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Pero como me pierdo estas cosas siempre!!!!

Nada, nada ya tienes un lector más....

Erinn go bragh!!!!


Y a ver si te pagas unas Guiness!!!! :D
 
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:D :D
invernalia said:
Pero como me pierdo estas cosas siempre!!!!

Nada, nada ya tienes un lector más....

Erinn go bragh!!!!


Y a ver si te pagas unas Guiness!!!! :D

Me sumo a lo que dice Invernalia

Won der bragh!!! :D

(me llevo el relato al usb que no tengo timepo de leerlo ahora... :D
 
A todos, gracias por seguir el relato, esto anima a seguir, sin duda.
Invernalia, las Guiness, sólo si vuelves a tierras castellanas y el AAR prospera :p . Vamos al lío:
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CAPÍTULO III

El año continuó en su tónica habitual. Murchaid seguía en su mundo, hablando sólo y emulando a su antepasado (más que emulándolo, creyéndose él). Desde el fin de las Guerras Irlandesas había ido a peor. Además, Maelmordha Ui Mórdha falleció el nueve de noviembre de 1086, a los 66 años de edad. Pero las desgracias no vienen solas, pues menos de veinte días después Malachy O’Brien caía enfermo. “¡Yo soy el rey de Irlanda!” – gritó Murchaid cuando alguien optó por decírselo. Tampoco se iba a enterar, así que, ¿para qué molestarse?
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En mayo del año siguiente moría el Papa, con la consiguiente elección de un nuevo Pontífice (y con él, el nuevo controlador papal). El Papa Anselmo fue sustituido por Hildebrand, hasta el momento obispo de Orbetello. Y el nuevo controlado papal sería Tjudmund, conde de Dalarna, un hombre muy piadoso.

A principios de octubre Murchaid tuvo otra de sus ideas descabelladas. A pesar de contar ya con 62 años, volvió a convocar a sus huestes y las de sus vasallos. Quería guerrear de nuevo a “aquellos monstruos que provienen del norte”. Por suerte, Dubchoblaig estaba allí para encontrarle un sentido a esta locura: “Mi señor, atendedme un momento. Vos queréis entrar en guerra, pero debéis saber aprovechar las debilidades de los enemigos. Quizá sepáis, y si no, ahora lo sabréis, que por los juegos de alianzas, se ha desencadenado una gran guerra en el Norte: Tir Connail ha delcarado la guerra a Tir Eoghain, quien está aliado con el condado de Mide, que se ha unido a la guerra. Por otro lado, el ducado de Connacht está aliado con el primero, así que también se ha unido al festín. ¿Me seguís?” – dijo la jefa de espías. “¿Son noruegos?” – respondió “Brian Boru”. “Eh… Sí, mi señor, son noruegos, haced caso de mis consejos y saldréis victorioso de esta gran guerra. Tan sólo habéis de declarar la guerra a vuestro odiado vecino el conde de Tir Eoghain, aquel que os traicionó. Nadie osará declarar la guerra al duque más poderoso de Irlanda.” Su hijo accedió a cederle el mando de sus tropas, pero el mermado obispo de Osraige no. Lástima.

Pero, el gozo de Murchaid se vio en un pozo negro, negro, tan negro como la muerte. Ésta le sobrevino el día diecisiete de octubre de 1087, cuando esperaba la llegada de las tropas de la isla de Man. Murió en su tienda, rodeado de sus generales. Sólo él sabe si recobró el sentido común, o murió pensando que era Brian Boru. Lo cierto es que ambos tuvieron la misma muerte: en una tienda de campaña. Descanse en paz Murchaid “el Atormentado”, si es que su enturbiada alma puede. ¡Larga vida a Donnchad!
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Un mes de luto se guardó por el duque. Un mes en el que el condado de Tir Connail había vencido al de Tir Eoghain y estaba asediando su fortaleza. Al mismo tiempo, Mide asediaba Tir Connail. Connacht se había retirado de la guerra, pues no tenía nada que ganar. Pasado el mes de funerales, la espía jefe se reunió con el nuevo duque y con el mariscal primero del ducado. Había que actuar rápido. “Mi señor, mariscal. Todos sabemos ya la situación de Tir Eoghain. Si actuamos pronto y atacamos la provincia, nuestras legítimas reclamaciones nos permitirán reclamar el territorio para nos” – dijo Dubchoblaig. “Tenemos reclamaciones, como el conde de Tir Connail, pero él nos juró vasallaje y lo rompió, además de que nos somos un ducado. Creo que son razones más que suficientes como para marchar al frente y hacernos con el mando del asedio. Además tenemos otra carta a nuestro favor: Tir Connail está en peligro, tratemos de atraerlo a nuestra causa” – sentenció Donnchad. El día dieciséis de noviembre de 1087 se declaró la guerra al condado de Tir Eoghain, y las tropas marcharon al frente. Había que imponer nuestra autoridad, y ésta era una oportunidad de oro.
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Camino a la batalla, Donnchad tuvo que dejar en manos de las ayas la educación de BenMide y la de Bohemond (sí, su esposa quería que tuviera un nombre normando) la dejó al servicio de un noble de la corte. Mientras, él comenzó el asedio de la “fortaleza”, no sin previa discusión con Donnchadh, el conde de Tir Connail. Pero tenía argumentos de peso (y las lenguas dicen que le prometió el ducado del Ulster a él o su familia si lograba convertirse en rey de los irlandeses o alguno de sus descendientes). A los quinientos hombres de Leinster se unieron los trescientos de Donnchadh.
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Durante el asedio, llegaron varias noticias: Gruffydd de Dublín, gran amigo del Duque, caía enfermo; su hija BenMide, por orden de su madre sería educada en la corte; su otra hija Mór sería educada por un noble; y Mahaut de Porhoet, hijastra de Loigsech terminó su educación eclesiástica, sin mucho éxito. El veintidós de agosto de 1088, en pleno asedio (y a punto de ser concluido) se presentó ante el duque un legado que decía representar a la Compañía de los Caballeros Errantes de York. La guerra estaba cercana de acabar, y de poco servirían sus servicios ahora, así que de manera muy educada fue desechada su invitación. Por fin el decimocuarto día del noveno mes de 1088 la fortaleza cedió y se reunieron el duque de Leinster y el conde de Tir Eoghain. Un tratado de paz debía ser firmado. Una humillación, más bien. Todas sus ofensas serían pagadas de una sola vez. Y por supuesto, fueron aceptadas.
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Las conversaciones con el conde Donnchadh prosiguieron en un tira y afloja continuo, hasta que se llegó a un acuerdo: la promesa del asedio sería efectuada, y en caso de incumplirse, el Ui Mórdha gobernante será condenado por toda la eternidad en los infiernos. Un nuevo vasallo fiel en quien confiar, o al menos eso parecía.
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Ya en casa, Donnchad se pudo dedicar un poco a la política interna. Decidió que Condlae se educara en la corte, aunque por ahora el quién se encargaría de su educación quedaba en vilo. Y ahorró. Ahorró para poderse pagar la coronación como duque de Ulster. Era el día quince de diciembre.
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Tras ello, había que meter toda la zona correspondiente al título bajo su mando. Ello implicaba el condado de Ulaid. Pero no había modo. Ni buenas maneras, ni amenazas. Y aún a pesar de que media Escocia reclamaba para sí el título de conde de Ulaid, no quería que Leinster le protegiese. “Ese maldito enfermo padece la misma enfermedad que padeció padre. Está loco y nadie sabe por dónde le da el viento, ni siquiera él mismo. Habrá que esperar a ver si la lucidez le ilumina la mente y se da cuenta de qué le conviene más: tenerme como amigo o como enemigo”. Donnchad era todo lo contrario a su padre, más activo, menos pusilánime. Las palabras de Donnchad fueron ciertas, vive Dios.

