Yo soy Ernesto Velarde, secretario del señor ministro. Estoy seguro de poder ser de ayuda si me entrega la nota, según me han dicho es urgente.
Tras titubear un poco el joven oficial se decidió a entregar la nota al secretario, Velarde abrió el sobre, de inmediato reconoció la caligrafía de Espartero y casi temblando se acerco a la luz para leer la escueta carta:
“El enemigo ataca con fuerza y superioridad, nos vemos obligados a retirarnos hacia la ciudad, cuentan además con artillería. Solicitamos refuerzos para mantener Bilbao, de lo contrario perderemos la ciudad y toda la provincia. En Burgos las tropas carlistas controlan las principales vías y la capital. Urge liberarlas”
Tropas carlistas entrando en un pueblo recién tomado.
El secretario se dejo caer sobre su silla, la situación era delicada, Bilbao debía resistir, perderla seria un duro golpe después de haber logrado salvarla “in estremis”, pero en Madrid no había tropas, tan solo la división al mando de Córdova, un montón de novatos sin casi instrucción militar y que se mantenía en la capital como defensa ante posibles ataques y aunque se estaban iniciando los preparativos de una nueva división de reservistas aun quedaban semanas para que estuviera lista. Las tropas de Córdova serian insuficientes para liberar Burgos y apoyar a Espartero, pero aun así habría que enviarlas, eran su único recurso...o quizás no:
-Teniente, usted tiene más experiencia que yo en los cálculos de la guerra, ¿Cuánto cree que tardaríamos en trasportar unas tropas desde Valencia a Bilbao?
-Señor –dijo el oficial tras pensar unos segundos- varias semanas, habría de darse la orden de embarque, hacer los preparativos, tener listos los buques... ¿Señor esta pensando en Narváez? He oído que esta en Valencia y sin tener excesivo trabajo por allí.
-Puede que si teniente, puede que sí. Retírese y descanse, gracias por su rápido viaje.
-Antes de irme señor secretario me gustaría saber si enviaran tropas desde Madrid, quiero regresar cuanto antes al campo de batalla.
Velarde miró al joven, arrogante y valiente, seguramente un buen oficial. Cogió un papel y garabateo una nota dirigida al general Córdova:
“Prepárense para partir hacia Burgos, recibirá la orden oficial en breve. El joven teniente que le entrega la nota se incorporara a su división, puede serle muy útil.”
-Entregue esta nota al General Córdova y él se encargara de devolverle al campo de batalla, ahora le ruego que me deje hacer mi trabajo. Mucha suerte teniente, que Dios le ayude.
El joven se cuadro y le saludó al estilo militar antes de abandonar el despacho a toda prisa –ímpetu juvenil- pensó Velarde. Inmediatamente se puso a escribir varias ordenes, además de enviar a un criado a la casa del ministro.
(------)
Velarde era un funcionario agrio y algo rastrero cuando lo necesitaba, pero también eficiente, además le gustaba su trabajo y lo hacia bien. Dos días después de recibir la nota de Espartero Córdoba abandonaba la capital al frente de sus inexpertas tropas, y en Valencia Narváez iniciaba el embarque de sus hombres para enviarlas a Bilbao.
Finalmente las dos divisiones de Narváez se unirían a una división de caballería al mando de Serrano que en esos momentos se encontraba en Tarragona y las tres partirían para ayudar a Espartero en el Norte, esto dejaría a Cataluña a merced de los carlistas, perro según los datos del ministerio no había tropas enemigas en esa zona, Zumalacarregui había convertido el norte, y especialmente Bilbao en su objetivo principal, parecía que las tierras vascas decidirían la guerra.
Miles de hombres fueron embarcados en los transportes que la Armada había dispuesto, el gobierno se vio obligado a confiscar buques a algunos navieros, muchos de los cuales protestaron fervientemente ante tan “horrible ultraje propio de piratas”. Sin embargo nada pudo impedir que los barcos salieran de Valencia y Tarragona tan solo dos días después de la fecha prevista y pusieran rumbo al estrecho, los transportes iban escoltados por varias fragatas y un pesado navío de línea, las cartas estaban echadas, todo dependía de los vientos y de lo que resistiesen las divisiones de Espartero.
Bilbao:
Finalmente Espartero se había visto obligado a retirarse hasta las cercanías de Bilbao, la ciudad estaba a 15 millas de la posición actual del campamento, muy probablemente tuvieran que guarecerse en ella en los próximos días o semanas. La moral de la tropa estaba por los suelos, los carlistas no hacían más que avanzar, cada vez que intentaban detenerlos sufrían una derrota o lo lograban pero a un alto precio, las bajas se contaban por miles y la ciudad no hacia más que recibir heridos procedentes del frente. Además los bilbaínos cada vez se mostraban más hoscos al ver que las tropas que en teoría habían venido a salvarlos no eran capaces de contener al enemigo.
