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unmerged(448797)

Sergeant
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Feb 11, 2012
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  • Crusader Kings II
  • Europa Universalis III Complete
  • Pillars of Eternity
PROLOGO

Ya me he comprado el Crusader Kings 2 y he echado unas partidillas, algunas con final penoso y una que me ha gustado como evoluciona, asi que he decidido ponerla en forma de AAR aunque no se hasta donde llegará. Se desarrolla en el Ducado de Provenza, un territorio situado en la occitania, entre los Alpes y el Mediterraneo.

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Este es un territorio que surge en la historia hacia el año 855, cuando el emperador carolingio Lotario I reparte sus territorios de la Lotaringia entre sus tres hijos, dejando al menor, Carlos la alta y baja Borgoña (esta ultima incluia Arlés y Provenza). En el 863, al morir Carlos de forma prematura le sucede su hermano el Emperador y Rey de Italia, Luis II el joven, como Rey de Provenza. A la muerte de este ultimo se hace coronar Rey de Provenza un noble llamado Boso casado con Ermeganda, hija de Luis II, y que pertenecia a la dinastia carolingia al ser sobrino de Lotario II de Lotaringia. Este Boso ya habia actuado como virrey del emperador en este territorio y su reino de provenza comprendía las provincias eclesiásticas de los arzobispados de Arlés, Aix, Vienne, Lyon (excepto Langres), y probablemente Besançon, así como las diócesis de Tarentaise, Uzès, y Viviers. Este es el primer representante de una dinastia que sera conocida como Bosonida o de los bosonidas.
El hijo de Boso, Luis III el Ciego, fue nombrado rey de Provenza y posteriormente consiguió ser nombrado emperador. Confió el gobierno de Provenza a Hugo de Arlés, que en el 934 lo cedió a Rodolfo II de Borgoña. En aquel momento lo que se habia venido en denominar hasta entonces "Reino de Provenza" se integró en el Reino de Arlés y sus territorios pasaron a denominarse "Condado de Provenza" dentro del nuevo reino de Arlés o de las dos Borgoñas.

En el año 948 Boso II es nombrado primer Conde de Provenza y su hijo Guilhem consigue que se eleve el status a ducado dentro del Sacro Imperio Romano Germanico, siendo nombrado primer Duque de Provenza. La corona ducal ira pasando por todas las cabezas de los descendientes de Guilhem y de su hermano Rothold.

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Nuestra historia comienza en septiembre del año de nuestro señor 1066, cuando en el Sacro Imperio Romano Germanico gobierna Heinrich IV de Nassau, el Papa es Alejandro II y el titular del Ducado de Provenza es un joven de 19 años que responde al nombre de Bertran II Boson.

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Me parece que si, que este es el primer AAR de CK2. Espero que la gente se anime a colgar más AAR del CK2 y asi nos divertimos todos con las partidas de los demás.

CAPITULO 1. LAS DELIBERACIONES DEL CONSEJO PRIVADO

- ¿Y con Diectrich de Chatenois?- propone de repente el Canciller.
El silencio se hace alrededor de la mesa. Ninguno de los que se sientan en el Consejo Privado del Duque de Provenza tiene ninguna objeción a la propuesta que acaba de lanzar Ponç de Castellane de prometer la mano de la hermana menor del duque, Gerberga Boson, con el joven heredero al Ducado de Lorena. Quizá sea porque emparentar con los Chatenois, una dinastía con mucho prestigio dentro del imperio, es una gran alianza para Provenza o quizá porque los asistentes están cansados después de deliberar durante toda la tarde cuál es la mejor opción para casar a la joven que apenas cuenta con 9 años y que se halla todavía bajo la tutoría de su madre, Etienette de Marsella.

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- Muy bien Ponç, encargaos de enviar la propuesta de esponsales a nuestro primo de Lorena.- decide el Duque Bertran, dando fin a la larga sesión en la que se han barajado todos los pretendientes posibles entre los nobles solteros europeos, desde el Ducado de Barcelona hasta el reino de Dinamarca, sin que ninguno de ellos haya parecido idóneo para el matrimonio. Una alianza con los débiles estados hispanos no convence a buena parte del Consejo y una alianza con los vecinos italianos o franceses es potencialmente peligrosa, puesto que periódicamente se encuentran enfrentados con el Káiser y eso puede poner en una situación peligrosa al ducado occitano, debiendo elegir entre apoyar al su señor natural o a sus aliados. Por ello la elección ha ido reduciéndose hasta quedar concentrada en la nobleza del imperio, pero cada consejero tiene sus filias y sus fobias, lo cual hace que el debate de vueltas en círculo para no llegar a ninguna parte, hasta que se ha puesto sobre la mesa la opción lorenesa.

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Solucionado el futuro de la única hermana que queda soltera Bertran permite a sus consejeros levantarse de la mesa y estos abandonan la sala, iluminada ya solo por las velas que han ido encendiendo los sirvientes cuando ha comenzado a anochecer. Así van saliendo por la puerta Tibaud de Marsella, magistrado de la ciudad de Marsella y Mariscal de Provenza; el Barón Robert de Grimaud, que ejerce la función Senescal; el Conde Rainaud de Venaissin, que actúa como Jefe de Espías; y el obispo Girard de Aix, que ostenta el puesto de Capellán de la Corte. Todos ellos, al igual que el Canciller, ya formaban parte del Consejo Privado del Duque Jaufret, fallecido hace tres años y su hijo, Bertran II, coronado con solo 16 años, los ha mantenido en sus puestos.

