José Calvo Sotelo (1893 – 1936)
Calvo Sotelo estudió Derecho en Zaragoza, colaboró asiduamente en el diario católico El Noticiero, fundó una revista universitaria y se doctoró en la Universidad Central. Escribió en
Vida Ciudadana, órgano del maurismo en el Ateneo de Madrid. Su entrada en el Ateneo le permitió tomar parte activa en los debates que allí se celebraron, manteniendo fuertes polémicas con personajes como Ángel Galarza y Manuel Azaña, con quienes volvería a debatir, esta vez en el Parlamento.
En 1915, obtuvo por oposición una plaza de oficial letrado del Ministerio de Justicia. En junio de 1916 sacó la oposición de abogado del Estado. Desde 1917 ahsta 1920 fue profesor auxiliar en la Universidad Central. Miembro de la secretaría personal de Antonio Maura durante el gobierno de concentración que éste presidió (mayo-noviembre de 1918), Calvo Sotelo trabajó entonces en un ambicioso proyecto de reforma del régimen local, que no llegó a ser debatido, pero que retomaría más tarde durante la Dictadura. Tras un primer fracaso electoral en los comicios de 1918, obtuvo acta de diputado en 1919, distinguiéndose en las Cortes por sus duras críticas contra el caciquismo y su preocupación por los problemas sociales.
La crisis de Gobierno de diciembre de 1920 y la convocatoria de nuevas elecciones hicieron que Calvo Sotelo perdiera su acta en unas reñidísimas elecciones. Sin embargo, el asesinato de Eduardo Dato y el desastre de Annual volvieron a cambiar el panorama político, y Maura volvió a la presidencia del Consejo en agosto de 1921, nombrando a Calvo Sotelo gobernador civil de Valencia, puesto en el que permaneció hasta el 11 de abril de 1922. Un nuevo intento electoral por el distrito de Noya en 1923 no obtuvo mejores resultados que el anterior.
Con la toma del poder por parte de Primo de Rivera y tras previa autorización de Maura, Calvo Sotelo aceptó ser nombrado Director General de la Administración en diciembre de 1923. La obra más significativa de Calvo Sotelo fue el Estatuto Municipal, publicado el 8 de marzo de 1924. Este Estatuto buscaba democratizar España, aumentar las competencias y obligaciones de los municipios y la reforma de la Hacienda municipal. El Estatuto se vio adulterado porque las disposiciones relativas a la elección de los miembros de la corporación municipal nunca llegaron a ponerse en práctica.
Fue nombrado ministro de Hacienda en diciembre de 1925. Apoyó a los cuerpos técnicos y administrativos de Hacienda para aumentar su eficacia, persiguió el fraude fiscal mediante duras medidass que le valieron que se le llamará el "ministro bolchevique" y que Primo de Rivera optara por dar marcha atrás.
En 1927 Calvo Sotelo introdujo su proyecto de reforma fiscal, el "Impuesto sobre rentas y ganancias", precedente directo del actual IRPF, que gravaba a todos los contribuyentes según sus ingresos conforme a una escala progresiva. Al igual que en otras ocasiones, el debate suscitado impidió su aplicación.
La política expansiva de Primo de Rivera, junto a sus posibles efectos positivos a la hora de impulsar la economía nacional y crear empleo, supuso un fuerte aumento de los gastos. Era pues necesario conseguir mayores ingresos. El instrumento primordial fue la emisión de deuda pública a través del denominado presupuesto extraordinario.
La creación de un sistema bancario de tipo público especializado fue otro de los objetivos perseguidos por Calvo Sotelo. Dentro de las iniciativas desarrolladas en este aspecto, sin duda la más importante fue el Banco Exterior de España. También a él se debe la implantación del seguro contra las pérdidas que pudiera ocasionar la exportación de mercancías españolas, para lo que se armonizó la acción de las compañías de seguros, el Banco Exterior y el Estado.
Más polémica que estas medidas fue el intento de Calvo Sotelo de mantener la cotización de la peseta, que tras haber incrementado notablemente su valor durante los primeros años de la Dictadura, inició un rápido descenso tan pronto como ésta pareció empezar a tener problemas políticos. La fórmula en que debía hallarse una salida política que permitiera la consolidación y continuación de la obra de la Dictadura dio lugar en diciembre de 1929 a duros enfrentamientos entre Miguel Primo de Rivera y José Calvo Sotelo, que creía que todo lo que se hiciera debía hacerse conforme a los mecanismos políticos de la Constitución de 1876. El resultado de estas disensiones, y del desgaste sufrido por Calvo Sotelo ante la opinión pública como consecuencia de la depreciación de la peseta, un 60% durante su ministerio, fue que el 20 de enero de 1930 el dictador admitió su renuncia. El régimen tan sólo le sobrevivió una semana, pues el 28 de enero Primo de Rivera presentaba su renuncia a Alfonso XIII.
