Como he comentado en el hilo de lectura en el OT tenía intención de hacer un resumen de esta enorme obra. Y aquí está, las primeras partes...
TOMO I: TRIAL BY BATTLE (1328-1347)
1. El Asunto de la Sucesión
En 1328 moría Carlos IV, el último Capeto de la línea directa desde Hugo I. Curiosamente las 3 ramas principales de esta familia (los Capetos directos, los Valois y los Borbones) que iban a gobernar Francia acabarían de la misma forma. Tres hermanos, los tres reyes y muriendo sin heredero masculino. A la muerte de Carlos IV no hubo polémica ni enfrentamientos por la sucesión. De hecho, estas discusiones ya se habían producido, pero a la muerte del hermano mayor, que había dejado una sola hija (y un hijo póstumo que apenas duró unos días), el segundo hijo de Felipe el Hermoso, Felipe V (el Largo de apodo), consiguió evitar una monarquía femenina con una regencia prolongada (algo que más tarde veremos suele ser desastroso para el reino) argumentando que las mujeres no podían gobernar, por leyes antiguas (léase: bullshit) de las tribus y primeros reinos Francos. Este principio, tras la propia y pronta muerte de Felipe V ya se había reutilizado una vez más, y esta vez había apenas dudas de que el primo de Carlos IV, Felipe de Valois, era el legítimo heredero.
El legado del oportunismo de Felipe V, sin embargo, dejaba ciertos resquicios legales, y habían dos personas que si ignoraban o adaptaban las manipulaciones sucesorias de Felipe V el Largo podrían tener más derecho al trono de Francia que la casa de Valois. El que sin duda tenía más derecho era sin duda Carlos de Navarra, entonces aún principe del pequeño reino pirinaico, su madre siendo la hija del hijo mayor de Felipe el Hermoso. En segundo lugar, Eduardo III, ya rey de Inglaterra era hijo de Isabel, la hija del propio Felipe el Hermoso. Sin embargo, en el momento de la sucesión ambos se encontraban en una situación imposible para reclamar sus derechos. Mientras que Carlos de Evreux (pronto Carlos 'el Malo' y la verdad es que el muchacho se las traía) apenas tenía poder y vasallos para reclamar sus derechos, Eduardo Plantagenet era rey sólo en nombre. Siendo menor, y su gobierno dominado de forma tiránica por su madre Isabel de Francia y su amante Roger Mortimer que de hecho habían derrocado y hecho asesinar al anterior rey, marido de Isabel y padre Eduardo, Eduardo II. Con una posición precaria como pocas por el claro asesinato y usurpación, Isabel difícilmente podía reclamar la corona de Francia para su hijo. Sin embargo ya empezarían a aparecer el eco de lo que sería una maldición para cualquier acuerdo para la paz entre Inglaterra y Francia, la renuncia de la reclamación de Eduardo y sus descendientes sobre la corona de Francia a cambio de contrapartidas. Y esas contrapartidas sólo podían esta relacionadas con el principal problema entre las dos coronas: el ducado de Guyena, los últimos restos del imperio Angevino en Francia.
2. El Ducado de Guyena
Extendiéndose desde la franja costera desde Burdeos hacia casi la frontera con Navarra, y extendiéndose hacialos valles del Dordoña y el Garona, se encontraba el ducado de Guyena. Desde un imperio que constituía la mitad del territorio de la corona de Francia en la época de Enrique II, el primer Plantagenet rey de Inglaterra, tras las grandes victorias de Felipe Augusto de Francia sobre los hijos de Enrique, Ricardo y Juan, y luego los lentos conflictos legales y militares de baja intensidad en los siguientes reinados, el ducado de Guyena ya apenas estaba en situación de defenderse o incluso sostenerse por su cuenta.