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El único que no ha abandonado la habitación es Ponç de Castellane, a quien el duque ha pedido que no se vaya todavía. Una vez a solas, Bertran comienza a pasear por la habitación preparando mentalmente lo que le va a decir sobre un tema al que da vueltas en su cabeza desde hacia tiempo y que prefiere tratar solo con el Canciller, el principal funcionario de la corte ducal que tiene 36 años y que, aunque no ha nacido de cuna noble, está dotado de un poderoso físico, es un ferviente religioso que no acepta la herejía, y tiene muchas virtudes como la moderación, la generosidad, la paciencia y la justicia. Además domina el arte de la diplomacia, por lo que el duque confía plenamente en él para todas las acciones de gobierno.

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- Estamos planeando alianzas con otros estados pero creo que estamos descuidando nuestras relaciones con el Káiser. – dice Bertran, rompiendo por fin el silencio. Se detiene y mira a Ponç- Él está concentrado en la guerra con Pomerania y no presta atención a sus súbditos del sur. En el Consejo Imperial no hay ni occitanos ni italianos y eso se refleja en sus decisiones, de la que nos mantiene al margen. ¿No creéis?

Ponç asiente. Es verdad que Heinrich IV de Nassau ha orientado su política hacia el norte y no se preocupa por lo que pasa en el sur del Sacro Imperio, donde los estados italianos cada vez actúan de una forma más autónoma y en cualquier momento pueden sublevarse e independizarse de la tutela imperial. Pero también sabe que al duque, de solo 19 años, no es la orientación de las políticas del Káiser lo que le preocupa, así que espera en silencio que el joven Bertran diga lo que realmente quiere.

- Es un secreto a voces que el Kaiser quiere relevar a su Senescal y creo que sería beneficioso para nuestro ducado y para los estados del sur del Sacro Imperio que ocupe ese puesto alguien de esta región, que pueda dar un giro en la orientación de la política imperial y que influya para que los estados del sur tengamos mayor presencia en las decisiones imperiales. Que se preocupe no solo de luchar contra las herejías del norte sino también contra los infieles que pueblan el Mediterráneo y que dificultan la navegación a comerciantes.-remacha al fin su parlamento.

Ponç entiende que no es la piratería o la lucha contra los infieles lo que ocupa la mente del Duque, sino el deseo de acceder a un puesto imperial. Quiere estar en el centro de las decisiones del Imperio, en la Corte de Bamberg, codearse con los grandes nobles del Sacro Imperio y decidir los destinos de Europa. Para ese joven de 19 años ser el soberano de un pequeño ducado en la periferia del imperio, marginado en la toma de las grandes decisiones, es algo que no cubre sus grandes ambiciones y el Canciller está dispuesto a seguir el juego porque en la fortuna del duque están sus posibilidades de ascenso.

- Creo, si me permitís decíroslo, que vos seriáis la persona más adecuada para ocupar ese puesto. Si lo deseáis puedo ir a Bamberg y abogar en vuestro favor para que el Káiser os nombre su senescal.

- Si, Ponç, tenéis razón. Por el bien del Sacro Imperio debo estar en el Consejo Imperial. - dice Bertran orgulloso, convencido de haber sabido llevar al Canciller a su campo sin que se cuenta.- Encaminaos sin dilación hacia Bamberg.

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De aquí sí es el primero del CK2, pero no sé si uno que empecé ayer en Puntadelanza le ganó por unas horas: http://puntadelanza.net/Foro/phpBB3/viewtopic.php?f=41&t=13598

Aunque bueno, mi AAR es un poco raro; la partida en realidad no ha empezado y ando explicando tonterías...

Seguiré éste y todos los que se hagan; el juego es impresionante para hacer AARs
 
me suscribo y espero con ansias que lo continues, me encanta el juego, da muchisimo mas juego que su predecesor, ademas es mas bonito graficamente
 
Pues bienvenidos a todos a este AAR, a ver que tal va evolucionando. Estoy de acuerdo con que el CK2 es un juego muy visual y que da mucho juego para hacer AARs (aunque con el CK1 tambien salen buenos AAR como el de Dito, que esta quedando muy bien). A ver si os animais como Aethelwulf a hacer un AAR (te esta quedando genial la historia de la guerra por la sucesión al trono de eduardo el confesor en Inglaterra) y haceis vuestro propio AAR. Bueno vamos a por el...

CAPITULO 2. LAS TIERRAS PROVENZALES

- ¿Ya han llegado noticias desde Bamberg?- pregunta ansioso el Duque al ver entrar a su jefe de espías.
- No mi señor, no se han recibido noticias del Canciller. Pero ha llegado un mensajero desde Nancy.- responde un tanto molesto el Conde de Veniassin mientras le entrega al duque un pliego cerrado con el sello del Duque de Lorena. Arnaud no sabe exactamente qué misión ha ido a llevar a cabo Ponç de Castellane a la Corte Imperial, pero cree que ese honor le debería haber correspondido a él y no a un simple funcionario de la corte ducal como el canciller, que ni tan siquiera desciende de una familia noble.
Bertran rompe el sello y lee la carta que le ha escrito el Duque Gerhard I en la que le comunica que acepta la propuesta de comprometer a su hijo, el heredero de Lorena, con la hermana menor del Duque de Provenza.

