Un pueblo en armas: 2 de Mayo de 1808

El Motín de Aranjuez.

Por instancia del válido Godoy, consciente ya de las intenciones de Napoleón, el rey Carlos IV decide trasladarse al palacio de Aranjuez, con la intención de escapar rápidamente hacia el sur y embarcarse en Sevilla hacia las Indias si la situación así lo requería. El pueblo consciente de dichas intenciones e impulsados y dirigidos por varios nobles fernandinos, deciden asaltar el palacio del valido Godoy el 17 de Marzo de 1808. El válido protegido en su desván durante más de un día, acuciado por el hambre y la sed, tendrá que salir y únicamente gracias a la protección de la Guardia de Corps conseguirá salvar su vida no sin evitar que sea agredido y repudiado por la muchedumbre enfurecida que le aguardaba en la entrada. Carlos IV alarmado por los recientes acontecimientos decide la destitución de Godoy y ceder la corona a favor de su hijo Fernando.



Motín de Aranjuez. Grabado de la época.

Con esta rebelión, conocida para la historia como El Motín de Aranjuez, el pueblo conseguirá no solo la renuncia de un ministro odiado por el pueblo como Godoy, sino también la coronación de un rey legitimado por la voluntad popular. Eran los albores del fin del Antiguo Régimen.


Manuel Godoy. “El príncipe de la paz”. Francisco de Goya.

La Abdicación en Bayona.

Cedida la corona a Fernando VII el 18 de Marzo, se dispuso el nuevo monarca a partir a la corte de Madrid donde sería recibido entre júbilo y alegría por el pueblo el 23 de Marzo. A pesar de tan triunfal recibimiento la situación no era tan halagüeña, puesto que Murat había ocupado un día antes militarmente la capital y tenía el control efectivo del gobierno. El depuesto rey y su familia fueron acogidos por Murat, que más que acogerlos los hizo sus rehenes, y en ningún momento ratificó al nuevo rey Fernando en su cargo, lo que motivó a este a aceptar la propuesta de Murat de reunirse con Napoleón en Burgos con el deseo de que el emperador francés ratificara su coronación como rey de España. Partió por tanto el iluso Fernando hacia Burgos donde se le convenció para que siguiera hasta Vitoria y una vez allí partió nuevamente a Bayona donde fue recibido finalmente por Napoleón el 20 de Abril. Al mismo tiempo el emperador se las ingenió para conseguir la liberación y llegada a Bayona del encarcelado y pendiente de procesar Godoy, quien se reunió con Napoleón días después junto a sus antiguos soberanos, Carlos IV y su esposa, que habían solicitado estar presentes y que finalmente se les había concendido su deseo, eso sí, escoltados por tropas francesas.

Reunidos tan tristes personajes, Carlos IV, instigado por Godoy, reclamó que se le devolviese sus derechos como soberanos declarado como nula la abdicación tras el Motín de Aranjuez. Fernando terminó devolviendo la corona a su padre a cambio de unas importantes donaciones. A su vez Carlos IV abdicaba y vendía su corona por unas rentas vitalicias y un cómodo exilio en los palacios de Compiegne y el sitio de Chambord, a favor de Napoleón, quien finalmente entregó la corona a su hermano José.




José Bonaparte, rey de España tras la abdicación de Carlos IV a favor de su hermano Napoleón.

Triste y cobardemente los monarcas españoles habían vendido sus derechos y abandonaban a su pueblo bajo el control militar de Murat y un nuevo rey, José Bonaparte, mientras la Junta de Gobierno y el Consejo de Castilla aceptaban sumisamente el devenir de los acontecimientos.

¡Qué nos lo llevan!

La ocupación de la capital por las tropas de Murat y la no ratificación por parte de Napoleón de Fernando VII como rey de España provocó que el malestar en el pueblo madrileño.
El día 2 de Mayo, a las 8 de la mañana, vieron los ciudadanos madrileños que a las puertas del Palacio Real se congregaban dos pelotones de jinetes francesas y dos carros, uno de los cuales se disponía a trasladar al exilio al infante Don Francisco. Previendo este hecho los ciudadanos empezaron a increpar a los franceses al grito de ¡Infamia! ¡Traición! ¡Se llevan al infante! ¡Muerte a los franceses!, desenganchando los caballos de los coches y entrando en el palacio al grito de ¡A las armas! El infante salió al balcón donde una multitud bulliciosa y excitada le aclamaba.

Estos hechos provocan una autentica revolución que se extiende rápidamente por las calles de Madrid. Murat para sofocar la revuelta decide la intervención de varias compañías de Granaderos de la Guardia y de varias piezas de artillería, las cuales abren fuego contra las masas que cada vez más arremeten contra los soldados franceses con mayor ardor en una lucha desigual y encarnizada. El general Moncey, acantonado con sus tropas a las afueras de Madrid, entra en la capital debido a la rápida extensión de la revuelta.

Cobardemente, la Junta de Gobierno y el Consejo de Castilla, así como el ejército, condenan el levantamiento, anunciando una proclama donde se condenaría a muerte a todo aquel que tuviera en su poder armas. A pesar de la pasividad del ejército, en el parque de artillería de Monteleón, varios capitanes, llamados Daoiz y Velarde, se levantan contra el invasor, haciéndose fuertes y resistiendo el empuje franceses durante varias horas hasta que son finalmente vencidos.

Especialmente dramáticas fueron los hechos ocurridos en la Puerta de Toledo y especialmente en la Puerta del Sol. Bajando los coraceros mamelucos por el Camino de San Jerónimo mientras eran disparados por los paisanos madrileños desde los balcones, llegaron a la Puerta del Sol donde cargaron con gran crueldad contra hombres mujeres y niños en desigual batalla.

La represión de Murat fue de extrema crueldad con la intención de dar una dura reprimenda a los rebeldes españoles, controlar al ejército y reafirmarse en el control del gobierno. Para tales objetivos creó una comisión militar que ejecutaría sumariamente a todo aquel considerado rebelde, al mismo tiempo que el Consejo de Castilla decretaba como prohibida toda reunión en sitio público así como la obligación de entregar las armas.


"El Tres de mayo de 1808 en Madrid: los fusilamientos en la montaña del Príncipe Pío" Francisco de Goya

Murat convencido de haber controlado la situación pronto se dio cuenta de su equivocación. El levantamiento y posterior represión encendieron los ánimos de resistencia del pueblo madrileño que pronto se extendería a lo largo de toda la península dando origen a una guerra cruel que duraría seis años y que supondría uno de los principales motivos para el fin del imperio francés y la independencia respecto del invasor extranjero del pueblo español y portugués.