Para el verano del año 579 AUC la guerra comienza a marchar definitivamente a nuestro favor. Bajo el consulado de V. Cornelius Scipio y S. Aelius Corvinus comienza la campaña en África. Hispania todavía no estaba completamente pacificada, pues aún habría que derrotar a los íberos y celtíberos aliados de Cartago, pero las tropas libio-fenicias habían sido completamente eliminadas de la península. Por primera vez en esta guerra las sandalias romanas hoyan las tierras dominadas por Cartago en auxilio de nuestros aliados númidas, que habían sido forzados a abandonar sus posesiones más orientales ante el avance púnico. Tres legiones desembarcan en los puertos amigos de Massaesilia y otra cruza el estrecho de las Columnas de Hércules reforzada con una nutrida ala de turdetanos.
La fuerza combinada de nuestras legiones y los ejércitos de Massaesilia es imparable.
Con la guerra aproximándose a su fase final, en Roma las facciones vuelven a tratar de avanzar sus políticas. Claudia Prima, una influyente mujer patricia, se ha convertido discretamente en la adalid de la causa sabelia en Roma, convenciendo a Cornelius Scipio y a los boni para que fuercen la concesión de la ciudadanía romana a este pueblo. Los optimates están horrorizados, pero es cierto que corre sangre sabelia por las venas de muchos romanos, incluso de las más grandes y antiguas gens. Si hubiera sido un senador populista quien promoviera esta política probablemente le hubieran apedreado antes de entrar en la Curia Hostilia, pero Cornelius Scipio es veterano de guerra, con gran aprecio en el senado y es además un hombre moderado y de indiscutible gravitas. Su toma de partido por los sabelios decanta el voto a favor de la ciudadanía para estas nobles y antiguas gentes del corazón Italia.
OOC: el evento tiene un error: ese 10 approval debería ser de los Boni. Los optimates deberían estar horrorizados por esto.
Los senadores pronto tuvieron nuevos motivos para preocuparse, pues en el año 580 AUC los Dálmatas y sus tribus pannonias aliadas invaden la Iliria romana. Probablemente conocedores de que la Legio XI Ilirica ha sido embarcada para África y una sola legión guarda toda la costa adriática hasta Grecia, piensan que nuestra momentánea debilidad en la región es una oportunidad. Se trata de ignorantes bárbaros y sin duda no conocen el alcance del poder de la república. El senado y el gobernador de Iliria ordenan la formación de una nueva legión reclutada con urgencia en las ciudades ilíricas al tiempo que la Legion VII Epirota reforzada con nuevas cohortes marcha a toda prisa hacia el norte para reunirse con ella. El ejército reunido por el enemigo es sin embargo formidable. Una primera columna de 30.000 hombres toma la fortaleza de Dioclea, guardiana de los pasos a través de las Montañas Dálmatas, así como el cercano puerto de Budua. Pero para cuando llegan nuestras fuerzas, otro ejército pannonio de 35,000 se une a los dálmatas causando una terrible derrota a nuestras legiones. La mitad de los legionarios han quedado en el campo de batalla y la otra mitad huyen desorganizados hacia el sur buscando refugio tras las fortificaciones epirotas. Los bárbaros están mejor preparados de lo que pensábamos.
A esta derrota en tierra se le sumó la pérdida de 18 de nuestras mejores naves en una batalla naval contra la todavía temible flota púnica en el Mare Ibericum. Estos reveses cuando la victoria contra Cartago parecía al alcance de nuestras manos forzaron a los cónsules a tomar una decisión extraordinaria. Por primera vez en muchos años, el senado y pueblo de Roma pagaría a mercenarios para luchar sus guerras. Una buena suma de denarios fueron a manos de nobles íberos e ilirios para levantar un ejército de 17,000 hombres en Hispania y otro de 13,000 en Iliria. Los primeros nos ayudarán a dar un último impulso a la campaña en África, los segundos a proteger la retirada de nuestras derrotadas legiones y darles tiempo a reorganizarse tras la protección de nuestras fortalezas.
El siguiente consulado, en el año 582 AUC, recayó sobre Cornelius Proculus y Claudius Pulcher, prominentes figuras de la facción boni y optimates respectivamente y ambos excelentes militares con mando sobre legiones en la actual guerra. En sus manos estará rematar la labor de sus antecesores. Con esta elección los boni ganaron una gran influencia en la curia, arrastrando consigo el apoyo de muchos senadores pedarios que engrosaron la clientela de Proculus. Tal circunstancia fue aprovechada por el viejo Cornelius Volesus para aprobar en el senado el mismo estatus de ciudadanos para los etruscos que tan solo dos años antes habían conseguido los sabelios.
Los dos cónsules estaban en cambio ocupados en la guerra africana. Tras asegurar completamente la Mauritania gracias a los nuevos mercenarios hispanos, el grueso de las legiones progresó expulsando al enemigo de las tierras de nuestro reino aliado de Masaesilia, atravesando toda la Numidia púnica hasta llegar al corazón de la provincia de Cartago. Con nuestras legiones a sus puertas, los sufetes rogaron por la paz. Todas las posesiones, tributarios o aliados de Cartago en Hispania pasarían a manos romanas. Roma disfrutaría ahora del control de toda la costa desde el extremo sudoccidental de la península hasta la desembocadura del río Iber en Dertosa. Roma se convertirá así en el hegemón en Hispania, pese a que casi todo el salvaje y bárbaro territorio interior queda fuera de nuestra influencia. La pequeña república púnica de Iol, secular cliente de Cartago, quedará subordinado a Roma. Por supuesto las conquistas púnicas en Liguria fueron anexionadas a la provincia de la Galia Cisalpina y varios puertos y fortalezas africanas fueron entregados al rey Zeteres de Masaesilia.
