Los OTROS malditos bastardos: la historia secreta - UK AAR

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Kurt_Steiner

Katalaanse Burger en Terroriste
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Feb 12, 2005
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Aquí viene un AAR corto (o, al menos, eso espero, ya que mi idea es contar una historia corta) usando el escenario '44 del mod Elite, en la que explicaré la historia secreta (quizás por un buen motivo) de una de las unidades menos conocidas del ejército británico: Los OTROS malditos bastardos

Por supuesto, la culpa es de los padres de Tarantino, porque lo vistieron como director de cine

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La siguiente información se ha hecho pública según lo requerido por la Acta de Secretos Oficiales de 1989 (capítulo 6).


Los OTROS malditos bastardos: la historia secreta - UK AAR
Introducción. El Parlamento británico, 10 de mayo de 1944


La reunión había terminado. Había acabado otra sesión del Gabinete de Guerra, pero Winston Churchill seguía estando furioso. Algo en su espíritu guerrero no le permitía descansar, por lo que caminaba, arriba y abajo, mordiendo con rabia su puro.

Los yanquees tenían sus Doce del Patíbulo, mandados por un tal mayor Reisman -o lo que quedaba de ellos tras una incursión contra un chateau francés, que había terminado con un buen número de generales alemanes muertos, al menos, según Washington-. Y ahora, esa unidad fantasma, que está devastando la retaguardia alemana en Francia y volviendo la vida de los alemanes en un auténtico infierno.

"¿Cómo les habían llamado los del MI6...?" se preguntçó el primer ministro, mientras miraba por la ventana. Los Bastardos, recordó con una ligera sonrisa. Aldo el Apache, recordó, con una sonrisa algo más torva. Regresando a su mesa, Churchill sintió otro escalofrío recorriendo su columna verteberal mientras ojeaba el informe más reciente sobre la última locura de Hitler, alguna clase de experimento que estaba ya en su fase final, casi listo para ser usado, alguna especie de Wunderwaffe que, por lo que él podía decir, no sólo preocupaba al MI6, sino también al OSS americano.

"Y si nuestros primos americanos están preocupados, debe ser algo serio". Tras una breve pausa, tomó una decisión. Gran Bretaña iba a tener sus propios bastardos.

Después de todo, pensó Churchill, permitiéndose otra sonrisa, Gran Bretaña tenía una cierta práctica con los bastardos desde Guillermo el Conquistador, 1066 y todo aquello...
 
Geh. Kommanndosache Chefsache.
Nur duch Offizier
KR Blitz

OB West IA
Okdo d. HGr. B. Ia​

Die Verteidigung dem "Gross Paris" Stellung ist von entscheidender militärischer Bedeutung.

Es de la máxima importancia, por tanto, mantener la seguridad de nuestra base de lanzamiento para la lucha futura contra los aliados.

OKW / WFSt / Op (H)
Nr. 772767/44

23. 6 . 1944.
11.00 Uhr.​

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Los OTROS malditos bastardos: la historia secreta - UK AAR
Capítulo uno, May-en-Multien, Francia, 29 de mayo de 1944


Nunca llegaba tarde. Todas las tardes, con su viejo Mauser y sus gemelos enfundados dentro del raído estuco, los habitantes del May-en-Multien le veían cruzar la plaza del pueblo, camino de la pequeña iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, que databa del siglo XII y se hallaba encaramada en la altura que remontaba el Ourcq, mientras sonaban las primeras notas del Angelus de la tarde.

El alemán se dirigió a la iglesia, como cada tarde. Era un Feldwebel de la Luftwaffe, de sienes ya grisáceas. Antes de entrar se descubrió. Luego, con la gorra en la mano, subió lentamente los peldaños de la escalera de caracol que llevaba al campanario. Allí, en lo alto, había una mesa, una estufita y una silla, cuyo asiento de paja se podía convertir en un reclinatorio. Sobre la mesa, un mapa de Estado Mayor y un teléfono de campaña. El campanario de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción era un observatorio de la Luftwaffe.

Con sus gemelos, el alemán podía vigilar desde allí toda la región. Su mirada abarcaba un gran recodo del Marne, desde las flechas de la gran catedral de Meaux, al Sur, hasta las murallas medievales del castillo de La Festé-Milán, al norte.

