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Ustinov

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Jan 5, 2007
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(*cheat para primogenitura
*nombres de dinastía, terrenos en propiedad o creados, modificados
*regentes elegidos por capacidades)


I. EL NACIMIENTO DE LA DINASTÍA POR LA GRACIA DE DIOS


Verano del año 867 de nuestro Señor. El gentil Pedro de Augusta, originario del Ducado de Castilla, decidió liderar con sus hombres los terrenos abandonados de la antigua Soria, a la que bautizó Capital desde su nuevo bastión de Verde Colina. A su norte el Reino de León, al este el Reino de Navarra, y al sur el fuerte Al- Ándalus, coronado por otros infieles con menos poder como Balad al-Walid, que el 18 de agosto del 871 conquistó y en el que se apresuró a introducir la fé católica, bautizando las tierras una vez conseguido tal propósito como Esperanza. Cuando también consiguió vencer en Olmedo, el 7 de julio del 882, Pedro I pidió al Papa Stephanus V que le otorgara y creara el Ducado de Augusta, que controlaba el centro de las Hispanias, y le nombrase a él y a su linaje portadores fieles de manera hereditaria en forma de primogenitura, a diferencia del reparto confederado de la mayoría de reinos católicos, a lo que su Santidad accedió. El blasón con flor de lis en oro sobre blanco representaría a la familia y a todos los territorios de los Augusta. El fuerte deseo de instaurar una dinastía honorable hizo a Pedro I casarse con la nieta del Rey Gartzia de Navarra, la generosa Antsa, con la que engendró tres hijos, en este orden, Beatriz, que casaría con el rey carolingio Louis de Francia Occidental, Pedro y Beltrán, aunque Dios se llevó a Antsa durante otro parto en el 884. El primer Duque no pudo ver finalizada la conversión religiosa en Olmedo, que una vez católica sería llamada Libertad, a causa de su fallecimiento el 7 de agosto del 891: sus restos fueron enterrados en la Iglesia de San Pedro en Capital, lugar santo que tan religiosamente levantó el bendecido. Los augustanienses juraron lealtad a Pedro II, de 12 años, que ya de niño había demostrado su generosidad con los más necesitados, tal y como dejó constancia el obispo sufragáneo del Ducado, Salvador.

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Duque Pedro II fue considerado por muchos como un gobernante perturbado y señalado por un intento frustrado de envenenamiento a su cuñado Louis Karolingi, con el motivo de mejorar la situación sucesoria de su esposa Sarrazine de Francia Occidental. Aunque al magnánime Pedro II hay que concederle el valor de conquistar la infiel Cuellar, nombrada Libertad una vez convertida y castellanizada. También de levantar pastos y pueblos en Capital, así como de nombrar Mariscal al héroe Nuño de Villacorta, que le prestó ayuda impagable en su tarea de unir el Ducado. A su muerte el 16 de octubre del 932, tras 41 años de gobernanza, el mapa de la Hispania había cambiado por completo, con dos reinos al norte, Asturias y Galicia, Navarra controlando el suroeste y el sureste, y Al-Ándalus dividida por sus guerras internas.

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El Duque Ramiro, segundo hijo de Pedro II y heredero indiscutible tras haber sido desheredado su hermano mayor Pedro a causa de sus pobres capacidades, casó con Elionor de Provenza, hija del Duque Bernat III. De dicho matrimonio nacerían Leopoldo y Alejandro, éste último muerto a los dieciocho años de edad. A pesar de estar perseguido parte de su vida por los rumores sobre degeneración, el Duque, desde el trono de pino y lino que encargó diseñar, centró su gran labor en conseguir aumentar el territorio de Augusta. Primero Soria, ahora llamada Picos Verdes, que se consideraba propiedad de facto del Ducado, en guerra contra el Rey Martí de Asturias, guerra que duró cinco años y que finalizó en el 941. Más tarde Amaya, que había sido ocupada por galeses, y a la que llamó Bosque Norte. Una vez unificado el reino asturleonés y el gallego, Ricardo mantuvo buenos tratos con el Rey Alfonsu II, pactando matrimonios entre ambas dinastías. El heredero de Augusta, Leopoldo, casaría con la hija Gontroda de Galicia, y el propio Duque se comprometería una vez viudo con su otra hija, Catalina. Entre otros actos relevantes del gobierno de Ricardo se encuentra el estudio catastral de los territorios que comenzó en el 958, y que benefició al gran Ducado. El 12 de septiembre del 969 encontró la paz a la edad de 58 años.

