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Axo avanza un poco mas que me has quedao como a medias.... interruptus total!!!!! Gran descripcion de las peripecias de Titus a lomos del vion
 
Muy bueno el capitulo, después de dejarnos en la intriga de cómo la palmara Titus, si mordido por el vampiro o estrellado contra el suelo, va y se salva !!!!, tiene mas vidas que un gato. :rofl:

Expectante espero el informe de Titus, ¿le creerán sus superiores? O de esta le mandan al manicomio :D

Axo avanza un poco mas que me has quedao como a medias.... interruptus total!!!!! Gran descripcion de las peripecias de Titus a lomos del vion

¡Vale, vale, capto la indirecta! ¡En el próximo capítulo os llenareis de fango, sangre y tripas en el camino París!

Porque París bien vale una moza.

¿O era una misa?
 
Capítulo XXIX
Tormenta de acero.


[tomado de La Europa de Guillermo, por Arnold. J. Toynbee, Oxford University Press, 1941]​

Al comprender el Káiser de que nada se le había perdido a Roma en el Este y que el Senado romano no tenía nada que objetar a la creación de un imperio alemán en Rusia, el Ejército Imperial alemán comenzó a trasladar sus efectivos hacia Polonia, donde, a partir del 11 de octubre, los Ländser harían retroceder paulatinamente a las tropas zaristas fuera de los confines de Polonia y de Prusia.

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Aislando unas veces a enteros cuerpos de ejércitos y en otras simplemente arrasando las líneas con una brutal potencia de fuego, las tropas alemanas se abrieron paso hasta la Rusia Blanca, donde se detuvieron, a comienzos de diciembre de 1914, para reorganizar sus efectivos y aniquilar las ultimas bolsas de resistencia enemiga en su retaguardia. Para entonces, el destino de Rusia estaba ya sellado, tras la perdidas de cuatro cuerpos de ejércitos al completo y de grandes bajas en el resto de las fuerzas imperiales.

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[tomado de Diario de Campaña de las Legiones Romanas, por Gaivs Septimus, Romanitas, 1991]

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[...] Al tener las manos libres, aún sabiendo que en cuanto los galos notaran el cese del empuje ofensivo teutón trasladarían sus reservas hacia el sur, Marcus Vindictus lanzó su ofensiva a.d. III Id. Oct. (1), en el sector de Lemovicensis (2), casi despreciando las defensas que el enemigo alzaba apresuradamente ante él.

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Seis días después ya estaba a las puertas de Civitas Turonorum (3), y, tras apenas dos semanas del comienzo de la ofensiva, las invencibles legiones romanas alcanzaban la línea del Loira. El asalto a París estaba listo para lanzarse.

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Tras esta campaña relámpago de dos semanas de duración, el nombre de Vindictus había quedado grabado para siempre en la historia de Roma, hacia la que marchaban cincuenta mil prisioneros franceses y el tributo de más de 400 cañones.


(1) 13 de octubre de 1914.
(2) Bergerac.
(3) Tours.
 
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Capítulo XXX
Triunfos para unos, vergüenza para otros


[tomado de Historia del soldado Crassus, por Vittorio Gassmman, Civitavechia Ediciones, 1953]​

Así pues, nuestro desafortunado Crassus se hallaba entre los cientos de legionarios que se apelotonaban ante Lutetia (1), como, siglos atrás, habían hecho sus antepasados siguiendo las águilas de César.

