“El señor es mi dueño y yo soy su pastor, estoy aquí para realizar sus deseos, estoy aquí para obedecerle, sigo sus enseñanzas y sus principios”.
Soy Fernando Álvarez del Castillo; General del reino de Aragón hasta hace bien poco, cuando mi familia se me fue arrebatada por la injusta mano de la fiebre y fui forzado a refugiarme en los brazos de Dios y de la Santa Madre Iglesia, aquí, en Roma.
Estamos en el año del señor 1460; mis pensamientos y mi dolor por la perdida de mis seres queridos han menguado. Ahora mi nueva patria es esta, la que me ha dado comida, ropa y consuelo en aquellos momentos tan duros, ahora soy un defensor de la única fe verdadera, un defensor de la Santa Iglesia Católica y como tal del Santo Padre, PIUS II.
Tan solo han transcurrido 2 semanas desde que salí del monasterio y el olor a guerra apesta las calles; hago saber a su Santidad mi disposición a defender este santo lugar de cualquier intruso. La respuesta no se hace esperar, frente a un grupo de 40 oficiales, mi persona es nombrada General de las las fuerzas del Norte.
El ambiente que se respira es tan denso como el agua, Bizancio ha roto las relaciones con el mundo cristiano y se ha convertido a una fe que desconocía hasta ahora, ortodoxa. Este hecho presagia una guerra inminente.
El 21 de marzo de 1460, un pequeño pueblo mongol, Crimea, declara la guerra a uno de nuestros aliados, Modena. Inmediatamente los barcos invaden el golfo de Venecia y nuestros demás aliados, Siena y Génova, reclutan un ejercito para invadir esas tierras infieles. Mi homónimo, el General de las fuerzas del Sur, Philip de Arnou, se aventura a enviar 5000 de nuestros mejores infantes en una travesía por tierras Otomanas.
El 2 de abril de 1460, nuestros barcos han sido diezmados por la flota turca!.
El 3 de abril de 1460, se reúne el consejo de urgencia, los cardenales discuten sobre este nuevo evento, los otomanos, las tribus bárbaras de Ak-Koyunlu y las hordas mongolas se han levantado en armas contra nosotros. Mi paciencia comienza a agotarse, pues tras 5 horas de intensa discusión seguían sin llegar a un acuerdo. Arto de esperar, ordeno a mis barcos que patrullen el golfo de Venecia por si nos intentan hacer una incursión por el este y que el grueso del ejercito se situé sobre la capital, sobre Roma (me temía un desembarco turco en tierra sagrada)
El 15 de mayo de 1460, las tropas turcas desembarcan en roma, pero gracias a la magnífica actuación de Philip de Arnou y su caballería, fueron derrotados en pocas horas, no hubo supervivientes (ojo por ojo).
Nuestra estrategia defensiva da sus resultados y los turcos desisten en su intento por tomar Roma.
El 21 de marzo de 1461, en un momento de auge entre los otomanos y los genoveses, las tropas de Siena entran en terreno infiel. Se encuentran una pequeña resistencia (2000 infieles) que son rápidamente derrotados. El horizonte comienza a aclararse un poco para nuestra pequeña alianza.
El 1 junio 1461, tras las infructuosas acometidas de las tropas de Siena y de Génova, los mongoles asedian Kerch y Kaffa. Los habitantes de estas ciudades huyen tirándose al mar o buscando algún barco mercante que pueda llevarlos a tierras más seguras, pero el asedio es también por mar, no hay salida.
Kaffa cae en pocos meses y por mucho que intento acelerar la construcción de nuestras galeras, estas no consiguen llegar más haya de Creta, los barcos turcos nos superan en número.
El 17 de julio de 1461, el pueblo empieza a notar la inaptitud de los cardenales para gobernar momentos de guerra, y comienzan las revueltas (-1 estabilidad, mala política).
El 19 de febrero de 1461, mis espías informan de gran cantidad de tropas napolitanas se están agrupando en nuestras fronteras. Era evidente, llevamos varios años de guerra, nuestras arcas están diezmadas y nuestras tropas desmoralizadas; es el momento perfecto para que nos ataquen!. Esa misma noche, el ejercito de Nápoles invade nuestro país y pone en asedio la capital, Roma. Nuestros aliados se prestan en nuestra ayuda.
