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Malatesta

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Noche del 24 de mayo de 1599, Galeón Orangieboom
El Almirante Pieter Van der Does divisa desde su capitana en la bocana del puerto de Flesinga a los más de 73 buques de guerra que los Estados Generales de Holanda le ha dado en mando para asestar un duro golpe a esos papistas de los españoles: acometer a los enemigos de la República en sus propias aguas, cortar las comunicaciones entre España y sus territorios ultramarinos y aprehender los barcos españoles y portugueses que se cruzasen por el camino


En la historiografía holandesa (la española pasa muy por encima) la empresa de Van der Does ha pasado sobre puntillas y es casi desconocida. Fue un auténtico fracaso, donde la mayor flota de guerra holandesa (estamos hablando de buques de guerra, no de transportes) reunida hasta entonces fue de derrota en derrota.

El objetivo era claro: llevar la guerra con España a sus aguas e intentar cortar sus comunicaciones con las Indias Occidentales.
 
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Los preparativos

Los preparativos
Para tal empresa los Estados Generales holandeses ordenaron la construcción de navios de alto bordo y bien artillados, lo que supuso un alto costo financiero y logístico para la República: la dimensión de los galeones de guerra estaba limitada por las "normas holandesas", esto es, no podían tener unas dimensiones y tonelaje tales que no les pudiesen permitir superar los bancos de arena del puerto de Amsterdam. Pero si se quería preparar una flota de combate lo suficientemente poderosa y "marinera" para los mares tropicales, se tenía que hacer así.

Se consiguieron reunir 74 grandes navios de las provincias de Zeelanda y Holanda en las aguas de Wielingen, en las cercanías del puerto de Flesinga. La armada se agrupaba en tres escuadras, cada una con banderas insignias naranjas, blancas y azules. La escuadra naranja la comandaba el propio almirante Pieter van der Does, navegando en el navío el Orangieboom. La escuadra blanca estaba bajo las órdenes de Jan Gerbrantsz. y la azul llevaba como vice-almirante a Cornelis Geleyntsz van Vlissinghe.

Se dotó a la armada de nueve compañías de 200 soldados del éjercito de la República, que habrían de efectuar las acciones de desembarco. En total la expedición, la tripulación y las tropas de desembarco, sumaba unas 8.000 personas, siendo probable que su número fuese mayor, dado el gran número, el volúmen y las dimensiones de las embarcaciones.
 
Primeras acciones de la Armada

Una vez realizados todos los preparativos, la Armada por fin puede hacerse a la mar el 28 de mayo de 1599, una vez incorporados los galeones de mayor porte, con rumbo sur, hacia España.

Tras una navegación sin incidentes y sin avistar ningún navio español, esperaban tener el factor sorpresa de su lado. El 11 de junio, nada más llegar a las costas gallegas, emprenden un ataque al puerto de La Coruña. Su objetivo era saquear toda la ciudad, destruir las embarcaciones fondeadas y tomar la flota de Tierra Firme con todo su tesoro, pero nada de eso pudieron hacer al encontrar a los españoles puestos sobre aviso y preparados para resistir el ataque.

Ante tal fracaso, los holandeses prosiguieron el viaje encabezado por el nuevo buque insignia, de Hollandsche Thuyn, que se había unido a la armada en las latitudes de La Coruña. Después de haber doblado el Cabo de San Vicente pusieron rumbo a Sanlúcar de Barrameda con el fin de coger por sorpresa la ciudad portuaria andaluza. Este plan tampoco se pudo llevar a la práctica ya que el duque de Medina Sidonia, que estaba al corriente de las intenciones de los rebeldes, había puesto en estado de alerta a las guarniciones locales.

De nuevo frustrados sus planes, Van der Does y sus comandantes tomaron la decisión de atacar al Archipiélago Canario al suponer que ahí no se estaba al tanto del plan y que los medios de su defensa eran inferiores a los de la península. La madrugada del 26 de junio, después de haber navegado alrededor de Lanzarote y Fuerteventura, objetivo pobre para sus miras y sus fuerzas, surgieron ante Las Palmas setenta y cuatro naves de alto bordo.
 