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El duque se alegra por haber conseguido una buena alianza con una importante dinastía ducal del Sacro Imperio, aunque habría preferido que las noticias viniesen desde Bamberg y fuesen el ofrecimiento del puesto en el Consejo Imperial.
Mientras continua a la espera de noticias de su Canciller, Bertran II de Provenza debe resolver otros problemas domésticos. Su madre, Etienette de Marsella, parece envidiar la suerte de su hija Gergèga y solicita a su hijo el duque, permiso para casarse.

- Si madre, estoy de acuerdo- responde Bertran con un tono algo ironico- Además tengo el candidato perfecto. Os casareis con Dios y tomareis los hábitos en la Abadía de …- su hijo no tiene tiempo de terminar la frase, puesto que su madre ha salido corriendo y le ha dejado con la palabra en la boca, mientras murmura entre dientes que ha recapacitado y no tiene ninguna prisa en tomar marido de nuevo.

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El duque también tiene que resolver otros problemas más importantes como legitimar a su única hija Cecile, de solo tres años. Bertran había estado prometido con su actual esposa desde casi los 10 años. A medida que van creciendo ella se convierte en una hermosa joven, hija de la nobleza local, aficionada a organizar intrigas, aunque con poco éxito, fanática religiosa y perezosa. Él era el heredero al ducado de Provenza y, aunque recibe formación en las armas tenía, poco talento para la guerra, era arbitrario, sociable y amable. Ambos tenían la virtud de la castidad, pero la traicionera adolescencia hizo que la pareja no pudiese evitar la impaciencia por consumar el matrimonio antes de llegar al altar y como resultado nació la pequeña Cecile antes de que sus padres se hubiesen unido ante Dios. Por ello la única hija de los duques de Provenza era, a los ojos de la iglesia y del mundo, una bastarda, por lo que no solo no podía heredar el ducado, sino que iba a ser casi imposible encontrarle un marido entre la nobleza.

El tema de la sucesión no preocupa mucho a Bertran, ya que espera tener más hijos, y entre ellos algún varón, pero el asunto matrimonial sí que le causa males de cabeza. De hecho el día anterior había estado hablando con el Capellán de la Corte, el obispo Girard de Aix, que le había asegurado que la forma más rápida de conseguir la legitimación de su hija por parte de la iglesia era por la vía de dar un donativo al papa en forma de compra de indulgencias para los pecados del duque.

- ¿Y cuanto me van a costar las indulgencias?- preguntó el duque al obispo.
- Unas 15 libras, mi señor.- le respondió el mitrado
- ¡Dios mío!

El duque ha comenzado hace poco una política de refuerzo de las defensas de la capital de su ducado, indicando la construcción de una empalizada de madera alrededor de Arles, que se prevé que durará casi un año y que va a costar unas 50 libras.

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Este nuevo gasto supone una importante dentellada al tesoro ducal, que va a quedar casi vacío. Pero el porvenir de su primogénita es importante, ya que con su matrimonio podrá conseguir en un futuro otra importante alianza, y además su mujer, la Duquesa Mathilde, ha estado exigiéndole el reconocimiento de Cecile desde que se casaron, asi que Bertran después de meditarlo y teniendo en cuenta que el ducado le da buenas rentas, por lo que pronto se repondrá del gasto, decidió aceptar la extorsión papal para obtener el reconocimiento de su primogénita y dio orden al Capellán para que comenzase el proceso y al senescal para que comprase las indulgencias que permitirían limpiar la bastardía de su hija.

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Solventados estos asuntos el duque decide recorrer sus estados y durante las semanas siguientes visita a sus vasallos en sus feudos para conocer sus inquietudes.
El Ducado de Provenza está dividido en cuatro condados y un arzopispado.

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Bertran comienza su recorrido por los feudos de su condado patrimonial de Provenza: el Obispado de Aix, la Baronía de Grimaud y la ciudad libre de Marsella. Luego, acompañado por su jefe de espías, se dirige a visitar el feudo de este, el Condado de Venaissin. Pasa unos días en Orange, la capital, residiendo en el castillo como huésped del Conde Arnaud, donde recibe a los vasallos de este: el obispo de Avignon y los magistrados de la ciudad de Carpentras. De Orange se dirige hacia el norte y tras cruzar el Ródano, entra en las tierras del Arzobispado de Vivarais, dirigido por el Príncipe Arzobispo Girard de Viviers y que en tiempos pertenecieron al reino franco. En el Palacio Arzobispal de Viviers recibe al Barón de Aubenas y a los magistrados de la ciudad de Largentiere, vasallos del arzobispo, que acuden a presentar sus respetos al duque.