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Como ya hemos visto, Crassus no había nacido para héroe. Fuera de su casa era como un pato mareado, más torpe que un elefante sírio en el Coliseo y más cobarde que el senador Dayanus Tuertus durante el caso ... [en los siguientes parágrafos Gassmman desmenuza con su fina ironía los intrigulis de la política romana de sus días. Como la mayoría de referencias se escaparían a la sagacidad del lector, no por culpa de este, sino por el exceso de detalle Gassmmaniano, omitimos este fragmento, que, de todos modos, no es esencial para seguir el desarrollo de las acciones bélicas]

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Así, 11 legiones asaltaron Lutetia, mientras el verdadero esfuerzo tenía lugar mucho más al oeste, donde el tribuno Pecori-Giraldi iniciaba una amplia maniobra de flanqueo destinada a aislar la capital gala. Pero los pobres compañeros de Crassus, constantemente presionados por la artillería gala y con constantes ataque en sus flancos, no lograron resistir y se acabaron retirando. Incluso en tan triste hora su cobardía resultó muy valiosa a Roma, pues tras ellos marcharon formaciones enemigas que no podrían volverse a tiempo para hacer frente la mortal pinza que se acercaba hacia su capital desde el oeste.

Ni siquiera las excelentes notícias de la campaña Africana, donde se estaban ganando un imperio, sirvieron para levantar el decaído ánimo de Crassus y sus tristes camaradas."

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Tantos eran los éxitos de Roma, que el Imperio Otomano se apresuró a unirse a la guerra a comienzos de diciembre de 1914.

Pero para Crassus y los suyos diciembre sólo trajo un terrible castigo: la decimatio.

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(1) París
 
Capítulo XXXI
Antigua magia, nuevos misterios.

Tres cazas regresaba al campo de aviación. No venían de la dirección del frente y, por tanto, no se trataba de una patrulla ofensiva. Venían haciendo acrobacias, lo que era mal visto por el mando, y no son motivo. Por cada dos pilotos muertos en acción, otro moría en vuelos de entrenamiento como este. En sus maniobras cada uno intentaba trazar un círculo completo más pequeño que el anterior.

El caza que precedía a sus camaradas en la fingida persecución inició un descenso en picado y se precipitó hacia una hilera de árboles ajados y mustios. Parecía haber perdido el control. El caza rozó la copa de los árboles y salió del picado, elevándose con potencia por detrás y por debajo de sus compañeros. Los tenía a tiro. En el combate aéreo, el modo más seguro de obtener una victoria era desde atrás y desde abajo, como la que había adoptado el atacante. Ni siquiera un biplaza con una ametralladora en la cola tenía muchas posibilidades con un enemigo que llegara desde esa posición.

-Ese tipo vuela como un huno. Laureles de la victoria en quince días, muerto en un mes -dijo uno de los instructores en tierra.

Las presas se separaron en direcciones opuestas: uno intentó imitar su maniobra y puso su caza en barrena controlada. El otro buscó refugio entre las nubes.

-En un combate real los dos habrían escapado pese a su maravillosa maniobra -añadió el mismo instructor. Otro, sacudiendo la cabeza, replicó:

-Antes los habría abatido a ambos antes de que pudieran reaccionar.

Se oyó un ligero tableteo.

-¡Por Zeus! -exclamó alguien-. ¡Este tipo acaba de disparar contra su compañero!

El avión que tomaba altura hacia las nubes no había sido alcanzado, al parecer.

-Será algún ruido que confundimos con el de unos disparos -apuntó Julia. Resultaba extraño ver a una mujer, pero, al ser la hermana de uno de los pilotos y estar de visita, se toleraba su presencia.

-No lo creo, señorita.

El caza que había optado por descender salió del picado a duras penas, pero se encontró con el caza perseguidor en su cola, pese a todo. Se oyó otro tableteo y en el plano de cola del caza saltaron unas chistas.

Los instructores y Julia regresaron al campo de aviación en coche. Los aviones aterrizaban en el mismo momento en el que el vehículo se detuvo ante la casa de campo que ejercía de cuartel. El mayor Baracca, envuelto en un abrigo negro largo, esperaba en la puerta.

Con el sol casi desaparecido, los cazas tomaron tierra. El primer avión aterrizó sin problemas y rodó hacia los hangares. Julia no tuvo problemas en distinguir al hombre enmascarado que había disparado contra sus camaradas y sintió un aguijón al rojo vivo en su corazón al reconocer a su hermano Titus. El segundo caza, con el plano salpicado de agujeros humeantes, aterrizó con más brusqueda y quedó cruzado en la pista. Un piloto envuelto en humo saltó del aparato y salió corriendo en pos del primer avión mientras se quitaba los guantes y el casco. El irritado piloto se lanzó contra Titus, que se limpiaba con parsimonio sus gafas.

