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Kurt_Steiner

Katalaanse Burger en Terroriste
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Feb 12, 2005
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  • Arsenal of Democracy
  • For The Glory
  • Victoria: Revolutions
  • Crusader Kings Complete
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Bueno, aquí comienza con el año nuevo otra aventura, más ambiciosa que las anteriores que la han precedido. Mi objetivo (a corto plazo) es narrar las visicitudes de un imperio que quiere renacer de sus cenizas visto a traves de una família, en cuyas carnes pienso plasmar los acontecimientos de mi partida (1911-1926), que, de finalizar medianamente bien, se podría continuar en futuras entregas de manera que, si todo sale un poquito bien, se articulen en una tetralogía -¡chúpate esa, Tolkien!- que abarcará desde 1911 hasta.. ¿quién sabe?

· Juego: Hearts Of Iron 2 DoomsDay 1.3 (creo... el último parche, vamos)
· Mods: Mod 1914, escenario 1911
· País: Res Publica Romana :D (si, Roma, en 1911 dC... y con un par)
· Dificultad: Normal/Normal (pero si procede se cambia a más... o a menos, que a heroico no me gana nadie
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)
· Objetivos: ¿Con Roma a que puedo aspirar? ¿A conquistar a los pitufos? Que preguntas, pon Dios, que preguntas...
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· Culpables de esto: Palo-Chan, porque tantas collejas tenían que tener su efecto y así ha sido; Silas y Nachinus, por darme ideas, por lo que pienso homenajearlos adecuadamente (1); Mordred y Quintelosky, por darme mods; y Kylie Minogue, por estar tan buenorrosisima (me pierdo, me pierdo...)
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(1) Homenaje: Dícese de cuando se copia descaradamente a un/os AARtista/s y se tiene el morramen de decir, encima, aquello de "no, si es que los admiro bucho, por la gloria de las empanadillas de Encanna..." :D

Index
Libro I - El nacimiento de un imperio.
Libro II - (en preparación...)
 
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Libro I -

El nacimiento de un imperio

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Capítulo I
El primipulus no tiene quién le escriba

Roma, en las calendas de Sextilis del 2663 a.u.c (1)

Los dos jóvenes romanos descendían por la vía principalis ajenos al vendaval humano que se desbordaba a su alrededor. Uno, un joven senador, gesticulaba de manera ampulosa a su divertido compañero, que, recién retornado de cumplir su periodo de servicio en las legiones, no podía evitar que una media sonrisa se dibujara en su cara al escuchar los problemas que atribulaban a su viejo amigo de la infancia.

-¿Te lo puedes creer, Titus? ¡Por culpa de ese toro castrado, que digo toro, vaca gorda y aún es mucho, en fin, como te iba diciendo, debido los chillidos de vieja de ese lerdo de Enobarbo aún seguimos sin tener elecciones curules! Oh si, quizás, a este paso, para cuando tus nietos y los míos empiecen a interesarse por la política, quizás para entonces tendremos alguna forma de gobierno... ¡Nunca, y te lo digo en serio, nunca en toda la historia de Roma ha habido tales niveles de corrupción en unas elecciones ni tantos candidatos dispuestos a aceptar un soborno!

El llamado Titus no pudo dejar escapar la ocasión y, con una lucecita burlona en los ojos le preguntó a su furioso compañero:

-¿No será que lo que te molesta es que tú no recibas ni un solo sextercio, a pesar de tus esfuerzos, querido Lucius?

Lucius se detuvo como herido por un rayo. Abrió mucho los ojos y, por un instante, no supo que decir, hasta que, recuperada su labia senatorial, prorrumpió en un apasionado discurso:

-¡Gerrae! (2) ¡Por supuesto que no, por Júpiter Optimus! ¡Me han ofrecido una gran cantidad, créeme, incluso una vila allí donde yo escoja, pero me he negado, por supuesto!