De Viviers la comitiva se dirige más hacia el norte, al Condado de Vienne, que tambien es conocido como el Delfinado porque en el escudo de armas de su soberano está ocupado por un delfín. Al llegar a la ciudad de Albon, es recibido por el conde Guigues el anciano, Conde de Vienne, y sus vasallos, el Obispo de Vienne y los magistrados de la ciudad de Grenoble. Tras unos días visitando el feudo más septentrional del ducado, Bertran se dirige hacia el sur, cruzando las primeras estribaciones de los Alpes, para llegar a la última etapa de su viaje, Forcalquier, capital del condado del mismo nombre donde le espera su primo, el Conde Jaufret Boson, hijo del hermano mayor de su padre. En el castillo de Forcalquier los magistrados de la ciudad de Apt y el Obispo de Embrun, se han unido a su señor para saludar al Duque y le reciben con un gran banquete.

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A finales de abril de 1067 da por finalizada la ronda de visitas y de vuelta a Arles, encuentra en el castillo ducal a Ponç de Castellane que ha regresado de su misión.

El Kaiser aun no ha relevado de su cargo a su senescal pero tampoco ha decidido quién será su sucesor. Ponç le da esperanzas puesto que, tras su misión, el nombre del duque está entre los candidatos a ocupar la senescalia y ahora el káiser le tiene en mayor consideración que antes. Además el canciller le comunica que ha dejado una delegación en Bamberg para que continúe patrocinando a Bertran para el puesto, por lo que está seguro que en un futuro el duque se convertirá en senescal del Kaiser.

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Last edited:
muy buen capitulo, tengo una consulta, si el Emperador te nombra senescal ¿puedes declararle la guerra para quitarle el titulo, o una vez que te da un puesto no puedes liarla a hostias contra el?
 
Yo creo que si, pero no lo he probado. Lo unico que necesitaras un casus belli y esas cosas, pero si lo tienes pienso que se puede traicionar al que te ha dado su confianza y un puesto en su consejo y meterle una guerra. Quiza incluso ganes algun sobrenombre gracioso como "el desagradecido" o "el traidor"... que en este juego son muy originales y no se limitan a poner a los reyes sobrenombres como "el grande", "el justo" o "el conquistador" como hacen los libros de historia.
 
CAPITULO 3. ELCONFLICTO SUCESORIO

El capellán Girard d’Aix da cuenta, en una calurosa tarde del 4 de agosto de 1067, de que el Santo Padre, Alejandro II, ha tenido a bien conceder la absolución de todos sus pecados al Duque Bertran II de Provenza y al mismo tiempo reconocer como su legitima hija y heredera a Cecile Boson, nacida fuera del matrimonio, a unos sudorosos consejeros que se están cociendo bajo sus jubones como si se encontrasen en un horno y no en la sala de consejos del Castillo de Arlés.

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- … la principal consecuencia de este reconocimiento es que a partir de ahora vuestra hija Cecile pasa a ser la heredera del Ducado, desplazando a vuestras hermanas Adelaïs, Etinette y Gerberga.- remacha el Obispo d’Aix, satisfecho de haber cumplido fielmente con las ordenes que le dio el Duque. Esta última apreciación no es baladí ya que hasta ahora la heredera del Ducado ha sido Adelaïs, la hermana mayor de Bertran, desposada con el segundo hermano del Duque de Tolouse y heredero del mismo, por lo que en caso de fallecimiento del Duque la Provenza habría pasado a dominio franco, algo que a muchos no gusta.

El jefe de espías es el único que no parece celebrar las buenas noticias llegadas de Roma. Ha estado durante toda la sesión silencioso y cariacontecido. Desde hace meses siente como el Duque lo mantiene alejado de la toma de decisiones y encomienda las misiones diplomáticas al Canciller o al Capellán en vez de a él. Pero el larvado rencor que el Conde de Venaissin ha ido acumulando está a punto de salir a la luz, puesto que el no ha venido a esta sesión del Consejo a oír al Capellán, sino para decir algo. Así que cuando el Obispo d’Aix termina su parlamento, Rainaud se levanta y deja oír su rotunda voz bajo las bóvedas de piedra.

- La actual situación me ha hecho darme cuenta que no es saludable para el Ducado de Provenza dejar un asunto tan importante como la sucesión al libre albedrio de la naturaleza. Si el Duque Bertran hubiese muerto antes de que el Papa hubiese emitido la legitimación de la joven Cecile, la Provenza ahora formaría parte del Ducado de Tolouse. Creo que sería saludable volver a las antiguas tradiciones, cuando la sucesión tenía carácter electivo.- dice mientras el resto de los miembros de la mesa le miran asombrados. La afirmación es un insulto dirigido al Duque, no solo porque el Conde ha hablado sin tener la palabra y abriendo un tema que el duque no ha propuesto a la deliberación de su Consejo. Lo más grave es que está poniendo en duda que la familia Boson sea la que deba ostentar el titulo ducal y que a este pueda acceder cualquier noble provenzal, como el propio Conde de Venaissin.