Por supuesto, Ulaid no era el único territorio que interesaba a Donnchad. Mide, según su canciller “servirá para que vos podáis reclamar el título de duque de Meath, incrementando vuestro poder”. También estaba el condado de Sligo. Históricamente, era parte del ducado de Connacht, pero no le había rendido vasallaje nunca. “Mi señor, hacer que Sligo os preste vasallaje os acercará un paso más al ducado de Connacht, y si os hacéis con el control de ese ducado, el reino de Irlanda estará al alcance de vuestra mano” – dijo Dubchoblaig, la jefa de espías. “Enviadle misivas a todos los condes independientes de Irlanda, con buenas y cálidas palabras” – fue la respuesta de Donnchad.

Ulaid estaba gobernada por un perturbado mental, Mide está muy crecido por su guerra victoriosa (aunque sólo sacase oro de la misma) y Sligo… “¡Mi señor, mi señor! ¡El conde de Sligo, Áedh Ua Ruaric ha accedido a nuestra petición!” Una gran sonrisa de gozo inundaba el rostro de Donnchad. “Preparadlo todo para la ceremonia. Y convocad a los demás nobles, voy a pedir que renueven sus votos. No quiero que nadie me apuñale por detrás como le ocurrió a padre”. Leinster-Ulaid era grande, muy grande.

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(Contiunará…)
 
Bien, bien. Han sido unas galletas muy efectivas y pronto podrás ceñir la corona junto con tus "nuevos Fianna". :D
 
Carolus III said:
Ya eres dueño de la mitad de Irlanda. Ya tienes la corona al alcance de dos provincias, ¿no? :)
Aún me quedan al menos 4, según mis cálculos. Bueno, cuatro provincias y mucho oro, que aquí cuesta mucho ahorrar :D .
Vacceo said:
Bien, bien. Han sido unas galletas muy efectivas y pronto podrás ceñir la corona junto con tus "nuevos Fianna". :D
¿No pedías tortas? Yoyas para todos. Lo del reino... Pues como a Carolus, las tortas no son todo :rolleyes: .
Bien, al lío:
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(Continúa…)