El 21 de febrero de 1461, nuestros aliados informan que Nápoles ha entrado en guerra contra nosotros, pero que Aragón y Albania también. Se produce un pánico general en todo el consejo, “dios pero que hemos hecho, Aragón!!!”. Tras unos momentos de angustia, un silencio sepulcral hace presencia en la sala; el Santo Padre hace acto de presencia. Las miradas clavadas en el suelo, los cardenales mirándose entre sí con cara de vergüenza por tanta ineptitud. Tras un pequeño paseo por el centro del salón, el papa toma asiento y comienza a hablar. Mis oídos se han vuelto locos o tanta guerra me esta haciendo oír cosas que no son ciertas?. En ese momento de perplejidad, el Santo Padre me toco con su mano y me dijo: “pues sí hijo mío, la defensa de Roma es cosa tuya.
Inmediatamente me puse (eufórico) manos a la obra.
El 30 de abril de 1461, mis hombre levantan el asedio sobre la capital y partimos a emprender un asedio sobre Nápoles.
El 17 de agosto de 1461, asediando Nápoles recibo 2 correos urgentes; el primero era el que más esperaba, los generales aragoneses ( la mayoría discípulos míos) se han negado rotundamente a mantener la guerra contra nosotros y se retiran. Pero el segundo mensaje, no me lo esperaba; El Santo Padre a muerto, aquel hombre que me dio su confianza para salvar la gloria de Dios y de sus hijos ha muerto sin ver su obra cumplida. Rápidamente, los cardenales (que me tienen envidia) han alzado a papa a PAULUS II, una magnífica persona pero que odia la guerra y cree que todo se puede conseguir dialogando (es que solo tiene 3 puntos en armas y 5 en diplomacia J)
El 1 de diciembre de 1461, cae Nápoles y sin mediar palabra ordeno al ejercito que asedien Apulia. Ordenando matar al mensajero napolitano que me ofrecía la paz.
El 30 de octubre de 1462, hemos destrozado la flota albanesa y Apulia ha caído, la victoria es nuestra.
Mi regalo al nuevo Santo Padre son 357 ducados y la provincia de Apulia para mayor gloria de Dios.
El pueblo se calma y las fiestas se suceden, pero me pregunto: ¿ es que se han olvidado que aún seguimos en guerra con los turcos?
Soy Fernando Álvarez del Castillo; General del reino de Aragón hasta hace bien poco, cuando mi familia se me fue arrebatada por la injusta mano de la fiebre y fui forzado a refugiarme en los brazos de Dios y de la Santa Madre Iglesia, aquí, en Roma.
Estamos en el año del señor 1460; mis pensamientos y mi dolor por la perdida de mis seres queridos han menguado. Ahora mi nueva patria es esta, la que me ha dado comida, ropa y consuelo en aquellos momentos tan duros, ahora soy un defensor de la única fe verdadera, un defensor de la Santa Iglesia Católica y como tal del Santo Padre, PIUS II.
Tan solo han transcurrido 2 semanas desde que salí del monasterio y el olor a guerra apesta las calles; hago saber a su Santidad mi disposición a defender este santo lugar de cualquier intruso. La respuesta no se hace esperar, frente a un grupo de 40 oficiales, mi persona es nombrada General de las las fuerzas del Norte.
El ambiente que se respira es tan denso como el agua, Bizancio ha roto las relaciones con el mundo cristiano y se ha convertido a una fe que desconocía hasta ahora, ortodoxa. Este hecho presagia una guerra inminente.
El 21 de marzo de 1460, un pequeño pueblo mongol, Crimea, declara la guerra a uno de nuestros aliados, Modena. Inmediatamente los barcos invaden el golfo de Venecia y nuestros demás aliados, Siena y Génova, reclutan un ejercito para invadir esas tierras infieles. Mi homónimo, el General de las fuerzas del Sur, Philip de Arnou, se aventura a enviar 5000 de nuestros mejores infantes en una travesía por tierras Otomanas.
El 2 de abril de 1460, nuestros barcos han sido diezmados por la flota turca!.