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Bertran, que estaba muy relajado hace solo unos instantes, disfrutando de las buenas noticias llegadas de Roma, al oir al Conde Rainaud ha abierto mucho lo ojos y se ha puesto colorado. Parece que quisiese saltar por encima de la mesa para estrangularlo con sus propias manos, pero en vez de eso, tras un largo silencio en el que la tensión en la sala es claramente palpable, le dice:

- Si eso es lo que pensáis, haríais bien en salir de este castillo y no volver hasta que cambiéis de idea.- dejando claro al Conde que ha caído en desgracia y que espera una retractación pública inmediata. Pero el Conde, después de lanzar su desafío, no está dispuesto a dar un paso atrás y por toda respuesta se levanta y sale de la sala.

En los días siguientes la tensión aumenta cada vez más con el Condado de Venaissin. El Duque Bertran está de muy mal humor desde la última sesión de su Consejo Privado. Desea revocar su título al Conde pero no puede porque en el Sacro Imperio no está reconocida la revocación de títulos. Lo único que puede hacer es cesarlo como miembro de su Consejo Privado y eso es lo que hace a los pocos días, nombrando para sustituirlo a Marçau d’Aix, un letrado del condado de Provenza que hasta ahora trabajaba a las ordenes del Obispo d’Aix. Bertran es consciente de que Marçau no será tan bueno como el Conde de Venaissin en el puesto, pero sabe que al menos le será fiel.

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Hacia finales de agosto el Mariscal de Provenza comienza a traer noticias alarmantes de Venaissin, se han detectado levas de tropas en los burgos y villas del condado y también en el Arzobispado de Vivarais. El Senescal tampoco trae mejores noticias y tiene que comunicar que en ambos feudos se ha atacado y expulsado a los prebostes ducales, encargados de administrar justicia y de cobrar los impuestos en nombre del duque, lo cual redunda en la idea de que ambos territorios están a punto de sublevarse.

- La rebelión del conde es peligrosa pero que le secunde el Arzobispo de Vivarais es muy alarmante. El arzobispado pertenece de iure al Ducado de Tolouse y nuestros vecinos podrían aprovechar la ocasión para apoyar a los revoltosos en su desacato a vuestra autoridad con el fin de anexionarse ambos territorios- expone crudamente el Canciller.
- No, mi hermana no dejará que el Duque de Tolouse se meta en los asuntos de Provenza. – replica el duque aunque con poco convencimiento.
- Pero algo tenemos que hacer ante esta amenaza.- replica el Mariscal
- Avisad a los Condes de Vienne, de Forcalquier y a los prebostes del Condado de Provenza para que comiencen a llevar a cabo levas. Si va a haber guerra, tenemos que estar preparados- sentencia el duque.

Un par de semanas después, el día de San Cástor de Apt, la amenaza se materializa. El Conde de Venaissin, secundado por el Arzobispo-Principe de Vivarais, lanza su desafío en forma de proclama que es leída en las ciudades y villas de ambos feudos, en la que reclaman el retorno a las buenas tradiciones y que se vuelva a instituir la sucesión electiva en Provenza, no reconociendo el derecho hereditario de la familia Boson al título ducal ni a legitimidad de Bertran II.

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Tras conocer esto el duque ordena que se agilice el reclutamiento de soldados en los feudos que aun le son fieles con la orden de que todas las tropas deberán reunirse en Forcalquier para participar en un ataque contra los insurgentes. El duque, aunque recibió una esmerada educación militar por su padre, el difunto duque Jaufret, no es muy hábil con las armas y no es amante de la guerra, pero sabe que si no quiere perder su ducado tiene que hacer una demostración de fuerza y aplastar a los insurgentes.

En los días siguientes las noticias se hacen más preocupantes. Sus espías en Orange y Viviers le comunican que el Conde de Veniassin y el Arzobispo de Vivarais, cuentan ya con un ejército preparado de casi 450 soldados que se hayan acantonados en dos grupos diferentes repartidos entre ambas capitales, aunque de momento no parece que hayan tomado la decisión de realizar ningún ataque.
Bertran II, mientras, se desespera viendo como no puede hacer frente a los rebeldes. Las levas en sus feudos son lentas y todavía no han terminado de reclutar los soldados ni en sus feudos del condado de Provenza, ni en Forcalquier ni en Vienne. Teme que los rebeldes tomen la iniciativa y comiencen los ataques antes que el pueda disponer de tropas con las que defender sus dominios y sus títulos, pero según sus informaciones el Conde de Veniassin y el arzobispo no se han movido de Orange y Viviers respectivamente, por lo que cada día aumenta más su temor a que estén esperando refuerzos desde Tolouse, lo que provocaría la pérdida del control de los territorios de poniente del Ducado de Provenza.

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Los días pasan y no es hasta finales de noviembre cuando el duque dispone por fin de un ejército acantonado en Forcalquier, listo para atacar a los traidores. Pero solo ha conseguido reclutar a 585 hombres, el grueso de los cuales, 428, corresponde al condado de Provenza entre las tropas del propio duque y las del Obispo de Aix. Por su parte su primo de Folcarquier va acompañado de un pequeño grupo de 87 soldados y el Obispo de Vienne, Berenguié, a traido una reducida compañía de 70.