-Porque no te ha ofrecido el soborno las personas adecuadas, sospecho –le dijo Titus, disimulando la sonrisa a duras penas. Lucius dejó escapar un suspiro apenado y replicó:

-Que bien lo sabes... los cunii (3) que me ofrecen su “apoyo” no serían capaces de encontrarse el culo con ambas manos en una mañana soleada, no digamos ya ayudar a un hombre de mi valía a progresar en su justa medida... no, Titus, no... la República pierde a sus mejores hombres porque esas viejas glorias de los Optimae se niegan a cedernos el paso a los que realmente valemos. Pero basta ya de hablar de mí mismo, Titus, que aún no te he felicitado por tu ascenso. Primus Pilus... y en la IX Legión, nada menos... Me imagino que toda tu familia tiene que estar muy orgullosa... seguro que tu hermana Júlia no cabe en si de gozo.

-Ya me extrañaba... –murmuró Titus, acariciándose la barbilla con una mano, para disimular la sonrisa creciente que amenazaba con desbordar su rictus de aparente seriedad.

-¿Qué? –fue la exasperada respuesta de su irritado compañero.

-Que tardaras tanto en preguntar por mi hermana, so golfo...


(1) 1 de agosto de 1910
(2) "¡Tonterías!” “¡Bobadas!” “¡Gilipolleces!” “¿Qué mamadas dices, wey?”
(3) Forma plural de 'Cunnus', una palabrota latina muy ofensiva en sus tiempos que significaba "coño".
 
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NO PARASSSSSSSSSSSSSSS!!!! que envidia...

en fin... solo pudo decir...

Ad Astra per Aspera(1)










****(1) suerte, mierda, rómpete una pierna
 
Y que vas a lanzarte contra los nuevos tanques con espada y escudos :D


Me apunto!
 
NO PARASSSSSSSSSSSSSSS!!!! que envidia...

en fin... solo pudo decir...

Ad Astra per Aspera(1)

Gachias, gachias...

Y que vas a lanzarte contra los nuevos tanques con espada y escudos :D

Como hay menores en el foro, no contestaré con uno de mis poemas favoritos, así que te diré, simplemente que, si el enemigo saca tanques, yo usaré las armas adecuadas. Vamos, que mis legionarios no irán a la guerra montados en birotas automatarias :D.
 
Ese Publio Voreno!

A ver como te lo montas, Kurty!

Con mucho cuidado, que no soy muy romanitas, que digamos:D

Esto, ahora que leo a Chopo... ¿Publio Voreno no fue uno al que enculó Espartaco, después de darle pa'l pelo a su legado, Tulio?

¡Lucio Voreno, por Iano!

Y a Tito Pullo dos piedras, no? Nadie se acuerda de él...

:D
 
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Capítulo II
Retrato de la virgen adolescente

Roma, a.d. X Kal. Sep., festividad de Volcanalia, 2663 a.u.c (1)

Padre parecía nervioso cuando se acercó aquella mañana para hablar conmigo, lo que era raro en un orgulloso patrício como él. Le ví luego marcharse con madre. Uno de nuestros sirvientes, Pumpidio, le ayudó a subir al coche. Luego subió madre. Siempre lo hacían así, primero él y luego ella, porque a la hora de bajar tendrían que ayudarlo y era un asunto complicado y Padre necesitaba de muchos cuidados.

-Mira, Julia, escucha... –me dijo-. Nos han hecho una proposición para ti muy interesante.

-¿Sí?

-Nos han pedido tu mano.

-¿Quien?

-Quintus Proximus... Es un buen hombre, de buena estirpe y bien posicionado socialmente... ya sabes, Julia, que no tenemos nada salvo nuestra dignitas, y que por ella tenemos que hacer muchos sacrificios.... Si... es mayor que tú... compréndelo... además, tiene muy buen aspecto, y aparenta muchos menos... y como no hay un solo impedimento para la boda, hemos considerado...

