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unmerged(673)

Cronista Honorario
Jan 9, 2001
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Fue conocido tambien como "sanson extremeño" o "el bayardo español" durante las guerras de Italia.
Era un hombre de gran corpulencia, valiente y forzudo como un toro. Dicen que detenía con sus manos la rueda de un molino girando a toda velocidad y que otras veces cogía las riendas de un caballo que iba al galope y lo paraba en seco. Hijo de Sancho de Paredes, empezó a guerrear muy pronto y el rey Católico lo armó caballero. Estando en Italia,en un asedio conjunto,no sabían los venecianos cómo tomar una plaza fuerte que tenían los turcos en la costa adriatica. Paredes pidió entonces que le ataran un garfio a la cintura y lo izasen a las murallas del enemigo dentro de una armadura y armado con dos mazas ligeras. Así lo hicieron y apenas cayó del otro lado empezó a matar a los turcos que se acercaban a derribarle como si fuese una furia desatada, esperando que los venecianos aprovechasen a escalar las murallas. Los venecianos, desgraciadamente, fueron rechazados y la fatiga le llego a Garcia de Paredes, quien fue reducido por varios hombres que se le echaron encima. Lo llenaron de cadenas y lo metieron en prisión mientras seguia el asedio. Sin embargo, el cautivo no se arredró y durante el asalto del dia siguiente hizo un esfuerzo brutal consiguiendo liberarse de las cadenas, echó abajo las puertas del calabozo y colaboro en el ataque desde dentro hasta que se tomo la plaza”.

No era sin embargo un simple fanfarrón sin cerebro como muchos de sus compañeros.Su discurso era claro y su consejo acertado en la mayoria de las ocasiones. Fue fue el brazo derecho de Gonzalo de Córdoba en una de las mayores revoluciones de la técnica bélica . Estuvo en Ceriñola como segundo del Gran Capitán y como tal fue actor y testigo en la hora que marcó “ocaso y aurora de dos armas: la caballería y la infantería ”. Los franceses eran caballeros en el sentido técnico y feudal de la palabra: Montaban a caballo,eran hombres de armas. Caballeros y capitanes eran también los españoles, pero los principales de ellos eran capitanes de infantería. Aquel anochecer sangriento, entre las viñas de Ceriñola, nació la fuerza que durante dos siglos había de dominar los campos de Europa: La arcabucería española”.

Cuando se ganó en Ceriñola estuvo a punto de perderse tres días más tarde, cuando cuatro mil de los hombres que habían participado en la victoria, desoyendo la autoridad del Gran Capitán, marchaban sobre Melfi y la sometían al saqueo. Los amotinados reclamaban sus pagas y el vencedor no tenía dineros para aplacar la ira de las tropas. Trató Gonzalo de Córdoba de hablar a sus amotinados, pero los gritos de los sublevados apagaron su voz. La suerte parecía serle definitivamente adversa y los franceses estar a punto de recuperarse de la grave derrota. Entonces García de Paredes decidió meterse en las murallas de Melfi. Ahora no se trataba de probar fuerza, sino habilidad dialectica. No hay duda que la leyenda de sus hazañas increíbles, lo cubrian con una coraza de respeto entre los españoles (pues solo con el valor demostrado se tenia el respeto de aquellos hombres). Entre gritos y amenazas desarmaban su discurso los sublevados, pero Diego logró que le dejasen quedarse en Melfi. Al cabo de unos dias, poco a poco con una paciencia y una sutileza dignas del mejor diplomático fue ablandando a los duros rebeldes. “Sois héroes para las gentes de vuestra tierra, de vuestros pueblos, les dice, gloriosos vencedores de los franceses, pero si persistís en esta inútil rebeldía si sentido, mañana seréis tratado como alevosos y traidores. ¿que pensaran vuestras familias?”. La ira y el recuerdo van dejando sitio a la reflexión y poco a poco se ralean las filas de los amotinados. A la mañana siguiente, García de Paredes emprende la marcha de regreso al campamento del Gran Capitán a la cabeza de los amotinados, reducidos por la fuerza de su persuasión y de nuevo deseosos de enfrentarse a los franceses.