Esta situación no es favorable para Bertran, puesto que cuenta con casi los mismos soldados que los rebeldes, que ahora se han agrupado en Orange, y que ya alcanzan los 534 efectivos. Además se acerca el invierno a pasos agigantados, una mala estación para las luchas, y el duque sabe que el frio es peor enemigo que el ejército rebelde, así que aconsejado por sus consejeros, opta por no moverse de Forcalquier. Los contendientes pasan durante un mes mirándose desde sus respectivas fortalezas sin atreverse a dar el paso definitivo de atacar al contrincante.

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Por fin, pocos días después de comenzar el nuevo año del señor de 1068, el Conde de Venaissin decide tomar la iniciativa y la víspera de Reyes ordena a sus tropas dirigirse hacia Arles para asediar la capital del Ducado. Dos jornadas después el ejercito sublevado ya se encuentra ante la empalizada de madera que mandó construir el Duque, y que fue terminada en agosto del año anterior, impidiendo la entrada de víveres en Arles y hostigando a los asustados ciudadanos que se refugian trás sus murallas, dando por iniciada una guerra civil en Provenza.

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aqui estamos los legionarios paradoxeros esperando las ordenes del duque, mandoble en mano:D danos la orden y avanzamos y liamos la de dios:rofl:
 
Ha sido un contratiempo muy desagradable esta sublevacion que me fastidia todos los planes, pero creo que el duque va a poder con esos malditos. ;)

CAPITULO 4. EL ASEDIO DE ARLES

En Forcalquier Bertran está indeciso. Desea dirigirse inmediatamente hacia Arles para atacar a Rainaud de Venaissin y liberar a la ciudad del sitio al que se halla sometida, ya que en el castillo de la ciudad se encuentran su madre, su esposa, su hermana menor y su hija soportando el asedio al que les someten el Conde y el Príncipe-Arzobispo. Pero sus consejeros le recomiendan no enfrentarse directamente a los rebeldes, toda vez que las tropas de Bertran son demasiado iguales a las de los sitiadores y el resultado de una batalla en esas condiciones es incierto.

Pero a finales de enero del año 1068 el duque decide no esperar más porque teme que se sumen más tropas a los rebeldes y sea imposible atacarlos, por lo que ordena a su ejército dirigirse hacia Arlés para obligar a los sitiadores a levantar su asedio. Así que los soldados fieles al Duque salen del castillo de Forcalquier y toman el camino que lleva hacia el sur, siguiendo el cauce del rio Durença (Durance en francés) para enfrentarse a los traidores.

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Esta acción provoca una extraña respuesta por parte del ejercito sitiador de Arlés. Las tropas al mando del Príncipe-Arzobispo de Vivarais abandonan el asedio y retroceden hacia Orange, dejando solos a los soldados del Conde de Veniassin en su ataque a la capital del ducado. Bertran no sabe muy bien como leer este movimiento.

- Cuidado mi señor, podría tratarse de una trampa. Hacernos creer que el ejército rebelde está dividido y que es fácil atacar a las tropas del Conde de Veniassin, para que las tropas del Vivarais nos ataquen por la espalda cuando nos encontremos en los alrededores de Arlés.- le advierte su mariscal.- Lo prudente seria dividir nuestras tropas y atacar al mismo tiempo en Arlés y Orange, para evitar sorpresas.
Pero el duque no está convencido de que lo mejor sea dividir su ejército, así que decide continuar la marcha hacia la capital con todas sus tropas.

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El Conde Venaissin ante la próxima llegada del Duque a la capital, decide levantar el asedio y presentar batalla en un lugar más propicio para sus intereses, así que se dirige con sus hombres a Aix, donde el último día de enero ambos ejércitos se encuentran. Bertran está nervioso ya que ésta batalla es la primera real en la que participa y en todo momento pende sobre su cabeza la amenaza de que el Príncipe Arzobispo le ataque por la retaguardia pero, aun con todas las dudas, decide continuar con su estrategia y atacar con todo su ejército a los rebeldes que le están esperando en Aix.

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Bertran II, aconsejado por su Mariscal, establece una estrategia arriesgada: dejar que los hombres de Veniassin ataquen el centro de su ejército, donde se encuentran los arqueros, mientras que el propio Duque y su primo Jaufret, dirigiendo a la caballeria, atacaran los flancos de las tropas de del conde traidor, envolviéndolos y destrozándolos.

La batalla se desarrolla durante toda la tarde de esa jornada y finaliza con un completo éxito para el ejército ducal. Las tropas del Principe Arzobispo no se ha movido de Orange, dejando a su aliado solo ante el ataque de Bertran y Jaufret, que doblando los efectivos con los que cuenta el conde Rainaud, provoca importantes bajas entre los hombres de Veniassin, obligándolo a retroceder primero y a comenzar una huida en desbandada después, con los supervivientes intentando llegar de forma desesperada a Orange.

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Bertran decide seguir golpeando a los rebeldes mientras el hierro está caliente y dirige a sus hombres hacia Orange persiguiendo a los restos de las tropas condales, intentando acabar con ellos antes de que se unan a las fuerzas del Arzobispo, pero el disciplinado ejercito provenzal es más lento que los hombres del conde, que huyen a toda velocidad campo a través. Así, los pocos efectivos del ejército de Veniassin que han sobrevivido al desastre de Aix consiguen alcanzar los límites de su feudo, uniéndose a los hombres del Príncipe Arzobispo, antes de que el duque Bertran consiga alcanzarlos.

