Tras la tercera excomunión recibida durante su mandato, Matyas Hunyadi, espada de la Cristiandad, vencedor de los otomanos y mamelucos, liberador de Jerusalén, decidió romper lazos con la Iglesia de Roma y seguir su propia vía, fiel a los principios cristianos y alejada del mundanal pecado que emana del que se dice representante de Dios en la tierra.
Esta gesta sin duda ofendió a los obispos, barones y demás ralea imperial, que se aprestaron a tomar las armas cuando el Conde de Stettin, vasallo de Hungría, recuperó su legítima capital tras una gestión diplomática de Matyas. La derrota de las esforzadas tropas húngaras y bizantinas en el sur de Bohemia hizo comprender a Su Majestad que una guerra larga sólo arruinaría la prosperidad del reino, sus vasallos y aliados. Por lo que se decidió permitir temporalmente la ocupación bohemia de las ciudades húngaras del norte.
Con la muerte de Matyas, su sucesor ha confirmado el giro hacia el protestantismo. No hay vuelta atrás. No nos someteremos a un Papa que ve la paja en el ojo ajeno y no es capaz de ver la viga en el ojo propio. Su Santidad, desde Hungría los Hunyadi le recuerdan: “¿No está escrito: "Mi casa se llamará casa de oración para todos los pueblos?" Vosotros, en cambio, la habéis convertido en cueva de bandidos." (Marcos 11, 15-18)