La contradicción fundamental de que un rey en su reino tuviera que rendir vasallaje a otro por estos territorios presentaba un dilema imposible de resolver. Y de hecho una situación imposible de sostener para los reyes de Inglaterra. En tiempos de paz (aunque fuera siempre relativa) y de guerras localizadas, el territorio inevitablemente se tenía que ir perdiendo. En el momento en el que la autoridad final en estos territorios fuera a la corona de Francia, cualquier conflicto o enfrentamiento de los señores locales de Guyena con la monarquía inglesa se iba a resolver en cortes francesas e inevitablemente iba a ser resuelta en favor del vasallo inglés, que inevitable sólo podría esperar rencor de Inglaterra y por tanto acabaría arreglándoselas para rendir vasallaje directo a Francia. Y efectivamente todo el medio siglo anterior iba siendo un lento proceso de desgaje y desintegración del ducado de Guyena, lentamente pasando a Francia. Cualquier excusa legal, cualquier enfrentamiento local, era aprovechado por Francia para ir recuperando en tiempo de paz y argumentos legales, lo que inevitable cabreaba a los reyes ingleses de mala manera. Pero todo aquello que no fuera un enfrentamiento total tenía necesariamente que acabar en favor de Francia, especialmente con reyes tan fuertes como la casa Capeto había producido desde Felipe Augusto hasta esos momentos. Los monarcas ingleses necesariamente argumentaban argucias legales cuando no mala voluntad e injusticia ante las acciones de Francia, y seguramente tenían razón. Pero desde el punto de vista de Francia el mismo hecho de tener un monarca independiente como 'vasallo' necesariamente era un problema potencia y no tan potencia terrible y desde luego era razón de estado para ellos actuar de esta forma, hasta la expulsión completa de los ingleses.
3. Empieza el Espectáculo: La Campaña de Flandes
Tras una serie de graves crisis políticas entre las dos monarquías, incluyendo los inevitables conflictos fronterizos y de vasallaje y Guyena, el apoyo francés a Escocia en sus interminables guerras con Inglaterra y el apoyo inglés a las ciudades de Flandes contra el conde de Flandes y por ende la corona francesa que la respaldaba, el conflicto escaló por fin a guerra abierta. Eduardo pudo aliarse con los territorios imperiales fronterizos con Francia, siempre amanezados por la gran mancha azul, sólo el propio Emperador de la casa de Luxemburgo (Juan rey de Bohemia), un francófilo reconocido, aliándose con Francia.
La campaña fue desastrosa para Eduardo, a pesar de que estarían presentes ya los dos grandes ventajas que Inglaterra iba a tener sobre Francia y que acabarían llevando a la eventual victoria inglesa. En primer lugar el parlamento inglés, si bien podía suponer un elemento muy peligroso para reyes débiles o incompetentes iba a ser un instrumento de recolección de impuestos que conseguía acercar, si bien no igualar, los grandes ingresos que los reyes franceses iban a tener, incluso teniendo en cuenta que la tributación en Francia era caótica y totalmente diferente por cada uno de los territorios. La segunda era una ventaja militar que aún no estaba reconocida. La mitad de los ejércitos ingleses ya estaban compuestos de arqueros, que no sólo contaban con una tradición creada desde el abuelo de Eduardo en su conquista de Gales y su ocupación de Escocia, sino que se habían curtido con las guerras de indepencia escocesa y los interminables conflictos fronterizos, prácticamente a espaldas de toda Europa. De hecho, en ese momento la reputación militar como máxima potencia en tierra la tenía sin duda Francia. Esto iba a cambiar más pronto que tarde.
A pesar de estas ventajas, Felipe VI de Valois no le dio a Eduardo la campaña que esperaba. De hecho, entraría en campaña con cuidado y prudencia, y de hecho su estrategia no se diferenciaría mucho de la que su nieto Carlos V tomaría luego con tanto éxito. Presión constante sobre Guyena y evitar el enfrentamiento directo, la batalla en campo abierto decisiva que Eduardo buscaba desesperadamente. El efecto fue devastador sobre el ejército inglés. Las finanzas del gobierno inglés, incluso con sus ventajas de una administración y recolección de impuestos mucho más avanzada que la francesa, no podía sustentar un ejército en Francia de forma indefinida. Cuando Felipe de Valois se negó a luchar en La Capelle, en la frontera de Flandes, el desastre para Eduardo era completo a pesar de no resultar aparente. Esto le haría tomar una medida desesperada: activar la casi olvidada reclamación sobre la corona de Francia, alegando que si bien una mujer no podía gobernar en Francia, las medidas de Felipe V el Largo que en su momento habían sido apresuradamente tomadas no prohibían de forma explícita que no pudiera transmitir el derecho de gobierno.