Tomás de Zumalacarregui, el general carlista más importante.(1)
Era 19 de Abril cuando de nuevo las tropas isabelinas debían enfrentarse a la artillería carlista, la batalla empezó nada más amanecer, el fuego de los cañones comenzó a llenar el valle mientras varias columnas carlistas avanzaban por las diversas líneas, la primera acometida fue rechazada sin excesiva dificultad, siendo especialmente activos los milicianos venidos de Bilbao que querían devolver así un poco de lo recibido durante el asedio, pero la artillería seguía abriendo fuego y poco a poco las líneas empezaban a mostrar los efectos de las bombas, el flanco izquierdo fue el primero en desmoronarse, una columna carlista logró abrir brecha y miles de requetés saltaron sobre las posiciones , se libro una dura batalla cuerpo a cuerpo, la cosa paresia hecha, Espartero envió una compañía para apoyar ese flanco pero no quedaban más que enviar, la retirada parecía necesaria de nuevo, deberían refugiarse en Bilbao.
Soldados carlistas
(------)
Gorka lanzó por tercera vez la red, la mañana estaba siendo bastante productiva, si seguían así por la tarde la bodega del “Errota” estaría repleta. Gorka navegaba desde hacia tres años, nada más cumplir los 10 su padre le metió a trabajar en el barco junto con sus dos hermanos mayores, la pesca era la forma de sostener a la familia desde hacia varias generaciones, pero hoy en el barco tan sólo su padre y él pescaban, sus dos hermanos se habían ido con las tropas de Espartero para defender la ciudad de los carlistas, su padre les dejo irse después de una fuerte discusión, no era un cobarde, pero decía que ya había dado suficiente sangre por este país cuando en 1809 casi perdió su brazo derecho luchando contra los franceses, de aquella tan sólo tenia 19 años, aunque hablaba poco de esa época Gorka sabia que su padre odiaba las guerras y que no volvería a luchar jamás.
Sin embargo el pequeño Gorka no compartía ese odio con su padre, él quería ir a la guerra, cuando los soldados de Espartero abandonaban Bilbao estuvo viéndoles y gritándoles, la gente les despedía como a héroes y Gorka quería que algún día también le despidieran así. De vez en cuando el viento traía los ruidos lejanos de un cañonazo, no podía evitar imaginarse a sus hermanos luchando hombro con hombro contra los requetés, Gorka no podía imaginar que tan sólo uno de ellos volvería vivo a casa.
Su padre le mando a estribor para preparar algunos aparejos y entonces lo vio, a unas 6 millas por la amura se divisaban claramente tres buques, dos de ellos parecían de guerra, el tercero era un mercantón ancho y torpe:
-¡¡Padre, padre!!- barcos por la amura de estribor.
Su padre fue hasta donde estaba y miro a los buques:
-Son dos fragatas y un transporte, parece que por fin empiezan a llegar los refuerzos que tanto necesitan, bien por ellos. Ahora ponte a trabajar sino quieres que te ponga yo a base de pescutazos, ¡¡vamos niño!!
(------)
El grueso del ejercito de Narváez llegó dos dias después, justo cuando entraban en la ciudad unas tropas exhaustas tras resistir a los carlistas, el júbilo se apoderó de la villa, que veia esta vez sí, la victoria más cercana. El estado mayor se reunió en el ayuntamiento de la ciudad y empezaron los planes para el contraataque, pese a su animadversión Espartero y Narváez eran militares, y no malos militares con lo que diseñaron los movimientos del reforzado ejercito, una semana después los primeros combates daban por fin un respiro a la ciudad, pero aun tardarían un mes en lograr expulsar al ejercito de Zumalacarregui de toda la región.
Los refuerzos desembarcan en Bilbao, la batalla cambia sus tornas y los isabelinos tienen todas las de ganar. En Burgos la división carlista sale a cortar el paso a las tropas de Cordóva que venian de Madrid, la batalla tendrá lugar en Aranda.
Antes de lograr la retirada de los ejércitos carlistas hacia el Este, llegaron noticias desde Burgos y Aranda, al parecer Córdova que venia desde Madrid con la intención de liberar Burgos se había encontrado con una división carlista que bajaba desde Burgos, el resultado de la batalla era incierto, pero muchos eran conscientes de la inexperiencia de los hombres del general Córdova, y no eran pocos los que se temían una derrota en tierras castellanas.
(1) Tomas de Zumalacarregui murió en 1835 durante el asedio a Bilbao, herido por una bala perdida procedente de la ciudad asediada. Se cuenta que se negó a ser atendido por un médico ingles, moria en casa de su prima, el 24 de Junio de 1835 probablemente por septicemia (
- Zumalacárregui. Campaña de doce meses por las provincias vascongadas y Navarra.- C.F. Henningsen) Como en el juego sigue apareciendo he decidido obviar su muerte y darle unos meses más de vida, licencia AARtistica