El año de 1089 se cerró con la noticia de un nuevo embarazo de la duquesa Adeliza, el primero desde que su marido heredó Leinster. Pero claro, en Irlanda siempre una buena noticia trae una mala cosida a su espalda. La administradora Melisènda mostraba síntomas de estrés, del mismo modo que el difunto duque Murchaid los demostró, y de paso, Dubchoblaig, la jefa de espías que tanto bien había hecho por el ducado, fallecía a comienzos del siguiente febrero. El ducado perdía una personalidad muy capaz, pues el equipo que formaban esas dos intrincadas mentes como son Donnchah y Dubchoblaig se quedaba cojo.
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Aquel embarazo terminó de nuevo con un varón, un sano, por el momento, niño bautizado con el normando nombre (sin comentarios) de Alexander. Antes de eso, se decidió que Bohemond fuese educado en la corte y que Mahaut, hijastra de Loigsech, se desposase con Ascletin de Courseulles, hijo y heredero del conde de Somerset. Donnchad dio su bendición al matrimonio (realmente casarse con alguien de la corte del duque más poderoso de Irlanda era prestigioso cuando menos).
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El año siguiente, 1091, dio algo más de sí mismo, siempre dentro de la tranquilidad. Malachy se recuperó de su enfermedad gracias a un curandero con fama de mago, procedente de Man. Pero claro, todo tiene un precio en esta vida, y por suerte el propio Malachy se costeó el “milagro”. La corte desconfiaba de estos curanderos, pues en tiempos de Murchaid “el Loco” dos intentos de curación habían resultado fallidos… En el campo familiar, Mór sería educada en la corte, según decisión paterna y Condlae sería educado por su padre. Hasta ahora no tenía un tutor fijo, y debido a que las guerras parece que habían cesado, Donnchad decidió cuidar de la educación de su hijo. Y ya se sabe que todo tiene un precio… Y no sólo monetario.
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El séptimo día del mes de julio del presente año ocurrió el golpe de viento que tanto esperaban Donnchad y la difunta Dubchoblaig: el descarriado conde de Ulaid aceptó rendir vasallaje al “gran duque de Irlanda, Donnchad duque de Leinster y Ulster por la gracia de Dios”, como se hacía reconocer en actos oficiales. La ceremonia se celebró una semana después, cuando el conde Dun Sléibe llegó a Leinster. Pero una vez más, bien por mal: su madre Tailltu caía presa de la angustia y el estrés. Añoraba a su esposo, aunque no estuviese en sí mismo, se decía.
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El año nuevo vio un Papa nuevo, pues Hildebrand falleció, y la curia eligió a Bruto, quien era obispo de Münster (que no del Munster de Irlanda). El nuevo controlador papal sería Janislaw, conde de Lubusz. También Adeliza confesó a su marido que iba a ser madre por sexta vez (tres hijos y dos hijas habían nacido ya). ¿Un nuevo hijo normando? ¿Otra hija? Un pequeño malestar corría por las venas de Donnchad. Quería a todos sus hijos por igual, pero los pequeños, educados en la cultura de la madre no le inspiraban gran confianza como gobernantes de Leinster. “¿Un normando rey de Irlanda? Como en la vecina Inglaterra… Solo que por vía pacífica” – reflexionaba – “Confiemos en que Condlae salga bien adelante y forme una familia irlandesa como mandan los cánones”. Donnchad era ya señor de media isla, tan sólo el tozudo condado de Mide permanecía independiente a su poder, rozaba ya la corona con las yemas de los dedos.

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(Continúa…)
 
(Continúa...)


Lo que nació fue una niña, llamada Derbáil, un veintiuno de noviembre de 1092. Ello no desagradó a Donnchad, pero tampoco le entusiasmó en exceso. “Un nuevo miembro de la familia siempre ha de ser motivo de gozo” – se dijo. Pero antes, el estrés de la administradora ducal degeneró en una severa depresión. Se dice que perdió el interés por el despertar cada mañana y cosas similares. Pero debía seguir trabajando, nadie era apto para suplir su puesto. Y la misma Derbáil provocó, durante su embarazo, gran inquietud y nerviosismo en su madre, pues por ser el sexto vástago temía que algo le ocurriese a su salud. Y aunque nada malo pasó, ella vivió angustiada desde entonces.
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Poco pudo disfrutar de su nueva nieta su abuela paterna Tailltu, pues fallecía el trece de febrero del año siguiente. Contaba unos 67 años, pues nadie sabía a ciencia cierta la edad de nadie, ni siquiera de uno mismo. Por fin se reunió con su amado esposo. Donnchad lloró la muerte de su madre, alguien a quien realmente apreció y admiró. Pero había que seguir adelante…
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Poco tiempo después, en marzo, llegó una misiva desde los mismísimos Estados Pontificios. En ella se pedía de forma muy amable, la sumisión completa de la Iglesia Irlandesa o Céltica a la Romana. Muy buenas palabras y una amenaza de excomunión, claro. Donnchad debía pagar por los desafíos de su padre, visto lo visto. Así pues el decimocuarto día del presente marzo, del año del Señor de 1093, se instauró la supremacía eclesiástica en el terreno religioso dentro del ducado de Leinster. Ello supusó “una bajada de calzas” ante la Iglesia, pero a cambio un reconocimiento por parte de la Iglesia. “Prestigio por piedad… Mientras me respeten…” – dijo Donnchad a sus asesores, en la conversación que tenían habitualmente cada semana o cada dos.
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Sometidos a la Iglesia, como se decía por la isla, el tiempo transcurrió tranquilo. Tan sólo Amalgein rompió la tranquilidad al tener lo que Donnchad calificó como “un berrincha típico de mi hijo menor”. Amalgein quería ser el administrador, decía que era más capaz que “ese alma en pena a quien vos llamáis Melisènda”. El duque le dio un par de palmadas en la espalda mientras salía a dar un paseo con él: “mi querido Amalgein. Tanto vos como yo sabemos que no sois mejor que ella, sólo vuestro ego os lo impide ver. Sois un hombre orgulloso y capaz, pero esta vez hay alguien mejor, y por muy familiar mío que seáis, no prescindiré de sus servicios”. Aquello humilló en cierto modo a Amalgein delante de la corte, pero nadie dijo que fuera fácil.
Ello le llevó a pedir apenas un mes después que se le concediera un retiro digno, pues no se consideraba útil en la corte. “Mi querido, anciano y fiel tío… Tú eres realmente útil aquí. Sé que te sientes viejo, que piensas que te considero un trasto más. Pero no es así. Piensa en esto: si Melisènda muere, ¿quién ocupará su cargo? Nadie mejor que vos, mi amado tío. Pensadlo mejor aquesto de retiraros, ¿de acuerdo?” Una vez más, la habilidad de Donnchad para manipular mentes débiles se mostraba implacable. Sabía decir a todo el mundo lo que quería oír, aunque supiese que no era precisamente para su bien. Al menos aquello había restaurado el prestigio de su familiar. Entre medias de este culebrón, Loigsech, hijo de Amalgein, fue recompensado por sus años de servicio leal al duque.
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Una vez resuelto este problemilla cortesano, Donnchad se dedicó a planear un buen futuro para su hijo, pues pronto alcanzaría la edad para poder casarse. El heredero del duque de Munster tenía un solo hijo, conde de Avranches, y cuatro hijas. El varón, Nath-í O’Brien, era aún menor de edad, así que la herencia aún era viable que pasase a través de sus hermanas. “Un interesante informe, sí”. Pero Donnchad era incapaz de sesgar la vida a un simple niño por heredar una parcela de tierra. Aunque esa parcela fuera la llave de Irlanda.