Dentro de breve horas caería la noche sobre aquel paisaje. El Feldwebel del campanario escrutaría las tinieblas que le rodeaban. Con las primeras luces del alba descolgaría el teléfono de campaña y daría su informe al Cuartel General regional en Soissons. "Sin novedad en mi sector".

Los alemanes sabían que los aliados esperaban siempre la luna llena para hacer sus envíos en paracaídas a la Resistencia Francesa. Faltaban aún cuatro días.

El alemán estaba convencido de que nada iba a suceder en aquel pequeño sector de la Francia ocupada. Creía pues que podía dormitar sin temor alguno sobre el reclinatorio en aquella noche del 29 de mayo. Pero estaba equivocado.

Durante su sueño, a menos de tres kilómetros en línea recta del campanario, dos hombres y una mujer de la resistencia abalizaban un área de aterrizaje para paracaidistas en un campo de trigo. Poco después de las once, se dejó oír por fin el ruido que esperaban, el sordo rumor de un bombardero Lancaster que volaba a baja altura sobre el valle del Ourcq. Encendieron entonces sus lamparillas.

Tan pronto como vieron desde arriba el triángulo luminoso que brillaba en la oscuridad, el piloto apretó un botón y en la carlinga del avión se apagó una luz roja, encendiéndose una verde. Era la señal que esperaban unos hombres para lanzarse al vacío.

Mientras se balanceaban en el silencio de la noche tibia, los paracaidistas se sentían consciente del peso de las armas que, empaquetadas en sus mochilas, colgaban a sus pies.


Bernie: Buena elección..
Elaion: Igual yo, y me vino la idea en el mismo cine...
 
A saber quien integra la unidad porque Aldo es un mamonazo y queremos que sean igual de mamonazos.
 
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Los OTROS malditos bastardos: la historia secreta - UK AAR
Capítulo dos, Abadía de la Orden de la Santa Agonía, París, 1 de junio de 1944


Las nueve hermanas de la Orden de la Santa Agonía estaban arrodilladas en la penumbra de su capilla, desgranando el tercer rosario del día cuando tres timbrazos largos y uno corto rompieron el silencio del convento. Dos de ellas se levantaron de inmediato, se persignaron y salieron. Para la hermana Jean, la superior, y la hermana Marie, su ayudante, esos timbrazos eran una señal. Significaba "visita importante".

Durante cuatro años los alemanes habían buscado desesperadamente este convento, sitio en el número 127 de la calle de la Glacière. En el locutorio de su viejo edificio que se levantaba en la esquina de un solar y de las murallas siniestras del hospital psiquiátrico de Sainte Anne, se ocultaba el cuartel general de Jade Amicol, el jefe del Servicio de Inteligencia en la Francia ocupada. Oculto tras esas viejas piedras y por el valor de un puñado de religiosas, Jade Amicol había esquivado a la GESTAPO y sus infiltraciones. En 1943 se había celebrado en el locutorio del convento una entrevista secreta entre el almirante Canaris y Jean Amicol. Canaris había pedido que se preguntara a Churchill cuáles serían las condiciones para una paz entre Alemania y los aliados. Quince días después llegó la respuesta. Unicamente dos palabras: "rendición incondicional".

La hermana Jean miró por la mirilla de la estrella puerta de roble del convento, y pudo ver la risueña cara de un hombre joven.

-Mi nombre es Alain, y traigo leche para todas.

La hermana Jean abrió la puerta al reconocer la clave, y, tras comprobar que el grupo que esperaba a fuera no era seguido, les hizo entrar. Ya en el locutorio, bajo el severo retrato del fundador de la orden, el mayor Archibald Montague St. Barleigh se encontró con Jean Amicol.

Tras intercambiar los saludos de rigor, Archibald, o Archie para sus amigos, informó.

-Señor, este es mi grupo, del que ya le han informado, supongo. Este es mi ayudante, el sargento Angus McLeod...

-Perdone -preguntó Amicol-. ¿Qué es eso que lleva a la espalda, sargento?

-Un hacha, señor -replicó el sargento.

-¿Un hacha?

-Si señor, en recuerdo de mis antepasados vikingos.

Impresionado, Amicol optó por apartar su mirada del rubicundo escocés.

