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La imagen y el capítulo son deprimentes, la verdad...
 
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Esquerra Socialista: Alunizaje (1969-1973)




Después de los masivos procesos de descolonización de la anterior, la XXXIV legislatura vio el territorio aragonés mantenerse estable por primera vez en más de una década. El gobierno de Amador Borges pudo pues centrarse plenamente en continuar expandiendo las reformas sociales iniciadas en los últimos años. Notablemente, se realizó una expansión del sistema sanitario público, que pasó a convertirse en uno de los mejores del mundo.

El otro gran proyecto de la legislatura sería una nueva reforma de los restantes territorios coloniales aragoneses. Dado que varias de las islas aragonesas presentaban poblaciones de relativa magnitud, y su importancia había crecido tras la pérdida dela mayor parte del imperio colonial, se decidió aumentar el estatus de varias de ellas al de Estado de Ultramar. El 1 de enero de 1971, Madeira, Cabo Verde, Sant Tomàs, Mauricio-Reunión y Seychelles pasaron a adquirir tal rango. De igual forma que los 3 previamente existentes, estarían confederados a la unión de los estados europeos, teniendo representación en el parlamento de Barcelona, pero siendo prácticamente independientes exceptuando en defensa, política exterior y ciertos aspectos de la política económica. En cuanto a las colonias restantes, fueron reorganizadas como "territorios aragoneses de ultramar", garantizándoles una autonomía de grado similar a los estados ultramarinos, pero sin representación parlamentaria.
El foco de la política exterior aragonesa durante estos años estuvo centrado en Europa, donde tras varios años de negociaciones, se produjo cierta progresión en la integración continental. En julio de 1969, la Comunidad Económica Europea, la CECA, y la Comunidad Europea de la Energía quedaron integradas en una sola Comunidad Europea, quedando unificadas bajo un mismo consejo y comisión. El llamado tratado de Constantinopla también constituyó formalmente al Consejo (formado por los jefes de estado de los estados miembros de la comunidad, y que pasaría a reunirse tres veces al año) y Parlamento Europeos (elegido por sufragio y que tendría cierto poder sobre los presupuestos europeos). Simbólicamente (pues en el pasado había sido foco de varias de guerras), la sede de la mayoría de instituciones continentales quedó fijada en Roma, que poco a poco se fue convirtiendo en de facto capital del continente.

Las primeras elecciones para el Parlamento Europeo se realizaron en septiembre de 1970. Dos años después, se produjo la primera ampliación de la Comunidad Europea, incorporándose a ella Escandinavia, Alemania y Güeldres en enero de 1973.

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Ampliación de la Comunidad Europea, 1973
El principio de los 1970s vio también culminar el programa espacial de Constantinopla. Tras varias misiones preparatorias (notablemente, la circunvalación de nuestro satélite en febrero), el astronauta bizantino Sínn Iskhirosbrátso se convirtió en octubre de 1970 en el primer hombre en pisar la Luna. La hazaña supondría un verdadero hito en la historia humana y bizantina, y sería el centro de la atención del mundo durante varias semanas. A lo largo de los meses siguientes, nuevas misiones se sucederían. Finalmente, pero, los enormes costes y decreciente valor científico de las expediciones harían que el programa lunar se abandonara a mediados de 1973. Aun así, la última de ellas sería especialmente notable, pues supondría una colaboración internacional, siendo financiada también por las otras dos grandes agencias espaciales e incorporando un astronauta aragonés y uno estadounidense.

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El Apollo 11 bizantino llevaría a los primeros astronautas a pisar la superfície de la Luna.
La creciente cooperación entre Europa y Estados Unidos contrastaría con la cada vez más enrocada posición española. La muerte de Salazar en julio de 1970, consecuencia de una hemorragia cerebral sufrida dos años antes, no traería cambios en el país como algunos habían esperado. El suceso sería aprovechado por Franco para trasladarse a Lisboa y convertirse en único gobernante del país, pero más allá de ello, no se producirían reformas importantes. El gobierno dictatorial español seguiría entestado a mantenerse aferrado a sus colonias, aunque ello supusiera prolongar la guerra fría con los EEUU y verse aislado internacionalmente.

En este sentido, la mayor esperanza de Franco de encontrar un aliado era África-Arabia, país que también había visto el fervor revolucionario africano extenderse por sus territorios. Pero pese a los cantos de sirena provenientes de Lisboa, Tombuctú los ignoraría y acabaría por sucumbir a la presión de la comunidad internacional, aceptando retirarse de los territorios con los que se había hecho durante el reparto de África un siglo antes.

El 1 de enero de 1971, Kenia, Sudán, Darfur y Niger se constituyeron como estados independientes. Semanas después, los africanos también abandonarían sus territorios en la India, que se independizarían bajo el nombre de Konkan.

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En 1971, los territorios anexionados por África-Arabia durante el reparto de África (y, adicionalmente, sus territorios en la India) consiguieron su independencia. De Oeste a Este: Niger, Darfur, Sudán, Kenia y Konkan.
La pérdida de tales territorios tendría efectos tremendos sobre la federación africana. Aunque a mucha desgana, la independencia se había producido de forma acordada con el gobierno, y de repente, multitud de las etnias que constituían a la vasta confederación vieron la posibilidad de hacer lo mismo. No sólo eso, sino que la propia identidad nacional de la federación se vería de repente cuestionada.
Los orígenes de la actual África-Arabia se podían trazar al reino de Mali medieval. Tras convertirse al cristianismo y unificar Guinea, los reyes de Mali habían logrado cruzar el desierto y hacerse con la mayor parte del Norte de África durante los siglos XV y XVI. Ya en esos tiempos mantener cohesionado al extenso país había sido difícil, algo exacerbado por las tensiones religiosas que supuso la conversión al cristianismo del Norte de África durante los siglos siguientes. Sin embargo, el nacimiento del país actual se había producido en los 1840s, cuando, tras derrotar contundentemente a la coalición musulmana liderada por la Persia Timúrida, el país se había anexionado la mayor parte de la Península Arábica, lo que había llevado al rey de Mali a proclamarse Emperador de Arabia. El nombre actual había sido adoptado tras la Guerra Mundial de 1929, tras la que el país se había reorganizado como una federación de estados africanos y árabes, pasando a ser su condición de plurinacional y pluriconfesional pilares del país.

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Norte de África a principios del siglo XIX. La conquista por parte de Mali de los sultanatos de Egipto y Siria, así como de casi toda Arabia, llevaría a la formación de la moderna África-Arabia en los 1840s.
Y si bien es cierto que (a excepción de Konkan) los territorios que ganaron la independencia habían sido los últimos a ser incorporados al país, un siglo antes, también lo era que a finales de los 1960s legalmente eran iguales a todo el resto, por más malestar que hubiera en ellos en sus últimos años dentro de la federación. Y si la comunidad internacional los había visto como colonias a ser liberadas, bien podría decirse lo mismo de cualquier otro estado de la federación.