El ataque a Las Palmas

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La Armada de Van der Does arribó a Las Palmas el 25 de junio, fondeando en la bahia de La Isleta al día siguiente. Para sorpresa de los holandeses se podía apreciar gran actividad y preparativos en la ciudad y en las fortalezas.Unos meses antes, los funcionarios en Bruselas habían remitido informes a las autoridades españolas, incluso a las de Gran Canaria y Tenerife, comunicándoles que los Estados Generales de La Haya fletaban una armada para hostigar las costas y los puertos españoles. Los mercaderes del archipiélago a través de sus propios canales de comunicación estaban igualmente informados. Las Palmas, bien abastecidas sus fortalezas y con las milicias agrupadas, se dispuso a hacer frente al ataque neerlandés.

Estrategia holandesa
Reunidos los capitanes, se decidió apoyar con un cañoneo continuo el desembarco directo de las tropas sobre la bahía, un ataque frontal amparado en su mayor potencia de fuego y de hombres de armas. Fue una decisión que causaría grandes bajas.

Estragegia canaria
La estrategia escogida fue la que había logrado vencer a los ingleses: defender el puerto desde las dunas del estrechamiento de La Isleta, en las trincheras de Santa Catalina (por la actual playa de las Alcaravaneras).

El ataque
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Los 74 navíos holandeses se habían situado en posición de combate, con unas 150 lanchas de desembarco preparadas para el ataque. Esa mañana hubo un intenso cañoneo entre el Castillo de la Luz y los barcos holandeses, varios de los cuales sufrieron grandes daños.

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Castillo de La Luz

El fuego holandés se concentró en el Castillo de la Luz, lo que intimidó a su alcaide, quien ordenó cesar el ataque contra el enemigo. Los holandeses pudieron así acercarse más a tierra y batir la costa con sus cañones. A media mañana los holandeses subieron a las lanchas e intentaron tomar tierra en el desembarcadero del puerto, situado a la altura de las actuales calles de Gran Canaria. Pero los isleños, junto con su pequeña artillería y lo cañonazos disparados desde el Castillo de la Luz impidieron el desembarco. Los holandeses volvieron al ataque, cañoneando la costa de nuevo. Intentaron desembarcar, esta vez en la cala de Santa Catalina (ahora playa de las Alcaravaneras) que estaba muy bien defendida y de nuevo fracasaron en el intento. Luego lo intentaron en la misma playa, pero más al norte; después en el desembarcadero. Finalmente los holandeses consiguieron desembarcar por una zona de difícil acceso por mar (entre las actuales calles Luis Morote y Gomera) y que los canarios, por tanto, no habían preparado para su defensa. Los isleños corrieron a combatir la invasión pero no pudieron vencer contra la superioridad numérica de los holandeses. El gobernador quedó, además, malherido y tuvo que ser substituido en los combates siguientes.
 
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El asalto definitivo a la ciudad
Ante el empuje holandes en la linea de playa, los isleños decidieron retirarse hacia la ciudad, preparando su defensa, llamando a todos los hombres disponibles y colocando los cañones que habían podido rescatar del puerto. Los ancianos, las mujeres y los niños abandonaron la ciudad y se refugiaron en la Vega (de Santa Brígida) llevándose todo los objetos de valor que pudieran transportar.

Al anochecer (el mismo 26 de junio), los holandeses avanzaron hacia Las Palmas. Los cañonazos disparados desde la fortaleza de Santa Ana les obligaron a retroceder, terminando el combate al caer la noche. Los holandeses continuaron el asedio al día siguiente, domingo 27 de junio. La defensa de Las Palmas se centró en la muralla de Triana, en el torreón de Santa Ana y en el cerro de San Francisco. Los atacantes se atrincheraron, por su parte, en los arenales al norte de la ciudad, trayendo cañones para atacar la muralla de la ciudad. Al día siguiente, lunes, los holandeses tomaron todos los cañones que pudieron (incluyendo los capturados del castillo de la Luz y los colocaron tras algunos edificios por fuera de la muralla, atacando al cerro de San Francisco y la fortaleza de Santa Ana. Hacia la una de la tarde los isleños tuvieron que abandonar la ciudad y marcharse a la Vega de Santa Brígida.