Julia escuchó una sarta de insultos y de maldiciones.

-¡Has disparado contra mi, maldito hijo de fruta! ¿Que coño pretendes, cabrón? ¿Ayudar a los galos a ganar la guerra?

La frialdad con la que Titus señaló que se había limitado a marcar su objetivo y no lo había abatido no fue lo que paró el corazón de Júlia, sino ver los dos brazos sanos de su hermano.

¡Titus volvía a tener dos brazos! ¡Ya no estaba mutilado!

Pero... ¿cómo era posible?
 
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Capítulo XXXII
De ratones, hombres y niños

El 1 de diciembre de 1914 las legiones asaltaron Nantes. Frente a ellos, una solitaria división de infantería de Marine. Diez mil galos frente a 70.000 austríacos y romanos bajo el mando del mariscal, el archiduque Frederik. Tras unas pocas horas, las que tardó el comandante galo en evacuar la ciudad con el grueso de sus fuerzas, la ciudad cayó en manos de los atacantes.

Este movimiento confundió un poco más a los comandantes franceses, ya que no esperaban nada que no fuera el asalto directo contra París al cerrarse las pinzas romanas en torno a la capital gala. Los latinos, sin embargo, permanecían quietos, mientras los germanos penetraban más profundamente en Russia, tomando Kaunas, y el Sultan llamaba a los fieles musulmanes a la Guerra Santa contra los infieles (los infieles aliados, por supuesto).

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Entonces se desencadenó el infierno sobre el frente occidental un ranquilo día de diciembre. Ese día, 28 legiones romanas atacaron desde el este y el oeste la capital gala. La artillería rugía de manera ensordecedora y el fin de París parecía cercano. Entonces, dos días después, las fuerzas francesas desplegadas alrededor de la pinza note latina atacaron y pusieron en fuga a las fuerzas romanas, que retrocedieron, de manera inesperada hasta Tours y Nevers. Roma se sacudió ante tal desastre. Vindictus, sabedor de que pronto pondrían precio a su cabeza si no hacía algo rápido, decidió arriesgarlo el todo por el todo. Fuego y furia contra París, se dijo.

Apenas las reservas estuvieron en sus trincheras, todo el frente ardió desde Auxerre a Lorient. Bajo el retumbar de sus cañones los legionarios avanzaron con la batoneta calada. Y, cuando todo el mundo esperaba que las ametralladoras galas deshicieran las líneas latinas, estas arroillaron las trincheras frances. El frente fue roto en Auxerre y Avranches. Para evitarlo, un contraataque local fue lanzado por los galos en el sector de Cholet. Inesperadamente, con el grueso de las fuerzas romanas avanzando hacia la Normandía, los galos consiquieron romper su retaguardia y aislar la pinza norte romana. a

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Esto no le importaba a Vindictius: el 2 de enero de 1915, mientras las 23 Legiones de lap inza norte atacaban hacia Argentan, más de 600.000 soldados alemanes, austríacos y romanos atacaban las defensas exteriores de París. Fernte a ellos, cincuenta mil reservistas franceses, ya que el grueso del ejército regular estaba en el norte, en una futil maniobra para otro movimiento de flanqueo que comenzaría en Reims.

La batalla que decidiría el futuro del Imperio Romano había comenzado.

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Donde quiera que estuvieses, en cualquier parte del hospital, el olor a sangre te perseguía. Júlia, agotada, se sentó. En la cama yacía un cadáver que, por algún motivo desconocido, todavía respiraba. Era el cuerpo destrozado del capitán Jake Barnes, cuyo caza había sido derribado sobre las trincheras latinas. Apenas había logrado salir con vida de los restos de su aparato cuando quedó atrapado en las alambradas y recibió una lluvia de balas procedente del brutal tiroteo que sumía las trincheras que bordeaban la tierra de nadie en la que se había estrellado. Había colgado del alambre durante horas, hasta que unos soldados romanos le habían rescatado, apiadados de su sufrimiento.