Este mensaje caló especialmente en los territorios palestinos, hacia donde, a lo largo de las últimas décadas, se había producido una masiva migración de judíos buscando regresar a su hogar ancestral, siguiendo los ideales sionistas. Dado que, durante la ocupación bizantina del área, los judíos ya presentes en el territorio habían estado entre los que más habían resistido a los griegos, una vez recuperado el control de la zona el gobierno de Tombuctú les había concedido amplios derechos, y había permitido la continuación de la inmigración a la región sin restricción alguna. Para 1970, la población judía de la zona ya estaba formada por casi 3 millones de habitantes, constituyendo ¾ de la total.
Durante la primavera de 1971, empezaron masivas protestas en el área, reclamando la constitución de un estado de Israel independiente y el fin de la “ocupación africana”. Pero tras haber cedido el año anterior, esta vez el gobierno de Tombuctú no estaba dispuesto a seguir permitiendo la fragmentación del país. La situación en Palestina pues pronto degeneró en una creciente violencia, extendiéndose por la zona el terrorismo y los ataques a instalaciones gubernamentales.
Internacionalmente, esta vez la respuesta fue algo más moderada. Las Naciones Unidas no tardaron en pasar una resolución recomendando la realización de un referéndum de independencia en la zona como solución al asunto, mientras que la mayor parte de naciones europeas se limitaron a hacer un llamamiento al diálogo. En contraposición, pronto los israelís encontraron un poderoso aliado en los Estados Unidos, ahora liderados ahora por el republicano Richard Nixon. Los estadounidenses intentaron inicialmente forzar una solución por la vía diplomática, pero una vez tales esfuerzos fracasaron, empezaron a financiar activamente a los rebeldes judíos.

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El Emperador Idris de África-Arabia reunido con el presidente de los EEUU Richard Nixon en Egipto para tratar la cuestión Israelí, 1971. El fracaso de las negociaciones llevaría a los estadounidenses a posicionarse activamente contra los africanos.
Ante tal movimiento, África-Arabia pidió ayuda a sus teóricos aliados de la OTM, pero, habiendo finalmente asegurado buenas relaciones con los estadounidenses, ni aragoneses, ni italianos, ni otras potencias de la alianza nos mostramos abiertos a apoyar a los africanos en esta confrontación.
Como resultado, y tras agotar el resto de opciones, los africanos acabaron por sucumbir a la presión española, y a mediados de 1972 ambos países anunciaron un pacto de asistencia mutua. La crisis de Israel quedó convertida en una nueva batalla de una Guerra Fría que muchos creían ya en sus fases finales.

Durante meses, la tensión siguió en aumento. Finalmente, la gota que colmó el vaso se produjo en noviembre de 1973, cuando Nixon aprobó el envío de armamento y suministros en apoyo de los rebeldes israelís. En respuesta, Tombuctú decidió por contraatacar con la mayor arma de la que disponían; el petróleo. Al mes siguiente, el gobierno africano estableció un embargo petrolífero no sólo a los Estados Unidos, sino también a los países europeos que le habían girado la espalda. A los pocos días, España le siguió, paralizando también las exportaciones. Los efectos se notaron de forma inmediata; juntos, ambos estados producían más del 50% del petróleo mundial.


A los pocos días, se produjeron nuevas elecciones en Aragón, en las que, en medio de la consternación económica, los socialistas salieron escogidos de nuevo.
 
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Al final las hostias se van a escuchar desde la luna, por eso se han ido a pasearse por ahí, por eso.
 
Impresionante el AAR (sobretodo el curro para pasar de un juego a otro y que no haya implosionado el mundo tal y como lo conocemos .... bueno al mundo que has dejado no lo conocemos :D)
 
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Esquerra Socialista: La crisis del petróleo (1974-1978)




Mes y medio después del inicio del embargo petrolífero, la crisis energética estaba en su apogeo.

En Aragón, el efecto fue parcialmente mitigado por la relativa autosuficiencia del país. La mayor parte del petróleo usado en el país se producía en los estados de Bering y Malvinas-Tierra del Fuego, y tan sólo una fracción se importaba de España y Oriente Medio. Sin embargo, y pese a los esfuerzos del gobierno de evitar un incremento de precios, la subida se produjo inevitablemente debido al súbito incremento de demanda en el mercado internacional.

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Efectos del embargo en EEUU
En Estados Unidos, la escasez de combustible tuvo un efecto mucho mayor. El país contaba con una notable industria petrolífera en California, pero que desde hacía tiempo ya no era capaz de cubrir todas las necesidades del país. Al igual que el aragonés, el gobierno estadounidense aplicó numerosas medidas para contrarrestar las carencias, pero se hacía evidente que, para volver al petróleo barato, el embargo tenía que acabar.
Durante los primeros meses del año, la diplomacia de Washington trabajó día y noche para solucionar la crisis, pero, de igual forma que en los años precederos, sin éxito.


Irónicamente, quizás el país que se vería más afectado por la crisis sería España, uno de sus responsables. La subida de los precios del combustible dentro del país, consecuencia de las medidas de reducción de la producción que había acompañado al embargo, junto al inicio de una recesión mundial consecuencia de la crisis, aumentaron aún más la presión sobre una población que llevaba varios años sufriendo crecientes carencias.
En 1974, el gasto militar suponía ya el 40% de los gastos del estado ibérico, derivado de la multitud de guerras que plagaban un imperio colonial al que Franco se seguía aferrando. La tensión social, que ya había estallado en 1968, había seguido creciendo a medida que la situación económica había seguido deteriorándose. Los primeros meses de 1974 vieron pues surgir una nueva oleada de protestas en España, contra la autogenerada situación económica, la dictadura, y la guerra colonial. Tal y como había ocurrido en 1968, las manifestaciones fueron fuertemente reprimidas, ahora al grito de "la calle es mía!" del ministro del interior Manuel Fraga. Sin embargo, a nadie se le escapaba ya que el soporte al régimen estaba completamente bajo mínimos.

Incluso dentro de las fuerzas armadas había ya serias dudas de la viabilidad del Estado Nuevo. En 1973, varios altos cargos por la situación nacional habían creado el llamado Movimiento de las Fuerzas Armadas, una asociación secreta con el objetivo de deponer a Franco y traer de nuevo la democracia a España. Los acontecimientos de finales de 1973 y principios de 1974 harían crecer enormemente a la facción, que empezó a preparar un golpe de estado. Simultáneamente, las preocupaciones de los oficiales también eran compartidas por el príncipe Juan Carlos, que creía inminente una revolución que muy probablemente acabaría con una monarquía que había estado al lado del régimen desde su establecimiento en 1951. Juan Carlos iniciaría por su cuenta una serie de contactos para intentar una solución que garantizara la continuidad de la institución monárquica, y eventualmente ello acabaría llegando a oídos de la CIA, que, viendo una oportunidad para acabar con el régimen español, lo pondría en contacto con los oficiales conspiradores.

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El anuncio televisado del príncipe Juan Carlos dando su apoyo al golpe selló el triunfo de la revolución.
Con el soporte del príncipe, los militares se vieron suficientemente legitimados para pasar a la acción, y, el 14 de abril de 1974, iniciaron el golpe. Tras ocupar la capital sin resistencia, enviaron un ultimátum al gobierno, el cual no logró que ninguna unidad militar se movilizara en su defensa. En apoyo del golpe, multitudes salieron a la calle. Simultáneamente, la sede de Radio Televisión Española fue ocupada, y, una vez se vio que el golpe iba a triunfar, se emitió un mensaje del príncipe en el que proclamaba que asumía la jefatura del estado e iniciaba el proceso para restaurar la democracia. Finalmente, a las 5 de la tarde, el rey Juan III emitió un comunicado en el que anunciaba su abdicación, y poco después, el gabinete de Franco capituló.

El nuevo rey estableció un gobierno provisional liderado por el centrista Adolfo Suárez, con el mandato de realizar la transición a la democracia, acabar con la guerra en las colonias e intentar normalizar la situación diplomática y económica del país.
En este sentido, una de las primeras medidas de Suárez fue derogar el embargo petrolífero y volver a maximizar la producción de hidrocarburos. A lo largo de los meses siguientes, el presidente se dedicó a reunirse con la práctica totalidad de formaciones políticas y preparar unas elecciones previstas para septiembre, ya con un censo reducido a la Península Ibérica y Marruecos.