Para Eduardo III no fue más que una medida desesperada, de última hora y temporal. Destinada a propósitos a corto plazo: dar un respaldo legal a las ciudades de Flandes que habían respaldado la invasión de Eduardo y tener una carta más a la que renunciar a cambio de contrapartidas en Guyena, donde las cosas estaban yendo bastante mal para gascones e ingleses. Y por último intentar dar más justificación para recabar más apoyo e impuestos por parte del parlamento inglés. Sin embargo este atrevido desafío diplomático no tuvo el resultado esperado. La campaña en Flandes, a pesar de la gran victoria en el puerto de Sluys, donde básicamente la flota francesa se fue al hiperespacio, los ingleses se dejaron los dientes mordiendo la roca que iba a ser el asedio de Tournai. Evitando batallas, Felipe VI poco a poco fue recuperando y retomando (y castigando) las ciudades rebeldes de Flandes. Finalmente Eduardo y el éjército inglés se verían obligados a salir de Flandes, habiendo ganado nada para su causa y habiendo adquirido unas deudas que casi llevarían a Inglaterra a la bancarrota.
Sin embargo lo que había sido a todos los efectos 'prácticos' una victoria francesa, expulsando a los ingleses, tomando fortalezas fronterizas en Guyena y volviendo a poner a Flandes bajo el control de Francia de nuevo, resultó ser una victoria moral para Inglaterra y su rey Eduardo. Eduardo se había comportado como se esperaba de un monarca medieval. Atrevido, buscando batalla, generoso con sus aliados. En cambio, Felipe de Valois había evitado la batalla, había dejado que su enemigo pusiera a sitio y arrasara su territorio sin impedírselo. Si bien, en retrospectiva, Felipe de Valois había hecho exactamente lo que tenía que hacer (La Capelle fácilmente hubiera sido Crecy varios años antes), los ejércitos (y especialmente arqueros) ingleses no habían mostrado lo letales que iban a ser. Lo que de hecho era una derrota inglesa se convirtió en una grave derrota política para Francia. La reputación de Eduardo de Inglaterra creció en la misma medida que la de Felipe de Francia bajó. Esto unido al caracter mísero y desconfiado de Felipe de Valois iba a resultar que de hecho, e incluso ante los avances franceses, varios de los nobles principales de Guyena, los Albret y los Armagnac, afianzaran su vasallaje de forma más clara con Inglaterra cuando fácilmente podrían haber pasado a Francia (como así iba a ser durante los periodos posteriores). Pero esto era poco consuelo para Eduardo que sí podía ver en esos momentos sus finanzas en la más pura ruina sin haber conseguido y de hecho haber perdido territorio. Sólo conflictos internos en Francia iban a permitirle volver. Pero como veremos, Francia no iba a estar huérfana de estos problemas. Más bien al contrario. Empezando por Bretaña.
TOMO I: TRIAL BY BATTLE (1328-1347)
1. El Asunto de la Sucesión
En 1328 moría Carlos IV, el último Capeto de la línea directa desde Hugo I. Curiosamente las 3 ramas principales de esta familia (los Capetos directos, los Valois y los Borbones) que iban a gobernar Francia acabarían de la misma forma. Tres hermanos, los tres reyes y muriendo sin heredero masculino. A la muerte de Carlos IV no hubo polémica ni enfrentamientos por la sucesión. De hecho, estas discusiones ya se habían producido, pero a la muerte del hermano mayor, que había dejado una sola hija (y un hijo póstumo que apenas duró unos días), el segundo hijo de Felipe el Hermoso, Felipe V (el Largo de apodo), consiguió evitar una monarquía femenina con una regencia prolongada (algo que más tarde veremos suele ser desastroso para el reino) argumentando que las mujeres no podían gobernar, por leyes antiguas (léase: bullshit) de las tribus y primeros reinos Francos. Este principio, tras la propia y pronta muerte de Felipe V ya se había reutilizado una vez más, y esta vez había apenas dudas de que el primo de Carlos IV, Felipe de Valois, era el legítimo heredero.
El legado del oportunismo de Felipe V, sin embargo, dejaba ciertos resquicios legales, y habían dos personas que si ignoraban o adaptaban las manipulaciones sucesorias de Felipe V el Largo podrían tener más derecho al trono de Francia que la casa de Valois. El que sin duda tenía más derecho era sin duda Carlos de Navarra, entonces aún principe del pequeño reino pirinaico, su madre siendo la hija del hijo mayor de Felipe el Hermoso. En segundo lugar, Eduardo III, ya rey de Inglaterra era hijo de Isabel, la hija del propio Felipe el Hermoso. Sin embargo, en el momento de la sucesión ambos se encontraban en una situación imposible para reclamar sus derechos. Mientras que Carlos de Evreux (pronto Carlos 'el Malo' y la verdad es que el muchacho se las traía) apenas tenía poder y vasallos para reclamar sus derechos, Eduardo Plantagenet era rey sólo en nombre. Siendo menor, y su gobierno dominado de forma tiránica por su madre Isabel de Francia y su amante Roger Mortimer que de hecho habían derrocado y hecho asesinar al anterior rey, marido de Isabel y padre Eduardo, Eduardo II. Con una posición precaria como pocas por el claro asesinato y usurpación, Isabel difícilmente podía reclamar la corona de Francia para su hijo. Sin embargo ya empezarían a aparecer el eco de lo que sería una maldición para cualquier acuerdo para la paz entre Inglaterra y Francia, la renuncia de la reclamación de Eduardo y sus descendientes sobre la corona de Francia a cambio de contrapartidas. Y esas contrapartidas sólo podían esta relacionadas con el principal problema entre las dos coronas: el ducado de Guyena, los últimos restos del imperio Angevino en Francia.