Julia, por alguna razón misteriosa, parecía tener un íntimo lazo con sus pacientse. Por ejemplo, sabía intimamente que Barnes quería ser dejando en paz, y a solas, y que le dejaran morir. En muchos sentidos, ya no eran un hombre. A través de una pequeña advertura en sus vendajes, que le cubrían como a una momia, podía ver sus ojos, llenos de furia y dolor. El doctor no lo sabía, pero Júlia estaba segura de que Barnes quería morir.

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En la cama otro enemigo hasta ayer, otro oficial , otro hombre reducido a un destrozado cuerpo. Miraba por la ventanas. La mitad inferior de su cuerpo había quedado despedazada, siendo los muñones de sus piernas el mudo testimonio de lo que había sido alguna vez. El teniente contemplaba su reflejo en los cristales.

-Buenas noches, Clifford.


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Él la miró con extrañeza antes de devolver la mriada a la luna. Chatterley nunc aagradecería que le hubieran salvado la vida con las piernas inútiles. Como Barnes, Chatterley tenía un dolor antíguo e intimo, llevaba una amarguara en la sangre de siglos. Durante los pocos minutos que hablaron, Júlia apenas percibió nada de él: algunas imágenes vívidas, la noria de una mina de carbón alzándose sobre una extensión de bosque, una casa de campos y sus tierras. Poco más.

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Entonces el hispotal dejó de serlo para volverse unaguardería con cientos de niños rotos. Júlia, convertido en madre adoptiva, ardía por encontrar un hombre.

No había ninguno cerca.
 
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¿Qué precio habrá pagado Titus por recuperar el brazo? ¿Se habrá acercado al lado oscuro?

Me encata. Sigue así :p

Un camino muy interesante el que estas tomando, y como seguirá nuestro Titus, ¿se ha infiltrado en el lado oscuro o se ha pasado?

No nos dejes mucho tiempo con la intriga :)

Perdón por la larga ausencia. Titus, en cierto modo, no se ha pasado, se ha infiltrado, como bien sugiere Corsario Viejo. Pero todo tiene su precio, como ya veremos.;)
 
Capítulo XXXIII
Galia delenda est

No fue hasta los 11 de la mañana cuando las líneas francesas fueron rotas y las legiones desbordaron a sus defensores camino de París. Incluso entonces la lucha no cesó. Los soldados galos defendieron cada palmo de terreno de manera que los romanos tuvieron que usar los cañones pesados para pulverizar toda resistencia que hallaran en su camino. Cada esquina de la ciudad fue lugar de sangriento combates. En el Sacré-Cœur se luchó en lo alto del campanario y en sus catacumbas hasta que la enorme cúpula se hundió bajo su propio peso, aniquilando a defensores y atancates. El Arco del Triumfo fue usado por los francotiradores para hostigar a los legionarios que avanzaban por las amplias avenidas y tuvo que ser asaltado y tomado a punta de bayoneta. En la Ile de la Cité, la Conciergerie, que había sido la cárcel de aquellos prisioneros que esperaban a ser enviados a la guillotina, fue reducida a escombros para silenciar el fuego que impedía a los romanos cruzar el puente au Change. La Sainte Chappelle y la catedral de Notre-Dame, saqueada durante la revolución de 1789, salieron sin un solo arañazo de la brutal batalla, pero, cerca de ellas, toda la calle Chanoinesse fue reducida a escombros en los violentos combates que allí se dieron. Así desapareció, en un infierno de fuego, la calle donde había vivido, entre otros Racine.

Tampoco hubo piedad para el Panthéon. Furioso por lo que consideraba una burda copia del Panteón de la Ciduad Eterna, un oficial romano usó el edificio para descargar sus cañones del mismo modo, como dice la leyenda, que hicieron los artilleros de Napoleon con la nariz de la Esfinge, tanto tiempo atrás.