Guerra de guerrillas y retirada holandesa
Conquistada la ciudad las tropas de Pieter van der Does se dedicaron al saqueo. Con un fondeadero estable para la Armada y con la tropa desembarcada la situación de Van der Does podría paracer idonea, pero la realidad no era esa. Con las milicias canarias esperando fuera de la ciudad, bien atrincheradas, la ciudad no podría mantenerse. Al almirante se le planteó la siguiente cuestión: si se quería tomar definitivamente la ciudad tendría que terminar con las milicias, esto es, conquistar la isla.

armasdefuego01.jpg

Para tal cometido, Pieter van der Does mandó una primera expedición militar a la Vega, que fracasó sufriendo unas veinte bajas. La táctica canaria era clara: acosar con guerrillas al holandés. Sabiendo esto, el almirante amenazó entonces con quemar la ciudad y los campos de la isla y pasar a cuchillo a todos los canarios, pidiendo un rescate de 400.000 ducados de oro que los isleños se negaban a pagar, aunque fingieron negociar, pues tenían noticia que la flota de Nueva España, de camino a América, pasaba cerca.

Van der Doez, conocedor de que su posición pasaba a ser insostenible, lanzó un ultimátum: deberían pagar el rescate antes del 2 de julio. Ante la nueva negativa isleña, en la mañana del sábado 3 de julio de 1599 mandó cuatro mil soldados holandeses a que avanzaran hacia la Vega y derrotaran a los milicianos, forzando así la situación.

La columna holandesa avanzó por un terreno difícil acosada por los canarios, que habían cortado todo suministro de agua. La retirada dejaba de ser una opción, pues provocaría una desbandada entre las tropas holandesas, así que se decidió presentar batalla, pero esta no llegaba. La columna se internó hacia el interior del Monte Lentiscal (entonces un bosque espeso), momento en el que los canarios decidieron pasar al ataque sobre unas tropas desorganizadas por la marcha y desmoralizadas y sedientas, obteniendo una gran victoria y ocasionando grandes bajas (sobre todo en la aún llamada Cruz del Inglés).

Con la llegada de los restos de la columna (se estima en 800 las bajas), el almirante Pieter van der Does decide quemar la ciudad y retirarse. Abandonaron la urbe el 8 de julio y tras una escala técnica en Maspalomas (en la llamada, desde entonces, Playa del Inglés), donde enterraron los últimos muertos, puso rumbo hacia La Gomera.
 
El final de la empresa
Tras quince días de combate en Las Palmas el almirante puso rumbo hacia La Gomera (se desconoce por qué dejó Tenerife de lado), saqueando su puerto, aunque no obtuvo un botín sustanciable. Además, la operación les costó la vida a ochenta soldados al intentar reunir unas pipas de vino, cajas de azúcar, munición y cañones. Después de haber prendido fuego a la ciudad por pura frustración se hicieron a la mar dejando la Gomera en escombros.

A bordo del buque insignia, Van der Does tomó la decisión de dividir en dos la armada. Treinta y cinco naves retornaban a la patria bajo las órdenes de Jan Gerbrantsz, mientras las demás prosiguieron su viaje con Van der Does, perseverando en el propósito de damnificar a los españoles o causarles daño de uno u otra forma. El almirante pasó, entonces, a la isla portuguesa de Sao Thomé, donde se apoderó sin mayor dificultad de la población de Pavoasán, y de sus fuertes y baluartes. El botín contaba con cien piezas de artillería, 1.900 cajas de azúcar, 1400 colmillos de elefante, mucho algodón y otras mercancías, además de unas cantidades de plata y de oro. Pronto, la flota holandesa se vio confrontada con otro trágico contratiempo, incluso más catastrófico que las adversidades sufridas en las Islas Canarias; una malaria tropical provocó estragos entre la tripulación. La enfermedad se cobró numerosas víctimas entre ellas el propio almirante Van der Does. A comienzos del año de 1600 los comandantes de la flota, decepcionados y desanimados, tomaron la decisión de regresar a los Países Bajos a excepción de los capitanes de ocho barcos que se separaron del grueso de la armada para poner rumbo hacia Brasil abrigando esperanzas de apresar algún botín en la colonia portuguesa. Sin embargo, sus esperanzas resultaron vanas. Las mortíferas enfermedades tropicales siguieron cebándose, con renovados bríos, entre los holandeses y, de pronto, los perseverantes marineros se rindieron ante tanta mala suerte y pusieron proa hacia la patria sin botín.

