1915
No hacía falta ser un genio para ver que la guerra no iba a terminar para la Navidad. El 1 de enero de 1915 amaneció con un frente occidental estancado en las trincheras. Al acabarse el espacio para maniobrar y flanquearse mutuamente, ambos bandos recurrieron a la guerra de trincheras. Éstas iban desde el Mar del Norte a Suiza, sin interrupción, con los ejércitos enfrentados a apenas unos metros los unos de los otros.
Las trincheras comenzaron como soluciones provisionales motivadas por las necesidades de la guerra. Secciones temporales, construidas apresuradamente, fueron mejoradas, se aumentó su profundidad y defensas y fueron unidas a otras y dotadas de traversas para minimizar los riesgos de un impacto directo o que una incursión enemiga pudiera enfilar toda la línea. Embudos causados por la artillería fueron convertidos en refugios y dotados de techo, una necesaria protección para una tropa acosada por los obuses. Pronto se reconoció el valor del alambre de espino, y frente a las trincheras comenzaron a elevarse densos bosques de alambradas, bombardeadas por el día y reconstruidas por la noche. Así fue naciendo un complicado sistema defensivo que crecería hasta extenderse por miles de kilómetros.
Trinchera alemana cerca del río Aisne. Compárese con las británicas.
Para enero de 1915 era obvio que la guerra iba a durar más de lo esperado en un principio. Por ello, las trincheras fueron aumentado su complejidad para cubrir las necesidades ofensivas y defensivas de los ejércitos, además de mantener abiertas las líneas de comunicaciones y de suministros. La potencia de fuego de los ejército modernos no había dejado otra opción salvo la de cavar. Si bien las trincheras no eran lugares excesivamente saludables, no hay duda de que salvaron vidas: la revolución en el terreno armamentístico había dotado los ejércitos de una potencia de fuego brutal. Sin las trincheras, las bajas hubieran sido horrendas. El frente occidental iba a decidir el ganador mediante una agotadora guerra de desgaste.
Trincheras británicas cerca de "Wypers"(1).
Entonces surgió un problema. No era la primera vez que las trincheras aparecían en una guerra (sólo hacía falta recordar los ejemplos de la guerra de Crimea, la guerra civil americana y, más recientemente, la guerra ruso-japonesa). Incluso los boers habían hecho uso de ellas, como los ingleses habían descubierto, para su horror, en Magersfontein y Colenso. Sin embargo, el frente occidental sobrepasaba cualquier ejemplo del pasado y desafiaba a la comprensión humana. Enormes ejércitos se apretaban en las trincheras de Francia y Bélgica, sin apenas opciones para moverse. Con el defensor bien aprovisionado y reponiendo sus bajas de manera regular, con la ventaja otorgada por las trincheras y los búnkers, la pregunta era bastante obvia.
¿Qué iban a hacer los aliados ahora? La pregunta más repetida en 1915 era "¿son los aliados capaces de romper el frente enemigo?". Lord Kitchener expresó sus dudas, que eran compartidas por muchos otros:
"Supongo que tenemos reconocer que el ejército francés no es capaz para romper las líneas alemanas de una manera que altere definitivamente la situación."
El general Joffre, como es obvio, tenía otra visión del problema: "
la mayor parte del ejército alemán, con la mayoría de sus mejores tropas, está en nuestro territorio, con su línea de batalla casi en el corazón de Francia. [...] Nuestro deber es derrotar este ejército y expulsarlo de nuestra nación". La pregunta básica, sin embargo, seguían sin ser contestada: ¿cómo?
Artillería francesa en la Champaña.
La solución parecía ser la artillería y las granadas de alto explosivo. Con el suficiente apoyo artillero la infantería sería capaz de ocupar las líneas enemigas, que los cañones habrían reducido a la impotencia. Sin embargo, en 1915 la tecnología que permitiría esto, sencillamente, no existía. En particular, el ejército británico en Francia esta escaso de recursos para considerar romper el punto muerto al que se había llegado. La solución del problema, es decir, tener suficientes cañones y munición, había resultado ser otro gran problema. Al comenzar la guerra, el ejército francés disponía de sólo 300 cañones pesados, frente a los 3.500 cañones pesados y medios de los alemanes. Desde entonces se había entregado 48 nuevas piezas pesadas, pero 18 de estas habían explotado en la cara de sus dotaciones. Era tal la carestía de pieza pesadas que se hizo uso de los cañones de las fortalezas (como Verdún o Toul) y fueron enviados al frente. La BEF no estaba en mejor posición tampoco. Cada una de sus divisiones tenía 10 piezas pesadas, mientras que las alemanas tenían 20. La falta de munición se convertiría en una pesadilla cuando llegaran la época de las grandes ofensivas. Como un soldado británico recodaría más tarde: "
era una paliza bastante desigual".
En la costa estaba el ejército belga, castigado por las batallas del año anterior, pero recuperándose con apoyo británico. Mientras el gobierno belga se instaló en Le Havre, el rey, Alberto I, el "rey soldado", se quedó con sus soldados para dirigir a su ejército. Se estableció una cadena de suministro y apoyo aliado, con armamento, herramientas y munición francesa y británica afluyendo para mantener a los belgas en batalla y reemplazar al obsoleto -en su mayoría de origen alemán- armamento belga. El problema, sin embargo, era la falta de cooperación del rey Alberto con los aliados, ya que quería considerarse como neutral y mantener una estructura de mando independiente. A comienzos de 1915 la desesperada situación hizo que el rey finalmente cediera a las presiones y cooperara con los aliados, recibiendo el mando del Grupo de Ejército de Flandes (2), que incluía todas las fuerzas belgas (seis divisiones de infantería y una de caballería), junto con dos cuerpos de ejército canadienses, cada uno con tres divisiones de infantería, bajo el mando de los tenientes generales. A. W. Currie y S. Hughes, enviados a Flandes a socorrer al pequeño ejército belga.