Recientemente había fallecido el conde de Tir Connail, aquel con quién se firmó el pacto de Ulster. Su heredero, por alguna razón, no veía con buenos ojos a su señor feudal. Quizá por ello, en un golpe de autoridad (o para hacerse notar, quién sabe), reclamó para sí el título de conde de Ulaid, teniendo por tanto reclamaciones para todo el Ulster que no estaba bajo su dominio. “Mientras no cree problemas, que reclame lo que desee” – sentenció Donnchad.
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Se decidió que las ayas cuidaran de Alexander y por fin se acabó con el gremio de ladrones que tantos años llevaba molestando en Dublín. Pero por el contrario, Niall O’Broin, obispo de la diócesis, enfermaba casi a finales de año, falleciendo nada más comenzar el nuevo de 1095. Pronto se movieron hilos para que fuera beatificado. Quizá algún año le conozcamos como San Niall de Irlanda. Al fin este hombre santo se reunió con San Patricio en los cielos.
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Esta canonización hizo que Donnchad mirase más por los intereses de la Iglesia, al menos por un tiempo, aceptando sus reclamaciones sobre el pueblo llano. Del mismo modo, la pequeña Derbáil fue encomendada a los monjes, para que la educaran, pero aún era pronto para enviarla al monasterio. Por esas fechas, los ladrones de Dublín decidieron establecerse en Laigin. Ello no gustó nada al duque, pues eran realmente molestos, pero al parecer, intocables. Ello fue motivo de que la gente contara “historias” de crímenes y robos, que terminaron por llegar a los oídos del duque, y por ende, de su familia. Esas historias aterraron al pobre Bohemond, quien por su carácter confiado, creía todo lo que le contaban. Quizá todo lo contrario a su familiar (primo, como todos) Máel-ruanaid, enérgico desde pequeño. Siempre había demostrado grandes dotes para la intriga, mostrándose muy capaz una vez terminó sus estudios. Sin dudarlo, Donnchad le arrimó a su lado, convirtiéndoles en su jefe de espías. Y como parecía que todo el mundo prosperaba menos él, Amalgein se marchó al fin de la corte.
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Fue entonces cuando la idea de heredar Munster para su hijo fue tomando más y más fuerza… Y ello habría de hacerse por la fuerza, valga la redundancia. Pero no mediante guerras, sino de una manera más sutil…
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FIN DEL CAPÍTULO III​
 
CAPÍTULO IV
“Mi señor, he estado meditando sobre el proyecto. Sopesando pros y contras, me he dado cuenta de que hay un ligero problema. Avranches está en guerra con el infiel, como su señor, el duque de Normandía, y como el señor de éste, el rey de Inglaterra. Así pues, si no queremos que nuestro vecino herede una guerra que fácilmente puede perder, deberíamos esperar” – dijo Máel-Ruanaid, en el transcurso de un paseo. “Pero no podemos posponerlo mucho, ese crío crece, y si alcanza la madurez, ten por seguro que nos será más difícil y costoso” – replicó Donnchad. “Es cierto, mi señor. Pero pensad que perderemos más si los infieles conquistan Munster. Ya han arrasado con casi todos los cristianos de Iberia, conociendo su desmedida ambición, no me extrañaría un salto a las islas”. El plan debería esperar…

1096 transcurrió tranquilo. GialÍsu, hermano de Máel-Ruanaid, terminó su educación sin mayores consecuencias, Gruffydd se recuperó de sus dolencias y Dublín prosperaba sin la lacra criminal. Pero el veinte de enero del siguiente año moría Murchaid O’Brien, el fiel consejero de Murchaid “el Loco”. Y como en Laigin lo que prosperaban eran los ladrones, uno se presentó en la residencia ducal con idea de enseñar los misterios del comercio a la infanta Mór. Los timadores no eran bienvenidos… Y Mór no era precisamente una lumbrera en temas administrativos, sería dinero gastado. Por el contrario, dos grandes noticias: la primera, el conde de Ulaid se mostraba complacido con la ley imperante, lo cuál hizo que hubiera alguien que tratase de justo al duque, pero pronto se acalló esa aclamación. Aún no merecía tal apodo, por lo visto. La otra noticia fue que la educación de Bohemond por parte de los nobles cortesanos daba sus frutos. Dejó de ser un muchacho confiado (aunque su estrés pervivió) para convertirse en una persona justa y honesta. “Mi señor, realmente tiene todas las papeletas para sucederos. Es más, vuestros vasallos creen que él es el sucesor legítimo, parece mucho más capaz que Condlae. Y es que recordad, el primogénito no siempre es el mejor” – comentó su canciller. “En mis dominios el poderoso se lo lleva todo, si Condlae no es visto como un buen gobernante, habrá que remediarlo” – pensó el duque.
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Y al fin, para casi finales de 1097 recibimos la noticia de que Avranches había cesado las hostilidades con el infiel. “Que comiencen los preparativos de la ejecución”. Se contrató a los asesinos y, aprovechando el carácter confiado del muchacho, uno de ellos logró ganarse la confianza de su nuevo señor. “Y ahora, a esperar”.

