Capitulo VII: La conquista de América (1514-1539)
Campeche, 1 de Agosto de 1516
Don Pánfilo de Narváez, gobernador de Cuba, se habia desplazado desde sus dependencias en Santiago para actuar como mediador en el actual conflicto interno de los vecinos españoles. Lánguidamente se giró para observar como los indios miraban con respeto y veneración las armaduras y armas de sus hombres. A los caballos, ni se acercaban, ¡les tenían pánico! Lejos quedaba ya su llegada a Cuba, nombrado como gobernador de las nuevas posesiones españolas gracias a las influencias en la corte de su nueva esposa.
Narváez no era un hombre brillante. Dejaba que los días pasaran plácidamente en su nueva y gran hacienda, administrando el trabajo de los esclavos de sus ya grandes plantaciones. Los indios eran débiles, y enfermizos, así que una de sus primeras acciones, fue organizar el tráfico de esclavos, desde las costas portuguesas. El era un hombre de gobierno, no de acción, como le gustaba decir. Por eso los últimos acontecimientos no habían hecho más que irritarle cada vez más su irascible caracter, al sacarlo de su rutina.
Los esfuerzos de los exploradores de la corona, principalmente Hojeda, un aventurero sin escrúpulos que detestaba (no por la falta de escrúpulos precisamente, que compartía). Había abierto el continente a España... tras 'limpiar' la zona de nativos, Hojeda había descubierto una fascinante nación. No indios con taparrabos, no... sus ciudades eran extrañas pero grandes.
Lentamente, durante estos dos años, los frailes franciscanos, misioneros, se habían estado infiltrando en la sociedad maya, consiguiendo adeptos, incluso entre los más poderosos. Es por eso que durante el actual conflicto hubieran elegido al 'jefe' de los 'ispa', como les llamaban, para mediar, ya que les consideraban casi semidivinos.
El jefe de la ciudad de Campeche, finalmente, se había repentina, y sorpresivamente, seguidor de Cristo y de la Auténtica Fe. Obviamente, el resto de las ciudades y especialmente el señorío de Chiche Itza, que era la ciudad principal de la federación Maya, se habían sentido tremendamente ofendidos por ello. Tras defenderse a duras penas, Don Juan, el cacique coverso de Campeche, se había sometido a la corona española, tal y como le aconsejaron los padres franciscanos.
Por fin, tras dos años de duras negociaciones, y con el respaldo de los arcabuces y los caballos españoles, Don Juan de Campeche había conseguido convocar una conferencia de caciques. Allí estaban Don Juan y el joven Hernando Cortés, recién llegado, que en opinión de Pánfilo, simpatizaba demasiado con los paganos, incluso había aprendido su lengua. Mientras negociaban, le llamó la atención una pequeña construcción recién erigida por los recien llegados. Curiosamente se asomó.
Dentro le sorprendió una visión dantesca. Un hombre cubierto con una máscara estaba... matando a una joven! Le hundia un extraño cuchillo de piedra negra una y otra vez, mientras examinaba sus entrañas. Horrorizado y enfurecido, echo mano de su espada y con grandes zancadas, destripó al hereje. Poco vio que los acólitos salían despavoridos en todas las direcciones.
La ciudad se alborotó en pocos minutos. Don Juan el cacique acudió corriendo hacia Pánfilo, su fez blanca "¡Dicen... dicen que un ispa ha matado al sumo sacerdote!" Narváez entorno los ojos y dijo "Sí, he sido yo". Don Juan se podía haber convertido al cristianismo, pero seguía siendo maya "Pero... pero... es un hombre santo! Ahora todos los pueblos mayas nos atacarán!"
Pánfilo le miro con asco. Y en su mente vio claro lo que tenía que hacer. Cuando Hernándo Cortés se acercó corriendo, vio a su amigo Don Juan tendido en el suelo, destripado por la hoja de Narváez. La guarnición española había sido rapidamente convocada y el gobernador les estaba lanzando una arenga.
"¡Soldados! El hedor de esta Gomorra ha llegado al cielo, y ya no va a ser tolerado. ¡Quiero que limpiéis esta ciudad de escoria pagana!"
Los soldados, criados en el cerrado clima religioso de Castilla, vitorearon a Narváez. Aquellos que no estaban deseosos de destripar a los paganos, estaban deseosos de poner sus manos sobre las riquezas que habían visto en las ciudades... ¡oro, plata, gemas!
La conquista de América había empezado. Tras la masacre de Campeche, donde los principales jefes Mayas y Zapotecas, fueron masacrados, a traición dirían después los historiadores, por las tropas de Narváez, este dirigió a sus tropas, deseosas de saqueo, al resto de las ciudades, tomándolas y devastándolas.
Toledo, 18 de Abril de 1519
El chambelán de la corte leía para el rey, la comunicación desde la nueva España...
"... Narváez, majestad, es un bruto sin escrúpulos, que prefiere matar a los indios, en su odio, que convertirlos. Como habéis podido comprobar está destruyendo estructuras y gentes que pueden ser de gran utilidad a la Corona.
Majestad, el imperio Azteca, contra el que se dirige ahora, no es como las naciones contra las que nos hemos enfrentado hasta ahora. He tenido ya muestras de su poder, de su riqueza, y el gobernador Narváez nos llevaría al desastre. Los aztecas son un pueblo poderosísimo y guerrero. Sólo un hombre experimentado podrá hacer vuestro ese oro. Y alguién al servicio completo de vuestra majestad sólo podrá asegurar que vuestro quinto real llegue a costas españolas.
Firmado, Hernando Cortés, Capitán."
