El camino de la guerra
(1936-...)
Capítulo 23:
Las Guerras de la Posguerra
1. Barbarroja.
La paz de Londres no iba a acallar el ruido de los cañones por mucho tiempo. Alemania no olvidaba que Rusia había estado aliada con Francia y consideraba que no habría paz hasta que fuera derrotada. Por ello se embarcó en una gigantesca empresa, tan enorme como poco discreta, en la que sus aliados británicos no quisieron tener parte. Catalunya, dadas las circunstancias, tampoco quiso intervenir demasiado, y optó por observar desde la barrera el curso de los acontecimientos, al menos por un tiempo.
Mientras Francia había sido aplastada, Rusia se había preparado para el inevitable conflicto, pero cuando este llegó, lo hizo a tal escala que el oso ruso fue pillado pro sorpresa. Cuando a mediados de 1941, tras el golpe de estado de Bucarest, en el que una facción pro-alemana liderada por el mariscal Ion Antonescu derrocó al rey Carol II y lo reemplazó por su hijo Mihail, la inteligencia alemana demostró la presencia de grandes concentraciones de tropas rusas en la frontera. Entonces, el káiser decidió que ya no podía seguir esperando más tiempo. Ni siquiera la muerte de Guillermo II el 4 de junio de 1941 retrasó el conflicto.
Su sucesor, Guillermo III, aprobó el osado ataque, que implicó a media Europa contra Rusia. El 22 de junio de 1941 las tropas de Alemania, el Imperio Austro-Húngaro, Finlandia, Italia, Rumania y Bulgaria, más voluntarios belgas, holandeses, españoles, catalanes, daneses, noruegos y franceses cruzaron la frontera dando comienzo a la terrible guerra ruso-alemana (1941-43).
El golpe inicial fue tan devastador que Rusia sólo se salvo por sus casi infinitas reservas humanas y por el vasto campo de batalla. Cuando San Petersburgo cayó bajo el fuego de las granadas alemanas en septiembre de 1941, el zar trasladó su gobierno a Moscú, a cuyas puertas llegaron las hordas mecanizadas alemanas dos meses después. En medio del creciente frío invernal, los ejércitos de ambos bandos se enzarzaron en una lucha encarnizada.
No sería, sin embargo, hasta la primavera de 1942, con la ofensiva alemana hacia el Cáucaso que la guerra tomaría su curso decisivo. Atascado el asedio de Moscú en el fango, los estrategas alemanes se volvieron al sur, para cortar la arteria vital que mantenía vivo al ejército zarista. Así, cuando los alemanes se abrieron paso hasta tomar los campos petrolíferos de Bakú y llegaron a las orillas del Volga, el mando zarista supo que el destino de la guerra se jugaba a una sola carta y destinaron sus mejores unidades para desencadenar un feroz contraataque en el Cáucaso que obligó a los alemanes a mover sus reservas hacia el sur.
Por ello, cuando la verdadera ofensiva rusa cayó sobre Moscú, la sorpresa fue completa, pero no consiguió romper el frente ni aniquilar al enemigo, que, simplemente, retrocedió para contraatacar de nuevo. Esta batalla decidió el curso de la guerra. A finales de 1942 el ejército ruso no había logrado hacer retroceder al alemán y había agotado su reserva de tropas entrenadas en los combates de Moscú, el Volga y el Caucaso. La caída de San Petersburgo asestó otro tremendo varapalo a la moral rusa, cuyo ejército y economía comenzaba a notar el corte en el flujo de petróleo desde el sur.
Los alemanes, pese a su victoria, estaban agotados. Sus unidades también habían sufrido un tremendo desgaste en su avance. Necesitaban reponer fuerzas.
2. Las consecuencias de Pearl Harbour.
El enfriamiento de las relaciones anglo-alemanas tras el comienzo de la invasión de Rusia se habían deteriorado hasta un punto preocupante y, de no haber sido por el ataque japonés contra Pearl Harbour el 7 de diciembre de 1941 y Hong Kong el día siguiente, con la consiguiente entrada en guerra de Estados Unidos y Gran Bretaña contra Japón, podía haberse llegado a un enfrentamiento entre Londres y Berlín de consecuencias catastróficas para ambos bandos.
De hecho, la guerra del Pacífico supuso una catástrofe para Rusia que vio reducido el flujo de suministros procedentes de Estados Unidos. Gran Bretaña, demasiado ocupada en defender su imperio, no estaba dispuesta a arriesgarse a una guerra en dos frentes y no colaboró en el envío de convoyes a Rusia.