-Bien, mayor, el motivo por el que están ustedes aquí... ¿qué le sucede a ese hombre?

-¿Cabo? -preguntó Archie.

El aludido, un joven armado con una ametralladora Bren que apoyaba contra el muro, parecía realmente inquieto.

-No lo sé señor... algo me dice... no sé, algo no va bien.

-Tranquilízese, cabo. ¿Qué me estaba diciendo, señor?

Amicol continuó narrando. Al parecer, los alemanes estaban desarrollando un arma terrible, una especie de gas que asesinaría a sus víctimas mediante su código genético y que sólo mataría a aquellos que no fueran arios.

-Pero ¡señor! -exclamó Archie- ¡Eso es como intentar crear una bala que distinga a los seguidores del Glasglow Rangers de los del Hereford!

-¡Cuidado! -gritó entonces el cabo, empujando a su superior mientras disparaba con su Bren- ¡Es una trampa!

Todos los comandos hicieron uso de sus armas y pronto una tremenda lluvia de balas acribilló a los presentes. Todas las monjas cayeron muertas al suelo en un revoltijo de sesos y sangre. El último en morir, con la cabeza partida en treinta dos trozos por el hachazo brutal del sargento MacLeod fue Amicol, que, agonizando, tuvo tiempo de decir unas pocas palabras:

-Pedazo de cabrones ingleses... me han tenido que enviar a la panda de imbéciles más grandes... si lo llego a saber, me pido que me envíen a una división de españoles... por la gloria del cardenal Richelieu... que gentuza, mi madre... malditos bastardos...

Y murió.

Archie, un poco nervioso, se giró hacia el cabo y le preguntó:

-Supongo que tendrá una buena razón para haber gritado que era una trampa...

-¡Si señor! Aquí tiene la prueba: ¡una bíblia en francés! ¿Desde cuando los Papistas tienen bíblias en francés, eh?

-Así, a bote pronto, y mire que soy muy anglicano, pero diría que desde la Biblia de Leuven, en 1550...

-Ups...

-Sí... Bueno, ahora tenemos un pequeño problema. Tenemos que destruir un gas y no tenemos ni idea de dónde están los laboratorios.

El sargento McLeod, que estaba limpiando el hacha de sesos religiosos y seglares, exclamó:

-Bueno, supongo que la misión se ha complicado ligeramente.

Mientras tanto, la cuenta atrás para el Día D había comenzado.

calestos: :D
 
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Los OTROS malditos bastardos: la historia secreta - UK AAR
Capítulo tres, Café de la Paix, París, 9 de junio de 1944


Los días que siguieron a la masacre de la abadía de la Orden de la Santa Agonía vieron a la GESTAPO devastar el área en busca de pistas sobre los causantes de la misma. Tras varios días de infructosas investigaciones, y justo cuando la SD comenzaban a ver la mano de los comunistas detrás de la matanza, los acontecimientos de Normandía transformaron las prioridades del III Reich.

El 6 de junio los aliados desembarcaron en Normandía, dando paso a la tan temida invasión de Europa. Tras arduos días de combate, los aliados consolidaron la cabeza de puente y comenzaron a expandirla, marchando hacia Caen, Carentan, Bayeux, y, más allá de las playas, St. Lo y Cherburgo.

En París no se alternó la rutina. En una soleada mañana del 9 de junio, París vivía su 1.386º día de ocupación. Exactamente al mediodía el grefeiter Fritz Gottschalk desfijalaba con sus 250 camaradas del 1er Sicherunnsregiment por los Campos Elíseos casi vacíos, pues los parisinos hacía tiempo que habían aprendido a evitar estas humillaciones desde el 15 de junio de 1940, día en el que las banderas tricolores azul, blanco y roja habían sido reemplazadas por la negra, blanca y roja del III Reich.

Gottschalk bajaba marcando el paso en la vacía avenida. Bajo las arcadas de la calle de Rivoli, alrededor de la plaza de la Concordia, ante el Palacio de Luxemburgo, la Cámara de los Diputados y el Quai d'Orsay, las garitas de los soldados alemanas cerraban el paso por las aceras a los parisinos. Otros hombres montaban guardia ante el número 74 de la avenida Foch y ante el número 9 de la calle de Saussaies, y ante otros edificios más discretos, pero no menos conocidos. De aquellos edificios por la noche brotaban gritos que no podían ser ahogados.