“¿Impedimentos? ¡Claro que hay, no uno, sino muchos! No me caso, me casan, para empezar, y entre ese hombre y yo no existe amor, así que me entregaré a él sin que me interese, como una prostituta cualquiera, y al decir “si”, mentiré, pensando justo todo lo contrario.

---​

Quintus, el que iba a ser mi marido, llegó más tarde. Su ayuda de cámara me ayudó a subir al coche, y luego a mi padre. Era un día gris. A veces, de entre dos nubes salía un esquifido rayo de tibia luz que no duraba nada. Quintus me había traído un regalo, para simbolizar la formalidad de nuestro enlace, un armario traído desde el este, desde Japonia. No me había gustado mucho, no porque no fuera precioso, que lo era, todo de laca negra con incrustaciones de marfil y oro, precioso, pero no podía mostrar mi entusiasmo al convertirme en una mercancía. No, no podía.

Por eso fuimos al joyero. Quería regalarme una aguja, pues decía que una mujer no podía ser una verdadera dama sin una aguja. Su madre, su abuela y su tatarabuela siempre habían tenido miles de agujas. El joyero empezó poniendo una caja que parecía muy pesada, llena de agujas sencillas. Quintus, sin mirarlas siquiera, le dijo que ya se las podía lelvar, que él quería una joya de verdadero valor. Tras un rato, el joyero, que más parecía un ratón servicial que un hombre, regresó con una joya fantástica. La sacó de un estuche negro y nos la mostró. Parecía un ramo de flores cuyas hojas eran unos enormes brillantes, todo en un lecho de oro. Era una aguja enorme, casi tan grande como la palma de mi mano.

Quintus la sostuvo en la suya y la miró varias veces. Por fín le vi dudar y me complació escuchar la duda en su voz cuando me preguntó:

-¿No es demasiado grande?

Demasiado cara, quería decir. Ni le contesté, y con la voz entrecortada le pedí al joyero que me pusiera la joya en la solapa de mi vestido, y me fui a mirar como quedaba en el espejo.

Así, con esa joya, me compró mi marido.

---​

Años después, sentada en la biblioteca, me pregunté donde estaba Japonia...


...regio ampla Asiae, in mari Or. f. Sinico, quae tum nativa nobilitiate, tum rerum ab Europaeis ibi gestarum ocasione, multorum calamis tractari meruit, ultima et regionum à nobis versùs Ort. remotarum, elevationemque Poli habet 3.5. gr. tres insula complectens...
Un mar Oriental, me dije. ¿Cómo debía ser cruzar el mar?

(1) 23 de agosto de 1910
 
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yo creo que la preocupación general es que los tubos de escape de los blindados le levante la falda a los centuriones y se les vean las verguenzas... :rofl:

cuando vas a liarla... canalla...?
 
Para hacer honor a Fulgencius... ¡dales caña a los galos!:D:rofl:
 
yo creo que la preocupación general es que los tubos de escape de los blindados le levante la falda a los centuriones y se les vean las verguenzas... :rofl:

cuando vas a liarla... canalla...?

¿Os doy una prota de lo más tierna -y esperar a que la desarrolle, y os preocupan las vergüenzas de los centuriones?

Están locos, estos lectores...

:rofl::rofl::rofl:

Sabes como llegar al publico...

:rofl::rofl::rofl:

¿A que sí? Son muchos años de experiencia ya:D

Para hacer honor a Fulgencius... ¡dales caña a los galos!:D:rofl:

Como me conoce el Gneo Gabrielillus este...:D
 
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Capítulo III
Lo que el Edil se llevó

Roma, a.d. pr. Kal. Oct., 2663 a.u.c (1)

La elección de Marcus Livius Salinator como cónsul no fue una sorpresa. Si, en cambio, que Tiberias Sempronious Longus fuera el escogido para acompañarlo. Sempronious, en el mejor de los casos, era un indolente incapaz y, en el peor, un pelele. Por ello no faltaban los jocosos que hablaban del consulado de Marcus y de Livius. La situación no habría sido tan mala si Sempronious no hubiera, asismismo, tenido Iurisdictio sobre la seguridad interna de la República. O, dicho de otro modo, Salinator tenía todos los ases en su mano y era, salvo por el nombre, casi el dictador de Roma.