Con el descontento creciendo a raudales, el zar y su gobinerno no tuvieron otra alternativa que negociar con Berlin. Consciente del peligro de una revolución en Rusia que pudiera derrocarle, el zar sabía que el espacio para maniobrar era muy escaso. La paz de Kiev despojó a Rusia de Bielorrusia y Ucrania, que se convirtieron en estados títeres con gobiernos pro-alemanes, y obligó al gobierno Zarista a reconocer la independencia de los estados Bálticos y Finlandia.
Fue esta la semilla de futuros conflictos, ya que muchos de los ciudadanos de los nuevos estados no se conformaron en cambiar un zar por un káiser, lo que daría a pie a algunas rebeliones (como la de Kiev en 1956, que proclamó el efímero Estado Libre Ucraniano por cinco, días, antes de ser aplastado por los panzers alemanes) y movimientos guerrilleros (como en los países bálticos, donde las últimas guerrillas apoyadas desde San Petersburgo no serían aplastadas hasta 1965).
La derrota de Japón en 1944 coincidiría con la creación de la Kaiserbund, un pacto de las principales monarquías europeas (con la natural excepción de Gran Bretaña), en principio una mera organización para arreglar las posibles disputas que surgieran en Europa de manera pacífica, pero, en realidad, un bloque organizado en torno a Berlín y destinado a apoyar a Alemania en caso del más que posible conflicto con Gran Bretaña y Estados Unidos.
3. La Guerra Fría
Los años que siguieron a las derrotas de Japón y Rusia estuvieron marcado por la tensión entre las Grandes Potencias. Si Gran Bretaña estrechaba sus relaciones con Estados Unidos como muestra de la desconfianza que sentía hacia Berlín, Alemania replicaba incrementando su influencia sobre sus países aliados y satélites, como la creación, en 1956, de la Europäische Zollverein, destinada a impulsar la economía y el libre comercio de los países europeos.
La respuesta angloamericana sería el denominado Plan Truman, consistente en apoyar económica y militarmente a todo país que no estuviera aliado con Berlín, que se plasmaría en la declaración MacArthur de 1958 en la que, con Estados Unidos ya firmemente postulados como el "Arsenal de la Democracia Mundial", Estados Unidos garantizaba la seguridad de todos los países no alienados con Berlín, que daría pie al nacimiento de la "Organización de Naciones Libres" en 1960.
Cañones GMC M40 de 155 mm suministrados por EEUU a Rusia durante los enfrentamientos fronterizos que San Petersburgo tuvo con con Afganistán
Desde entonces las relaciones internacionales se han visto marcadas por las ensiones geopolíticas entre el Imperio Alemán y Estados Unidos, que no se han enfrentado directamente con sus fuerzas militares, sino que han aprovechado (o provocado) de los conflictos regionales entre sus aliados o terceros países no alineados para ganar influencia mundial (como por ejemplo durante el fallido Putsch de Evian en Francia (1961) durante el proceso de descolonización, la guerra civil griega de 1967-71 o las diversas guerras que siguieron al fin de los imperios coloniales británico y francés -Biafra, Rhodesia, Indochina, Rhodesia, Sudan-).
4. Catalunya hasta el día de hoy.
Casi treinta y cinco años nos separan desde el final de la guerra con Francia y mucho ha cambiado Catalunya desde entonces. Internamente el país ha cambiado con las oleadas de inmigrantes que se han asentado en los territorios tanto de la Catalunya Norte, al otro lado de los Pirineos, como en el resto de la Catalunya Peninsular. Estos movimientos lo han hecho más rico, más plural y variado, aunque no haya estado exento de tensiones sociales.
Internacionalmente se siguen sin tener relaciones demasiado calurosas con España, que cada vez parece más destinada a sufrir una nueva guerra civil (1). País no alineado desde mediados de los años 60, se mantienen buenas relaciones con Berlín aunque no tanto con Londres o Washington. Tras su breve protagonismo en la guerra de 1939-1940, Catalunya se conforma en observar el paso de la historia y sacar buenos benefícios cuando es posible.
(1) Cuando se acabó de escribir la 1ª Edición de esta obra (en marzo de 1973) se estaba lejos de suponer que la temida guerra civil española, que estallaría el 20 de noviembre de 1975 y que se prolongaría hasta el 23 de febrero de 1981, acabaría con Catalunya formando parte de la Federación de Estados Ibéricos, junto a España y Portugal. Cosas veredes, amigo Sancho.
FIN