El 3 de abril de 1460, se reúne el consejo de urgencia, los cardenales discuten sobre este nuevo evento, los otomanos, las tribus bárbaras de Ak-Koyunlu y las hordas mongolas se han levantado en armas contra nosotros. Mi paciencia comienza a agotarse, pues tras 5 horas de intensa discusión seguían sin llegar a un acuerdo. Arto de esperar, ordeno a mis barcos que patrullen el golfo de Venecia por si nos intentan hacer una incursión por el este y que el grueso del ejercito se situé sobre la capital, sobre Roma (me temía un desembarco turco en tierra sagrada)
El 15 de mayo de 1460, las tropas turcas desembarcan en roma, pero gracias a la magnífica actuación de Philip de Arnou y su caballería, fueron derrotados en pocas horas, no hubo supervivientes (ojo por ojo).
Nuestra estrategia defensiva da sus resultados y los turcos desisten en su intento por tomar Roma.
El 21 de marzo de 1461, en un momento de auge entre los otomanos y los genoveses, las tropas de Siena entran en terreno infiel. Se encuentran una pequeña resistencia (2000 infieles) que son rápidamente derrotados. El horizonte comienza a aclararse un poco para nuestra pequeña alianza.
El 1 junio 1461, tras las infructuosas acometidas de las tropas de Siena y de Génova, los mongoles asedian Kerch y Kaffa. Los habitantes de estas ciudades huyen tirándose al mar o buscando algún barco mercante que pueda llevarlos a tierras más seguras, pero el asedio es también por mar, no hay salida.
Kaffa cae en pocos meses y por mucho que intento acelerar la construcción de nuestras galeras, estas no consiguen llegar más haya de Creta, los barcos turcos nos superan en número.
El 17 de julio de 1461, el pueblo empieza a notar la inaptitud de los cardenales para gobernar momentos de guerra, y comienzan las revueltas (-1 estabilidad, mala política).
El 19 de febrero de 1461, mis espías informan de gran cantidad de tropas napolitanas se están agrupando en nuestras fronteras. Era evidente, llevamos varios años de guerra, nuestras arcas están diezmadas y nuestras tropas desmoralizadas; es el momento perfecto para que nos ataquen!. Esa misma noche, el ejercito de Nápoles invade nuestro país y pone en asedio la capital, Roma. Nuestros aliados se prestan en nuestra ayuda.
El 21 de febrero de 1461, nuestros aliados informan que Nápoles ha entrado en guerra contra nosotros, pero que Aragón y Albania también. Se produce un pánico general en todo el consejo, “dios pero que hemos hecho, Aragón!!!”. Tras unos momentos de angustia, un silencio sepulcral hace presencia en la sala; el Santo Padre hace acto de presencia. Las miradas clavadas en el suelo, los cardenales mirándose entre sí con cara de vergüenza por tanta ineptitud. Tras un pequeño paseo por el centro del salón, el papa toma asiento y comienza a hablar. Mis oídos se han vuelto locos o tanta guerra me esta haciendo oír cosas que no son ciertas?. En ese momento de perplejidad, el Santo Padre me toco con su mano y me dijo: “pues sí hijo mío, la defensa de Roma es cosa tuya.
Inmediatamente me puse (eufórico) manos a la obra.
El 30 de abril de 1461, mis hombre levantan el asedio sobre la capital y partimos a emprender un asedio sobre Nápoles.
El 17 de agosto de 1461, asediando Nápoles recibo 2 correos urgentes; el primero era el que más esperaba, los generales aragoneses ( la mayoría discípulos míos) se han negado rotundamente a mantener la guerra contra nosotros y se retiran. Pero el segundo mensaje, no me lo esperaba; El Santo Padre a muerto, aquel hombre que me dio su confianza para salvar la gloria de Dios y de sus hijos ha muerto sin ver su obra cumplida. Rápidamente, los cardenales (que me tienen envidia) han alzado a papa a PAULUS II, una magnífica persona pero que odia la guerra y cree que todo se puede conseguir dialogando (es que solo tiene 3 puntos en armas y 5 en diplomacia J)
El 1 de diciembre de 1461, cae Nápoles y sin mediar palabra ordeno al ejercito que asedien Apulia. Ordenando matar al mensajero napolitano que me ofrecía la paz.
El 30 de octubre de 1462, hemos destrozado la flota albanesa y Apulia ha caído, la victoria es nuestra.
Mi regalo al nuevo Santo Padre son 357 ducados y la provincia de Apulia para mayor gloria de Dios.
El pueblo se calma y las fiestas se suceden, pero me pregunto: ¿ es que se han olvidado que aún seguimos en guerra con los turcos?