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El ya rey Juan Carlos con el presidente Suárez.
Simultáneamente, su gabinete se enfrentó a la monumental tarea de organizar la independencia de más de 20 territorios coloniales. En la mayor parte de los casos, representativos del gobierno ibérico procedieron a reunirse con los líderes de los movimientos rebeldes, realizando acuerdos de paz y acordando fechas de independencia a lo largo de 1975. En la mayor parte ello se realizó de manera pacífica, pero hubo algunas excepciones. Notablemente, en la India española estallaría una violenta discusión sobre el futuro de la región. Las tensiones religiosas y presión de los líderes independentistas musulmanes acabarían llevando a dividir en dos el territorio, con la región del Indo estableciéndose como el estado islámico de Pakistán, y el resto de la ex-colonia independizándose bajo el nombre de Gujarat. Adicionalmente, la capitulación de multitud de unidades españolas en numerosas colonias al saberse la victoria de la revolución en Lisboa tendría consecuencias desagradables, especialmente en América del Sur, donde Brasil aprovecharía el vacío de poder creado para invadir el territorio español y recuperar las regiones que se había visto forzado a ceder en las campañas españolas contra su ex-colonia libradas durante el siglo XIX. Tras unas negociaciones mediadas por Aragón, se aceptaría reconocer tales territorios como legítimamente brasileños, a cambio de que Brasil renunciara a cualquier posterior reclamación sobre la porción de la colonia brasileña que a finales del siglo XVIII había decidido no unirse a la rebelión contra España (que ahora se independizaría bajo el nombre de Paraguay).

En total, 22 nuevos estados nacerían: en América del Norte, los Estados Confederados de América volverían a existir tras su efímera existencia a principios de los 1950s; en el Caribe, nacerían las Islas Turcas, la Confederación Antillana, y Trinidad y Tobago; América del Sur vería surgir Perú, Bolivia, Amazonia, Surinam y Paraguay; las colonias españolas en Guinea se dividirían en Togo, Benín, y Nigeria, mientras que África central se repartiría entre Congo-Kinshasa, Cubango, Zambia, Malawi, Ruanda, Burundi, y Tanganika. Más al sur, la colonia de Natal se independizaría como una sola. En la India, se formarían los mencionados Pakistán y Gujarat.

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Disolución del Imperio Español.

El fin del Estado Nuevo y consiguiente desaparición del Imperio Español acabó con 30 años de conflicto transatlántico. Entre otras cosas, ello permitió garantizar a los estadounidenses su antigua reclamación de entrar en el consejo de seguridad de las Naciones Unidas. Por desgracia, Nixon tendría poco que celebrar, pues a los pocos meses se vio forzado a dimitir tras descubrirse que su gobierno había estado involucrado en una serie actividades ilegales contra oponentes políticos. El sustituto de Nixon sería su vicepresidente Gerald Ford, que vería al país recuperarse parcialmente de los problemas energéticos una vez acuerdos con el nuevo gobierno español (y una vez se hubo establecido el país, el Confederado) aseguraron a los estadounidenses el petróleo del Golfo de México.


Sin embargo, la crisis distaba mucho de estar acabada. Pese al colapso de su aliado español, los africanos, con diferencia los mayores productores de petróleo, se negaron a acabar con su embargo. Una vez el clima político en Norteamérica se hubo calmado, Ford usaría su discurso inaugural para reafirmar su apoyo a los israelís, y recalcar que la posición de Tombuctú sólo la hacía revelarse al mundo como un imperio más, y, como tal, los EEUU tenían que continuar su enfrentamiento contra él hasta que todos los pueblos bajo su régimen hubieran sido liberados.

La prolongación del embargo mantendría los precios del crudo a niveles nunca vistos durante toda la parte central de la década, prolongando la recesión mundial. En Aragón, ello sería el empujón definitivo para que el estado de Bering, ahora extremadamente remoto, y con una economía basada en la explotación petrolífera, se decidiera por la independencia. Las negociaciones se alargarían más de lo habitual debido a que desde Barcelona se buscaría asegurar el subministro a relativamente bajo precio, pero finalmente el país asiático-americano quedaría establecido (e integrado en la mancomunidad aragonesa) en enero de 1977.

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Plataformas petrolíferas en Alaska. La extracción de hidrocarburos constituía el mayor motor económico de Bering.

En Europa, la parte central de los años 70 serviría para seguir progresando en la integración. Después de que en 1975 el Consejo Europeo se reuniera por primera vez, se decidió convocar las primeras elecciones al parlamento para el año siguiente.
Adicionalmente, este mismo año la fusión de las agencias espaciales bizantina y aragonesa resultaría en la constitución de la agencia espacial europea. Las semillas para tal acontecimiento se habían plantado en la colaboración durante de la última misión a la Luna, y la fusión se hizo efectiva con el lanzamiento de la primera misión bajo tal estandarte, las sondas Cosmos 1 y 2, que a lo largo de los siguientes años buscarían aprovechar un alineamiento excepcional de planetas para visitar todo el Sistema Solar exterior.


Al acabar 1975, seguía el bloqueo en Oriente Medio. Bajo Ford, los estadounidenses habían empezado a enviar material, suministros, apoyo aéreo, y consejeros a los rebeldes israelís en una escala no vista desde la guerra en la Norteamérica Española de los 1950s. Para la operación, los estadounidenses habían logrado el apoyo de Bizancio, que, aunque autosuficiente energéticamente hablando, también estaba sufriendo los efectos de la crisis global y quería verla terminada. Los griegos habían arrendado una serie de bases a los estadounidenses en el Mediterráneo Oriental, desde las cuales la aviación americana se había hecho con el control del cielo en toda la región. Como resultado, la rebelión había logrado derrotar sucesivamente a los africanos y hacerse con toda Palestina. Sin embargo, y pese a la clara victoria militar, el gobierno de Tombuctú se resistía a aceptar la independencia del nuevo estado o capitular en la cuestión del suministro petrolífero. Como medida adicional de presión, en marzo de 1976 Israel fue reconocido como estado soberano por las Naciones Unidas, pero ello no logró en absoluto modificar la posición africana.

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Fronteras reconocidas de Israel.
A lo largo de 1976, el gobierno de Ford estudió varios cursos de acción, pero la mayoría se mostraron poco factibles. Una posibilidad era que los israelís pasaran a la ofensiva e intentaran hacerse con toda Arabia y sus pozos de petróleo, pero la tremenda oposición de la población musulmana a su presencia lo hacía poco deseable (en ese sentido ya existía una altísima tensión dentro de las fronteras del nuevo estado, con grandes minorías sunís). Por otra parte, las dificultades logísticas también hacían poco recomendable una invasión directa estadounidense de la zona. Y Bizancio, aunque estuviera permitiendo el uso de sus bases, no tenía ni la voluntad política ni la fuerza militar necesaria para intentar por su cuenta una operación.

La indecisión en la resolución de la crisis acabaría costando cara a Ford, que a finales de año acabaría perdiendo las elecciones ante el canadiense Peter Trudeau.
El nuevo presidente estadounidense fijaría como su principal prioridad la resolución de la cuestión petrolífera, decidiéndose por un curso de acción poco convencional. En la opinión de varios de sus consejeros, la mejor forma de acabar con el control africano sobre Arabia era potenciar las tensiones religiosas del país para que la federación se desintegrara por si sola. Tras la independencia de Israel, África-Arabia comprendía tres grandes comunidades: una cristiana (presente en su parte africana), una Suní (presente en Siria y el Hejaz), y una Chií (mayoritaria en Egipto y Arabia). De potenciarse el nacionalismo musulmán en el área, se pondrían las semillas para que la parte musulmana se liberara por su cuenta y pudiera caer bajo la influencia estadounidense.