Sentados en las sillas de mimbre del Café de la Paix, Archie y el sargento McLeod observaban el bosque de indicadores que había surgido por encanto.

Der Militärbefehlshaber im Frankreich.
General der Luftwaffe.
Haupverkehrsdirektion Paris
Zur Normandie Front.


Los amplios bulevares de la ciudad estaban vacíos. No habían vehículos apenas, pues pocos eran lo que poseían el ausweis para circular. Aquella mañana, pues, no había gasógeno contaminando el aire parisino.

De repente, el mundo del grefeiter Fritz Gottschalk se convirtió en un brillante y doloroso fogonazo de luz blanca. Al pasar los soldados por delante de un velo-taxi con el nombre de Los tiempos modernos, una explosión tronó en la plaza. Tras unos segundos de confusión, los ladridos de la Felgendarmerie llenaron la plaza. Sin prisa, con el periódico debajo del brazo, Archie y McLeod se levantaron, pagaron la cuenta y se marcharon con el deber cumplido.

Ahora era cuestión de saber si por fín tenían alguna pista sobre el endemoniado laboratorio.

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Bernie: Po zi.

calestos: Que jrande...

W. Canaris: C'est la guerre...
 
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Los OTROS malditos bastardos: la historia secreta - UK AAR
Capítulo cuatro, Notre Dame, París, 21 de junio de 1944


Para los dos hombres que viajaban en el Horch por las calles de París, la ciudad parecía el cielo en el tierra. El general Walter Warlimont y su ayudante, el mayor Helmuth Perponecher, cansados pero todavía de buen humor ante la impresionante visión de Notre Dame, que se presentaba como una inmensa fortaleza ante sus ojos. Warlimont estaba en Francia para reunirse con el mariscal Rommel y el vicealmirantel Friedrich Ruge para discutir la situación en Normandía tras la caída de Cherburgo en manos aliadas el 20 de junio. Los ingleses estaban lanzando sus carros contra Argentan mientras la infantería motorizada americana aceleraba hacia Brest. Aparentemente, nada podía detener su avance.

Ajeno a la presencia de Warlimont, el Sonderführer Alfred Schlenker, de Berlín, iba de camino al juzgado militar donde se condenaban a diario centenares de franceses a muerte desde hacía tres años. Él trabajaba como traductor en la corte, pero no pensaba en lo que sucedía allí, sino en su encuentro con su kamerad, Eugen Hommens, con el que había quedado para omer tras los juícios de ese día.

El aristocrático coronel Hans Jay regresaba tras una noche de placer. Caminaba unos pasos por detrás de Schlenker, sumido también en sus pensamientos y sonriendo ante el recuerdo de la jóvenes a la que había seducido esa noche en el cabaret "Shérézade". Para él, la guerra era un placer. En el otro lado de la calle, una hermosa dama, Annabella Waldner, regresaba a su casa, en el número 26 de la rue Raphaël, en Passy. Tenía 24 años y era la invitada del gobernador militar de París, von Boimberg.

Para todos ellos, la vida en París era una delícia. No eran los únicos en pensar así. Antoinnete Charbonier, la joven hija de un hombre de negocios que había perdido su brazo en Verdún durante la Gran Guerra, nada podía ser más horrible que la perspectiva de perder a su amante, hauptmann Hans Werner, con el que había pasado la noche bailando en el club "Monseigneur".

La paz del momento se interrumpió con el rugido de un motor de un coche que, a toda velocidad, surgió de una esquina y se lanzó contra el vehículo de Warlimont. El Horch giró violentamente hacia la derecha por el impacto y el general fue lanzado fuera del vehículo por el violento golpe. Antes de que Warlimont pudiera reaccionar, dos hombres aparecieron de la nada caminando tranquilamente. De repente sacaron sus armas y acribillaron el Horch, haciendo que durante unos segundos tanto el conductor como el ayudante de Warlimont se sacudieran en una espantosa danza macabra. Entonces cuando comenzaban a apuntar con sus armas al genreal, vieron por el rabillo del ojo a la paralizada mademoiselle Charbonier, que se había detenido en seco mientras cruzaba la calle al escuchar los disparos, y dos soldados. uno de ellos un oficial. Sin dudar, los hombres apuntaron sus Sten y dispararon a la vez.