Fue presidente del Banco Central desde el 18 de febrero de 1930 al 15 de septiembre de 1930.
Tras las eleciones del 14 de abril Calvo Sotelo abandonó la capital con dirección a Portugal en compañía de Yangüas Messía y Guadalhorce. Comenzaba así su exilio (abril de 1931 – mayo de 1934), desde el que mostró su preocupación por el ataque, que atribuyó a una hostilidad del régimen republicano, contra la Iglesia Católica, y que el nuevo parlamento se convirtiera en una cámara radical y sectaria.
Pese a no querer regresar, Calvo Sotelo se presentó a las elecciones de junio de 1931 por la provincia de Orense, siendo el único diputado monárquico o de derechas elegido en esa circunscripción. Calvo tenía grandes esperanzas de poder regresar a España en virtud de su acta de parlamentario, que indultaba de cualquier posible delito político, como había ocurrido tras las elecciones de 1918 con Besteiro y Largo Caballero. El asunto se discutió en el Consejo de Ministros, donde se acordó crear la Comisión de Responsabilidades, un tribunal especial compuesto por diputados para juzgar a quienes habían colaborado con la Dictadura, hecho que no fue bien recibido por Calvo Sotelo, que creía que la competencia debía recaer en un tribunal de magistrados.
Calvo Sotelo marchó de Lisboa a París, donde entró en contacto con Charles Maurràs, ideólogo del partido monárquico legitimista, católico y ultraconservador Action Française, que ejerció una gran influencia sobre él. Calvo Sotelo estuvo abierto a todo el pensamiento político francés y también al fascismo. Entre sus modelos políticos se encontraba también Roosevelt.
En Francia, Calvo Sotelo juega un relevante papel entre los políticos monárquicos exiliados, participando de manera activa en los intentos de llegar a una fusión dinástica entre carlistas y alfonsinos. Consideraba necesario que Alfonso XIII abdicase en don Juan, pues ello haría más fácil la vuelta de la monarquía. Siguió con interés el pronunciamiento de Sanjurjo y en febrero de 1933 se trasladó a Roma para tratar de conseguir que apoyasen las iniciativas monárquicas, aunque no parece que estas entrevistas diesen excesivos frutos. Durante su estancia en el extranjero se ganó la vida como periodista, remitiendo gran cantidad de artículos a numerosos periódicos.
Elegido de nuevo diputado en las elecciones de 1933, y pese a haber obtenido acta por Orense y La Coruña como candidato de Renovación Española, Calvo Sotelo no pudo regresar de inmediato hasta que le fue concedida la amnistía el 30 de abril.
Aunque Calvo Sotelo se integró en las Cortes en la minoría de Renovación Española (el partido dirigido por Antonio Goicoechea), fue sondeado por Ruiz de Alda y Ansaldo que se integrase en Falange. Sin embargo, la poca simpatía personal que sentía Primo de Rivera por Calvo Sotelo, y que Calvo Sotelo representaba a los ricos monárquicos que José Antonio detestaba y que consideraba un mal para España, lo impidieron.
Calvo Sotelo planteó la necesidad de articular un "bloque o alianza" con las fuerzas de la derecha antirrepublicana que no aceptaban la Constitución de 1931 pero, pese a que mantuvo varias conversaciones al respecto la iniciativa no se puso públicamente en marcha hasta después de la sucesos revolucionarios de 1934.
Tras la dimisión de Chapaprieta en diciembre de 1935, cuando el presidente Alcalá Zamora volvió a no pedir la formación de nuevo gobierno a Gil-Robles, Calvo Sotelo, que se hallaba en cama con ciática, envió a Ansaldo para que hablase con los generales Franco, Fanjul y Goded a fin de que se opusiesen a lo que el consideraba "un golpe de Estado presidencial". Estos militares estaban reunidos estudiando el tema, pero se mantuvieron dentro de la legalidad debido a la opinión de Franco, que consideraba que tras la revolución asturiana el ejército no estaba aún preparado para el golpe.
El intento de Alcalá Zamora de retrasar las reuniones de Cortes para que el nuevo ejecutivo tuviera tiempo de consolidarse antes de convocar elecciones fue hecho imposible por Calvo Sotelo, que denunció ante la comisión permanente de la Cámara la actuación del Gobierno y del Presidente de la República, con lo que obligó a éste a disolver las Cortes y convocar de inmediato los comicios. Ya antes de que se convocasen las elecciones de 1936 Calvo Sotelo pensó que era muy posible que se perdieran, y que en tal caso se produjera una sublevación militar, por lo que mantuvo una entrevista con Franco en la que le pidió que los militares se alzasen antes de la consulta electoral.
