Capítulo treinta y uno: Preparando el Gran Empujón
Desde la reorganización del gobierno y el gabinete de guerra, Winston Churchill había agonizado como canciller del ducado de Lancaster. Para un hombre acostumbrado a la acción y a participar en las grandes decisiones del conflicto, esto era peor que estar muerto en vida. Por ello, tomó una decisión arriesgada: escribió una carta de dimisión a Asquith y se alistó en su antiguo regimiento de caballería, los Oxfordshire Hussars, con el rango de comandante. Llegó a Francia el 18 de noviembre de 1915. Una vez allí y deseoso de cumplir con su deber –tanto como de recibir un mando de alto rango-, comenzó a visitar al comandante en jefe de la BEF, Sir John French. Churchill casi lo había persuadido de que le diera el mando de una brigada cuando French fue reemplazado en el mando por el general Haig, con el que que se llevó de manera correcta pero no tan amistosamente como con su antecesor. Por ello el antiguo Primer Lord del Almirantazgo optó por buscar nuevas influencias, y comenzó a visitar a Sir Max Aitken, representante del gobierno canadiense, y a varios generales franceses.
El 1 de enero de 1916, Churchill recibió su propio batallón, el 6º de Royal Scots Fusiliers, una unidad que había sufrido graves bajas en los últimos combates y pertenecía a la 9ª División (Escocesa) del 2º Ejército del general Plumer. Estaba destinada en la retaguardia, reorganizándose tras haber servido en primera línea cuando llegó Churchill, listo y ansioso por trabajar. Como segundo al mando tenía al mayor Archibald Sinclair, con quien pronto entabló amistad. Se lanzó de cabeza a asegurarse de que su unidad era una fuera disciplinada y capaz de combatir, y para ello comenzó a entrar a sus hombres día y noche y a levantarles la moral mediante competiciones deportivas y concursos de canto (1). Pronto tuvo la oportunidad de demostrar la validez de sus métodos, pues su unidad fue des tinada al saliente de Ypres. Fue afortunado, pues llegó al Saliente, normalmente bajo constante bombardeo de ambos bandos, en un periodo de calma. Pero la calma no le hizo ni pizca de gracia, y pronto comenzó a organizar incursiones en la tierra de nadie, para mantener la iniciativa, liderando algunas, mostrando el atrevido coraje y la temeridad que ya le habían caracterizado en el pasado. Mientras, seguía atento a lo que sucedía e Westminster.
-¡Winston, sonríe! ¡Di patata!
-¿ Que c*****s estás diciendo, pedazo de m****a?
¡Estoy sonriendo que te c***s, m*****t m*****n!
¿A que te estrangulo con tus p***s falditas, so g****o?
-J***rrrrrrrrrrrrrrrrrrrr
Fue durante una de estas incursiones cuando rescató a un joven piloto y casi fue acribillado a balazos por una ametralladora alemana al transportar al herido aviador de vuelta a las líneas alemanas. El piloto, un tal Oswald Mosley, antiguo oficial del 16º de Lanceros de la Reina, había sido transferido por petición propia al Real Cuerpo Aéreo - Royal Flying Corps, RFC- y había sido derribado al realizar un vuelo de reconocimiento. Cuando Churchill y su grupo regresaba de una “visita” a las líneas enemigas, se encontraron con el herido y lo transportaban de vuelta cuando un centinela alemán, sospechoso de ver tanto movimiento, dio la alarma, ocasionando que una ametralladora Spandau abriera fuego. Incluso en tales circunstancias Churchill tuvo suerte, pues fue salvado de una muerte segura por el cuerpo de Mosley, que fue acribillado por las balas. Aún vivía cuando llegaron a las líneas británicas. Regresó, más o menos entero, a Gran Bretaña. Los doctores quedaron impresionados por la voluntad de vivir de Mosley. No murió, y logró recomponerse, más o menos. Después de dos años de cuidados médicos, abandonó por fin el hospital y regresó a la vida, paralizado de cintura para abajo para el resto de sus días. (2).
General Erich von Falkenhayn, otro hombre conocido por sus enormes sonrisas.
Mientras, el alto mando alemán estaba dividido en su misma base, ya que su nuevo comandante en jefe, von Falkenhayn, propuso lanzar una gran ofensiva contra Francia, “la mejor espada de Inglaterra”, que destruiría su ejército, mientras Gran Bretaña era obligada a rendirse por una campaña submarina sin restricciones. Esta estrategia, lógica y sensata, fue derrotada por el simple hecho de que Prusia seguía en manos rusas. El káiser Guillermo no quería escuchar nada que no asegurara la expulsión inmediata de los ejércitos zaristas de suelo alemán. Falkenhayn tuvo que ceder y olvidarse de su ansiada ofensiva. Pero la segunda parte de sus planes, la guerra submarina total, fue apoyada vigorosamente por la marina. Von Tirpitz la apoyó con entusiasmo. Con mejores submarinos, dijo, los mercantes británicos serían hundidos a tal velocidad que Gran Bretaña tendría que pedir la paz en seis meses o morirse de hambre. El canciller von Bethmann-Hollweg advirtió que esto causaría la entrada de EEUU en la guerra del bando aliado, pero la marina respondió que Washington no haría nada si Gran Bretaña estaba derrotada y que, en el caso de que llegaran a declarar la guerra a Alemania, no podía enviar tropas antes de que Gran Bretaña hubiera sido derrotada. Sabedor de que el destino del Reich estaba en sus manos, el káiser Guillermo dio la orden de lanzar a los submarinos a cazar en los océanos por segunda vez en toda la guerra.
Sin embargo, Falkenhayn fue autorizado para llevar a cabo una versión reducida de su ofensiva contra Francia. Para ello rechazó los ruegos del comandante austríaco, Conrad, para aplastar a Italia para poder reunir fuerzas suficientes contra Rusia y Francia a la vez. Para atacar escogió como lugar la vieja puerta de las invasiones de las tribus germánicas: Verdún. También tenía una vaga
idea sobre como lograr conseguir el efecto deseado.
Obuses pesados alemanes listos para dar un duro despertar a los soldados galos
(1) No, Churchill no inventó OT. Repito: NO.
(2) Bueno, Oswald y Winston no se encontraron en los campos de batalla –a menos que me haya perdido algo, que no creo-. Pero era algo que no podía saltarme. Mosley –que por entonces era observador en el RFC- estaba chuleando con su avión a la vista de su madre y su hermana, cuando se estampó de morros contra el suelo, lo que le dejó una cojera permanente, lo que motivó que le enviaran de vuelta a Inglaterra –tras la batalla de Loos- para el resto de la guerra. Por tanto, esto me lo he sacado de la manga para poder deshacerme del bueno de Mosley para futuros desarrollos AARtistico, si Dios quiere. Podría, por supuesto, haberlo matado, pero entonces no podría tenerlo suelto para torturarlo si me place.