El joven rey Carlos de Habsburgo había asistido embelesado a la hábil crónica elaborada por Cortés, que contrastaba mucho con la débil y aburrida pluma. Su español era aún muy deficiente, pero poco a poco este joven, aparentemente apocado, se desenvolvía con mayor facilidad.
"Ciertamente, el tesoro de Narvaez no corresponde con la cronica de Cortes" Observó el jefe del estado mayor, el Duque de Alba, Juan Álvarez de Toledo.
El joven rey asintió "Chambelán, haced llegar a la Nueve España mi orden de que Narváez quede como gobernador de los nuevos territorios... y Cortés jefe del ejército, con autonomía de su gobierno, y también encargado del tesoro. Hacedle llegar también el nuevo tratado por el que reclamamos esas tierras."
El tratado, firmado por los reyes de España, Portugal y el Papa Leon X, de la familia medicis, dividía los nuevos descubrimientos entre España y Portugal... las consecuencias de ese pequeño papel serían increibles...
Testigos afirman que Narváez se puso lívido de pura rabia, destrozando su nueva villa en Tlaxcala, mientras Cortés organizaba la expedición contra Tenochtitlan y sus increibles riquezas...
Ciudad de Méjico, 1 de Octubre de 1525
Para la profunda envidia de Narváez, la conquista de Méjico, el antes llamado imperio azteca, se llevo a cabo con una brillantez y habilidad militar increible. Con dos decenas de miles de hombres, Cortés llevó a cabo de forma impoluta el asalto a la gran capital, Tenochtitlan, la Venecia de America.- La caida de la gran y brillante capital hizo que los corazones de los indios se desplomaran, desanimados ante la caida y desolación de tan bella ciudad. Si bien los aztecas fueron respetados, el gobierno de Narváez fue duro y cruel, siendo frecuentes las revueltas en su mandato. Todos los antiguos imperios mesoamericanos y su oro, estaban ahora en manos españolas. Y la ávida mirada de los conquistadores se posó en otras latitudes.
El Generalísimo de las Américas, Hernán Cortés, nombrado por orden real, recibió al enviado de Nuño de Guzman, el comandante que estaba explorando el sur. Leyó sus despachos tranquilamente y dijo "Francamente, lo que me contais es increible. Hemos encontrado aquí más oro que en media Europa. El tesoro de Moctezuma era... bueno. Impresionante, Nuño debe haberse perdido en la selva y perdido el juicio en ella."
Unos sirvientes introdujeron una enorme caja, de dos metros de alta. Al subir uno de los escalones, uno trasbillo y la caja cayó al suelo con gran estrépito. El General Cortés se levantó con enfado y empezó a decir "Pero bueno, es que aquí no se pue... de.... tra..." su voz bajó lentamente de volumen mientras se dio cuenta del conocido brillo dorado. Cogió su espada y separó las tablas de madera que cubrían el objeto. Todos se quedaron paralizados, hasta el enviado de Nuño, que ya lo había visto.
Un enorme y resplandeciente trono de oro macizo.
Cortés aprestó a dirigirse hacia el sur.
8 de Abril de 1528, Asedio de Cajamarca
"Por la derecha... al asalto... AHORA! Santiago y CIERRA ESPAÑA!"
Cortés dirigió a sus hombres en el asalto hacia las murallas de la ciudad, encaramadas en roca viva. Estas fortalezas no eran como las de los mayas o las de los aztecas. Los Chimú, o incas del norte, vivían en montañas increiblemente altas, y sus fortalezas, si hubieran sido formadas por europeos, serían inexpugnables.
Con determinación encabezó el asalto y de repente...
...
"¡¡¡El General Cortés ha caído!!!"
...
Abrió los ojos lentamente, todo su cuerpo era sudor y dolor.
"No os mováis mi señor. Estáis gravemente herido."
No veía nada... una... un agudo dolor en su cabeza, su pecho.
Una flecha.
Su pecho lo había perforado una flecha. Sabía que era inutil. El galeno poco podía hacer. "Alcohol, traedme alcohol. La ciudad..."
"Ha caido señor. Las tropas, enardecidas de rabia por vuestra caida, han matado a todos los habitantes de la ciudad... hasta a los perros."
Un soldado, más práctico que el galeno, le dio un buen trago de aguardiente a Cortés. Este plácidamente, cerro los ojos. Y murió.
Nuño de Guzman, completando la conquista del norte, regresó sólo a tiempo para ver la lápida del conquistador. La historia registró sus palabras, "Ahora, ¡hacia el sur! Que no quede un miserable pagano adorador de demonios con vida."
El fanatismo español no tenía medida, las tropas desbordándose sobre las fortalezas incas, al toque del degüello, muchas veces obligando a los pobres indígenas a bautizarse a la fuerza, muchas veces ni siquiera respetando este hecho, y ahogándolos en las mismas aguas bautismales. Pronto el sur estuvo en manos de España... Los indios supervivientes fueron confinados en la agreste reserva de Montana, abandonados a las duras condiciones de las cimas andinas.
Cuando el conquistador Hernando de Soto, en su búsqueda a través de la florida y subiendo por la costa de norteamérica, tomó el resto de la costa, un cinturón envolviendo TODO el continente americano.
Desde México, aventureros y buscadores de tesoro partieron hacia el norte, buscando tesoros, riquezas como ya se habían encontrado, pero sólo Hernán Cortés, conquistador de los Aztecas y Nuño de Guzmán, el vencedor de los Incas, ganaron los laureles eternos.
Los conquistadores fueron duros, sí. Crueles. Avidos de oro. Pero hijos de sus tiempos, después de todo. Pronto galeones rellenos de oro comenzaron a recorrer el atlántico, con destino a la corte del Emperador Carlos, que observaba atónito la llegada masiva de metales preciosos.