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Más que España parece que lleves Andorra. Jodó, cuanto problema junto.

tal como en la realidad Kurt, recuerda que todo imperio siempre tiene un principio y muchas veces ese principio es bastante complicado, dale tiempo y cuando el oro americano empiece a fluir en españa y se puedan montar ejercitos como dios manda la cosa va a ser mas facil
 
Lo malo es que cuando fluya el oro también lo hará la inflacción.

Optimista hasta el final, ese soy yo :p
 
Lo malo es que cuando fluya el oro también lo hará la inflacción.

Optimista hasta el final, ese soy yo :p

en la vida, menos la muerte, todo tiene solucion. la inflacion puede ser contenida promoviendo alcaldes, o gobernadores si mal no recuerdo, solo es cuestion de apurarse para llegar a esas etapas
 
Como siempre, es mejor prevenir que curar, así que por mucho q hagan los gobernadores, intentaré que no suba demasiado la infla.

tu tranquilo, que una vez que tienes gobernadores la inflacion se estabiliza y tiende a bajar, solo dale tiempo
 
Aquí estaremos, Paco.
 
Espero ansioso la continuación.
 
Estupendo !!! Gran juego, menudas horas y qué sensación de disfrute total e inmersión. Con pocos juegos he conseguido ésto !! Ni siquiera con el actual eu3 actual.
 
-CAPÍTULO 4: “Las guerras de Nápoles”.

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¡Guerra!. España aún no había salido de sus deudas, y apenas había colonizado América, cuando los aliados napolitanos fueron atacados por fuerzas hostiles del Papa.
Esto, en verdad, ponía en serios aprietos a la reina Isabel, una fiel católica, y además la Corona simplemente carecía de fondos para mantener a un gran ejército contra la agresión de Francia. Eran, por tanto, años oscuros.
La idea del rey Fernando fue apostar en la frontera a su pequeño ejército y repeler, en lo posible, a los ejércitos franceses.
Mientras tanto, se confiaba en la capacidad de los napolitanos, con buenas tropas, para repeler e incluso responder a los ejércitos papistas.
Finalmente, esta idea cosechó su éxito y se firmó una paz respetable. Había finalizado la III Guerra Napolitana sin ningún cambio territorial.

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La colonización de Cuba, la Española y Puerto Rico continuó tímidamente, y se lograron pagar algunos préstamos sin necesidad de pedir otro.
Y, justo cuando en el Reino se creía que la paz sería durable, el Papa León volvió a atacar a la bella Nápoles y sus respectivos aliados, Francia y España, tomaron sus partes.
Ahora era mucho peor: el ejército castellano era minúsculo, la inflación subía y el dinero no llegaba para más. Entonces, Francia se tomó la revancha e invadió Cantabria, ganando un importante paso hacia el interior de la Península.

¿Lograrán los españoles expulsar a los franceses de España?. ¿O lograrán estos llegar a Madrid para imponer sus condiciones?. ¿Podrá la pobre y quebrada economía castellana reclutar a un ejército con el que hacer frente a las tropas francesas?. Y, ¿qué hay de América, tierra lejana y que genera más gastos que ingresos?. ¿Seguirán apoyando los reyes la colonización?. Además, siempre quedaba por saber si los napolitanos podrían detener al ávido de poder León X, Papa de la Santa Iglesia Católica Romana, pues podía estar en juego la propia independencia del país del sur de Italia… aunque, quizá, lo que estuviera en juego fuera la mismísima existencia del catolicismo.
En la fría Sajonia, un joven monje agustino leía una vieja Biblia y observaba cuán diferente era lo escrito allí, al comportamiento del Papado, y de la Curia.
El mundo estaba a punto de cambiar, y cada cual habría de tomar su parte. Y España, ¿qué haría?. La gran mayoría de los españoles eran fieles católicos, pero nunca, nunca, nunca, deis nada por hecho.

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Una España protestante es algo que he probado a veces en mis juegos y da alguna satisfacción.
 
Una España protestante es algo que he probado a veces en mis juegos y da alguna satisfacción.

Cuéntanos más.

Muy buen AAR, la verdad que los antiguos EU siguen siendo muy apetecibles de jugar y muy divertidos, todo es poco para poder amagar al franchute.
 
Voy a comenzar una partida para poder explicaros que pasa, porque ahora no lo tengo fresco. Recuerdo que la patada a la estabilidad es brutal, más que una coz de una mula en todos los gemelos.
 
CAPÍTULO 5: “DESASTRE”.

