Un desarrollo truncado por la guerra
Tras mi nombramiento como Gran Consejero en sustitución del nuevo alcalde de Lappland, Axel Ljungdahl, me dispuse en seguida a relatar las crónicas de los hechos más importantes del reino (fui el elegido por mi experiencia en el monasterio), tal y como había hecho mi predecesor en el cargo.
Una triste noticia fue de las primeras que hube de registrar en estos escritos, pues nos llegó la noticia, a la mesa del Gran Consejo, que pocos días después de su llegada a Lappland, Ljungdahl fue devorado por un oso cuando paseaba por los alrededores del asentamiento. Su hijo, Christian Ljungdahl, se encargará del puesto otorgado a su padre, puesto que se le concedió con carácter hereditario.
Pero dejemos estas tristes noticias, y centrémonos en el panorama que se le abría ante Suecia tras nuestra definitiva independencia ganada por las armas ante Dinamarca.
Como política de robustecimiento de nuestro reino, para garantizar el mejor de los futuros posibles a nuestra patria, el consejo, de acuerdo con el regente, decidió enviar colonos a las inhóspitas tierras del norte, y no sólo a los nuevos asentamientos (Lappland), sino también a pequeñas ciudades, para estimular su crecimiento.
Además en 1504, tomamos nuestra primera gran decisión en lo que a política internacional se refiere. No éramos ajenos al peligro que suponía Dinamarca, siendo este doble, pues podía aliarse con el principado de Moscú, el cual amenazaba nuestras tierras finlandesas.
Ante un doble peligro de tal envergadura, cabía dos soluciones diplomáticas, que fueron arduamente debatidas, pues una representaba la contraria de la otra.
¿Debíamos mejorar nuestras relaciones con Dinamarca o Moscú y formar parte de su alianza, o de lo contrario habíamos de buscar una alianza con otras potencias que nos pudieran ayudar en caso de conflicto?.
Venció, por estrecho margen, la segunda opción. Muchos contrarios argumentaban que aliándonos con nuestros potenciales enemigos, garantizábamos el bienestar del reino y su progreso. Cuando tuviéramos la oportunidad, ya nos volveríamos contra ellos.
Personalmente di mi apoyo a la segunda opción, pues además de estar convencido de que era moralmente más correcta (aliarse con Dinamarca me parecía una aberración), creí, como creo ahora, que la otra opción aseguraba el bienestar y además (lo más importante), el desgaste de los enemigos de Suecia.
Así pues decidimos concertar un matrimonio entre una de las hijas del regente y el segundo hijo del rey de Polonia (1504), para así estrechar lazos, y ser admitidos, en un futuro cercano, en su alianza militar junto a Lituania y Branderburgo. Estos tres países eran grandes rivales de Dinamarca y Rusia, y estaban en una inmejorable situación para apoyarnos en caso de guerra.
Pero todo estuvo a punto de irse al traste en 1505, tras un breve conflicto diplomático con Lituania. Teníamos un claro casus beli contra ellos, pero nos mantuvimos sosegados, para resolver el conflicto, e incluso con un poco de oro mejoramos las relaciones. Todavía más, para noviembre de 1505, concertamos un matrimonio entre otra hija del regente y el hijo del rey de Lituania, recientemente nombrado, pues hasta hacía poco reinaba nominalmente el rey polaco.
Mientras la diplomacia sellaba nuestras amistades con poderosos países que pudieran garantizar nuestra seguridad ante daneses y rusos, la economía en nuestro reino no dejaba de crecer, así como la población y en general el bienestar. 1506 fue un año excepcional para el reino, y al finalizarlo, nuestras arcas tenían 343d, nuestros ingresos eran de 20.2d/mes, aunque seguíamos la tónica de los últimos años de acuñar poca moneda mensualmente, y nuestra inflación era casi nula (0.1%).
En 1508 nos llegó la noticia del tratado firmado por España y Portugal, y refrendado por el Papa, en virtud del cual se repartían los nuevos territorios descubiertos en América, Asia y África en dos esferas de influencia.
Si es la voluntad del Papa, que así sea, aunque poco nos importa a los suecos lo que ocurra fuera del viejo continente, al menos por ahora.....