Durante la espera del éxito o el fracaso, se decidió que Alexander fuese educado en la corte, y Derbáil fue enviada al monasterio, pues así se acordó con los monjes. En abril, unos campesinos llevaron una ridícula propuesta a su duque: pretendían que se reconociese que el nacimiento campesino no implica servidumbre. Rápidamente fue desechada. Mór, también educada en corte con nobles, mostró grandes aptitudes para el gobierno, dejando su confianza de lado, ganando admirables valores propios de un noble, como la honestidad, la justicia y la sabiduría. Y al final, una cálida tarde de agosto, de los primeros días del veraniego mes, llegaron noticias desde Avranches. Bueno, no. Desde Munster. Era una olla con una cabeza dentro. La cabeza era la del asesino. Seguramente reveló que Leinster llenó su bolsa antes de que le decapitaran. Y por supuesto, el duque de Munster no fue discreto y rápidamente acusó a Donnchad de asesino y homicida. La reputación que con tanto esfuerzo se afanaba en limpiar, se emborronaba de nuevo. Sentimientos de frustración e ira llenaron su mente entonces.
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Un fracaso, una alegría. Así funciona esto en Leinster. Así fue, pues BenMide, la primogénita de Donnchad, terminaba su educación, convirtiéndose en una de las mentes más aptas para la diplomacia de la corte, por no decir la más. Rápidamente ascendió a asesora personal del duque, en calidad de canciller. Y también rápidamente se la casó con su lejano, lejano primo, Máel-Ruanaid, el espía jefe. Y es que de dos grandes mentes debe salir otra, si la endogamia lo permite, pero “bah, son primos muy, muy lejanos…” – se repetía Donnchad.
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Al fin el viejo de Amalgein moría en algún lugar de Escocia, dejando en herencia a Logisech poco más que los posibles derechos sobre Leinster, pero menos da una piedra. Y la vida sigue, al menos para algunos. Ello quería decir que se intentaría de nuevo el asesinato de Nath-í O’Brien. Apenas había pasado medio año, y las arcas volvían a poder costearse estos “hechos extraordinarios”. Fue un dos de enero, y esta vez no hubo cabeza en la puerta. Hubo éxito, sí, pero el asesino fue de nuevo descubierto (bueno, a este le pillaron por primera y última vez, al otro… Poco importa). El duque de Munster juró venganza y su hijo y heredero cayó en la locura. Y aunque la venganza se sirve fría, tres días tardaron en asesinar a Bohemond Ui Mórdha unos sicarios que no dudaron en afirmar con orgullo que trabajaban para el conde de Tuadmumu y Avranches, padre de la criatura a la que Donnchad sesgó la vida, una vez fueron atrapados. “Ojo por ojo… No es justo, pero en esta ocasión lo merezco” – se lamentó el duque. Tres meses de funerales se celebraron por el heredero. Tres meses de pena, tan sólo mitigada porque no fue Condlae el asesinado.

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(Continúa…)
 
(Continúa…)

En agosto el duque prácticamente se había repuesto del mazazo emocional que siempre supone la muerte de un hijo. Había que preparar algún tipo de venganza, desde la sombra, claro. No se volverían a cometer los errores del pasado. Se comenzó propagando una revuelta por Munster… O al menos esa era la intención del duque. El caso es que realmente no se sabe muy bien en qué quedó todo esto, sólo que se malgastaron muchas monedas de oro y Donnchad se ganó la fama inmerecida (o no) de embustero. Era lógico que la gente pensase que apuñalaría por la espalda a cualquiera después de lo de Avranches…
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Condlae había alcanzado ya los dieciséis años, mayoría de edad, pues. Era apto para casarse, y ya no requería de la supervisión de su padre. Aunque no fue hasta febrero del año siguiente cuando terminó su educación, siguiendo los pasos de su padre. Destacaba en las artes de la maquinación, pero no tanto como él. Pero aún era un poco pronto para casarle… “Hijo, tengo una boda en mente para ti, pero aún es pronto. El pequeño problema con tu hermano ha abierto una brecha de hostilidad con Munster. ¿Qué mejor que cerrarlo a la vieja usanza? Te casarás con la primogénita del heredero del ducado, el padre del asesinado. Confío en que eso apacigüe sus iras” – dijo Donnchad. “Así sea, padre” – dijo Condlae.
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El nuevo milenio se acercaba inevitablemente. La gente tenía un extraño miedo irracional, pues muchos decían y afirmaban que el fin del mundo estaba próximo. Donnchad no creía en esas tonterías, pero aún así, al poco de comenzar el año 1101, una plaga asolaba Tir Eoghain. “Es sólo una casualidad, es sólo una casualidad…” – se trataba de convencer a sí mismo. Para seguir con las desgracias, el primogénito de su hija mayor, Pilib, caía enfermo, y su primera hija moría al poco de nacer, víctima de una inexplicable endogamia…

Pero el año siguiente comenzó con una tónica distinta. Se celebró la boda entre Mór y Géraud, hijastro de Loigsech. Y también la esperada boda entre Condlae y Áine, hija de Fiachna O’Brien. Acto seguido, y como dote de boda, Donnchad concedió a su hijo el condado de Tir Eoghain, a ver si la felicidad de la nueva pareja de gobernantes restauraba la salud del dominio… Era un quince de febrero del año del señor de 1102.
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Mór terminó su educación sin pena ni gloria, aún estando embarazada, tratando de seguir los pasos de su hermana mayor, la cuál cayó presa del estrés durante su nuevo embarazo. La muerte de su hija no dejaba de rondarle la cabeza… Pero por otro lado, Adeliza, esposa del duque, se quedaba embarazada otra vez más. Fiesta y júbilo por todo el ducado para celebrar tantos felices embarazos. Pero la muerte se presentó de nuevo para arruinar la fiesta, llevándose por delante al hijo que BenMide aún portaba en su vientre… Su nerviosismo estaba justificado, y empezaba a pensar en que estaba maldita. Por suerte su padre logró con palabras buenas y acertadas, que siguiese adelante y no se rindiera.
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Siguiendo la tónica de bodas, se casó a GillaÍsu, hermano del espía jefe, con Mór, del condado de Mide, buscando como con Munster una mayor proximidad entre familias (y de paso tratar de que Carthnach O’Neill acceda a ser vasallo del duque de Leinster, pero de nuevo no hubo modo). Alexander dejó se egoísmo de lado gracias a la educación de su aya, convirtiéndose en un muchacho compasivo y misericordioso. La muerte de su hermano parecía también superada en el chiquillo. Pero en abril de 1103 moría Gruffydd de Dublín, aquel con quien Donnchad pasó tanto tiempo de su infancia. No llegaba a los cincuenta años, pero la enfermedad que sufrió debió pasarle factura. Descanse en paz. Para mitigar la pérdida, Adeliza salía de cuentas y traía al mundo a un nuevo vástago. Era otra niña, que fue llamada Clemenza, por su madre, para suplir el hueco que Bohemond dejó. “Ella manda”.