La reina Isabel había muerto y Fernando, solo y deprimido, había quedado al mando de un desastre de Reino endeudado y en guerra con una Francia cada vez más fuerte. Para colmo, los ejércitos del Papa habían sitiado Nápoles.
Se vio obligado a aceptar el reclutamiento masivo de hombres en las principales ciudades, con los gastos que conllevaba.
Fue así como comenzó el asedio a Cantabria.

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Sin embargo, los españoles no contaban con la fuerte alianza franco-alsacia, que pronto se aventuró libre por las tierras de Cataluña.
Finalmente y tras muchos intentos, y a fin de salvar el país de un mal mayor, Fernando se vio obligado a aceptar una terrible paz que daba el Rosellón a los alsacios y Gerona a Francia. Esto, unido a su viudez, aceleró su vejez y quebró su salud.

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Días después, y para evitar otra guerra de Nápoles, los nobles napolitanos y el rey Fernando firmaron el Tratado de Nápoles, por el que el reino napolitano era anexionado y controlado de forma directa por España. Ahora quizá el Papa no se atreviera a atacar.

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Al menos, el país se había salvado y pudo seguir pagando créditos y quitándose deudas de encima. Además, prosiguió la colonización del Caribe tímidamente. América seguía siendo una tierra lejana, de vida áspera para los castellanos, y que daba más gastos que ingresos. Al final, el rey decidió dejar la tierra casi “a su suerte”, dando permisos a los exploradores que pudieran encontrar algo de valor. Con esto, los españoles se lanzaron a la colonización del continente, ansiando el oro y la plata, y fundaron como primer enclave Panamá.

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Cuba también se siguió repoblando y sus villas eran cada día más grandes y prósperas, pero sin hacer mucha diferencia. Uno de sus habitantes, un joven procedente de Extremadura y de nombre Hernán Cortés, decía que en uno de sus viajes a la Española, había entrado en contacto con unos indígenas que hacían grandes construcciones y le señalaron una tierra “al norte” en donde había mucho oro. El gobernador de Cuba dudó, pero al final se decidió a enviar a Cortés a tratar con el supuesto rey indio. Luego se arrepintió porque sintió que, de haber algo valioso el extremeño se llevaría la gloria, y procuró detenerle, pero ya era tarde: Hernán Cortés había zarpado ya junto a un grupo de aventureros españoles y unos cuantos monjes franciscanos.
Poco después, y tras varias aventuras en la tierra del oeste, los españoles tomaban el control de la ciudad de Tenochitlán, que estaba sobre el lago Texcoco, y de la noche a la mañana, España obtuvo las mejores minas de oro del mundo.
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Ahora España sí que comenzaba a tener una esperanza de prosperidad.
¿Será capaz el joven rey Carlos, nieto de los reyes católicos, de gobernar un imperio en dos hemisferios?. Sólo el tiempo lo diría.

 
Muy buen capítulo. Además su lectura ayuda a elevar la Moral Nacional:

Al menos, el país se había salvado y pudo seguir pagando créditos y quitándose deudas de encima.

Si no estuviese la cosa tan jodida, deberían declarar el AAR de interés público y darte una subvención:rofl:. Gracias. Saludos.
 
Ah, oro, solución para casi todos los problemas...:D
 
-CAPÍTULO 6: “Exploradores”.
Aprovechando la conquista del Imperio Mexica, los hombres decidieron, bajo el mando de Cortés y de Antonio de Leyva, conquistar toda la zona sur (los reinos mayas).
A sangre y fuego, los españoles y algunos irregulares mexicas castigaron duramente a los mayas, cuyos templos y pueblos fueron destruidos y quemados.
Pese a lo numeroso de sus ejércitos, las selvas de Centroamérica pronto conocieron el poder de la nueva bandera, que parecía imparable.

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Así era el imperio americano en 1522:

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Mientras tanto, en España, una revuelta popular de los llamados “comuneros” fue saldada con la nueva diplomacia del joven Carlos de Austria: se hicieron algunos regalos a varios sublevados de importancia, y se prometieron derechos a los campesinos, con lo que no se encendió del todo la mecha de una posible guerra civil.

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Desde Cádiz, los exploradores Sebastián de Elcano y Francisco de Magallanes salieron de viaje en busca de una ruta al oriente. Tal y como Magallanes predijo, a unos seis grados al sur de la villa brasileña (portuguesa) de Itabuna, había un paso en el mar gris del sur, en donde el sol lucía a media noche (era el invierno austral) y en donde de vez en cuando se veían trozos de iceberg que hacían vociferar a los hombres de la cubierta.
Cuando pasaron el tormentoso estrecho (que dañó algunas naves de forma que iban haciendo agua y flotaban con mucho esfuerzo), viraron al norte y se dirigieron directos a Panamá, en donde los barcos fueron reparados y la tripulación descansó unos días.
Magallanes contrajo unas fiebres y tuvo que quedarse en la colonia. Elcano estuvo a punto de volver a España, pero el capitán le dijo que fuese “a descubrir las tierras del Oriente, a por porcelanas, sedas y buena fama”. Tras varios recales en México, Elcano puso rumbo, desde Jalisco y ante la mirada atónita de los indígenas, hacia el Oriente.