Esto resultaba harto enojoso para dos de los patrícios más importantes, Marcus Attilio Regulus y Lucius Aemilius Paulus, cuyas carreras habían quedado bruscamente frenadas por el ascenso de Salinator. Éste, conocedor de las ambiciones de sus doctos rivales -no en vano estaban emparentados por matrimonio u oscuros lazos familiares-, había optado por delegar diversos fragmentos del poder de su Imperium para apaciguarlos, con poco éxito.

A eso cabía sumar las peleas del Senados, las viejas discordias entre aristócratas y los tribunos de la plebe y las trampas y argucias típicas que ambos bandos usaban para bloquearse mútuamente. Uno de los agraviados era el joven Lucius, al que vimos en compañía de su amigo Titus. Los problemas de este joven romano eran tres, que se podían resumir en uno: sufría de crueles picores.

Cuando tenía oro cerca sentía un picor en las manos que no podía contener; asimismo, la cercanía del sacrosanto Foro Romano le hacía sentir un picor vivísimo en la nuca y un deseo de poder que resultaba difícil de disimular; por último, el picor más cruel lo sentía en la entrepierna cada vez que pensaba en Júlia, la hermana de Titus. El primer picor tuvo fácil remedio: Lucius había sido cuestor en Sicilia, de donde había vuelto más rico de lo que se había ido (una de las ventajas de llevar las cuentas del gobernador sin que nadie te supervisara...), pero el segundo y el tercero, ay, amigos, ya eran arena de otro costal.

Había esperado que su ascenso sería rapido, pues, aunque no sufría de una carencia económica que le impidiera promocionarse adecuadamente , nunca se tenía la suficiente, y el patronazgo ajeno siempre resultaba agradable. Por ello tuvo una ligera alegría y un tremendo disgusto (2) cuando se vio convertido en edil de Pompeya, una hermosa ciudad "turística" en las cercanías de Nápoles (3), que, tras ser arrasada por el Vesubio hacía casi dos milenios, volvía a ser una bellísima zona para los negocios, el placer y otros menesteres sociales. Salve, lucrum!. Así quedaba solventado, en parte muy nímia, el picor del poder. Pues, si bien tenía, como edil, licencia para meter mano en cualquier negocio, desde los burdeles a los baños públicos, no era lo mismo que ser senador de la gran Roma. Presidía los tribunales y administraba justícias -ora una flagelación, ora una crucifixión, ora un exilio-, pero no era lo mismo. Sus arcas -y de paso las de la ciudad- se llenaban con las multas y la ciudad seguía progresando en el marasmo de la corrupción habitual. Como se decía en esos tiempos, "un hombre honrado es un tonto".

Y Lucius de tonto no tenía ni un pelo.

El tercer picor, por desgracia, era menos soportable. Casada Júlia con el lerdo de Quintus, Lucius se hallaba de un humor tal que andaba lanzando dentelladas a la luna. Esto, junto con el hecho que nadie reclamara su retorno a Roma desde su llegada a Pompeya, le tenía de un humor pésimo, de manera que cada visita a uno de los burdeles pompeyanos acababa con considerables destrozos materiales, ya fuera en el mobiliario o en el personal, de manera que no pocas "burritas" (3) tenían harto difícil sentarse al día siguiente. Todo eso cambió el día en el que se cruzó en su camino Messalina, la esposa de Titus Sempronius Longus, que también sufría de otros "molestos" picores, de naturaleza similar a la del pobre Lucius, pero más peligrosa y ladina. No es que él fuera tonto, es que ella era más inteligente.


(1) 30 de septiembre de 1910
(2) Léase un cabreo de mil par de oviculis genitaliis.
(3) Dícese de aquella que ofícia de la profesión más antigua del mundo.
 
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