Las balas abrieron un tremendo agujero en el uniforme de Jay, que fue lanzado hacia atrás como si hubiera sido golpeado por el puño de un gigante. Una bala, que rebotó en una piedra de uno de los edificios cercanos, penetró el ojo izquierdo de Schlenker, destrozando su cerebro en su caprichoso camino de salida. La joven dama permaneció de pie durante unos segundos y, luego, como una muñeca rota, se fue derrumbando, como una fortaleza derrotada, bajo los ojos de las torres de Notre Dame.

Warlimont, todavía bajo el shock de todo lo que sucedía, no reaccionó cuando su ayudante fue acribillado dentro del coche al intentar moverse en el postero acto de su agonía final. No reaccionó siquiera cuando el cielo quedó cubierto por la figura enorme de un pelirrojo que empuñaba un hacha de batalla enorme.

De repente, se apagaron las luces para Warlimont.

Cumplida su misión, los dos hombres se marcharon, sin acelerar el paso. , Annabella Walder continuó sentada en el suelo, reducida a una fuente de sollozos. Frente a ella, uno de sus zapatos, con el tacón roto, estaba caído de lado en el suelo. En su mejilla brillaba el arañazo de una bala que había fallado por poco su objetivo.

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Unos pocos días después, mientras la GESTAPO removía todas las piedras de París para encontrar a los asesinos, los bastardos de Archie descubieron que habían matado a un general. Aún pasarían unos días hasta que escucharon los rumores de una extraña actividad que tenía lugar, de noche, en la catedral de Notre Dame.
 
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Ahora es cuando como dice Cayus :)D) vengo a tocar los webs y digo que:

1) El ADN no es descubierto hasta 1953.
2) El código genético no es el ADN.

:D

Aparte de eso, que sangría ¿De verdad es necesario matar a tanta gabacha? Vale que son franchutes, pero me parece excesivo. Y más excesivo aún si están buenas. :p
 
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Capítulo cinco, Porte Maillot, París, 23 de junio de 1944



Ante la salida del Metro que da al bulevar Gouvion-Saint-Cyr, en la Porte Maillot, un hombre alto y delgado, vistiendo un impermeable color masilla y sombrero de fieltro echado sobre los ojos, paseaba. Al filo de las 11, un camión se detuvo él. Se acercó al vehículo y preguntó en voz baja al chófer si venía "por las armas". Ante la señal afirmativa, el hombre dijo: "soy el capitán". Luego sacó del bolsillo un paquete de cigarrillos "Gauloises", para que le "ayudaran a esperar". Momentos después llegaron dos camiones y veinte jóvenes esperaban fumando en la acera los cigarrillos del generoso capitán.

Cuando Jean Pierre Dudraisil los vio de lejos, pensó: "Vaya idea la de citarse tanta gente en un mismo sitio. ¡Nos van a coger a todos!". Entre ese grupo, formado por Jóvenes Cristianos y comunistas de Chelles, estaba una muchacha, Diana, responsable de los Jóvenes Cristianos Combatientes. El capitán los ordenó subir a los camiones y pidió a los responsables que las lonas de los vehículos tan permaneciesen herméticamente cerradas como fuese posible, para que los alemanes no pudieran sospechar nada. Harían dos paradas. En la primera nadie debería moverse. En la segunda, entrarían en el garaje donde debían recoger las armas destinadas a la resistencia de París.

Los camiones arrancaron. Cinco minutos después, el camión se detuvo. Diana alzó algo la lona y lanzó un grito. Alemanas armados con metralletas salían de un solar y avanzaban hacia los camiones. "Raus! Raus!" mandaban los alemanes, metiendo las metralletas por entre las lonas. Alguien desde la calle gritó en francés "¡Saltad!" Diana reconoció la voz del capitán. Dudrasail fue el primero en hacerle. Un soldado disparó una ráfaga corta contra él, y el muchacho sintió una quemadura en el muslo. Otro chico le siguió. Luego Diana. Su aparición, con sus largos y rubios caballeros, hizo que cesara el fuego.