Sus hazañas discurren a lo largo de toda la campaña: la acción de Garellano, a orillas del Tirreno con cuya victoria lograron los españoles echar a los franceses fuera del Reino de Nápoles; de la justa de Cannosa en la cual García de Paredes formó parte del grupo de once españoles que combatieron contra otros tantos franceses venciendo la lid; de sus razzias africanas o de sus últimas andanzas por tierras italianas cuando era Coronel de la Liga Santa.

Pero contra las intrigas de la Corte no hay armadura posible. Y el Gran Capitán, quien salió ileso de cien batallas, fue acusado en una ocasion por los nobles cortesanos, (que pasado el tiempo del peligro ya consideraban inútil su brazo y peligrosa su presencia). Todos esquivaron su cercania (ahora que caia en desgracia)menos Diego García de Paredes, cuya amistad había crecido y se había fortalecido cuando ambos procuraban la grandeza de los reinos de su Rey.Decidio no abandonarle en aquella tesitura. Acostumbraban los cortesanos acompañar a Fernando El Católico en sus diarios ejercicios religiosos y mientras el monarca oraba, ellos permanecían silenciosos de pie junto a los muros de la capilla real. Pero un día, mientras los nobles estaban pegados a la pared esperando que Fernando terminase sus oraciones, entró Paredes de forma súbita, quien hincado de rodillas dijo: “Suplico a V.A. deje de rezar y me oiga delante de estos señores, caballeros y capitanes que aquí están y hasta que no acabe mi razonamiento no me interrumpa”. Todos quedaron asombrados, pero Paredes prosiguió: “Yo, señor he sido informado que en esta sala están personas que han dicho a V.A. mal del Gran Capitán, en perjuicio de su honra. Yo digo así: que si hubiese persona que afirme o dijere que el Gran Capitán, ha jamás dicho ni hecho, ni le ha pasado por pensamiento hacer cosa en daño a vuestro de servicio, que me batiré de mi persona a la suya y si fueren dos o tres, hasta cuatro, me batiré con todos cuatro, o uno a uno tras otro, a fe de Dios de tan maligna intención contra la misma verdad y desde aquí los desafío, a todos o a cualquiera de ellos” Y remató su airado y desconcertante discurso arrojando el sombrero en señal de desafío. Fernando por toda respuesta le dijo: Esperad señor que poco me falta para acabar de rezar lo que soy obligado”. Cuando concluyó sus oraciones, el Monarca se vino hacia Paredes y colocando sus manos sobre los hombros de Diego, le dijo: “Bien se yo que donde vos estuviéredes y el Gran Capitán, vuestro señor, que tendré yo seguras las espaldas. Tomad vuestro chapeo, pues habéis hecho el deber que los amigos de vuestra calidad suelen hacer”. “Y Fernando El Católico, sólo él,..... porque nadie se atrevió a tocarlo, hizo entrega a Paredes del sombrero arrojado en señal de desafío”.

La fama de este guerrero fue tanta, que Miguel de Cervantes consagró su nombre en las páginas de Don Quijote de la Mancha, cuando haciendo su elogio dijo que “un Viriato tuvo Lusitania; un César, Roma; un Aníbal, Cartago; un Alejandro, Grecia; un Conde Fernan González Castilla; un Gonzalo Fernández, Andalucía; un Diego García de Paredes, Extramadura...”. Para agregar en otro capítulo del ingenioso Hidalgo: “Y este Diego García fue un principal caballero, natural de la Ciudad de Trujillo, en Extremadura… e hizo otras tales cosas, que si como él las cuenta y las escribe él de sí mismo con la modestia de caballero y de cronista propio, los escribiera otro libre y desapasionado, pusieran en olvido las de los Héctores, Aquiles y Roldanes”.


Saludos