En algún lugar bañado por las oscuras aguas del Báltico
La pequeña comitiva fúnebre avanzaba con lentitud por la ladera de la montaña, ya que la copiosa nevada del día anterior hacía difícil adivinar por donde serpenteaba el traicionero sendero que, en los últimos inviernos, se había visto invadido por la maleza. Un explorador armado con una ruda hacha de leñador abría la expedición mientras se encargaba de cortar las ramas y rastrojos.
Un poco más atrás caminaba con paso firme el extranjero seguido por dos guerreros que en todo momento lo apuntaban con la punta de sus lanzas. Pero su porte era inseguro y no parecía probable que, en caso de ser necesario, pudieran derrotar al desarmado extranjero.
Este dispar terceto era seguido por un grupo de guerreros que transportaban sobre una plataforma de madera el gigantesco cadáver del anterior jefe de guerra. El muerto presentaba un aspecto sereno que solamente se veía truncado por la poco natural posición de la cabeza. Finalmente, la comitiva la cerraba el viejo atamán
[1] de la tribu y un par de guerreros de su guardia personal.
La marcha era lenta y engorrosa, pues el viejo atamán tenía que hacer frecuentes pausas para recuperar el resuello. En los últimos años se había dedicado más a los festines y orgías que a las expediciones de pillaje, cosa que agradeció su creciente tripa. Envuelto en sus pieles de lobo el viejo atamán parecía una gran bola peluda y los anillos de oro que en su juventud había rapiñado a los guerreros caídos bajo su hacha ahora aparecían hundidos bajo la carne de sus rechonchas manos.
Pese a su poca preparación para esta expedición en busca del sacerdote de Loki que moraba en la montaña, el atamán seguiría adelante a cualquier precio, pues era movido por la mayor de las energías que puede motivar al hombre: el odio y el deseo de venganza. Deseo de venganza contra aquél extranjero que había matado a su hijo; el jefe de guerra.
Tras asesinar arteramente al dios Baldr los demás dioses capturaron a Loki. Una vez inmovilizado colocaron una gran víbora encima de él para que el veneno le goteara sobre la cara. [2]
Todo había empezado una fría y ventosa mañana de hacía tres días. El vigía de la aldea dio el grito de aviso: un hombre se acercaba al poblado con un gran lobo muerto sobre sus hombros. La vida en la aldea era aburrida y rutinaria, así que incluso las mujeres dejaron sus quehaceres diarios para asomarse al umbral de sus moradas y observar que sucedía.
El extranjero no pareció inmutarse al verse rodeado y, ajeno a las preguntas y saludos que recibía, caminó directamente hasta la cabaña del jefe de guerra y tiró el gran lobo frente a la puerta. Cuando el morador de la casa salió a ver qué ocurría el extranjero pronunció las palabras del ritual:
“En el nombre de Loki he derramado la sangre de sus enemigos,
siguiendo su ejemplo he dormido desarmado bajo las estrellas en el bosque de Kovir,
allí maté con mis manos desnudas al lobo negro que acecha desde la oscuridad.
He demostrado mi valía ante el dios oscuro que gobierna esta tierra
Y, como su elegido, he venido aquí a retarte a combate mortal.”
La vida en la aldea resultaba monótona
Un ominoso silencio cayó sobre la aldea pues hacía generaciones que nadie se atrevía a realizar aquel rito. La teoría decía que cualquier guerrero podía retar al jefe de guerra a combate singular si pronunciaba las palabras adecuadas y cumplía con el ritual. En la realidad esta práctica había caído en desuso ya que el puesto de jefe de guerra era ocupado por el heredero del atamán y, si alguien se atrevía a retarlo, vería como su familia era masacrada antes del combate; lo cual actuaba de forma muy eficaz como elemento disuasorio.
Sin embargo ahora había aparecido aquel extranjero de la nada y había pronunciado las palabras correctas. Nada más enterarse de lo sucedido el atamán quiso que los guardias lo mataran, pero su hijo se lo impidió. Si rehuía el combate los demás guerreros de la tribu ya no lo respetarían ni ahora ni cuando fuera atamán. Además, él era más alto y fuerte que el extranjero de un solo ojo. El atamán accedió de mala gana para secreto disfrute de los moradores del poblado, que iban a asistir a un espectáculo de primera.
El viejo foso de luchas, donde entrenaban los guerreros más jóvenes, fue limpiado. Mientras tanto los luchadores tuvieron que despojarse de todas sus ropas y permitir que las ancianas de la tribu dibujasen sobre sus cuerpos los signos del dios oscuro con tizones de carbón.
El joven jefe de guerra era un guerrero robusto como un roble en la primavera de su vida
Una vez cumplidos los preparativos rituales dio comienzo el combate a muerte, que se libraría sin ninguna arma. El atamán cuando vio el comienzo de la lucha se sintió más seguro; no cabía duda de que su hijo era más poderoso y que además se movía más rápido que aquel extranjero. Lo que pasó luego hizo que un pesado silencio reinara sobre los presentes, que estupefactos vieron como los dos hombres se agarraban mutuamente por el cuello, tensando todos los demás músculos de su cuerpo. El jefe de guerra era sin duda más fuerte y parecía un error por parte del extranjero dejarse atrapar así. Sin embargo, al poco el cuello del jefe de guerra produjo un horrible sonido de ramita rota y el hombre cayó al suelo sin vida.