Una hora más tarde, Diana y sus treinta y cinco compañeros se encontraban en el siniestro patio del número 9 de la calle Saussaies, el mismo donde tantos franceses habían sido torturados hasta la muerte. Tras dos horas esperando con los brazos en alto, fueron separados para ser interrogados. Diana fue trasladada a una celda del quinto puso.

Hacia las ocho de la noche se abrió la puerta y alguien le dijo que estaba libre. Nadie le dijo que había pasado con los demás detenidos.

Al día siguiente, en un garaje de la calle Chardon-Lagarache, unos padres y madres desesperados buscarían los cuerpos de sus hijos entre los treinta y siete cadáveres que los bomberos acababan de recoger en el Bois de Boulogne. Muchos padres no localizarían nunca a sus hijos entre los cuerpos destrozados de los primeros treinta y cinco mártires de la liberación de París (1).

Así vengó la GESTAPO la muerte del general Warlimont. (2)

(1) Las circunstancias exactas de la muerte de los treinta y cinco ejecutados en la cascada del Bois de Boulogne no son todavía conocidos. Se cree que fueron ejecutados con ametralladoras y rematados con granadas. De acuerdo con el testimonio de los vecinos de la zona, se escucharon muchas detonaciones por la noche, hacia las 9.
Por razones inexplicables, los alemanes dejaron libres a Diana y al chófer de uno de los camiones. En cuanto al falso capitán del servicio de inteligencia, el agente de Vichy Serge Marcheret, fue detenido después de la Liberación, juzgado, condenado a muerte y ejecutado.
(2) La masacre del Bois de Boulogne no tuvo nada que ver, naturalmente, pues Warlimont no fue asesinado, pero la he encadenado a este suceso, dada la manía nazi a la hora de tomar represalias violentas.


Viden: Insinúas que ze Führer se equivoca? Puerco rojoso!!!!

Vale, a partir de ahora sólo mataremos a gabachas feas.
 
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Capítulo sexto, puente de Neuilly, París, 26 de junio de 1944


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La columna de camiones Opel Blitz de 3 toneladas encabezada por un Kubelwagen cubierto de follaje cruzaban el puente de Neuilly. Pertenecía a la 813.º Pionerkompanie. El comandante de la compañía, hauptmann Werner Ebernach, estaba de un humor de perros. Se le había asignado volar todos y cada uno de los cuarenta y cinco puentes que cruzaban el Sena. Durante el viaje a París, durante el cruce del Bois de Boulogne, uno de los Opel lleno de explosivos había desaparecido sin dejar rastro. Por más que rastrearon la zona, no había señal alguna del camión. Además de llegar tarde por el retraso causado por la búsqueda, encima le faltaba un camión. El general von Choltitz seguramente no iba a felicitarle por tan vergonzoso incidente. De haber sabido que el general estaba cada vez de peor humor ante el cúmulo de malas noticias que se agolpaban sobre su mesa, Ebernach se hubiera sentido peor.

La veloz aproximación de los aliados hacia París había hecho que se acelerara la evacuación de los no-combatientes y aquellos que podían abandonar la ciudad lo hacían a toda velocidad. Los carros aliados ya habían penetrado en Argentan, tras el fallido contraataque del XLVII Panzer Korps del general Hans Freiherr von Funck en el sector de Mortain. Pero aún, el 7.º Ejército alemán corría gran riesgo de verse cercado en torno a Falaise.

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Mientras sus hombres descargaban los explosivos del camión, Archie repasaba las últimas informaciones sobre el laboratorio secreto nazi. Tras reflexionar brevemente, repasó la cantidad de explosivo que llevaban reunidos hasta el momento y preguntó a su sargento:

-Sargento... ¿Usted cree que tendremos suficiente para volar Notre Dame por los aires?

-Supongo que si, señor. Entre los explosivos y los materiales químicos, habrá más que suficiente para enviar a las gárgolas de viaje a la luna, señor.

-La duda es, con nuestras tropas tan cercanas, ¿hará falta que lo hagamos?

-No hay duda que no pueda resolverse con la suficiente cantidad de explosivos... -replicó el sargento, mientras comenzaba a afilar de nuevo su hacha.

Carlangas: Hollywood es notorio por sus idas de olla, pero en una reconstrucción de la liberación de París, ni ellos podían saltarse ese evento.
 