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Mapa religioso de Oriente Medio.
Las perspectivas americanas pronto mejorarían por la situación que a principios de 1978 se había desarrollado en Persia. La crisis económica también había afectado duramente al país, que, plagado por la corrupción, había visto como los aumentos en los beneficios de la exportación de petróleo no se habían trasladado en absoluto a la población. La situación se había visto agravada por el enfrentamiento entre el primer ministro de la república, Gholam Reza Azhari, y el Califa Chií Ruhollah Khomeini (históricamente, tras la conquista de Bagdad por Timur a finales del siglo XIV, los Sahs de Persia habían adoptado el título de Califas, pero el liderazgo religioso había sido separado del político después que el último Sah Timúrida hubiera sido depuesto a mediados del siglo XIX). Khomeini había sido exiliado a Balabán en los 1960s después de un durísimo enfrentamiento con el gobierno respecto a los intentos de laicalización del estado, pero su influencia sobre la sociedad iraní se había mantenido alta, y ahora, sus seguidores habían desencadenado una gigantesca oleada de protestas.

La CIA vería en la crisis una oportunidad para favorecer sus intereses, y, tras contactar con las partes implicadas, repetiría su jugada de España organizando ahora un golpe de estado en Samarcanda. En mayo de 1978, el ejército persa se posicionó a favor de las protestas y contra el gobierno, y pocos días después Khomeini regresó al país desde Constantinopla (donde había vivido la mayoría de los 1970s) con un vuelo chárter pagado por el gobierno americano. A su llegada, las pocas unidades que habían defendido al gobierno depusieron las armas y se posicionaron a favor de la revolución. A finales de mes, el gobierno se rindió. El Califa, ahora con el control, organizó a las pocas semanas un referéndum para preguntar al pueblo si quería que Irán se convirtiera en una república islámica. El plebiscito se ganó con un 98% de los votos, y, con su posición consolidada, Khomeini dedicó los siguientes meses a reformar completamente el estado.

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El apoyo estadounidense a la Revolución Islámica en Irán permitiría a Khomeini asumir el poder.
Para finales de año la situación se había normalizado, y finalmente se hicieron claros los movimientos estadounidenses. En enero de 1978, Khomeini proclamó que, como Califa, era su deber unificar todo el islam, y exhortó a todos los musulmanes viviendo bajo la "tiranía" de África-Arabia a rebelarse contra sus señores y a unirse a él en una gran república islámica. De inmediato, Washington dio su apoyo al revolucionario, y aprobó el envío de ayuda y armamento a Irán. De poco sirvieron las protestas de Tombuctú, que ante la evidente concentración de tropas en la frontera, se preparó también para la guerra. Finalmente, en mayo Irán declaró la "Jihad" a África-Arabia, e inició la invasión de su territorio.


Pese a nuestra no-beligerancia, desde Aragón se dio nuestro apoyo a los iraníes, si ello iba a comportar el restablecimiento del flujo petrolífero. En junio de 1978, hubo nuevas elecciones, en las que el partido socialista de Borges se vio derrotada por una coalición de liberales y conservadores organizada por el líder del Partit Republicà Lliberal, el barcelonés Jordi Pujol.
 
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Me parece que esta idea de Trudeau les va a morder el culo a los yankees en el futuro...
 
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Llibertat i Democràcia: Guerra en Arabia (1978-1982)




Si bien liberales y conservadores ya habían estado juntos en el poder durante la primera mitad de los 60, a la hora de repetir la alianza Pujol había ido un paso más allá. Con el objetivo de desbancar del poder a los socialistas de Amador Borges, Pujol había logrado que en 1977 el Partit Republicà Lliberal y Unió Democràtica se federaran en una nueva formación que él lideraría, que había sido llamada Llibertat i Democràcia (LiD), y ello había acabado resultado clave en su victoria electoral.

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Tras la victoria de su coalición Llibertat i Democràcia, Jordi Pujol se convirtió en presidente de Aragón al empezar 1978.
En política exterior, Pujol mantendría en líneas generales las políticas del gobierno anterior, y se mantendría favorable a proseguir la integración europea. En este sentido, Aragón se mostraría favorable a la entrada de Gran Bretaña a la Comunidad Europea que finalmente se produjo en 1980. Veinte años después de la guerra nuclear en las islas británicas, Gran Bretaña ya se había recuperado lo suficiente como para cumplir las condiciones de entrada a la organización.

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En 1980, Gran Bretaña finalmente se incorporó a la Comunidad Europea.
Respecto la crisis de Oriente Medio, Pujol tomaría una vía más intervencionista que su predecesor, y no mucho después de su llegada al poder, aprobaría el envío de ayuda y armamento a Irán. La guerra de los persas contra los africanos, si bien había empezado con rápidos avances iranís, pronto se había estancado, y para finales de año había degenerado en un enfrentamiento de trincheras similar a las acontecidas a principios de siglo.

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Soldado iraní en el frente de Mesopotamia, 1979
Ante la falta de avances, volvería a aumentar la presión sobre el gobierno estadounidense, y, temeroso de acabar como su predecesor, Trudeau decidiría aplicar una nueva estrategia. Siguiendo en la línea de centrarse en el nacionalismo musulmán, el nuevo plan de Washington consistiría en organizar una insurrección musulmana en Arabia, confiando en que la presión añadida permitiría a los iraníes romper las defensas africanas (pues, al fin y al cabo, tal cosa ya había pasado durante la Segunda Guerra Mundial con las dos rebeliones del Hejaz).

A lo largo de 1979, operativos de la CIA tantearon el terreno a lo largo de la región, y pronto encontraron aliados en la remota región del Najd en el centro de Arabia. En la zona dominaba una versión fundamentalista del islam, el Wahabismo, los seguidores de la cual siempre habían despreciado el carácter plurinacional y plurireligoso del estado africano-árabe. Notablemente, entre sus mayores defensores se encontraban los jeques locales de la casa de Saud, que, aunque tradicionalmente enfrentados a sus gobernantes de Tombuctú, nunca habían gozado de los recursos necesarios para realizar una oposición seria. Al igual que la mayor parte de chiís no iraníes, los Wahabíes no reconocían a Khomeini como su líder religioso (aunque no eran tampoco hostiles a él), lo que fue considerado por los americanos como una ventaja, pues permitiría promover su causa por el mundo con mayor facilidad.

Similarmente a lo acontecido en Irán, los estadounidenses ofrecieron a los saudís la financiación y ayuda necesaria para obtener su propio estado si con ello acababan con el dominio africano en la región. Los saudís se mostraron favorables a ello, e iniciaron su propia revolución con un ataque contra el cuartel africano en Riad en noviembre de 1979.

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Muyahidín del Najd.
El ataque sería un éxito, resultando en un total éxito propagandístico para los wahabíes, debidamente magnificado por la mass-media estadounidense. Los rebeldes, autoproclamados Muyahidín (embarcados en yihad), no tardaron en ganar apoyos en la zona, rápidamente creciendo en número hasta superar las decenas de miles.
Entre las figuras prominentes Muyahidín no tardaría en situarse el teólogo palestino Abdullah Yusuf Azzam, que a principios en 1980 lanzó una fatwa para que todos los musulmanes acudieran a Arabia a librar la yihad contra los africanos. El llamamiento de Azzam tuvo cierto éxito, y miles de voluntarios extranjeros llegaron para luchar en el país.

Los africanos no tardaron en verse desbordados. Teniendo que destinar fuerzas a cubrir potenciales ofensivas israelís en el Levante, a frenar a los iraníes en Mesopotamia, y a garantizar la seguridad de los pozos petrolíferos del Golfo Pérsico (que permitían seguir pagando la guerra), el ejército imperial no fue capaz de frenar la ofensiva Muyahidín hacia el Hejaz, y en diciembre de 1980 los revolucionarios tomaron La Meca. La hazaña sería vista como una gran victoria para los revolucionarios, pero no sería suficiente para el electorado estadounidense que, con el problema petrolífero (y crisis económica) aún no resuelto, no renovaría la confianza en Trudeau y votaría en masa al candidato republicano Ronald Reagan.