En junio de 1104, Gruffydd Cynfyn, hasta entonces duque de Gwynedd y Deheubarth, se proclamaba rey de Gales. Lento había sido su progreso, primero conquistando Deheubarth, luego parte de Glamorgan, y por último, coronándose rey de los galeses. Habrá que ver si el ogro anglonormando no se siente atraído por el nuevo reino… Para el año siguiente, la negativa ducal de siquiera plantearse las “sugerencias” de la burguesía urbana desencadenó una revuelta en Laigin. “Malditos sean todos. No toleraré abusos por parte de ningún vasallo. ¿Me oís? ¡Ninguno!”. Hay quien le sacó algún parecido con su padre… Esperemos que no tenga su mismo fin.
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(Continúa…)
 
traskott said:
Caray, nunca he jugado al CK, pero parece el culebrón de Dinastia, Falcon Crest y los Alcantara todos juntos :p . Por ahora parece que aguantas :) .
¿Que no has jugado al CK? Mal, muy mal... Así no se puede. Aunque por otro lado, tu cerebro te lo agradece... No veas el cacao que se te monta cuando quieres seguir un poco la vida de tus personajes. Y ya no te cuento si quieres ver lo que ocurre con "viejos conocidos" en otra parte del globo... Y además saca tu lado más "marujil". Como un serial, pero con mucha mala baba :D .

Prosigamos...
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(Continúa…)

Con los burgueses de Laigin fuera de control, la pequeña Derbáil degeneró en una fanática, mientras aún seguía recluida en el monasterio. Cambió su modestia natural por una personalidad complicada, mezcla de valor, imprudencia, crueldad y fanatismo. ¿Una buena cristiana? Ya veremos… Por otro lado, ante la absorción de Glamorgan por parte del rey de Gales, Leinster-Ulaid se quedó sin su aliado. Buscó a alguien de los pocos candidatos de la isla, y justo lo encontró en Mide. “Esto nos unirá aún más” – pensó Donnchad. Pero el conde de Mide ya se conoce el juego, y no cederá ante las insistencias por parte del duque. Su gozo en un pozo, de nuevo, ni alianza, ni vasallaje.
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Por lo menos BenMide, embarazada de nuevo, se recuperaba de su estado de estrés. Aunque quien sí se ofreció a ser aliado del embustero gobernante fue el secesionista Duque de Lancaster. “Un duque fuerte dentro de Inglaterra, pero sin unión con ella, mi señor. Quizá nos convenga aceptar, por lo que pueda pasar” – le informó su hija. La alianza se firmó un diecinueve de septiembre de 1105. Pero poco tiempo después, Lancaster volvía a rendir vasallaje al rey de los ingleses y la alianza pues se anulaba. Leinster se volvía a quedar solo en el terreno internacional. Y es que ¿quién quiere aliarse a alguien que asesina niños imberbes por mero interés? La reputación de Donnchad es una lacra, sin dudas.
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El tiempo corre, y los vasallos poco a poco van instaurando las leyes que rigen las tierras de su señor feudal. Ello siempre gusta. Pero gusta más que se te informe del embarazo de la esposa de tu hijo. Ello le ocurrió a Donnchad a mediados de 1105. Y en febrero de 1106 nacía el fruto del vientre de Áine. Y para mayor regocijo, se trataba de un niño, bautizado con el nombre de Bressal. La moderación de su madre había impedido que este hecho ocurriese antes, y quizá el que supiera que el abuelo de la criatura mandó asesinar a su hermano… Pero ahora está en Tir Eoghain, condado vasallo de Leinster, y aquí mandan los Ui Mórdha, y no los O'Brien.
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El mal endémico del bandidaje volvía a asolar Dublín. “Pero al menos, mi señor, tenéis una vía de sucesión a través de vuestro primogénito. Y lo que es más importante: vía libre hacia el trono de Munster. Y ya sabéis qué significa eso, mi señor” – le comentó Máel-Ruanaid. Era cinco de julio de 1106. Este día será recordado por todos como uno de los días más extraños y largos del mundo. ¿Por qué? Por la mañana llegó una oferta de alianza del ducado de Munster. Ello alegró a Donnchad, parece que las viejas heridas habían cicatrizado. Pero es que el duque de Munster había muerto, y heredado el desquiciado padre de aquel a quien Donnchad asesinó. Pero aún así, no le extrañó, básicamente por su “enfermedad” mental. Cuando Donnchad se disponía a firmar, un nuevo emisario vino portando un documento para sellar una alianza con el Reino de Gales. “Mi señor, quizá nos interese más tener un aliado fuerte como es un reino… O ambos” – puntualizó BenMide. Y cuando al fin parecía que se iba a aprovechar la situación y salir con dos aliados, un nuevo emisario llegó a galope tendido: Munster había declarado la guerra al obispado de Osraige. La salida a la situación parecía obvia…

