1917
1917 comenzó con la firme determinación aliada de ganar la guerra con un victoria total. Tras dos años de sangrienta lucha, todas las naciones implicadas en la guerra estaban haciendo frente a graves problemas políticos y sus consecuencias sociales y económicas, que ya habían comenzando en 1915-16.
Como ya hemos visto, en Gran Bretaña la crisis se saldó con la caída del gobierno Asquith. En Francia el problema no sólo era político, sino también militar. La guerra había agotado al ejército francés (casi 850.000 soldados galos habían muerto a comienzos de 1917 -1-) y su moral era muy baja (a pesar de se suprimieron los procesos sumarísimos y el sistema anterior a la guerra fue reintroducido en abril de 1916, a partir del otoño de ese año, el número de desertores fue en aumento). Además de esto, el alto mando francés había impuesto su autoridad sobre el gobierno civil. Tanto Viviani como Briand habían tenido que aceptar la lucha de desgaste y las tremendas bajas sufridas, lo que estaba tenido un alto coste social.
El actual presidente de Francia, Aristide Briand (izquierda) y su predecesor, René Viviani (derecha)
Incluso en Alemania la tensión entre el ejército y el gobierno estaba en aumento, en parte debido a la falta de resultados en los frentes y a la aplastante derrota sufrida en Jutlandia. Esto, junto al daño causado por el bloqueo aliado, persuadió al canciller Bethmann-Hollweg para comenzar a negociar con los aliados. Poseyendo amplias zonas de Francia y Rusia, Alemania confiaba en que se encontraba en una posición de fortaleza para negociar con los aliados. Sin embargo, en enero de 1917 estos rechazaron la propuesta de paz germana.
Las potencias aliadas acordaron cual sería la estrategia a seguir en 1917: ofensivas simultáneas en todos los frentes, que tendrían lugar en primavera, seguros de que las Potencias Centrales estaban al borde del colapso y que sólo faltaba una última ofensiva para abrir brecha en algún sector del frente (2). El generalísimo francés, el general Robert Nivelle, propuso atacar en primavera a lo largo del Chemin des Dames, y prometió que se lograrían grandes resultados con mucha rapidez. El plan fue aceptado por el presidente del gobierno, Aristide Briand, y el ministro de municiones Albert Thomas, así como por el gabinete de guerra de Londres. Lloyd George expresó algunas dudas sobre la viabilidad de un nuevo ataque en el frente occidental y propuso atacar en otros frentes. Sin embargo, el plan Nivelle fue aprobado por el gobierno británico.
El frente del Isonzo: once ejércitos italianos (56 divisiones) se enfrentaba aq catorce ejércitos austrogermanos (69 divisiones).
En la conferencia de Roma (enero de 1917) Lloyd George repitió su propuesta de atacar en otros frentes y sugirió transferir 700 cañones pesados al ejército italiano para ayudar en la siguiente ofensiva de Cadorna. Sin embargo, los franceses estaban decididos a aplicar el plan Nivelle sin aceptar ningún tipo de cambio y la propuesta de Lloyd George fue ignorada por poco práctica. El mismo destino siguió la sugerencia del general Palizine, que representaba al imperio zarista, cuando solicitó un ataque contra los Dardanelos, que ayudaría a Rusia a romper el bloqueo enemigo (3).
El frente occidental: el ejército belga (una división de caballería y seis de infantería), dos cuerpos de ejército canadienses (seis divisiones de infantería), dos portugeses (seis divisiones de infantería), doce británicos (seis divisiones de caballería y treinta de infantería), dos sudafricanos (seis divisiones de infantería), dos australianos (seis divisiones de infantería) y quince franceses (nueve divisiones de caballería y noventa de infantería) se enfrentaban a diez ejércitos alemanes (110 divisiones) y una pequeña fuerza expedicionaria austro-húngara (tres divisiones de infantería)
Los franceses atacarían en el Chemin des Dames, y los británicos apoyarían esta ofensiva con una propia entre Vimy y el río Oise. Por una vez, el mariscal Haig estaba de acuerdo en aceptar las ordenes de BEF, aunque no le gustaba el cambio de mandos galos, ya que la estrategia de Joffre apoyaba sus planes para atacar en Flandes. Como ya sucediera en 1915 y 1916, Haig quería atacar el saliente de Ypres. Con Nivelle pidiendo que los británicos apoyaran de cerca el ataque contra el Chemin des Dames, atacar Flandes no tenía sentido, y fue retrasado para más adelante, aunque Nivelle estaba seguro que el éxito de su ofensiva forzaría a una retirada alemana en Flandes, anulando la necesidad de atacar en este sector.