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Situación en Arabia a finales de 1980. Las estrellas marcan los campos petrolíferos en territorio de África-Arabia.
El nuevo mandatario estadounidense presentó un programa de gobierno en dos grandes pilares. En primer lugar, lanzó una política exterior aún más agresiva que su predecesor, intensificando la ayuda a iraníes, muyahidines e israelíes, y estableciendo sanciones y embargos contra África-Arabia, a la cual calificó de "Imperio malvado". En segundo lugar, presentó una serie de nuevas políticas económicas destinadas a acabar con la crisis económica, basadas en reducciones de impuestos, reducciones de gasto público, y desregularización de los mecanismos económicos.
Finales de los 1970s había visto políticas económicas similares extenderse por Europa; notablemente, se habían llevado a cabo reformas similares por el gobierno de Margaret Tatcher en Gran Bretaña, por el de Konstantinos Karamanlis en Bizancio, y en menor medida, por el de Pujol en Aragón.

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Ronald Reagan se convirtió en presidente de los EEUU en 1981.
La presión económica iniciada por Reagan, la extensión de los conflictos por Arabia, y el agotamiento general de la población finalmente trajo una fulminante derrota del partido gobernante en las elecciones de África-Arabia de mayo de 1982. El nuevo gobierno, dirigido por el argelino Chadli Bendjedid, llegó al poder con el mandato de acabar con el conflicto contra occidente y traer la paz al país. Como muestra de buena voluntad, en julio se derogó el embargo petrolífero, y poco después se reestableció la producción a niveles de preguerra. El movimiento fue bien acogido por el gobierno estadounidense, que aceptó reestablecer las relaciones diplomáticas, y en octubre se acordó derogar progresivamente las sanciones económicas contra los africanos a cambio de su reconocimiento de Israel.

Sin embargo, al llegar a la cuestión islámica empezaron de nuevo las desavenencias. Los americanos habían invertido una gran cantidad de recursos en ellos, y la opinión pública estaba demasiado a su favor como para abandonarlos ahora. Washington pues se limitó a recomendar que Tombuctú intentara llegar a una solución negociada, y aunque, como muestra de buena fe redujo en cierto grado su volumen, continuó con las ayudas en forma de fondos y armamentos a la zona.

Para finales de 1982, las negociaciones estaban en punto muerto. Desde Aragón, una vez que los precios del petróleo se volvieron a normalizar, perdimos cierto interés en el conflicto, si bien oficialmente se siguió proporcionando apoyo diplomático para que se llegara a buen puerto cuanto antes.


Desde mediados de año, nuestra atención pasó a estar centrada en América del Sur. Pese a que nunca había habido conflicto de soberanía previo -ni con Chile ni con Inglaterra- sobre la pertenencia de Malvines-Terra del Foc a Aragón, desde 1977 el estado de ultramar se había convertido en la última parte de América parte de un estado europeo. En sucesivas elecciones, sus habitantes, mayoritariamente de antepasados aragoneses, habían reafirmado su voluntad de mantenerse confederados a Barcelona, pero era innegable que el territorio había recientemente adquirido una importancia simbólica.

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Chile y el estado de ultramar aragonés de Malvines-Terra del Foc en el Cono Sur.
Empezando a mediados de 1982, el gobierno chileno empezó a hacer agresivas declaraciones exigiendo nuestra retirada inmediata de la zona, lanzando insultos y clamando que la liberación del continente tenía que culminarse en el cono sur.
La antigua colonia británica, liderada desde 1973 por el dictador August Pinochet, no pasaba su mejor momento, con los efectos de la crisis también haciéndose notar. Las reformas ultra-liberales llevadas a cabo por su régimen, pese a reactivar la economía, también habían resultado en enormes desigualdades y extensión de la pobreza, creando un tremendo malestar. En estas circunstancias, el régimen se había encontrado necesitado de una distracción que permitiera focalizar la insatisfacción hacia otra dirección, y demandar el fin de la presencia aragonesa en su frontera había sido escogida como tal.

Pese a la agresividad e insistencia de los comentarios, el gobierno Pujol no le dio demasiada importancia, pues era evidente que Pinochet estaba vendiendo humo a sus ciudadanos. La recuperación económica derivada de la normalización de los precios del crudo beneficiaría al gobierno, y LiD saldría de nuevo triunfante en las elecciones de finales de 1982.
 
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Pujol? La cagamos.

Imitando las políticas neoliberales de Reagan? Jojojojo... riéte de nuesrta crisis actual. La Castaña que se van a meter en este mundo va a ser épica.
 
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Llibertat i Democràcia: La guerra de Tierra del Fuego (1983-1987)




La parte central de los años 80 se caracterizaría por una bonanza económica a escala mundial, derivada de la normalización de los precios del petróleo y las reformas neoliberales adoptadas por varias de las grandes economías. Desafortunadamente, los efectos secundarios de tales políticas pronto se hicieron patentes, resultando en una recuperación desigual, beneficiando a las grandes fortunas a costa del ciudadano de a pie.

Pero aun con la clara evidencia de tales consecuencias, el gobierno Pujol no se planteó cambio alguno, pues para el gobernante liberal, la reactivación de la economía seguía siendo la mayor prioridad. Así pues, a lo largo de los primeros meses de su segundo mandato, se continuó con los procesos de privatización de empresas públicas y desregularización del sector bancario. Desafortunadamente, las reformas no tardaron en traer reestructuraciones de plantilla y despidos, y los conflictos laborales se extendieron.
Notoriamente, para mediados de 1983 el gobierno se encontraba enfrentado con los trabajadores de los astilleros provenzales, los cuales habían dejado de ser rentables tras la pérdida de contratos militares derivada de la masiva reducción de la flota a finales de los 1960s. El anterior gobierno socialista los había mantenido a flote mediante subvenciones, pero Pujol se había decidido a dejarlos caer. Como resultado, las huelgas se habían extendido por todo el estado. Al empezar el verano, y apenas seis meses en la legislatura, las encuestas mostraban un claro desgaste del gobierno, y parte de la oposición reclamaba ya elecciones.


Aragón se encontraba en medio de esta crisis cuando, de forma completamente inesperada, el gobierno chileno decidió cumplir sus amenazas e invadir Tierra de Fuego. Las tropas chilenas cruzaron el estrecho de Magallanes la madrugada del 22 de junio, aprovechando la noche más larga del año para tomar nuestras fuerzas por sorpresa.

La guarnición de Tierra del Fuego, compuesta por 2.000 hombres, pronto se vio completamente sobrepasada por los invasores, que contaban con unas fuerzas 10 veces superiores. Habiendo perdido el control del aire después que la mayor parte de nuestra pequeña fuerza aérea en la zona fuera destruida en tierra durante el primer asalto, se consideró Río Grande (la ciudad más poblada del estado) como indefendible, decidiéndose abandonar todo el norte de la isla (consistente en vastas llanuras) para intentar realizar una defensa a ultranza en Ushuaia, la capital, protegida por los Andes Fueguinos. Completamente expuestos a los ataques aéreos enemigos y en temperaturas gélidas, la retirada resultó en tremendas pérdidas, pero acabó resultando exitosa, y pese a los repetidos ataques chilenos, se logró mantener el control de Ushuaia y su puerto, así como de la Isla de Navarino y el Estrecho de Beagle.

En adición a la invasión de Tierra del Fuego, Chile también desembarcó en los otros territorios de Malvines-Terra del Foc: las Malvinas, que fueron tomadas tras una resistencia simbólica; y Nueva Georgia del Sur, deshabitada.

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Invasión de Malvines-Terra del Foc por parte de Chile.