Conclusiones
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Galeón holandes de 1600

Desde todos los puntos de vista la expedición de Van der Does fue un rotundo fracaso y así queda recogida en las fuentes históricas de la época. Se encontraron con una bien organizada defensa por parte de los españoles, incluso en el asalto a Las Palmas; el sistema defensivo establecido por Felipe II estaba dando sus frutos.

La empresa fue un fracaso, el botín no había compensado los gastos de la expedición.

Para empezar, la empresa salió muy cara en cuanto al sacrificio humano: la cifra de bajas que costó la infortunada toma de Las Palmas fue muy elevada; las estimaciones más fidedignas dan 1440 muertos y 60 heridos. Esto significa que el 36% de los cuatro mil tropas de desembarco pereció en combate durante las operaciones en la isla. A los 1440 soldados que murieron en Las Palmas, se debe sumar al menos otro numero similar de navegantes que falleció en el viaje de retorno a causa de las enfermedades mortíferas. Posiblemente, el total alcance a las 1880 personas. La tripulación en algunas de las embarcaciones se quedó diezmada, lo que obligó a los capitanes a reclutar marineros británicos en Plymouth para proseguir su larga y difícil travesía. Un mal menor si pensamos que otros capitanes en Francia y en la lejana Islandia tenían que abandonar sus naves por falta de marineros. Además, un barco, después de tantos sufrimientos, fue capturado a la vista del puerto de amarre, tras un combate corto, por una galera de Spínola el capitán general de los Paises Bajos españoles.

Desde el punto de vista financiero, la expedición resultó decepcionante. El producto total de las ventas de los bienes registradas le rindió al Almirantazgo de Zelanda más de treinta mil libras flamencas. A primera vista puede parecer una suma extremadamente elevada en comparación con el producto de los botines y confiscaciones del último decenio del siglo XVI, pero buena parte de la totalidad de lo subastado se destinó a indemnizar a los mercaderes venecianos, propietarios legítimos de una parte de los bienes robados en Canarias, para conservar la alianza entre las dos repúblicas. No obstante, lo más "cómico" de todo radicaba en el hecho de que gran parte del botín traído de Canarias y de Santo Tomás pertenecía a comerciantes de las Provincias Unidas. Más sorprendente aún, !en Zelanda una tercera parte de los bienes robados consistió en mercancías de empresas holandesas! En suma, el rendimiento de la expedición debe haber sido decepcionante y no era suficiente para salvar los almirantazgos de la alarmante situación financiera en la que se encontraban debido, en parte, a los gastos de la expedición.

Además de la remodelación de los barcos, que formaba parte de los preparativos de la expedicion, la construcción de varios costosos buques de alto bordo había ocasionado grandes problemas financieros para los gobiernos de los almirantazgos. Instigada por los aliados ingleses la marina de la República llevó a la práctica a corto plazo un programa de construcción de un número de embarcaciones militares de volumen y dimensiones extraordinarios en cuanto a las normas holandesas ya citadas, que acabaron por resultar inútiles en las aguas holandesas a causa de los numerosos bancos de arena.

Desde el punto de vista español fue una gran victoria, una demostración de que el sistema defensivo ideado por Felipe II funcionaba (aunque las obras de Torriani en Canarias no fueron suficientes)...aunque un aviso claro para navegantes, el poder hispano en el mar era constestado por los holandeses: su desenlance, Matanzas y las Dunas.
 
De Chatillôn said:
Muy, muy interesante :)

Da gusto ver que, alguna que otra vez, los españoles hemos sido bastante eficaces... :rofl:

Bueno, esto porque esa flota no cogió a ninguna española en alta mar o a la de Indias, porque sino ya tienes Matanzas veintipico años adelantada :D Lo cierto es que la tecnología naval holandesa ya estaba despuntando con esos galeones "afragatados"
 
La empresa de Van der Does, al igual que varias de Drake, fueron un verdadero fracaso financiero, aunque hacían daño a España, tanto por los daños materiales como por las muestras de vulnerabilidad del imperio. La propaganda protestante sabía presentar estas campañas como victorias.