Tras la sorpresa inicial los miembros del poblado adujeron el resultado del combate a que el extranjero era un elegido del dios Loki y que, por tanto, debía ser nombrado como nuevo jefe de guerra. El furioso atamán comprendió tardíamente lo que había sucedido; ciertamente su hijo parecía más poderoso, pero jamás había ido a la guerra y todos sus combates habían sido contra otros miembros de la tribu que, para no caer en desgracia del próximo gobernante, le dejaban ganar fácilmente. Por su parte, las numerosas cicatrices del cuerpo del extranjero atestiguaban que era un perro de la guerra que había sobrevivido a múltiples batallas.
La expedición a la montaña era el último recurso del atamán para negar al extranjero el puesto de jefe de guerra. En un elevado acantilado frente al mar, alejado del resto de la tribu, moraba el sacerdote de Loki. El atamán pediría al viejo ermitaño que ofreciera como sacrificio al dios oscuro el cadáver de su hijo y que le preguntara quién debía ser el próximo jefe de guerra. El viejo jefe de la tribu no dudaba que, ante un ofrecimiento tan generoso, el dios oscuro decidiría que el próximo jefe de la tribu tenía que ser otro de sus numerosos hijos y no aquel extranjero.
El viejo sacerdote del dios timador
Al sexto día llegaron al risco donde vivía el sacerdote que resultó ser un anciano harapiento con la mirada perdida y gesto de demente. Una vez explicada la situación al elegido de Loki éste los condujo a todos hacia el círculo de poder. Era ya de noche cuando, entre viejas piedras y monolitos, depositaron el cadáver del jefe de guerra sobre una gran losa y se retiraron a cierta distancia todos menos el sacerdote. El viejo, que parecía haber enloquecido, danzaba de forma frenética alrededor del cadáver mientras agitaba su bastón de forma espasmódica. Una vez finalizado el baile extrajo de su túnica un afilado cuchillo y con él arrancó hábilmente el corazón del muerto para luego elevarlo hacia las frías estrellas.
En ese momento un chillido animal se oyó desde el cielo y, para terror del atamán, un águila muerta cayó del cielo nocturno a pocos pasos suya. El dios había hablado y el extranjero sería el próximo dirigente de los guerreros de la tribu. Ni siquiera el atamán pudo objetar nada pues el águila era el símbolo que su familia desde hacía generaciones.
La gran losa central del círculo de poder era el lugar elegido para realizar los más oscuros ritos
El viejo sacerdote hizo retirarse fuera del círculo de poder a todos menos al extranjero, que debía ser ungido paladín del dios oscuro mediante secretos rituales.
- Por un momento pensé que no iba a funcionar – dijo sombríamente el extranjero.
- ¡Oh! Mi ayudante dejó caer el pájaro justo en el momento oportuno. Debéis tener en cuenta que los hombres de la tribu son ignorantes y altamente influenciables. Llevan generaciones adorando a un dios que se ríe a la cara de los que le rezan. No hay nadie más traicionero ni menos preocupado por tener seguidores que Loki.
- Quizás sus sacerdotes estén a su altura en cuanto a vileza – apuntó el extranjero.
- ¡Ja! Cuando la antigua casta guerrera decidió egoístamente que un sacerdote no podía ser atamán mis predecesores fueron muy hábiles al crear este engaño, este falso culto a Loki. Gracias a ello consiguieron poder dirigir desde las sombras los destinos de la tribu. Pero el actual atamán prefiere no pedirme consejo y en su juventud incluso se atrevió a “recomendarme amablemente” que trasladara mi vivienda a la montaña mágica.
- No os preocupéis viejo, cumpliré mi promesa y pediré que tanto vos como vuestro ayudante seáis trasladados al poblado. Probablemente Loki me lo sugiera en sueños esta noche. – dijo el extranjero con una sonrisa lobuna.
- Ah, será agradable volver y desde allí podré influenciar mejor a esos borregos. Pero decidme, ¿por qué queríais liderar las tropas del atamán vos que, solamente con vuestra fama, tendríais asegurado el liderazgo de otras tribus más poderosas?
Por un momento parece que el extranjero no va a decir nada pero, tras pasarse la mano por la gran cicatriz que cruza su cara Ulf Hacha Sangrienta responde:
- A muchos vuelos de pájaro de aquí duerme tranquilamente el hombre que me hizo esto. Él piensa que puede descansar tranquilo, pero los dioses saben que mi hacha le cortará la cabeza. Las alianzas de vuestro rechoncho atamán resultan convenientes para mi propósito y me ayudarán a cobrar mi venganza.
Loki apunto de comerse el corazón de uno de sus enemigos [3]
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[1] Un atamán era un jefe de guerra entre los cosacos, no entre los pueblos nórdicos, pero últimamente he estado releyendo algunas historias de Conan y como ese fue uno de los títulos que ostentó me hizo gracia incluírlo en el relato.
[2] « Le châtiment de Loki », de Louis Huard (1891)
[3] Loki encuentra el corazón de Gullveig, de John Bauer (1911)