Cuando llegaron las noticias de la invasión a Barcelona, Pujol formó de un gabinete de crisis, que, tras horas de deliberación, anunció la formación de una fuerza operativa, que sería enviada de inmediato a la zona para repeler la invasión.
El ataque chileno iba a resultar una verdadera prueba de fuego para el país. Quince años después del abandono del grueso del imperio colonial, el fin de la Guerra de Champa, y los subsiguientes masivos recortes militares, iba a ser necesario probar al mundo que Aragón aún era capaz de defender sus territorios ante una invasión enemiga.

La respuesta internacional a la invasión fue masivamente pro-aragonesa. La totalidad de la Comunidad Europea y Mancomunidad Aragonesa, así como los Estados Unidos, y sorprendentemente, China, ofrecieron soporte político y votaron a favor de una resolución en el consejo de las Naciones Unidas que condenaba el ataque y reclamaba la inmediata retirada de las fuerzas chilenas. A favor de Chile, se posicionó África-Arabia, la mayor parte de estados sudamericanos, y ex-colonias británicas y españolas.

El apoyo chino a nuestra causa acabaría resultando enormemente importante. En el estado de Taiwan-Hainan, el último vestigio de nuestro imperio en el Pacífico, se encontraba nuestra más formidable agrupación militar: casi 40.000 hombres del ejército de tierra; 10.000 de la fuerza aérea; y la Flota Colonial, que incluía los portaviones Berenguer Ioustinos y Folc el Gran, dos de los tres restantes en nuestra armada y los más modernos. La función de tal concentración de tropas era defender las dos islas que componían el estado de una posible invasión china (principal razón por las que las islas nunca se habían independizado), así que el apoyo chino en este asunto se podía ver como un reconocimiento de nuestra soberanía sobre las islas del Mar de China (que, si bien llevaban más de 300 años bajo nuestro control, y nunca habían sido oficialmente disputadas, se sabía que tradicionalmente habían sido deseadas por Pekín).

La posición de China llevaría a Pujol a tomar la arriesgada decisión de usar nuestras fuerzas en Taiwán como segunda fuerza operativa desde la que se atacaría Chile desde el Oeste. La reunida en Europa (basada en la Flota Mediterránea) había zarpado desde Montpeller el 28 de junio, pero se temía que no fuera suficiente poderosa como para vencer a los chilenos en su territorio. El 2 de julio, la Flota Colonial, junto con 5.000 soldados embarcados y 60 de aviones, zarpó de Taiwán en dirección a América del Sur. Ello dejó la isla completamente vulnerable, pero afortunadamente, sin consecuencias.

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Movimientos aragoneses, junio-julio. Territorios ocupados por Chile en naranja.
La mayor dificultad en la operación era logística. En el Atlántico, la isla con puerto más cercana a la zona se encontraba en Ascensión, desde donde se tendría que navegar directamente hacia Tierra del Fuego para romper el bloqueo ya establecido alrededor de Ushuaia, que había conseguido resistir. En el Pacífico, se logró acordar con Oceanía, miembro de la Mancomunidad Aragonesa, el uso de la isla de Pascua como sitio en el que avituallarse y desde donde lanzar el asalto.

A mediados de julio, la Flota Mediterránea había llegado a Ascensión, y se preparó para recuperar Nueva Georgia, una operación de menor magnitud a la espera de la llegada de la Flota colonial. Aunque hubo cierta resistencia chilena, la isla fue recuperada prácticamente sin bajas el 21 de julio.

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Fuerzas aragonesas durante el contraataque.
Finalmente, el ataque principal se inició el 1 de agosto. Con la cobertura aérea conjunta de los 3 portaviones, se logró derrotar a la flota chilena que bloqueaba Ushuaia y desembarcar los refuerzos en la zona, que se reorganizaron como el ejército 5. Los intentos de la aviación chilena por evitarlo también acabaron en desastre para los sudamericanos, pues, aunque superior en número, contaban con aparatos obsoletos y tripulaciones con menos experiencia. Una vez recuperado el cielo, la ventaja 3:1 en tierra que el enemigo aún tenía sobre nosotros dejó de importar. La flota se redirigió al estrecho de Magallanes, desde donde la aviación naval procedió a atacar las rutas de suministros enemigas, efectivamente aislándolos en la Isla Grande. El 15 de agosto empezó finalmente la ofensiva por tierra, y a lo largo de las dos semanas siguientes, se reconquistó todo el territorio ocupado. El 1 de septiembre, las últimas unidades chilenas en la zona se rindieron, y la guerra terminó 5 días después con un desembarco en las Islas Malvinas que nos restituyó su control.

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Reconquista de Tierra del Fuego, agosto.
La guerra acabó resultando en un millar de bajas aragonesas, así como varias decenas de aviones y algunos buques perdidos. Pequeñas comparativamente a los costes de la Guerra de Champa dos décadas atrás, pero relativamente altas considerando la rapidez de las operaciones. Chile acabó saliendo bastante más mal parado, con más de 2000 muertos y la columna vertebral de su armada y fuerza aérea destruidas. El régimen de Pinochet no sobrevivía al desastre, y acabaría colapsando de forma definitiva no mucho después.

En Aragón la victoria tuvo el efecto contrario, resultando en un incremento de la moral nacional y de la popularidad de Pujol, que volvió a situarse al frente en las encuestas, ahora con más ventaja que nunca.

Para los habitantes de Tierra del Fuego y las Malvinas, el conflicto también resultó en un enorme crecimiento del sentimiento pro-aragonés de un estado que, con una economía muy dependiente del petróleo, también había considerado la independencia durante la anterior década. Desgraciadamente, el efecto contrario se produciría en Taiwan-Hainan. La patente voluntad China de respetar su status quo llevaría a sus habitantes a creer que por fin el momento para la independencia había llegado. Tras la victoria independentista en las elecciones estatales de 1984 y un consiguiente referéndum, Taiwan-Hainan se convirtió en estado soberano y miembro de la Mancomunidad Aragonesa en 1986.


La pérdida de nuestro último territorio en Asia Oriental llevaba años considerándose eventualmente inevitable, por lo que no resultó en ningún desgaste para el gobierno. Sin embargo, el dinamismo económico de la zona significó que perderla supusiera una contracción de PIB nacional de más del 30%. Entre otras cosas, ello resultaría en un sorpasso por parte de China, que quedó establecida como 3era economía del mundo (posición que había ocupado Aragón desde 1973, cuando el desgaste de la España franquista y subsiguiente desintegración la había hecho bajar a una 4a posición). Más allá de la contracción económica aragonesa, el ascenso chino era el resultado de un rápido crecimiento económico empezado a finales de los 1970s por parte del gigante asiático. Aunque aún a considerable distancia de Bizancio y Estados Unidos, China parecía destinada a convertirse en uno de los centros económicos mundiales en las décadas futuras.

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Expansión de la Comunidad Europea en 1986.
Tras la crisis en América del Sur, el resto de la legislatura fue tranquila. Notablemente, la segunda mitad vio progresos adicionales en cuanto a la integración europea. En adición a la incorporación de Suecia, Silesia y la República Checa a la Comunidad Europea en 1986, tal año vio las firmas de los tratados de Schengen (destinado a crear un área de libre circulación en Europa para 1996) y del Acta Única Europea (con el objetivo de fijar 1992 como fecha límite para el establecimiento de un mercado común europeo).
Cabe destacar también que a finales de 1986 Barcelona fue seleccionada como sede de los Juegos Olímpicos de 1992. Sería la tercera vez que la capital aragonesa los acogería, habiendo sido las anteriores ediciones las de 1918 y 1932.