El ejército belga cubría el frente desde el canal de la Mancha hasta Steenstraat, el canal del río Yser, donde conectaba con los canadienses, que habían reemplazado al 7º ejército francés a comienzos de febrero de 1915. La línea continuaba hacia la carretera Ypres-Poelcappelle, donde comenzaba el sector del 2º Ejército Británico.
El 26 de diciembre de 1914 el mariscal French dividió su mando en dos ejércitos. El comandante del 1er Cuerpo, Sir Douglas Haig fue ascendido y puesto al mando del Primer Ejército, formado por los cuerpos de ejército I, II, y III. El comandante del II Cuerpo, general Sir Horace Smith-Dorrien, recibió el mando del Segundo Ejército, si bien fue por unos escasos meses antes de partir hacia Oriente Medio y ser reemplazado por el general Herbert Plumer. El Segundo Ejército estaba formado por los cuerpos de ejército IV y V, junto con el cuerpo de ejército de la caballería, formado por la división del general Allenby. En total, French disponía de una división de caballería y quince de infantería.
En la retaguardia se estaban formado dos nuevos cuerpos, faltos todavía de algunas unidades: el 1er Cuerpo de Ejército canadiense (Gen. Alderson), con dos divisiones de infantería y el 4º Cuerpo sudafricano (Tte. Gen. Collyer), con una sola división. El envío de esta fuerza a Europa había causado un gran revuelo en Sudáfrica, como veremos en futuros capítulos. Baste decir por el momento que la polémica había sido tal que French había sido aconsejado por el primer ministro, Asquith, para que "usara cuidadosamente" a los sudafricanos (3). Aunque French estaba contento de tener con él a los canadienses y los sudafricanos, estaba algo molesto al ver que el ANZAC se quedaba en Egipto, debido a la entrada turca en la guerra.
Peor aún, los primeros meses de guerra había causado un enorme desgaste en la BEF, que estaba falta de efectivos a pesar de la velocidad de reclutamiento de nuevos soldados conseguido por la campaña de Kitchener. El problema mayor era la falta de oficiales y suboficiales, cuya formación tomaba bastante tiempo. Por el momento, hasta que las nuevas divisiones estuviera listas, la BEF se tendría que conformar con lo que tenía a mano. También faltaba material para este tipo de guerra, pues nadie había previsto una guerra larga, sino una breve campaña de maniobras. Pero en esta guerra de trincheras, la BEF no tenía herramientas con las que luchar: le faltaban tropas de ingenieros, morteros, cañones pesados y granadas de artillería. Por tanto, French y sus generales se enfrentaban en 1915 a la desagradable tarea de luchar contra el ejército más potente del mundo sin los instrumentos necesarios para ello.
Nuevas tropas partían para Francia.
El ejército británico defendía la líneas que iba desde Ypres a Amiens, donde conectaba con las fuerzas francesas en esa zona, el Grupo de Ejércitos Norte (General Ferdinand Foch). Con tres ejércitos (6,7 y8) que agrupaban una fuerza de 31 divisiones de infantería, incluidos tres regimientos de la Legión Extranjera Francesa, Foch debía proteger la línea aliada que corría desde Amiens a Noyon, donde enlazaba con el Grupo de Ejércitos del Centro (General Marie Émile Fayolle). Foch tenía que defender el peligroso saliente de Peronne, que, como el de Ypres, a cargo de los británicos, era bombardeado por los alemanes desde tres lados diferentes.
Fayolle tampoco tenía un trabajo fácil, pues sus posiciones incluían no uno, sino dos salientes, el de Rheims, en el centro de su línea, y el segundo, casi al final de la misma, en Verdún. Para ello disponía de 41 divisiones, incluidas 3 de caballería y cuatro coloniales, agrupadas en tres ejércitos, pero carecía totalmente de cañones pesados. De Verdún a Suiza la defensa corría a cargo del Grupo de Ejércitos Sur (general Auguste Dubail), que agrupaba 33 divisiones repartidas entre tres ejércitos. Dubail tenía grandes dudas sobre la calidad de las tropas que le habían asignados, pues incluía cuatro divisiones territoriales -con reservistas más duchos en leer el periódico que en interpretar un mapa correctamente- y varias formaciones que se estaban recuperando de la paliza recibida en el fallido intento de recuperar Alsacia y Lorena. Peor aún, Dubail también carecía de cañones pesado y temía que estaba en el final de la lista de Joffre a la hora de recibir refuerzos.
La pregunta seguía siendo: "Y ahora qué? ¿Y cómo?".
(1) Forma humorística típicamente anglosajona para referirse a Ypres
(2) Al final los aliados le convencieron para hacer lo que he descrito en 1918, pero ellos no tenían a Peti ni su persuasiva dentadura
(3) Sudáfrica sólo envió una brigada a combatir a Francia, que llegó en mayo de 1916 y estuvo en el frente occidental durante toda la guerra. El motivo de que no enviaran más fue por el peculiar equilibro entre los bastante pro-germánicos Boers y británicos, aún más tras la fallida rebelión boer de 1914. Bueno, digamos que yo voy a cambiar eso...