Lo que también está claro es que, a partir de la Invencible, España espabiló en la defensa del Atlántico y a partir de entonces casi todas las grandes expediciones contra ella se tornaron en fracaso. Había terminado la época en la que los corsarios ingleses sólo encontraban como oposición a pueblos defendidos por milicias locales sin entrenamiento.
 
Last edited:
Es muy interesante el artículo, Malatesta, pero para los que no conocemos tan de cerca la historia hispánica, podrías especificar (o abrir un thread nuevo) ese tipo de defensa (o de qué se trataba) ideado y puesto en marcha por Felipe II? Gracias :)
 
the_genius said:
Es muy interesante el artículo, Malatesta, pero para los que no conocemos tan de cerca la historia hispánica, podrías especificar (o abrir un thread nuevo) ese tipo de defensa (o de qué se trataba) ideado y puesto en marcha por Felipe II? Gracias :)

Basicamente me refiero a las construcciones de fortificaciones en ultramar y la Península (como por ejemplo Cartagena de Indias, San Felipe del Morro en Puerto Rico...) para rechazar los ya frecuentes ataques de ingleses y, poco a poco como en este caso, de holandeses. A este complejo defensivo se le unía el sistema de flotas, para evitar los ataques. Bueno, pero esto muy basicamente.

A las colonias americanas se enviaron importantes ingenieros italianos para levantar esas fortificaciones, como Bautista Antonelli en Cartagena, pero igual sucedió en el contexto canario, frecuentemente acosado por piratas y corsarios berberiscos, franceses, ingleses... Las fortificaciones que he descrito para Las Palmas de Gran Canaria -igual que para otras muchas del archipiélago- son obra del también italiano Torriani.
 
Las nuevas medidas de defensa fueron bastante eficaces e incluían también una mejora de los diseños de los barcos.

Un ejemplo de esta eficacia es la última expedición de Drake y Hawkins, que con 28 barcos también intentaron capturar Las Palmas, 4 años antes que Van der Does. Tras el fracaso en las Canarias se dirigieron al Caribe donde recibieron noticia de que la nave capitana de Tierra Firme había llegado desarbolada a Puerto Rico, con un gran tesoro.

Sin embargo España ya estaba avisada. Informados del paso de la flota inglesa por las canarias se envió una flota de 5 barcos al caribe, los cuales capturaron al "Francis", buque inglés de la flota de Drake que se había quedado rezagado donde se enteraron del objetivo de los ingleses.

Avisados en Puerto Rico se prepararon las defensas rechazándose las repetidas acometidas de los ingleses, que tuvieron que retirarse con grandes bajas. Además, Hawkins sufrió la misma suerte que un gran número de marineros ingleses en las expediciones de corso y murió de fiebres.

Drake se dirigió entonces a Panamá después de haber pasado frente a Cartagena, que no se atrevió a atacar como había hecho años antes (la situación había cambiado bastante).

El fracaso ante Panamá fue aún mayor siendo engañados los ingleses que atrvesaban el itsmo por un grupo de 50 españoles que simularon ser un gran ejército tocando trompetas y tambores y haciendo retirarse a los ingleses, perseguidos por las tropas españolas y un contingente de negros que degolló a cuantos ingleses quedaban rezagados.
Este desastre le costó a Drake la pérdida de 500 hombres y la necesidad de retirarse del itsmo.

Totalmente desmoralizados los ingleses se refugiaron en Veragua donde Drake enfermó falleciendo a los pocos días.

Pero no acabaron ahí los infortunios ingleses, el nuevo comandnte, Baskerville, totalmente derrotado, decidió agrupar sus fuerzas en los 14 barcos que le quedaban y tomar rumbo a Inglaterra. Sin embargo, mientras hacían aguada en la isla de Pinos apareció una flota de 13 barcos enviada desde España para impedir la huida. Los ingleses respondieron bien en la batalla pero perdieron un barco con 300 hombres, un patache con 35 y todas sus lanchas.

Los ingleses lograron huir alijando carga y arrojando artillería por la borda. A Plimouth sólo llegaron 8 de los 28 barcos que habían partido.

Realmente el nuevo sistema defensivo funcionaba perfectamente y no flaquearía realmente hasta la profunda crisis en que entró España tras su derrota con Francia en la década de 1650, cuando comenzó "La Edad de Oro de la Piratería".