Finalmente, tras muchos contactos iniciados en 1504, tras las fastuosas celebraciones del enlace dinástico con Polonia, en el feliz año de 1509 somos admitidos en alianza militar de Polonia, Lituania y Branderburgo. Pero esto lleva consigo el entrar en guerra contra la alianza de Sajonia, Hessen, Bohemia, Palatinado y Wurtemberg, además de la alianza de Mantua, Francia, Saboya y Borbonado.
Tras una breve reunión del Gran Consejo, decidimos por unanimidad no participar activamente en la guerra y tan solo apoyar a nuestros aliados económicamente.
El ocho de noviembre llega la paz con la alianza encabezada por Hessen, siendo Polonia la gran beneficiada, pues añade la provincia de Bremen a sus dominios, cosa que sienta mal en el consejo, puesto que la costa alemana es de sumo interés para nosotros.
Y cuando todo parecía calmarse, nuestra economía se desarrollaba, la población crecía y demás, Branderburgo arrastra a la coalición a una guerra con Dinamarca (Noviembre de 1510). Por suerte nuestros fondos estaban en máximos históricos (639d) y podíamos afrontar una guerra larga con total garantía.
Mal empezaron las cosas para nuestro reino, pues tras un breve asedio, los daneses conquistaron Trondelag (febrero de 1511). Para empeorar las cosas, en abril Moscú entra en la alianza danesa. Rápidamente el consejo ordena a nuestros escasos 5000 hombres destacados en tierras finesas invadir las desprotegidas provincias rusas de la frontera. Para noviembre del mismo año, nuestras tropas han tomado sin dificultad Kola, Karelia, Olonets y Arkhagelsk. Por suerte los moscovitas centraban todos sus esfuerzos en la toma de las provincias bálticas, dejando el terreno despejado a nuestro ejército. Consciente de ello, el consejo decide reunir todas las tropas en territorio moscovita, y junto a un nuevo ejército de 6000 hombres reunido en Savolaks, mandarlos a tomar la codiciada provincia de Kexholm.
Mientras tanto jugábamos al gato y al ratón con los daneses, pues tomábamos Narvik (ciudad desprotegida), asaltamos con éxito Finmark, y les atacábamos allí donde eran débiles, pero rehuyendo una gran batalla, conscientes de la superioridad danesa (20000 hombres frente a unos 9000 nuestros).
El general que comandaba las tropas que asediaban Kexholm, Hemming Gdah, juzgó acertadamente que el asedio no acabaría antes de la llegada del invierno, con lo que ordenó el salto.....fue muy duro, los defensores lucharon denodadamente, pagando caras sus vidas, pero finalmente los valerosos soldados de nuestro ejército barrieron toda oposición, hacia Abril de 1512. Los moscovitas, sabedores de su derrota, accedieron a negociar, firmando una paz con nuestro reino el 22 de Agosto de 1512, en virtud de la cual, Kola se nos era cedida.
Pocos días después Narvik, que había cambiado varias veces de dueño, volvió a nuestras manos. Se llegó a punto muerto con los daneses, hasta que, reforzados por las tropas de Gdah que regresaban del este, nuestro ejército se lanzó al ataque denodadamente, reconquistando la plaza de Trondelag al asalto. El Consejo decidió entonces hacer un alto ante el duro y largo invierno que se avecinaba. En cuanto llegó la primavera de 1514, un ejército de 14000 hombres al mando del ya héroe Gdah, se lanza a por Ostlandet, plaza que cae definitivamente tras un largo asedio en Diciembre de 1515. Para entonces ya no quedaban más que 3000 harapientos daneses en tierras noruegas. Las necesidades en otros frentes más al sur (Branderburgo invadió Jylland), y las continuas derrotas, habían mermado al otrora poderoso ejército danés.
Finalmente, agotados por seis largos años de lucha (a la sazón sería recordada esta guerra en nuestra tierra como la de los “Seis años”), los daneses aceptan un tratado de paz en el cual nos ceden Finmark y Narvik. Tras una paz en blanco con la alianza francesa, y el pago de 75d a Escocia (a la cual le había declarado la guerra los belicosos Branderburgueses), nuestro país se halla en la más absoluta paz y tranquilidad, aunque arruinado (52d).