Ante la llegada de las noticias de la rotunda victoria que ha conseguido el duque, el Principe Arzobispo, en un nuevo ejercicio de cobardía, decide retroceder hacia Viviers y dejar Orange desprotegida, sola a su suerte ante el poderoso ejército ducal.

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Bertran somete a la capital del Veniassin a un duro asedio durante todo el mes de febrero y no es hasta San José cuando el conde Rainaud, al mando de los restos de lo que algún día fue un fuerte ejercito, intenta realizar alguna acción intentando salvar a Orange de una derrota, que parece inevitable, ante el Duque de Provenza. Pero la acción del Conde de Venaissin conduce inevitablemente al fracaso porque con una sesentena de soldados nada puede hacer frente al ejército que asedia Orange, asi que se mantiene a una prudente distancia de las tropas ducales, en los alrededores de la ciudad de Carprentas esperando su oportunidad. Mas cuando el duque se entera de que el conde se halla en los alrededores, decide levantar el sitio de Orange y dirigir a sus tropas en busca de Rainaud para darle una nueva lección.

El ejercito ducal cae sobre las escasas fuerzas de que dispone el conde en las cercanías de la ciudad de Carprentas como una violenta tormenta y ambos ejércitos se enfrentan en una breve pero cruenta batalla. Las tropas lideradas por Rainaud no pueden ofrecer gran resistencia ante la superioridad numérica del ejercito ducal y son aniquiladas sin que Bertran tenga que lamentar apenas perdidas. Mientras que el ejercito del duque solo pierde siete hombres, el total de los 63 integrantes de la compañía mandada por el conde terminan la jornada abatidos en el campo de batalla, con sus cuerpos inertes esperando pacientemente la llegada de las aves carroñeras que darán buena cuenta de su carne.

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Sin tiempo para saborear la victoria Bertran, envalentonado por las continuas victorias que ha conseguido hasta ahora, decide encaminarse hacia Viviers para dar una lección al Principe Arzobispo, pero cuando las tropas ducales llegan a la capital del Vivarais, Girard de Viviers y su ejército han huido nuevamente por lo que Bertran comienza un asedio sobre la ciudad hasta que esta presenta bandera blanca el 8 de junio.

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Con el Vivarais ocupado y bajo control ducal, Bertran dirige a sus hombres de nuevo hacia Orange, donde sus espías le han revelado que se oculta el escurridizo ejercito del arzobispo, pero este, al enterarse de que las tropas leales al duque se acercan a la capital del Veniassin, comienza otra vez con su juego del gato y el ratón, huyendo antes de que Bertran tenga tiempo de cruzar el Ródano. No es hasta mediados de julio del año 1068 cuando las tropas del duque y las del príncipe-arzobispo se encuentran, esta vez en Carpentras, de cuyo suelo todavía no se ha borrado la sangre de la batalla que tuvo lugar hace tres meses entre Bertran y el conde de Veniassin. Los soldados leales al duque y los rebeldes fieles al príncipe se enfrentan en una cruenta batalla donde Bertran tiene que lamentar la pérdida de una quinta parte de sus efectivos a cambio de cosechar una gran victoria donde el ejercito de Vivarais queda reducido a menos de la mitad, dejando el campo de batalla cubierto de soldados que yacen desangrados como odres vacios. Esa explanada donde se han desarrollado dos terribles batallas en poco tiempo se conocerá durante mucho tiempo como los Campos de la Sangre.

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esto ha sido epico!!!:eek: menuda paliza le has pegado a esos sucios rebeldes, quizas no te hagan falta las legiones paradoxeras para destruir la rebelion:laugh:
 
Pues ha sido una suerte que el principe arzobispo, aunque entre sus ragos esta el de ser valiente, no hace mas que huir como un conejito asustado y ha dejado con el culo al aire al conde de venaissin, porque sino habria sido mucho mas dificil doblegar la revuelta. Bueno, prosigamos, aqui tenemos un nuevo capitulo con el duque dando palos a sus rivales.

CAPITULO 5. EL FIN DE LA GUERRA CIVIL

Pocos días antes de la Navidad del año 1070 el duque Bertran desde la torre de su castillo, situado en lo que antaño fue el anfiteatro de la vieja Arelate romana, observa los avances en la construcción del foso que protegerá a la capital de su condado de nuevos ataques.
Buena parte de la ciudad de Arlés se halla encerrada entre los muros de lo que un día fue una instalación dedicada a la diversión de los patricios y plebeyos, convertida hoy en fortaleza, con su arena y gradas ocupadas por las cabañas entre las que discurren estrechas calles. Pero la ciudad ha comenzado a expandirse fuera de las arquerías que en su tiempo fueron fachada del anfiteatro y que hoy son las murallas de la ciudad.

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La empalizada que Bertran mandó construir para proteger esta parte de la ciudad ha demostrado su importancia ante el asedio que sufrió hace dos años por parte del Conde de Venaissin, pero el duque ha decidido reforzarla y, ahora que siente la corona ducal mejor asentada en su cabeza, ha decidido completar esta infraestructura defensiva con un foso poco profundo.