Hemos erradicado toda influencia cartaginesa fuera de África y debilitado notablemente su posición allí. Es la hora de volver nuestra atención a Dalmacia.
La fuerza combinada de nuestras legiones y los ejércitos de Massaesilia es imparable.
Con la guerra aproximándose a su fase final, en Roma las facciones vuelven a tratar de avanzar sus políticas. Claudia Prima, una influyente mujer patricia, se ha convertido discretamente en la adalid de la causa sabelia en Roma, convenciendo a Cornelius Scipio y a los boni para que fuercen la concesión de la ciudadanía romana a este pueblo. Los optimates están horrorizados, pero es cierto que corre sangre sabelia por las venas de muchos romanos, incluso de las más grandes y antiguas gens. Si hubiera sido un senador populista quien promoviera esta política probablemente le hubieran apedreado antes de entrar en la Curia Hostilia, pero Cornelius Scipio es veterano de guerra, con gran aprecio en el senado y es además un hombre moderado y de indiscutible gravitas. Su toma de partido por los sabelios decanta el voto a favor de la ciudadanía para estas nobles y antiguas gentes del corazón Italia.
OOC: el evento tiene un error: ese 10 approval debería ser de los Boni. Los optimates deberían estar horrorizados por esto.
Los senadores pronto tuvieron nuevos motivos para preocuparse, pues en el año 580 AUC los Dálmatas y sus tribus pannonias aliadas invaden la Iliria romana. Probablemente conocedores de que la Legio XI Ilirica ha sido embarcada para África y una sola legión guarda toda la costa adriática hasta Grecia, piensan que nuestra momentánea debilidad en la región es una oportunidad. Se trata de ignorantes bárbaros y sin duda no conocen el alcance del poder de la república. El senado y el gobernador de Iliria ordenan la formación de una nueva legión reclutada con urgencia en las ciudades ilíricas al tiempo que la Legion VII Epirota reforzada con nuevas cohortes marcha a toda prisa hacia el norte para reunirse con ella. El ejército reunido por el enemigo es sin embargo formidable. Una primera columna de 30.000 hombres toma la fortaleza de Dioclea, guardiana de los pasos a través de las Montañas Dálmatas, así como el cercano puerto de Budua. Pero para cuando llegan nuestras fuerzas, otro ejército pannonio de 35,000 se une a los dálmatas causando una terrible derrota a nuestras legiones. La mitad de los legionarios han quedado en el campo de batalla y la otra mitad huyen desorganizados hacia el sur buscando refugio tras las fortificaciones epirotas. Los bárbaros están mejor preparados de lo que pensábamos.
A esta derrota en tierra se le sumó la pérdida de 18 de nuestras mejores naves en una batalla naval contra la todavía temible flota púnica en el Mare Ibericum. Estos reveses cuando la victoria contra Cartago parecía al alcance de nuestras manos forzaron a los cónsules a tomar una decisión extraordinaria. Por primera vez en muchos años, el senado y pueblo de Roma pagaría a mercenarios para luchar sus guerras. Una buena suma de denarios fueron a manos de nobles íberos e ilirios para levantar un ejército de 17,000 hombres en Hispania y otro de 13,000 en Iliria. Los primeros nos ayudarán a dar un último impulso a la campaña en África, los segundos a proteger la retirada de nuestras derrotadas legiones y darles tiempo a reorganizarse tras la protección de nuestras fortalezas.
El siguiente consulado, en el año 582 AUC, recayó sobre Cornelius Proculus y Claudius Pulcher, prominentes figuras de la facción boni y optimates respectivamente y ambos excelentes militares con mando sobre legiones en la actual guerra. En sus manos estará rematar la labor de sus antecesores. Con esta elección los boni ganaron una gran influencia en la curia, arrastrando consigo el apoyo de muchos senadores pedarios que engrosaron la clientela de Proculus. Tal circunstancia fue aprovechada por el viejo Cornelius Volesus para aprobar en el senado el mismo estatus de ciudadanos para los etruscos que tan solo dos años antes habían conseguido los sabelios.
Los dos cónsules estaban en cambio ocupados en la guerra africana. Tras asegurar completamente la Mauritania gracias a los nuevos mercenarios hispanos, el grueso de las legiones progresó expulsando al enemigo de las tierras de nuestro reino aliado de Masaesilia, atravesando toda la Numidia púnica hasta llegar al corazón de la provincia de Cartago. Con nuestras legiones a sus puertas, los sufetes rogaron por la paz. Todas las posesiones, tributarios o aliados de Cartago en Hispania pasarían a manos romanas. Roma disfrutaría ahora del control de toda la costa desde el extremo sudoccidental de la península hasta la desembocadura del río Iber en Dertosa. Roma se convertirá así en el hegemón en Hispania, pese a que casi todo el salvaje y bárbaro territorio interior queda fuera de nuestra influencia. La pequeña república púnica de Iol, secular cliente de Cartago, quedará subordinado a Roma. Por supuesto las conquistas púnicas en Liguria fueron anexionadas a la provincia de la Galia Cisalpina y varios puertos y fortalezas africanas fueron entregados al rey Zeteres de Masaesilia.
Hemos erradicado toda influencia cartaginesa fuera de África y debilitado notablemente su posición allí. Es la hora de volver nuestra atención a Dalmacia.
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