Adicionalmente, estos años vieron la continuación del conflicto en Arabia. Aunque la paz con Israel permitió a los africanos recuperarse un poco durante 1983, el continuo flujo de ayuda americana a los Wahabíes mantuvo vivos a los rebeldes, que empezaron a organizar su propio estado en las vastas regiones que controlaban. El fracaso africano en el intento de reconquista de la Meca en enero de 1984 supondría un nuevo punto de inflexión, a partir del cual los saudíes mantendrían siempre la iniciativa. El contraataque Muyahidín los llevaría a expandir su control hasta el golfo de Áqaba en noviembre de ese año, tras lo cual el estado mayor africano entraría en pánico ante la amenaza de la pérdida de Jordania y el istmo de Sinaí.

El tener que defender el Levante llevaría a los africanos a reducir sus fuerzas destinadas a defender los pozos petrolíferos del Golfo Pérsico, que no tardaron en convertirse en el siguiente objetivo saudí. Los ataques a la zona llevaban ocurriendo desde prácticamente el inicio del conflicto, pero a partir de septiembre de 1985 aumentaron en intensidad y frecuencia. Finalmente, al empezar 1986 los rebeldes iniciaron el empuje final, y en cuestión de semanas sobrepasaron las defensas africanas y alcanzaron el mar. Para julio de 1986, toda la región productora de petróleo estaba ya en manos rebeldes, y unidades saudíes habían enlazado con tropas persas tanto en Mesopotamia y Bahréin.

Pese a los temores, la toma del Golfo Pérsico por los árabes no supuso cambios drásticos en el suministro petrolífero, pues los conquistadores se apresuraron en reactivar la producción y beneficiarse de la venta del oro negro. El enlace con las tropas persas fue más complicado. No reconociendo a Khomeini como califa, varias unidades Wahabís consideraron a los iraníes como enemigos (y viceversa), dando lugar a varios choques a lo largo de la frontera adquirida. Con todo, la fragilidad tanto del estado revolucionario iraní como de la recién establecida Arabia Saudí haría que a ambos gobiernos les interesara una paz duradera, y tras varias negociaciones se acabaron acordando unas fronteras.

Las campañas saudís continuaron durante los meses siguientes, conquistando Siria en diciembre y Jordania en febrero. Los restos del ejército africano se atrincheraron entonces en el Sinaí, donde, pese a todos los intentos muyahidines de alcanzar el canal de Suez, lograron mantener sus posiciones.

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Situación en Arabia a mediados de 1987, con las nuevas fronteras saudís-persas ya delimitadas.

Mediados de 1987 vio nuevas elecciones en Aragón, en las cuales Llibertat i Democràcia obtuvo una amplia mayoría absoluta, derivada de la popularidad ganada por Pujol con la victoria en la guerra contra Chile.
 
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A este paso, veo a Jordi "Margaret" Pujol haciendose llamar L'home de ferro.
 
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Llibertat i Democràcia: La guerra del Levante (1987-1991)





La mayoría absoluta obtenida permitiría a Pujol gobernar con comodidad durante su tercer mandato. En la capital, estos años estarían marcados por la preparación de las olimpiadas de 1992. Barcelona aún conservaba multitud de instalaciones deportivas construidas para los juegos de 1918 (notablemente, el estadio olímpico en Montjuïc), pero ponerlas en condiciones estaba requiriendo inversiones millonarias. El proceso fue aprovechado para reformar grandes áreas de la ciudad; notablemente, Montjuïc sería completamente reacondicionada, se construiría una nueva villa olímpica y puerto deportivo en el Poblenou, y se remodelaría la Vall d'Hebron. Adicionalmente, los límites de la ciudad se verían transformados por la construcción de dos grandes rondas de circunvalación.

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El litoral barcelonés sería una de las zonas de la capital que experimentaría una mayor transformación.
El papel central que Barcelona adquiriría durante la legislatura resultaría en no pocos choques entre su ayuntamiento con el gobierno central. Con el consistorio controlado por los socialistas, los enfrentamientos repetidos del alcalde Maragall con Pujol resultarían en cierta manera la mejor manera para la oposición de enfrentarse al gobierno central, al tener los liberales mayoría absoluta en el parlamento nacional.


El mayor revés de Pujol se produjo no mucho después de empezar su tercer mandato. Tras varios años de continuas subidas, las bolsas mundiales se hundieron de forma súbita en octubrede 1987. Empezando en Taiwán, el pánico no tardó en propagarse por todo el mundo. En cuestión de días, la bolsa aragonesa se había desplomado un 35%, con la caída del primer día de crisis, el 19 de octubre, siendo la mayor de la historia. Pujol no tardó en verse en el centro de las críticas, con sus políticas neoliberales siendo apuntadas como las causantes del desastre. En respuesta, a finales de año el gobierno aceptaría reintroducir algunas de las regulaciones bursátiles, algo que sería visto como demasiado poco y demasiado tarde para gran parte de la oposición.

Pese al shock inicial, la bolsa se recuperaría del desastre con relativa facilidad a lo largo de los siguientes meses, y los efectos sobre la economía del colapso serían mucho menores de lo que se había llegado a temer. Aun así, Aragón acabaría entrando en recesión en 1990.

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Evolución del Dow Jones estadounidense durante la segunda mitad de 1987. Las bolsas de todo el mundo sufrieron caídas similares.
Al acabar la década, la atención internacional seguía centrada en Oriente Medio. En comparación con los años previos, caracterizados por grandes avances muyahidines, 1987 y 1988 habían visto la guerra entre africanos y árabes estancarse. Los saudís realizaron varios intentos de romper las defensas africanas del Sinaí y llegar al valle del Nilo (la última zona musulmana bajo control de Tombuctú) pero sin éxito. Finalmente, bajo presión estadounidense, se iniciaron negociaciones de paz, y, a finales de 1988 se acordó reconocer la independencia de la ya llamada Arabia Saudí. A cambio, los árabes renunciarían a intentar expandirse hacia Egipto. Poco después, África-Arabia se reconstituiría con el nuevo nombre de Unión Africana.

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Fronteras en Oriente Medio tras el fin de la guerra entre africanos y saudís.
El final de la guerra en Arabia sería inicialmente vista como una victoria de la diplomacia de Reagan y su secretario de estado George P. Schultz, y culminación de la estrategia de su gobierno en la zona. Pese a las dificultades económicas, Reagan abandonaría la presidencia en su cima de su popularidad, y su ex-vicepresidente Dan Quayle saldría victorioso en las elecciones de 1988.

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Dan Quayle sustituiría a Reagan al frente de los Estados Unidos.
Desafortunadamente, la paz en la región no duraría. Los saudís habían procurado no pronunciarse en contra de la presencia de Israel en la zona durante la guerra con África por complicidad táctica y miedo a perder el soporte estadounidense, pero una vez derrotados sus principales enemigos y libres de la alianza con los americanos, rápidamente adoptaron una posición hostil.

El cambio de postura árabe no se vio con sorpresa desde Jerusalén, pero sí con cierta preocupación. En 1989, el estado judío llevaba meses envuelto en un clima de violencia, resultado del enfrentamiento entre las fuerzas del estado y sus habitantes musulmanes. Más allá de los centenares de víctimas en ambos bandos, la dureza de la represión israelí había tenido el efecto de lastrar severamente su imagen internacional. Adicionalmente, el tener que militarizar su territorio estaba drenando notables recursos de las fuerzas armadas israelís. En comparativa, los saudís contaban ahora con la que sobre el papel era una de las más poderosas fuerzas militares de la tierra, herencia de la ayuda estadounidense durante la guerra contra los africanos y de los beneficios obtenidos con la exportación de petróleo.