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El hombre se despertó con los primeros rayos de sol y a duras penas se puso en pie. Sus ropas andrajosas y una barba gris despeinada indicaban que llevaba ya demasiados meses en el mar. Sus compañeros, que se movían fatigosamente por cubierta, no tenían mejor aspecto. A lo lejos, el océano seguía impasible y un ligero viento los empujaba hacia el oriente.
De repente, dos marineros se enzarzaron en una pelea, asiéndose de las barbas y revolcándose por el suelo.
-¡Basta!- un hombre un poco mejor vestido que los marineros, con la barba recortada, salió del camarote del capitán. Los que peleaban se detuvieron de inmediato.
-¡Capitán, Raúl me ha robado mi cuenco de agua!.
-¡Es mentira!. ¿Y quién se ha comido el maíz seco que nos quedaba, eh?.
-¡¡Pardiez, debería azotaros a los dos!!.- gritó el capitán, es decir, Sebastián de Elcano – Ayer os dije que limpiarais la cubierta, y no lo habéis hecho. Por tanto, esta noche no recibiréis vuestra ración de gachas.

Ambos hombres maldijeron y se dispusieron a irse, pero una voz gritó de repente:
-¡Capitán… mi capitán!.
Elcano miró hacia el vigía. No hicieron falta más explicaciones. En el horizonte azul oscuro se alzaba una gigantesca nube de tormenta que avanzaba hacia ellos.
-¡Todo el mundo a mis órdenes! –chilló el capitán- ¡Arriad velas, poned derecha la proa o esa tormenta nos hará pedazos!.

Los hombres mostraron una obediencia inusual en hombres que hacía semanas que sólo comían un cuenco de gachas de maíz al día. No obstante, la gigantesca tempestad llegó antes de lo previsto y el navío se vio azotado por ella.
Zarandeábase el barco, pues, de manera que parecía que iba a zozobrar. La lluvia intensa y el viento huracanado no impedían que la tripulación colaborase, hasta que un grumete vociferó con su voz de adolescente:
-¡Mi capitán, por Dios que morimos!. ¡Se ha abierto un boquete en la bodega!.
Varios hombres bajaron de inmediato, pero no les daba tiempo a sacar el agua que entraba ya casi hasta la cintura.
Viendo así las cosas, el capitán ordenó al único clérigo que había, un cura aterrorizado de nombre Garcilaso, que diese la absolución colectiva. El sacerdote agarró firmemente el rosario que colgaba de su cuello y, resbalando lágrimas por sus mejillas, dijo:
-Ego te absolvo a peccatis tuis in nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti. ¡Señor, sálvanos a nos, pecadores… Virgen Madre, a vos nos encomendamos!.
En pocos minutos, las olas y el agua habían hecho hundirse el barco y la tripulación se agarraba como podía a los trozos de madera que flotaban.
Elcano rezó un Pater Noster para sí antes de que una ola le diera una bofetada en la cara y lo hundiera. El mar, oscuro y gélido, lo cubría, pero el capitán ya no tenía fuerzas para volver a subir. De repente, perdió la noción del tiempo y se encontró en su Guipúzcoa natal. Recordó a su padre sonriendo, volviendo de pescar, y restregándole los cabellos de la cabeza con su mano. “Kaixo, Sebastián!”. Fue entonces cuando lo asieron de la camisa y fue sacado repentinamente del agua. Aspiró profundamente y comenzó a toser. A su alrededor, voces de hombres. Pero no hablaban castellano, ni euskera, de eso estaba seguro.
-Sore wa ikite iru! (¡Está vivo!)
-Hana ga ōki sugiru, ja ja ja!!. (¡Qué nariz tan grande!).
Elcano abrió los ojos como bien pudo y observó a los hombres que le habían salvado. Vestían de forma extraña, eran pálidos y sus ojos eran rasgados, mucho más que los de los mexicas. Alguien le ayudó a incorporarse y uno de ellos, que apenas tendría doce años, le hizo una especie de reverencia rápida y concisa.
-¿Dó… dónde estoy?.
-Nihon e yōkoso. (Bienvenido al Japón).
Luego hizo otra reverencia y sólo entonces se dio cuenta de que iba en una especie de esquife, junto a algunos otros españoles que también habían sido rescatados, y tras la bruma, una tierra rocosa y extraña.
Japón.
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