El resultado de la primera vuelta de las elecciones de 1936 fue adverso a las derechas, y las masas del Frente Popular se lanzaron de inmediato a la calle para celebrar el triunfo y poner en libertad a los encarcelados como consecuencia de la revolución de octubre de 1934. La situación del Gobierno de Portela no era fácil y tanto Franco, como Gil-Robles, Calvo Sotelo y el propio Alcalá Zamora le pidieron que se mantuviese en su puesto hasta pasada la segunda vuelta electoral, promulgando para ello, si era necesario, el Estado de Guerra, que es lo que se hizo en 1933; pero Portela dimitió y fue reemplazado por Azaña.
Al ser anulada el acta de diputado de Antonio Goicoechea, jefe de Renovación Española, aumentó el protagonismo de Calvo Sotelo, que pasó a convertirse en el jefe parlamentario de la minoría monárquica. Cuando el 15 de abril Azaña compareció ante las Cortes para defender su programa de Gobierno, el primero de los discursos de réplica corrió a cargo de Calvo Sotelo, quien hizo una relación de incidentes acaecidos desde las elecciones de febrero, afirmando que habían causado más de cien muertos y quinientos heridos. Acto seguido pidió a Azaña que se esforzase en conseguir el mantenimiento del orden.
En la sesión parlamentaria del 16 de junio, José Calvo Sotelo protagonizó unos enfrentamientos verbales muy acalorados y polémicos con Casares Quiroga, Presidente del Gobierno y Ministro de Guerra. Puesto que Casares Quiroga había anunciado medidas para tratar de controlar el Ejército, Calvo Sotelo expresó veladamente la posibilidad de un golpe de Estado militar, afirmando que sería "loco el militar que no estuviese dispuesto a sublevarse a favor de España y en contra de la anarquía, si esta se produjera", palabras que generaron grandes protestas. El presidente de las Cortes, Martínez Barrio, le advirtió de que no hiciese "invitaciones" que pudiesen ser "mal traducidas", pero Calvo Sotelo insistió en demostrar que las autoridades daban un trato preferente a las milicias del Frente Popular frente al ejército y las fuerzas de seguridad.
Casares Quiroga consideró tan graves las afirmaciones de Calvo Sotelo sobre el Ejército que pidió la palabra y le acusó de simpatizar con los grupos que llamaban al golpe de estado. Quiroga dijo que el ejército estaba "al servicio de España y de la república", pero le advirtió de que si parte del ejército se sublevase, le haría a él el máximo responsable. En la contestación a Casares, Calvo Sotelo afirmó que la afirmación del presidente del gobierno de hacerle "máximo responsable" de una posible sublevación, eran "palabras de amenaza" en las que se le había convertido en sujeto no solo activo, sino pasivo, de hechos que decía desconocer. Sin embargo, acto seguido afirmó que aceptaba "con gusto" las responsabilidades que se pudiesen derivar de sus actos, si eran para el bien de su "patria" y para "gloria de España", tras lo cual lanzaría una advertencia a Casares para que también midiese sus responsabilidades, puesto que en sus manos estaría el "destino de España".
El ambiente en las Cortes era tal que al terminar la intervención de Calvo Sotelo, Julián Besteiro comentó: "Si el gobierno no cierra el Parlamento hasta que se aquieten las pasiones, seremos nosotros mismos los que desencadenaremos, aquí dentro, la guerra civil".
José Calvo Sotelo también tomó la palabra el 1 de julio para opinar acerca de la situación, a su juicio caótica, que se vivía en las zonas rurales. Afirmó, entre grandes protestas, que el remedio a los problemas del campo que atravesaban los agricultores, la pequeña y media burguesía rural, los arrendatarios y los campesinos, no estaría en el Parlamento ni en el gobierno ni en ningún otro partido, sino en un Estado corporativo.
El 12 de julio de 1936, José Castillo, teniente de la Guardia de Asalto, fue asesinado a tiros en la puerta de su casa. Auxiliado por el periodista Juan de Dios Fernández Cruz, que casualmente pasaba por el lugar, es trasladado a una casa de socorro cercana donde ingresa cadáver. Clara Campoamor no consideró especial dicho asesinato, al que calificó como un episodio más en la lucha entre radicales que actuaban al margen de la ley.Sin embargo, sí consideró importante que, para vengar su muerte, los compañeros de Castillo asesinasen al jefe de una minoría parlamentaria, algo que hasta entonces no había ocurrido durante la Segunda República.
Algunos compañeros de José Castillo, como Fernando Condés, juraron vengarse y matar al líder de la CEDA José María Gil-Robles, pero no lograron encontrarle, por lo que se encaminaron en una furgoneta al domicilio de José Calvo Sotelo con una orden de detención falsa del diputado monárquico, a quien pidieron les acompañase a la Dirección General de Seguridad. Una vez en la camioneta fue asesinado.
La falta por parte del Gobierno de una reacción enérgica contra los autores del crimen, y la persecución que acto seguido desató contra múltiples activistas de derechas para evitar sus posibles represalias, sirvió para decidir a muchos de quienes aún no se habían acabado de decidir a tomar parte en la sublevación.