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II. LA CORONA SOBERANA DE AUGUSTA


A los 33 años de edad el Duque Leopoldo tomó las riendas de Augusta. Fue un gran euridito y coleccionó reputados documentos y tratados. Sus relaciones con Galicia, al contrario que su padre, fueron hostiles. Reivindicó el Condado de León para su esposa Gontroda, y el de Zamora, rebautizada como Prados Grandes, por derecho propio. Ambas pasaron a formar parte de las tierras de los Augusta y castellanizadas. Leopoldo se proclamó Rey de Augusta al obtener el Ducado de Castilla. El primero en su nombre y único monarca católico de la Hispania tras la desaparición del Reino de Galicia, la desgracia de su pérdida el 16 de septiembre del 1004 hizo llorar a todo el reino, nobles y campesinos por igual.

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Leopoldo II fue coronado Rey de Augusta por el arzobispo Gutierre en otoño del 1004. Nada más ocupar el trono se preocupó en seguir consagrando la dinastía, casándose con Klara, segunda hija del Rey Markward de Aquitania. De este matrimonio nacería su único hijo, Leopoldo, pues Klara murió prematuramente a los 15 años de edad. El cristiano Rey quiso tener en posesión el territorio de Nájera, capital del Malikato de Navarra, pero el 28 de octubre del 1010 tuvo que firmar la rendición ante la superioridad de los infieles. Tuvo más suerte al oeste, pues arrebató al Ducado de Portucale las tierras de Benavente, rebautizadas Camino Nuevo, por derecho propio. Su corto reinado de 12 años también estuvo marcado por la construcción del Castillo de Verde Colina. Sus sagrados restos fueron enterrados en la capilla de éste.

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III. LAS DOS CORONAS CONSAGRADAS


El magnánime Leopoldo III subió al trono a los 11 años, y pronto vería crecer el Reinado de Augusta al aceptar el pacto de vasallaje que le pidió el Duque de Asturias. Además se garantizaba para su familia el Reino de Borgoña al casarse con su heredera, Aetche de Amiens, con la que tuvo tres hijos, Pedro, Leopoldo y Ana, ésta última casaría con el Rey de Alemania. Pero no fue un reinado fácil, ya que tuvo que hacer frente a dos intentos de invasión del Sultanato de Al-Ándalus, uno en el 1021 y otro en el 1035. En ambos salió victorioso por su grandeza y con la ayuda de Dios y del Reino de Borgoña. Se le conocerá también por arrendarle el terreno de Llanura Santa en Bosque Norte a los Caballeros Hospitalarios, así como por mejorar las carreteras del Condado de León. De sus hijos, su heredero Rey Pedro I fue encargado de unificar las coronas de Augusta y de Borgoña, y Alejandro, Duque de Provenza, delegado a gestionar las tierras borgoñesas.

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Dos territorios alejados diferentes entre sí culturalmente. La tarea que heredó Pedro I de Augusta no era sencilla, gestionando desde Capital las posesiones borgoñesas que Dios había encomendado a su familia y que el Papa Urbanus II santificó. Los Duques Bernat de Saboya, Emmerich de Viennois y Julienne de Alta Borgoña se oponían a la castellanización de sus tierras, y Alejandro de Augusta, nombrado Duque de Provenza por su padre fallecido, tuvo que ayudar al Rey gentilmente desde la Baronía de Forcalquier. Mientras Pedro II festejaba su casamiento con la hija del Rey de Inglaterra, Ealdgyth, su hermano se esforzaba por unir los terrenos de Borgoña, enfrentándose al Conde Manassés en su intento de independizarse de los Augusta. El gallardo Duque Alejandro fue autoproclamado Regente de los Reinos el 24 de agosto de 1053, al ser valorado el Rey Pedro I como incapaz. El 3 de marzo del siguiente año el Monarca sería abrazado por Cristo a la edad de 29 años.

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(Continuará...)
 