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Bueno, parón por examen, por fiestas varias y todo eso que implica el ser universitario :rolleyes: . Para todos vosotros, la ración de yoyas del día. Si es que en este juego no se puede ser pacífico...
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Munster volvía a la carga, de nuevo contra Osraige. Pero esta vez el desquiciado mental estaba en su lado. Donnchad dio la orden de movilizar a sus huestes de Laigin y Dublín, las unió y partió a la defensa del obispado. A los veinte días de guerra se produjo el primer enfrentamiento, si es que puede llamárselo como tal, puesto que, por la superioridad numérica aplastante, las tropas de Munster prefirieron vivir para ser morir otro día por el poderío del duque y su mariscal.
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Y tras un mes de marcha por el sur de Irlanda, se llegó a Desmumu, donde se hallaba la Corte del duque de Munster. Allí se entabló fiera batalla… Una y otra vez, pues parecía que Munster era inagotable. Los regimientos del duque, el mariscal y el primogénito de Munster se sucedieron, con sus respectivas derrotas. Todo parecía ya ganado: Desmumu caería no en mucho tiempo, el reino de Gales, aliado de Leinster, asediaba y vencía en Tuadmumu, y venía en nuestra ayuda… Pero firmaron la paz y el duque se quedó sólo. Llevaba seis meses asediando la corte, mientras sus huestes estaban igualmente asediadas. Tanto fue, que al final una masacre entre irlandeses dejó arruinado su ejército. Había perdido sus dos regimientos.
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Mientras todo esto acaecía, Alexander, su ahora segundo hijo, terminaba su educación, convertido en todo un amasador de fortunas, con algo de talento para la diplomacia. Pero la guerra continuaba, y debido al descalabro sufrido, el duque decidió acabar con esta guerra ridícula, producto de la demencia mental de un degenerado. Pero no hubo modo, y Leinster no iba a ceder ni un palmo de tierra. Así que se tomó la determinación de reclutar todas las tropas de los vasallos disponibles. Había que evitar a toda costa la caída de Osraige, de nuevo asediada, en manos de Munster. Todos accedieron (salvo el obispado, que trataba de invadir Tuadmumu sin demasiado éxito), y se juntaron en Laigin más de dos mil doscientas armas. Había que acabar con esta guerra.
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Se levantó el asedio a Osraige y se dispuso uno en torno a Tuadmumu, junto a Osraige. Cayó el doce de agosto de 1107. Mientras tanto, diversos infantes (nietos del duque por parte de su hija) enfermaban y/o morían. Esa pareja de lejanos, lejanos primos parecía maldita, como si fueran hermanos. Así mismo, durante el asedio se decidió no llevar a término un plan que rondaba en la cabeza del duque, consistente en el robo de las reliquias sagradas que el duque de Munster guardaba en su corte, ente ellas, el cráneo de san Patricio cuando tenía tres años. “Ya serán mías cuando conquiste sus tierras” – dijo para excusarse. Así mismo, por orden papal, un nuevo obispo de diócesis fue encomendado. El afortunado se llamaba Collumb Mac Gillápadraig.
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Con Tuadmumu bajo el control de Leinster, se comenzó el asedio de la otra provincia bajo control directo del duque rival. “Mi señor, si desposeéis a vuestro enemigo de tierras propias se verá obligado a firmar lo que vos queráis. No creo que se atreva a desposeer a su familiar del condado de Urmumu” – comentó su espía jefe. Y en efecto, así fue: el asedio comenzó, se venció a la oposición y el sitio siguió su curso… Hasta un cortesano enemigo, reclamador del título de conde de Desmumu, se pasó al lado de Donnchad. Éste aceptó gustoso la ayuda de Máel-dúin Mac Bairéad, a quién prometió satisfacer sus demandas a cambio de ayuda. Pero de repente, el curso de la guerra pudo cambiar, a peor… Un traidor dentro del ejército de Leinster intrigó de tal modo que tres regimientos, incluido el del mismísimo duque de Leinster, se perdieron. Y para más INRI, en medio de una batalla, fácil, pero batalla a fin de cuentas. Ochocientos hombres se perdieron, algunos por deserción, otros por enfermedad, otros simplemente desaparecieron del mapa y nunca más se volvió a saber de ellos. Los líderes volvieron a sus tierras con la intención de reclutar más gente… Y Fland, conde de Tir Connail, quedó al mando del asedio.
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El asedio concluyó, y a modo rutinario, se fue a liberar Osraige del asedio mantenido por el ducado de Munster. Allí mismo se hizo llegar al duque rival un documento, primer esbozo del tratado de paz (y en realidad, único). En él se exigía, aparte del fin de hostilidades, la entrega de las tierras de Desmumu a quién el duque Donnchad creía legítimo propietario. La propuesta se envió un diecinueve de marzo de 1108. La carta fue aprobada por el derrotado rival casi un mes después. Todos habían salido ganando: Donnchad era aún más fuerte dentro de Irlanda, Máel-dúin Mac Bairéad era conde de Desmumu y Fiachna, duque de Munster, había conservado algún dominio, y la vida.

