El final de la empresa
Tras quince días de combate en Las Palmas el almirante puso rumbo hacia La Gomera (se desconoce por qué dejó Tenerife de lado), saqueando su puerto, aunque no obtuvo un botín sustanciable. Además, la operación les costó la vida a ochenta soldados al intentar reunir unas pipas de vino, cajas de azúcar, munición y cañones. Después de haber prendido fuego a la ciudad por pura frustración se hicieron a la mar dejando la Gomera en escombros.
A bordo del buque insignia, Van der Does tomó la decisión de dividir en dos la armada. Treinta y cinco naves retornaban a la patria bajo las órdenes de Jan Gerbrantsz, mientras las demás prosiguieron su viaje con Van der Does, perseverando en el propósito de damnificar a los españoles o causarles daño de uno u otra forma. El almirante pasó, entonces, a la isla portuguesa de Sao Thomé, donde se apoderó sin mayor dificultad de la población de Pavoasán, y de sus fuertes y baluartes. El botín contaba con cien piezas de artillería, 1.900 cajas de azúcar, 1400 colmillos de elefante, mucho algodón y otras mercancías, además de unas cantidades de plata y de oro. Pronto, la flota holandesa se vio confrontada con otro trágico contratiempo, incluso más catastrófico que las adversidades sufridas en las Islas Canarias; una malaria tropical provocó estragos entre la tripulación. La enfermedad se cobró numerosas víctimas entre ellas el propio almirante Van der Does. A comienzos del año de 1600 los comandantes de la flota, decepcionados y desanimados, tomaron la decisión de regresar a los Países Bajos a excepción de los capitanes de ocho barcos que se separaron del grueso de la armada para poner rumbo hacia Brasil abrigando esperanzas de apresar algún botín en la colonia portuguesa. Sin embargo, sus esperanzas resultaron vanas. Las mortíferas enfermedades tropicales siguieron cebándose, con renovados bríos, entre los holandeses y, de pronto, los perseverantes marineros se rindieron ante tanta mala suerte y pusieron proa hacia la patria sin botín.
Conclusiones
Galeón holandes de 1600
Desde todos los puntos de vista la expedición de Van der Does fue un rotundo fracaso y así queda recogida en las fuentes históricas de la época. Se encontraron con una bien organizada defensa por parte de los españoles, incluso en el asalto a Las Palmas; el sistema defensivo establecido por Felipe II estaba dando sus frutos.
La empresa fue un fracaso, el botín no había compensado los gastos de la expedición.
Para empezar, la empresa salió muy cara en cuanto al sacrificio humano: la cifra de bajas que costó la infortunada toma de Las Palmas fue muy elevada; las estimaciones más fidedignas dan 1440 muertos y 60 heridos. Esto significa que el 36% de los cuatro mil tropas de desembarco pereció en combate durante las operaciones en la isla. A los 1440 soldados que murieron en Las Palmas, se debe sumar al menos otro numero similar de navegantes que falleció en el viaje de retorno a causa de las enfermedades mortíferas. Posiblemente, el total alcance a las 1880 personas. La tripulación en algunas de las embarcaciones se quedó diezmada, lo que obligó a los capitanes a reclutar marineros británicos en Plymouth para proseguir su larga y difícil travesía. Un mal menor si pensamos que otros capitanes en Francia y en la lejana Islandia tenían que abandonar sus naves por falta de marineros. Además, un barco, después de tantos sufrimientos, fue capturado a la vista del puerto de amarre, tras un combate corto, por una galera de Spínola el capitán general de los Paises Bajos españoles.
Desde el punto de vista financiero, la expedición resultó decepcionante. El producto total de las ventas de los bienes registradas le rindió al Almirantazgo de Zelanda más de treinta mil libras flamencas. A primera vista puede parecer una suma extremadamente elevada en comparación con el producto de los botines y confiscaciones del último decenio del siglo XVI, pero buena parte de la totalidad de lo subastado se destinó a indemnizar a los mercaderes venecianos, propietarios legítimos de una parte de los bienes robados en Canarias, para conservar la alianza entre las dos repúblicas. No obstante, lo más "cómico" de todo radicaba en el hecho de que gran parte del botín traído de Canarias y de Santo Tomás pertenecía a comerciantes de las Provincias Unidas. Más sorprendente aún, !en Zelanda una tercera parte de los bienes robados consistió en mercancías de empresas holandesas! En suma, el rendimiento de la expedición debe haber sido decepcionante y no era suficiente para salvar los almirantazgos de la alarmante situación financiera en la que se encontraban debido, en parte, a los gastos de la expedición.
Además de la remodelación de los barcos, que formaba parte de los preparativos de la expedicion, la construcción de varios costosos buques de alto bordo había ocasionado grandes problemas financieros para los gobiernos de los almirantazgos. Instigada por los aliados ingleses la marina de la República llevó a la práctica a corto plazo un programa de construcción de un número de embarcaciones militares de volumen y dimensiones extraordinarios en cuanto a las normas holandesas ya citadas, que acabaron por resultar inútiles en las aguas holandesas a causa de los numerosos bancos de arena.
Desde el punto de vista español fue una gran victoria, una demostración de que el sistema defensivo ideado por Felipe II funcionaba (aunque las obras de Torriani en Canarias no fueron suficientes)...aunque un aviso claro para navegantes, el poder hispano en el mar era constestado por los holandeses: su desenlance, Matanzas y las Dunas.