2. El Ducado de Guyena
Extendiéndose desde la franja costera desde Burdeos hacia casi la frontera con Navarra, y extendiéndose hacialos valles del Dordoña y el Garona, se encontraba el ducado de Guyena. Desde un imperio que constituía la mitad del territorio de la corona de Francia en la época de Enrique II, el primer Plantagenet rey de Inglaterra, tras las grandes victorias de Felipe Augusto de Francia sobre los hijos de Enrique, Ricardo y Juan, y luego los lentos conflictos legales y militares de baja intensidad en los siguientes reinados, el ducado de Guyena ya apenas estaba en situación de defenderse o incluso sostenerse por su cuenta.
La contradicción fundamental de que un rey en su reino tuviera que rendir vasallaje a otro por estos territorios presentaba un dilema imposible de resolver. Y de hecho una situación imposible de sostener para los reyes de Inglaterra. En tiempos de paz (aunque fuera siempre relativa) y de guerras localizadas, el territorio inevitablemente se tenía que ir perdiendo. En el momento en el que la autoridad final en estos territorios fuera a la corona de Francia, cualquier conflicto o enfrentamiento de los señores locales de Guyena con la monarquía inglesa se iba a resolver en cortes francesas e inevitablemente iba a ser resuelta en favor del vasallo inglés, que inevitable sólo podría esperar rencor de Inglaterra y por tanto acabaría arreglándoselas para rendir vasallaje directo a Francia. Y efectivamente todo el medio siglo anterior iba siendo un lento proceso de desgaje y desintegración del ducado de Guyena, lentamente pasando a Francia. Cualquier excusa legal, cualquier enfrentamiento local, era aprovechado por Francia para ir recuperando en tiempo de paz y argumentos legales, lo que inevitable cabreaba a los reyes ingleses de mala manera. Pero todo aquello que no fuera un enfrentamiento total tenía necesariamente que acabar en favor de Francia, especialmente con reyes tan fuertes como la casa Capeto había producido desde Felipe Augusto hasta esos momentos. Los monarcas ingleses necesariamente argumentaban argucias legales cuando no mala voluntad e injusticia ante las acciones de Francia, y seguramente tenían razón. Pero desde el punto de vista de Francia el mismo hecho de tener un monarca independiente como 'vasallo' necesariamente era un problema potencia y no tan potencia terrible y desde luego era razón de estado para ellos actuar de esta forma, hasta la expulsión completa de los ingleses.
3. Empieza el Espectáculo: La Campaña de Flandes
Tras una serie de graves crisis políticas entre las dos monarquías, incluyendo los inevitables conflictos fronterizos y de vasallaje y Guyena, el apoyo francés a Escocia en sus interminables guerras con Inglaterra y el apoyo inglés a las ciudades de Flandes contra el conde de Flandes y por ende la corona francesa que la respaldaba, el conflicto escaló por fin a guerra abierta. Eduardo pudo aliarse con los territorios imperiales fronterizos con Francia, siempre amanezados por la gran mancha azul, sólo el propio Emperador de la casa de Luxemburgo (Juan rey de Bohemia), un francófilo reconocido, aliándose con Francia.
La campaña fue desastrosa para Eduardo, a pesar de que estarían presentes ya los dos grandes ventajas que Inglaterra iba a tener sobre Francia y que acabarían llevando a la eventual victoria inglesa. En primer lugar el parlamento inglés, si bien podía suponer un elemento muy peligroso para reyes débiles o incompetentes iba a ser un instrumento de recolección de impuestos que conseguía acercar, si bien no igualar, los grandes ingresos que los reyes franceses iban a tener, incluso teniendo en cuenta que la tributación en Francia era caótica y totalmente diferente por cada uno de los territorios. La segunda era una ventaja militar que aún no estaba reconocida. La mitad de los ejércitos ingleses ya estaban compuestos de arqueros, que no sólo contaban con una tradición creada desde el abuelo de Eduardo en su conquista de Gales y su ocupación de Escocia, sino que se habían curtido con las guerras de indepencia escocesa y los interminables conflictos fronterizos, prácticamente a espaldas de toda Europa. De hecho, en ese momento la reputación militar como máxima potencia en tierra la tenía sin duda Francia. Esto iba a cambiar más pronto que tarde.