Cuando llegó la noche, París era una ciudad en llamas. Pero una ciudad romana, sin embargo. Tres días después, el Ejército Occidental alcanzaría las líneas en París y los sitiadores se encontraron sitiados. El fin estaba cerca.

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Mientras, el frente ruso se hundía a pasos agigantados, más deprisa de lo previsto, de manera que no era el ejécito ruso el que frenaba el avance alemán hacia San Petersburgo, sino la logística.

La guerra en Francia duraría hasta el 21 de marzo de 1915, cuando los franceses pidieron términos para rendirse y descubrieron que no habían ninguno que no fuera la anexión directa. Frente al hecho de que Francia ya no existiría más y volvería ser dividida en las viejas provincias de Gallia Aquitania, Gallia Lugdunensis y Gallia Narbonensis, muchos ciudadanos optaron por huir a África, decididos a no ser esclavos de Roma. "Cuantos más mejor", fue la respuesta romana, encantada por que de este modo se hacía sitio para sus colonos. Pero, por desgracia, no serían tantos como habían esperado Roma o la Francia Nacional, el estado libre Francés que se formaría en los restos del imperio colonial africano galo.

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Así, cuando callaron los cañones y el Imperio Romano resurgía, llegó el momento de organizar la paz. Pax Romana, por supuesto.

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Apenas se detuvo el gigantesco Zeppelin al lado del Nautilus cuando la descarga del material secreto comenzó a toda velocidad. Los cazas de la escuadrilla Cicogne volaban en círculos sobre el puerto de Cherburgo, sabedores de que los cazas romanos o alemanes tardarían poco en aparecer.

El general Mercier caminaba lentamente por la superfície metálica del submarino cuando escuchó el ruido de los cazas que se acercaban. Divertido ante los diminutos insectos que se atrevían a desafiarle, levantó la vista hacia los cielos, donde, como si un dios sanguinario lo hubiera preparado, comenzaban una violenta batalla áerea.

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Girando bruscamente para evitar el caza galo, Titus maldijo su mala suerte. Giró de manera muy cerrada, intentado forzar al caza enemigo a que lo sobrepasara y este, como un novato, cayó en su trampa. Envuelto en llamas, el SPAD cayó fuera de control. Entonces Titus lo vio. Allí estaban las pálidas formas que salían del dirigible y avanzaban hacia la torre del submarino. Se miró el brazo recuperado y que, por ley de la naturaleza que él había roto, no debía estar allí. Sabedor de los crímenes que había tenido que cometer para recuperarlo, y conociendo que mucha más sangre tendría que derrarmarse todavía para que él pudiera vivir, tomó una decisión en ese mismo momento.

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Mercier estaba en la torre del Nautilus, list o para desparecer cuando escuho el rugir del motor del caza de Titus y levantó la mirada. Pudo ver como el caza caía de entre las nubes abriendo fuego con todas sus armas, lanzando en un ataque suicida contra el dirigible. Sonriendo con desprecio, Mercier miró divertido como el caza malgastaba su munición pues, a menos que tuviera balas incendiarias, estaba desperdiciando el tiempo.

Entonces Mercier intuyó lo que Titus estaba pensando. El picado era demasiado pronunciado, la velocidad demasiado alta... Comenzó a descender por la escalerilla tan deprisa como pudo mientras sus criaturas, los vampiros, miraban al cielo. Nunca sabría que una de ellas le había traicionado, sin darse cuenta, al ayudar a Titus. De repente, la hélice del caza rasgó la superfície del dirigible. Titus seguía disparando y, entonces, mientras las ametralladoras expulsaban la última bala, esta causó una chispa. El hidrógeno que se escapaba de una depósito de gas hizo el resto. De repente, el dirigible estalló en una bola de fuego.

Y, como un cometa vengativo, cayó encima del Nautilus.

Encima de los vampiros.

Encima de Mercier.