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IV. EL SAGRADO AUGE DE LA CULTURA AUGUSTIANA



La segunda mitad del siglo XI de nuestro Señor coincidió con el esplendor del Gran Reino, por fin unificado, y de la familia de Augusta. Aunque el crecimiento de la cultura augustiana se produjo a lo largo de los años, con un dialecto iberorromance diferente y costumbres burocráticas más firmes, la identificación fue aquí definitiva, convirtiéndose en mayoritaria y desplazando a la castellana. Cuando la labor del Duque Alejandro como Regente finalizó, Pedro II contrajo matrimonio con la hija del Rey de Francia, Willemine, del que nacieron, por este orden, Isabel, Beatriz, Juan, Andrés y Ricardo. Ante el poder de la Corona, los Duques de Galicia y de Portucale solicitaron vasallaje a Pedro II, que aceptó con unas condiciones benevolentes pero apostando por la Centralem Legem , ley que no permitía a los vasallos a declarar guerras sin su permiso y aprobando el derecho de revocación de títulos. El Monarca no dejó apartada las ansias de continuar engrandeciendo el Reino, y el 16 de enero de 1062 le declaró la guerra al Jeque Malik IV de Navarra por las tierras de Nájera, Frontera más adelante, una batalla que acabó triunfal al año siguiente. Diplomáticamente Pedro II fue atrevido, ya que firmó un Tratado de Tregua con el infiel Sultán de Al-Sarq, pero la Iglesia no se opuso a tal postura. También será recordado por fundar la Orden De Calatrava y por otros asuntos religiosos como financiar la Iglesia de Romans en el Condado de Viennois. Pedro II acuñó la primera moneda del Reino, el Real Augustiano de oro, que llevaría grabado su semblante.

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A la muerte de Pedro II el 11 de enero de 1092 fue coronado su hijo Andrés, con 15 años. Al haber sido comprometido con la heredera del Reino de Alemania, Hemma, pasó por encima de su hermano en la sucesión por decisión de su padre ante justos intereses políticos. Tuvo tres nobles hijos con Hemma, Brígida, Enrique y Pedro, y donó una importante cantidad de reales a la Cruzada por Jerusalén ordenada por Dios a su Santidad Papa Urbanus. Por desgracia, no se pudo hacer nada contra los infieles. Su reinado fue breve pues sería llamado por el Señor a la edad de 25 años a causa de una viruela.



V. LAS GUERRAS DE INDEPENDENCIA Y DE SOBERANÍA



El reinado del Rey Enrique I se recuerda como uno de los más difíciles para la Casa de Augusta. Aprovechando la juventud del joven Monarca, los Duques Gerardo II de Portucale, Peri Núñez de Asturias, Enrique Bernardez de Saboya, y Fernán de Alta Borgoña le exigieron que retirase la Centralem Legem que había aprobado su abuelo Pedro II y que limitaba la libertad de los vasallos. La Reina Regente, Hemma de Alemania, se negó en rotundo y los vasallos declararon la Guerra por la Independencia en otoño del 1105. Los asedios fueron cruentos y a pesar del apoyo de Alemania y de Italia, reino con el que se había firmado una alianza tras el compromiso de matrimonio entre Enrique I y la hermana del Rey Gaetano, Augusta tuvo que recurrir al contrato de mercenarios almogávares para intentar doblegar a los traidores en una batalla que no parecía tener fin. Pero las desgracias no acabaron ahí, y es que en 1108 la Duquesa Marquesa de Provenza, hija del que fuese Regente del Reino a mediados del siglo XI, el Duque Alejandro de Augusta, exigió el Reino de Borgoña por derecho propio y también declaró guerra, abriendo otro frente importante. Los ejércitos defensores comenzaron a luchar en las tierras hispanas, y cuando la situación ahí se controló movieron a Borgoña. Fue gracias a las tropas italianas, alemanas y mercenarias que el Rey Enrique consiguió vencer a los desleales por la mínima en la primavera del 1110. Los traidores fueron juzgados y condenados a muerte ante los ojos del Señor. El Mariscal Fernando de Medina del Campo tuvo que cumplir la tarea de instaurar el orden tras las desgraciadas guerras. Y en 1115 comenzó otra época de crisis, peor que la anterior, al intentar agustinizar las tierras alemanas, que contenían culturas suabas, franconianas y sajonas. El traidor Conde Detmar de Speyer se proclamó rey legítimo de una Alemania independiente, y junto a los Duques de Suabia, de Currezia, de Anhalt y de Westfalen declararon la Guerra por la Soberanía Alemana. Los ejércitos del Rey Enrique I no superaban los 25.000 soldados, y la contratación de mercenarios endeudaron Augusta. En esta ocasión, el Monarca no tuvo más remedio que rendirse y olcidar sus derechos sobre las tierras que le pertenecían por herencia de su madre. Fueron épocas de escasez y abandonos de aldeas ante tantos conflictos, pero Augusta salió adelante con la ayuda del Señor. El Rey Enrique I enviudó dos veces y casó tres, teniendo en total seis hijos, aunque fue hija su la Princesa Estefanía su favorita, que fue un gran apoyo para él en la gestión del Reino.

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(Continuará...)
 
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