A pesar de estas ventajas, Felipe VI de Valois no le dio a Eduardo la campaña que esperaba. De hecho, entraría en campaña con cuidado y prudencia, y de hecho su estrategia no se diferenciaría mucho de la que su nieto Carlos V tomaría luego con tanto éxito. Presión constante sobre Guyena y evitar el enfrentamiento directo, la batalla en campo abierto decisiva que Eduardo buscaba desesperadamente. El efecto fue devastador sobre el ejército inglés. Las finanzas del gobierno inglés, incluso con sus ventajas de una administración y recolección de impuestos mucho más avanzada que la francesa, no podía sustentar un ejército en Francia de forma indefinida. Cuando Felipe de Valois se negó a luchar en La Capelle, en la frontera de Flandes, el desastre para Eduardo era completo a pesar de no resultar aparente. Esto le haría tomar una medida desesperada: activar la casi olvidada reclamación sobre la corona de Francia, alegando que si bien una mujer no podía gobernar en Francia, las medidas de Felipe V el Largo que en su momento habían sido apresuradamente tomadas no prohibían de forma explícita que no pudiera transmitir el derecho de gobierno.
Para Eduardo III no fue más que una medida desesperada, de última hora y temporal. Destinada a propósitos a corto plazo: dar un respaldo legal a las ciudades de Flandes que habían respaldado la invasión de Eduardo y tener una carta más a la que renunciar a cambio de contrapartidas en Guyena, donde las cosas estaban yendo bastante mal para gascones e ingleses. Y por último intentar dar más justificación para recabar más apoyo e impuestos por parte del parlamento inglés. Sin embargo este atrevido desafío diplomático no tuvo el resultado esperado. La campaña en Flandes, a pesar de la gran victoria en el puerto de Sluys, donde básicamente la flota francesa se fue al hiperespacio, los ingleses se dejaron los dientes mordiendo la roca que iba a ser el asedio de Tournai. Evitando batallas, Felipe VI poco a poco fue recuperando y retomando (y castigando) las ciudades rebeldes de Flandes. Finalmente Eduardo y el éjército inglés se verían obligados a salir de Flandes, habiendo ganado nada para su causa y habiendo adquirido unas deudas que casi llevarían a Inglaterra a la bancarrota.
Sin embargo lo que había sido a todos los efectos 'prácticos' una victoria francesa, expulsando a los ingleses, tomando fortalezas fronterizas en Guyena y volviendo a poner a Flandes bajo el control de Francia de nuevo, resultó ser una victoria moral para Inglaterra y su rey Eduardo. Eduardo se había comportado como se esperaba de un monarca medieval. Atrevido, buscando batalla, generoso con sus aliados. En cambio, Felipe de Valois había evitado la batalla, había dejado que su enemigo pusiera a sitio y arrasara su territorio sin impedírselo. Si bien, en retrospectiva, Felipe de Valois había hecho exactamente lo que tenía que hacer (La Capelle fácilmente hubiera sido Crecy varios años antes), los ejércitos (y especialmente arqueros) ingleses no habían mostrado lo letales que iban a ser. Lo que de hecho era una derrota inglesa se convirtió en una grave derrota política para Francia. La reputación de Eduardo de Inglaterra creció en la misma medida que la de Felipe de Francia bajó. Esto unido al caracter mísero y desconfiado de Felipe de Valois iba a resultar que de hecho, e incluso ante los avances franceses, varios de los nobles principales de Guyena, los Albret y los Armagnac, afianzaran su vasallaje de forma más clara con Inglaterra cuando fácilmente podrían haber pasado a Francia (como así iba a ser durante los periodos posteriores). Pero esto era poco consuelo para Eduardo que sí podía ver en esos momentos sus finanzas en la más pura ruina sin haber conseguido y de hecho haber perdido territorio. Sólo conflictos internos en Francia iban a permitirle volver. Pero como veremos, Francia no iba a estar huérfana de estos problemas. Más bien al contrario. Empezando por Bretaña.