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El sargento es un hombre muy sabio.
 
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Capítulo septimo, calle Saint Armand, París, 26 de junio de 1944


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Otro robo que pasó desapercibido tuvo lugar en la calle Saint Armand, a dos pasos del matadero de Vaugirard, donde dos tenientes, von Berlipsch y Daub, y dos sargentos, Bernard Blache y Max Schneider, del 112.º Regimiento de Transisiones, estaban repartiendo, de manera metódica, mil kilos de dinamita y doscientas cápsulas explosivas entre los tres pisos subterráneos de la central donde 232 tele-escritores se relevaban día y noche para atender las comunicaciones del frente occidental. Nadie notó la desaparición de cierta cantidad de explosivos y detonadores en el marasmo de actividad. Al mismo tiempo, otros preparativos similares tenían lugar en la central telefónica de Los Inválidos, donde estallarían 25 cajas explosivas figadas a unas botellas de oxígeno comprimido a 180 atmósferas.

Entonces, los aliados decidieron que no atacarían París frontalmente. Einsenhower, tras considerarlo seriamente, decidió no arriesgarse a que una cuarta parte de su ejército se quedara paralizado por falta de gasolina. Tal riesgo no era aceptable para él. En aquel verano, la gasolina era el bien más apreciado del mundo. París podía hacerle perder centenares de miles de litros, pues tendría que socorrer a los tres millones de parisinos (*) y, ya que los ferrocarriles estaban inutilizados, tendría que hacer uso de miles de camiones para el transporte a París, desdes los ya saturados puertos de Canal -Cherburgo y las playas de desembarco-, situados a 650 km de la capital, entre ida y vuelta. Por ello se iba a ejecutar un gran movimiento de tenaza, por el norte y el sur de París, a través de las grandes llanuras, que se prestaban al movimiento de las masas de carros de combate y el empleo masivo de la aviación.

No sólo se aislaría a las fuerzas enemigas emplazadas en París, sino que se acabarían con las rampas de lanzamiento de las V1 y V2. Para ello, el 21.º Grupo de Ejércitos de Montgomery lanzó su ofensiva contra Le Havre y el 12.º Grupo de Ejército cruzaría el Sena por Melun y marcharía hacia Reims.

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calestos: Por eso es sargento

Bernie: Eso he pensado yo siempre.

(*) Lapsusito corregido con la ayuda de Bernie.
 
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Capítulo octavo, calle Chézy, París, 3 de julio de 1944


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Los días que siguieron estuvieron llenos de un calma tensa. A medida que las fuerzas aliadas continuaron presionando hacia el canal, alejándose de París, una sorda desesperación comenzó a adueñarse de la resistencia francesa. Por ello, cuando las fuerzas americanas entraron en Amiens el 1 de julio y continuaron su marcha hacia Calais, el coronel Rol, jefe de la resistencia en París, decidió actuar.

En la mañana del 3, el día comenzó como cualquier otro. Los soldados alemanes vaciaban las calles de París a medida que se levantaba el toque de queda, las mujeres comenzaban sus colas para la ración de comida del día y miles de trabajadores se ponían en marcha. Sin embargo, ese mismo día otros miles de trabajadores no fueron a trabajar. Prepararon sus armas, y se dispusieron a combatir.

Mientras tanto, un camión cruzaba las, por el momento, vacías calle de la capital. Al igual que cada uno de los cinco mil alemanes que vivían en la comuna, los dos soldados alemanes que sorbían un coñac en la esquina de la calle de Chézy, cerca de la alcaldía, se sentía completamente en su casa. Cuando oyeron el ruido de un camión detenerse frente a ellos, no se inmutaron. Al abrise la puerta del café, cambiaron una sonrisa de satisfacción. Sin embargo, en lugar de aparecer Jeannine, la criadita que esperaban, apareció un inmenso pelirrojo con una hacha en la mano.

Al regresar al volante del camión, el sargento McLeod se llevó la reprimenda de su superior.

-No tenemos tiempo para estas cosas. La próxima vez, use la pistola. ¡Y límpiese la sangre de la cara, por Dios, sargento!


Bernie: Gabachosos, se dice gabachosos... :D
 
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