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Irlanda había vuelto a la paz. Donnchad era aún más fuerte, y la idea de la coronación como Rey de los Irlandeses era día a día más real. Pero aún contaba con la oposición de Connacht y Munster. Ambos debían doblar su rodilla ante el duque, tarde o temprano. Por lo pronto, había que evitar problemas, así que la propuesta de su espía jefe de desestabilizar Munster se desechó. Se tomó una decisión relativamente opuesta: sellar la paz con otro matrimonio. Esta vez, entre Alexander, segundo en la línea de sucesión de Leinster, y Ailleann O’Brien, hija del duque de Munster. La boda se celebró el cuarto día del mes de julio de 1108, un día excepcionalmente soleado.
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En el mes siguiente, se decidió que su hija Clemenza fuera educada en la corte, y poco después, la nueva esposa de Alexander caía presa del estrés, una no muy buena noticia. Se decía que no quería a su marido, y él tampoco mucho a ella. Quizá fue porque los rumores de un nuevo intento de robo del relicario de Munster flotaban en el ambiente. Lo cierto es que, de nuevo, el plan no se llevó a cabo.
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Ahora que el duque parecía disponer de un poco de paz, y gracias a las pocas noticias que llegaban del exterior, decidió emprender la tarea de conocer el mundo más allá de la isla… pero sin salir de ella. La Iglesia rápidamente comenzó a dibujar mapas y a completarlos con la información de que disponían. Así pudieron saber que el Imperio ahora era un República, Sagrada, Romana y Germánica, eso sí. También recibieron con desaliento que la Reconquista emprendida por los cristianos hará ya tres siglos había fracasado, en parte, pues el ducado de Galicia combatía con fiereza aún y resistía, así como Francia, que recuperó lo que llamaron Marca Hispánica, y la ampliaron, a pesar de la guerra civil y el desmoronamiento que sufre el reino. Italia también estaba descontrolada, sólo el reciente reino de Nápoles parecía seguir intacto, pues las ciudades del norte, salvo Génova, ahora gobernante de la S.R.R.G., se habían liberado del yugo imperial. Al Este, Hungría y Polonia crecían, pero no tanto como el principado de Kiev, del cuál llegaban noticias que hablaban de que tenía un tamaño monstruoso. Los Balcanes estaban fragmentados, y el otro imperio, el Bizantino, aún seguía en pie, pero entre sus propios rebeldes y el turco, muy fuerte, lo estaban desmoronando. Tierra Santa sigue en manos del infiel, así como todo el norte de África y Sicilia. La amenaza infiel no paraba allí, pues el emirato de Granada saltó los Pirineos y se internó por parte de Francia.

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“Hay quien vaticina el fin del mundo… Otros sólo vaticinan guerras… ¿Yo? No soy vidente, visionario o adivino. Yo sólo ansío una temporada de paz en mis dominios y lealtad de mis vasallos. Pero son tiempos duros, y en esta isla nadie puede permitirse una equivocación, un traspiés. Hay que estar alerta, mi querido Máel-ruanaid” – dijo Donnchad a su espía jefe. Y siguieron su paseo, como era costumbre.

FIN CAPÍTULO IV​
 
traskott said:
Ole !! los celtas han vuelto !!! Y aunque te ha costado Irlanda es tuya ¿ no ? Esa traición tiene que haber picado un montón, jejejeje.
Esperamos impacientes más noticias de los celtas !!
Carolus III said:
Estás ya cerca del reino. Increíble lo de la Sacra República y el principado de Kiev.
A Irlanda le queda una provincia para ser mía, creo. Dos como mucho. Pero sí, está ahí, porque tengo un nieto que huele a heredero de Munster... A lo que me viene una pregunta:

He leído el "Método Lucius para herencias coherentes" consistente en, mediante edición, que en lugar de heredar un niño lo haga su padre en calidad de regente (o sea, cuando alcance la mayoría de edad, por roleplay se le da el título que debería tener), para que no caiga en manos de un infante y todo lo que ello conlleva.

En ese caso, mis bienamados lectores, ¿permitiríais a un humilde pintamonas como yo el hacer eso? O lo que es lo mismo: cuando herede mi nieto, matarle via "die", editar el save y seguir jugando.

A ver si juego un poco más... Que ya me he quedado sin material :D .

Un saludo.
 
curiosidad que tengo: ¿como andan las cosas por Egipto-Nubia? veo un verde oscuro al sur de los abbásidas, y un verde-caqui al oeste, y un gris en la franja del Mar Rojo... ¿quienes son? :confused:

por lo del "método Lucius", ya sabes mi opinión, haz lo que mejor te plazca!

y por cierto, ¡muy buen AAR! ;)
 
Jacme said:
curiosidad que tengo: ¿como andan las cosas por Egipto-Nubia? veo un verde oscuro al sur de los abbásidas, y un verde-caqui al oeste, y un gris en la franja del Mar Rojo... ¿quienes son? :confused:
Pues son:
  • Gris oscuro: Reino de Nubia, 3 provs: Sudán, Nubia y Aswan.
  • Verde Oscuro: los abbásidas.
  • Verde "germánico" :D : pues eso, el SIRG en plena excursión pseudocruzada.
  • Gris claro: emirato de El-Arish, rebelde de los abbásidas, supongo.
  • Gris oscuro: emirato de Medina. No sé de dónde vienen.
Hay otras 2 provs. de verde Nubia (bueno, en el mapamundi sólo una, pero en mi último save sí), pero son provincias que se han rebelado contra los reyes abbasíes.

Sobre lo del método, creo que te haré caso ;) . Y muchas gracias, por supuesto, tanto por el consejo como por el cumplido.

A ver si juego un poco más y actualizo...

Un saludo.
 
-=]Travis[=- said:
  • Gris oscuro: Reino de Nubia, 3 provs: Sudán, Nubia y Aswan.
    Hay otras 2 provs. de verde Nubia (bueno, en el mapamundi sólo una, pero en mi último save sí), pero son provincias que se han rebelado contra los reyes abbasíes.


  • increïble... debe ser a causa del nuevo parche, pero a estas alzadas de juego, habitualmente, el Reino de Nubia sólo era un recuerdo... supongo que las cruzadas estan haciendo efecto y le dan una oportunidad de supervivencia que antes no tenía. :eek:o

    y tu tranquilo, esperamos pacientemente la continuación... ;)