El frente oriental: quince ejércitos rusos (140 divisiones) contra nueve alemanes (60 divisiones) y cuatro austríacos (40 divisiones).
Mientras, Rusia estaba al borde del desastre. La crisis causada por los problemas de producción y de transporte habían llevada a que faltara comida en las ciudades, y el hambre estaba destrozando la moral nacional. La falta de combustible reducía la capacidad de las fábricas y aumentaba el número de casas sin calefacción, lo que se traducía en constantes críticas del gobierno y un aumento del sentimiento antibelicista. Esto se había plasmado en las huelgas de enero y febrero de 1916 y en la aparición en septiembre de 1915, de una alianza de Octubristas y del partido Kadet para pedir en la Duma la formación de un gobierno responsable. Nicolás II rechazó estas demandas y, además, cometió un terrible error: se puso al mando del ejército y dejó las tareas de gobierno en manos de la zarina Alejandra, que era muy impopular por su ascendencia germana y por la influencia del "monje loco", Rasputín (4). Éste fue finalmente asesinado en diciembre de 1916 por un pariente del zar, el príncipe Felix Yusupov, pero el daño era ya irreparable.
Las dudas francesas, británicas e italianas sobre la capacidad de Rusia para atacar en 1917 forzaron a que el zar insistiera a sus comandantes en la necesidad de atacar esa primavera. Todavía se dudaba sobre el estado del ejército ruso, ya que aún andaba escaso de municiones y de artillería pesada. De hecho, el general Brusilov, jefe de operaciones desde septiembre de 1916, recomendó al zar en diciembre de ese año que se acortara el frente mediante una serie de retiradas. En particular, el repliegue en la zona de Transilvania hacia las montañas de los Cárpatos permitiría liberar gran cantidad de divisiones que permitirían lanzar la ofensiva de primavera. Brusilov quería atacar en el saliente alemán que se extendía desde Bialystok al río Narew y que ofrecía la oportunidad de capturar miles de prisioneros alemanes y conseguir una gran victoria en el frente oriental. El zar estuvo de acuerdo y Brusilov comenzó a trabajar junto con el general Ruzsky, comandante del frente norte, y el anciano general Kuropatkin, comandante del frente central, para preparar la retirada y la siguiente ofensiva contra el saliente del Narew.
Los generales Aleksei Alekseevich Brusilov (izquierda y el conde Franz Conrad von Hötzendorf (right)
El aliado de Alemania, Austro-Hungría también se enfrentaba a una crisis tan grave como la rusa: las terribles perdidas sufridas en la guerra estaban agotando los recursos militares, políticos y económicos del imperio Las fuerzas armadas y la población estaban sufriendo por la carestía de alimentos y la lealtad de las minorías nacionales -como los checos- comenzaba a desvanecerse. De hecho, los nacionalismos étnicos se estaban convirtiendo en una amenaza para la supervivencia del imperio. El agotamiento de la población y la inestabilidad política se plasmaron en el asesinato del primer ministro austríaco, Stürgkh, a manos del socialista Friedrich Adler (21 de octubre de 1916). Así, cuando el viejo emperador Francisco Fernando murió en noviembre, su sucesor, el archiduque Carlos, empezó un moderador programa de reformas y entabló contacto con los aliados a través de su cuñado, el príncipe Sixto de Borbón Parma, oficial del ejército belga, para llegar a una solución pacífica al conflicto.
Esta crisis llevó al general Luigi Cadorna, el generalísimo italiano, a preparar una ofensiva destinada a tomar Trieste, con la esperanza de aprovechar el desorden interno del enemigo. Sin embargo, como ya hemos visto, la carencia de artillería pesada comprometía el éxito de esta operación. Además, Cadorna estaba siendo presionado por el primer ministro italiano, Paolo Boselli, que intentaba reducir el poder acumulado por su general. Sin embargo, Cadorna estaba decidido a romper las líneas enemigas para capturar Trieste y la base naval de Pola, coincidiendo con la ofensiva rusa en el Narew.
(1) En OTL, las bajas franceses sumaban, a comienzos de 1917, un millón. Como vigilo de cerca a los galosos, las bajas han sido menores. Maldito Verdún, que me fastidió los planes...
(2) 1916 redux, obviamente. Hay gente que disfruta tropezando varias veces con la misma piedra.
(3) Como Venizelos no ha dado su golpe de estado ni Sarrail ha desembarcado en Salónica, Grecia está viviendo la vida loca y no hay Zeus que lo cambie. E invadir el país no es una opción...
(4) Si, el de
Boney M