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A finales de los 1980s, la violencia entre palestinos e israelís se había extendido por el territorio de Israel.
Para otoño de 1990, los líderes saudís ya habían tomado la decisión de atacar Israel, y habían desplegado sus fuerzas a lo largo de la frontera en espera de que sugiera un casus belli. Éste llegaría con la muerte de una veintena de palestinos en protestas centradas en el Monte del Templo. El 28 de octubre, las tropas árabes cruzaron la frontera.
El ataque no pilló por sorpresa a las fuerzas israelís, que habían sido informadas por el Mossad de la inminencia de la invasión, pero sí a buena parte de la comunidad internacional, especialmente a Estados Unidos. Habiendo sido el mayor soporte de los árabes durante los lustros anteriores, el ataque a Israel fue visto desde Washington como una traición.

El ataque árabe tuvo éxitos casi inmediatos. La gran experiencia de las tropas muyahidines, veteranas de una década de guerra, así como la gran calidad de su equipo y superioridad numérica, permitió a los saudís expulsar a los israelís de Transjordania en apenas unos días. Las fuerzas de Israel se retiraron entonces a nuevas posiciones a lo largo el río Jordán.
Aunque las fuerzas armadas israelís estaban mejor entrenadas y equipadas que sus homólogas árabes, su relativamente superior calidad no era suficientemente determinante para compensar la enorme inferioridad numérica. Completamente rodeado por su enemigo y con una poderosísima quinta columna en su territorio, a mediados de noviembre la situación israelí se presentaba crítica.

Para entonces, los estadounidenses ya habían llevado la invasión al consejo de seguridad de la ONU, donde se habían estado votando numerosas sanciones económicas contra Arabia Saudí si sus tropas no se retiraban inmediatamente de los territorios ocupados. Aunque hubo cierto temor a una represalia árabe que llevara a una nueva crisis petrolífera, esta nunca se produjo, debido a lo enormemente dependiente que era su economía de las ventas de crudo. Paralelamente, se produjeron varios contactos diplomáticos para remediar la situación, pero fueron infructuosos.

Agotadas las soluciones pacíficas y con la situación israelí complicándose día tras día, el gobierno de Quayle tomaría la decisión de realizar una intervención militar directa. A lo largo de diciembre, se aprobaron varias resoluciones adicionales en el consejo de seguridad de la ONU, autorizando el uso de todos los medios necesarios si Arabia Saudí no se retiraba de territorio israelí antes de final de año. Simultáneamente, la diplomacia estadounidense trabajó para formar una coalición internacional para invadir Arabia. A ella no tardaron a adherirse los países de la Comunidad Europea, los de la Mancomunidad Aragonesa, los CSA, México, Cuba, Quebec, Bulgaria, Orissa y Pakistán; en total, 38 países.

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Aviación de la coalición sobre el desierto Sirio, operación Tormenta del Levante.
Las fuerzas de los países implicados se concentraron en territorio bizantino en espera de la expiración del plazo dado por la ONU. Finalmente, el 4 de enero, la aviación de la coalición inició la ofensiva. Rápidamente se obtuvo la supremacía aérea, tras lo que el grueso de las fuerzas terrestres cruzó la frontera en Siria (una parte se trasladó a Israel para ayudar en la defensa de su territorio). Los combates se alargaron durante semanas, pero finalmente se logró liberar Damasco el 5 de febrero, y poco después se enlazó con las fuerzas en Israel. Quayle ordenó entonces un alto el fuego para intentar una solución negociada. Con sus fuerzas completamente derrotadas y bajo masivos bombardeos, los saudís accedieron a negociar su rendición.

En los acuerdos firmados, los árabes accedieron a abandonar Israel y a reconocer sus fronteras, pero se les permitió mantener intactas las suyas. Más importante, los saudís permanecieron en el poder, pero el rey Fahd se vio forzado a abdicar en su hermano Abdullah.

A finales de año las fuerzas de la coalición empezaron a abandonar Oriente Medio, y aunque desde Washington se vendió la campaña como una victoria, lo cierto es el haber sido traicionados por sus aliados, en los que Reagan había invertido tanto tiempo y recursos, había resultado en una verdadera humillación para los Estados Unidos. La decisión de mantener a la casa de Saud en el poder también había sido polémica, si bien Abdullah siempre se había mostrado más pro-estadounidense que su hermano. Irónicamente, para muchos Muyahidines veteranos la invasión estadounidense también fue vista como una traición, llevando a la extensión del anti-americanismo entre muchos de los extremistas Wahabís.


Dado que los estadounidenses llevaron la voz cantante durante la invasión, los costes entre las tropas aragonesas implicadas fueron reducidos, sufriendo apenas medio centenar de bajas. Así pues, la guerra no acabaría teniendo demasiada importancia en las elecciones de finales de 1991. Mucho más impacto tendría la creciente crisis económica, de la que muchos responsabilizaban las políticas económicas de Pujol durante las legislaturas anteriores. Aun así, Pujol volvería a salir vencedor, si bien sin mayoría absoluta.
 
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Llibertat i Democràcia: Barcelona, 1992 (1992-1996)





Por presión de la oposición, Pujol se vio forzado a prescindir de los miembros más neoliberales de su anterior gabinete. En este sentido, sus políticas económicas durante la legislatura seguirían el camino abierto por las realizadas durante la anterior, con un retorno a cierta regularización de la economía. Pero pese a los esfuerzos del gobierno, la crisis alcanzaría su punto más severo en 1993.

Situaciones similares se estaban viviendo por todo el mundo. En Asia, el imparable crecimiento chino se había detenido bruscamente, mientras que en Estados Unidos los efectos de la crisis habían resultado en la derrota de Quayle frente al candidato demócrata Joseph Chretien.


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Cerimonia de apertura de las olimpiadas, 25 de julio.

Dejando aparte las dificultades económicas, el mayor acontecimiento de la legislatura fue la celebración de los Juegos Olímpicos de 1992 en Barcelona. Los juegos abrieron el 25 de julio con una ceremonia inaugural que incluyó el encender la antorcha olímpica mediante un espectacular lanzamiento con arco. Las competiciones se alargaron durante dos semanas, resultando en la obtención de 15 medallas para deportistas aragoneses. Dos meses después, fueron seguidos por los Juegos Paralímpicos.

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Pruebas de salto de trampolín.

Más allá de su faceta deportiva, los juegos tuvieron el notable efecto de aumentar la visibilidad internacional de Barcelona. Aunque Aragón en su conjunto, con sus miles de kilómetros de playas al Mediterráneo, llevaba desde los años 60 siendo la mayor destinación turística del continente, su capital nunca había sido capaz de igualar la fama de otras urbes como Roma o Constantinopla. Las inminentes olimpiadas y apertura de la ciudad al mar permitirían darla a conocer al mundo, y situarla como destino turístico de primer orden.


El otro gran acontecimiento de la legislatura fue la firma, también en 1992, del tratado de Ginebra. El texto llevaba la integración europea a un nuevo nivel, extendiendo las políticas comunes entre miembros también a exteriores y de seguridad, así como ámbitos policiales y judiciales. Como resultado, se decidió renombrar la Comunidad Europea como Unión Europea. El tratado también coincidió con la fecha límite puesta años atrás para crear un mercado único europeo, e incluía la previsión de seguir avanzando en un futuro en la unión económica con el establecimiento de una moneda única, el Euro.


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El tratado de Ginebra fue el documento fundacional de la Unión Europea.

Internacionalmente hablando, la parte central de los 1990s estuvo marcada por la guerra civil y genocidio acontecidos en la excolonia española de Ruanda. Tanto la ONU como las grandes potencias fueron criticadas en su pasividad frente al asunto, comparado con la rapidez en la reacción ante la invasión de Israel pocos años antes.


A partir de 1993, la economía mundial empezó a salir de la crisis, tendencia que Aragón siguió. El gobierno de Pujol intentó relacionar sus políticas durante la legislatura con la recuperación económica, con cuestionable éxito. Pese a ello, Llibertat i Democràcia volvió a alzarse vencedora en las elecciones de junio de 1996, aunque ya sólo por un reducido margen.
 
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