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La guerra civil ya ha concluido pero el Príncipe Arzobispo todavía no se ha rendido y ha estado provocando en el último años una serie de revueltas aisladas mal organizadas, fáciles de sofocar tras los dos duros golpes que le infligió el ejercito ducal y que terminaron con el ejercito de Vivarais tan destrozado como el del Veniassin.

El primer golpe lo asestó Bertran en Aubenas, en noviembre del año 1068, y enfrentó a los dos ejércitos en campo abierto en aquella localidad del Vivarais a casi 13 leguas* (unos 42 km) al oeste de Viviers. Bertran II, al mando de una compañía de 175 hombres, y el Arzobispo, con solo un centenar de soldados, lucharon hasta que las tropas del segundo quedaron reducidas a menos de la mitad tuvieron que huir en desbandada, campo a través, para salvar su pellejo.

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En aquella batalla el duque no solo destrozó lo que quedaba del ejército del Vivarais, sino que demostró un gran heroísmo, lo que le hizo ganar prestigio entre sus hombres y sus vasallos.

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Desde entonces hasta julio de 1069, el ejército del duque fue consolidando su ocupación del Vivarais y solo tuvo que enfrentarse a pequeñas rebeliones en Carprentas y en Avignon de escasa relevancia y sin ninguna consecuencia. Es a finales de ese mes de verano cuando el duque consiguió su victoria definitiva sobre el Conde de Veniassin y el Príncipe Arzobispo. El primero levantó en armas la ciudad de Orange, mientras que el segundo le apoyaba con una escasa tropa de 40 hombres. El ejercito ducal, con 350 hombres, se dirigió hacia la capital de Veniassin y tras destrozar los restos del ejercito del Príncipe Arzobispo sometió a un duro asedio a la ciudad, que agotada, sin alimentos y con la enfermedad y la muerte recorriendo sus calles, terminó rindiéndose el 31 de julio al Duque de Provenza.

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El Conde de Rainaud consiguió huir de la capital de su condado antes de la rendición, pero sin ejército ni un lugar seguro donde esconderse, tuvo que proponer una oferta de paz que llegó a Bertran poco antes de la festividad de la Ascensión, el 11 de agosto de 1069.

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El Duque, cansado de las continuas revueltas y batallas que llenan los campos de la Provenza de sangre, aceptó la rendición del Conde, con lo que la guerra civil concluyó.

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Pero Bertran estaba decidido a hacer pagar su osadía a los líderes rebeldes y, cuando sus espías le hicieron llegar la noticia de que Rainaud y el Príncipe Obispo ha vuelto a sus respectivos castillos en Orange y Viviers, y ordenó a su Mariscal que encarcelase a ambos.

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Si bien el mariscal no tuvo ningún problema para encarcelar al Conde de Veniassin, con Girard de Viviers la cosa se complicó y este consiguió escapar con una compañía de 44 soldados.

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El Principe Arzobispo huyó hacia el sur, al Condado de Provenza, buscando el mar o una vía de escape al sur de los Alpes que le llevase a Roma, donde pudiese pedir la protección del Santo Padre, pero esta arriesgada operación es un desastre ya que a la altura de Aix un importante regimiento de las tropas ducales, de 153 miembros al mando del Obispo Girard d’Aix, lo alcanzó, destrozando sus tropas hasta la aniquilación total.

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Solo el Principe Arzobispo consiguió escapar de la carnicería y, escondido, incitó a sus hombres del Vivarais para que atacasen al ejercito ducal. Así Bertran tuvo que enfrentarse a pequeños grupos de revoltosos, organizados por Raolf de Largentiere, que le atacaron en Viviers, Largentiere, Aubenas y que incluso intentaron atacar Vienne. Pero para el duque estas pequeñas batallas no eran más que molestias que tenía que ir resolviendo y que sabía que no eran una amenaza real, sino una prolongación de la agonía a la que estaba sometiendo el Príncipe Arzobispo y Raolf de Largentiere a los hombres del Vivarais.
Por ello Bertran se despreocupó de estas pequeñas revueltas y dejó que fuesen su primo Jaufret de Forcalquier o su capellán, el obispo Girard d’Aix, quienes se encarguasen de aplastarlas. Mientras Bertran, desde Arlés, se preocupaba de concertar los esponsales de su hija Cecile, que desde enero de 1069 estaba bajo la tutela de su Canciller, con el hijo menor del Duque de Carintia, Berthold I von Zähringen, lo cual aportaría otra importante alianza a la Provenza cuando se celebrasen los esponsales, aunque para eso aun faltaba bastante puesto que Cecile y Theodorich son aun unos niños.

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Y otra importante noticia le hizo despreocuparse de lo que sucedía en el Vivarais, puesto que el 4 de noviembre de 1070 en su Castillo de Arles su esposa Mathilde dió a luz gemelos. Dos hijos que se llaman Mathilde y Guilhem, su deseado heredero. Dos hermosos pequeños que ahora lloran y maman con la nodriza mientras Bertran vigila la evolución de las obras del nuevo foso de Arlés desde la torre de su castillo mientras espera la rendición definitiva del príncipe arzobispo de Vivarais.

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* Una legua era una medida de distancia equivalente a 3'226 km.
 
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