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unmerged(60366)

Linebacker
Aug 29, 2006
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Pos nada, que al final me he lanzado y tal como amenacé, he aquí la tan esperada (?) secuela de mi primer AAR.

EUIII 1.3, a pelo, sin mods, como los onvres. Ejem, bueno, con un pequeño retoque del mapa para que coincida con el del final de la otra partida en el EUII.

¿Objetivos? Pues igual que cuando comencé la otra partida en el EUII, en este juego soy bastante novato, así que objetivos facilitos.

1. Comerme todas las provincias que pueda y dominar el lejano oriente.
2. Darle por el *ulo a China todo lo que pueda (a ver si recupero los territotios que perdí en la última guerra, y algún otro de regalo).
3.Divertirme y no amuermar mucho a la audiencia, pero que sepais que el hilo argumetal del pasado AAR continúa, con sus correspondientes culebrones.

¡Abrochaos otra vez el kimono, que esto empieza ya!
 
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Capítulo 1

Cuidad de Hue, Binh Tri Thien, Indochina
28 de abril de 1583


Las densas volutas de humo de la pira funeraria oscurecían el sol aquella tarde. Yamashita Ujinao había asistido con desgana al funeral del almirante Takayoshi, como parte de la comitiva del clan Yamashita, y aguardaba inquieto el fin de la tediosa ceremonia para salir aquella noche de ronda por las posadas y burdeles de la ciudad, como el resto de jóvenes samurai.

Ujinao era el primer varón de siete hermanos y el benjamín. Su padre, Yamashita Gakutsune, era el hermano menor del daimyo Yamashita, y al igual que su hermano, se habían visto traumatizados por la muerte de su padre y de dos de sus hermanos en la guerra contra China. Por eso el padre de Ujinao, había buscado con ahínco un varón, llegando, según se decía, a llevar a su primera esposa al suicidio por creerla presa de alguna maldición.

Todo aquello eran cuentos de viejas para Ujinao. Historias de una época oscura que él no había vivido. Él solo recordaba los triunfos de su país en Indochina, que le despertaron el espíritu guerrero. De niño soñaba con repetir las azañas de los militares japoneses, y ahora que era todo un hombre, comprobó que las guerras, por épicas y heróicas que parezcan, son muy deiferentes de cómo las narran.

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Tras la guerra contra Dai Viet, el avispero de Indochina se había calmado. De hecho, un cambio en la casa regentre del país vietnamita por una familia más afín al gobierno Ming de China, hizo que el reino de Ayutthaya abandonase sus pretensiones sobre el norte de Indochina y se dedicase a hostigar a sus infelices vecinos del sur.

El fin de la amenaza siamesa convirtió la otrora poderosa alianza del norte en papel mojado, poco más que una declaración de amistad. De esa manera, los estados tapón projaponeses de Tannugu y Luang Prabang dejaron de ser útiles como tales y comenzaron a temer que la voraz China los engullera , como era su costumbre. Esto situaba al pequeño reino de Tonkín, antiguamente conocido como Dai Viet, en la perla del norte de Indochina. Sabiendo que estaba influenciado de forma solapada por los chinos, los estados Indochinos projaponeses rompieron su vasallaje y se aliaron con Tonkin. Por si eso fuera poco, el recién restituido reino de Manchuria, también se declaraba libre de la tutela japonesa, y se aliaba conlos tres países indochinos. El tercer vasallo de Japón en la zona, Champa, ya había declarado su intención de ser independiente, y dada su situación geográfica, el imperio tampoco deseaba de este pequeño reino nada que fuera más allá de su neutralidad.

El shogún Oda tuvo que asistir impotente a la putrefacción del dominio japonés sobre Indochina, que aún andaba en pañales. Algo olía mal, y no solo en Indochina. Nobunaga sabía que todo ello era un perfecto plan para derribar la "muralla" que Japón estaba alzando entre la ambiciosa China y el sur de Indochina, y que los "obreros" encargados de dicha demolición era una perfecta red de espionaje que, sin darse cuenta, la corte había dejado entrar en Japón. Era hora de sacar la basura y remendar los desperfectos. El antiguo clan ninja Koga, que tan buenos servicios había prestado al shogunato Ashikaga, debía ser desempolvado. Pero todo a su tiempo...

En un par de años, Japón tuvo que replantear de nuevo su modo de acción en Indochina, ya que no solo habían perdido a sus vasallos, sino que las dos provincias que controlaban directamente también se hallaban en peligro.

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Por desgracia, a pesar de sus esfuerzos diplomáticos, el primer conflicto no tardó en estallar, en julio de 1579. La población Vietnamita de la provincia de Viet Bac se rebelaba y atacaba la guarnición japonesa.

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Durante tres largos años, Japón trató infructuosamente de que el reino de Tonkín permitiera pasar al ejército japonés a sofocar la rebelión. El rey Ho Bing Hua de Luang Prabang, amigo personal de Uesugi Kenshin, tampoco concedió su permiso, temeroso de enfurecer a su aliado, pero sobre todo al poderoso imperio que tenía detrás. Nobunaga, harto de rodeos ordenó formar un ejército y retomar la provincia por las armas si era preciso. Un reciente
ensayo publicado por uno de los consejeros de la corte habían subido el prestigio de Japón ante sus vecinos, y el imperio tenía que imponerse para no perder su influencia en la zona.

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Al fin se descubrió el verdadero sentido de las tercas negativas de Tonkín. En septiembre de 1582, la provincia de Viet Bac se unía formalmente al reino vietnamita. El shogún montó en cólera y declaró la guerra a Tonkin. Los aliados del país vietnamita acudieron en su auxilio, excepto Tannugu, que preveía que su inclusión en el conflicto solo alargaría la guerra con nefastas consecuencias para ellos, y que en modo alguno decidiría el resultado.

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El propio Nobunaga se puso al mando de la Guardia Imperial que desembarcaría al norte de Corea, mientras que su privado Kenshin, hacía meses que estaba en Indochina, preparando la invasión de Tonkín. Ujinao estaba al servicio directo del general Uesugi, y ya en Binh Tri Thien haría buenas migas con el jovencísimo Nobuteru, uno de los hijos menores de Nobunaga, con el que compartía su afición a las espadas, las mujeres y los licores.

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El plan de ataque dividía a los ejércitos en dos, eviando a la mitad a invadir Luang Prabang, mientras la otra mitad tomaba las ciudades, casi desprotegidas, del reino de Tonkín. El joven reino apenas tenía ejército, y ése era otro síntoma de que tanía un "hermano mayor" velando por él.

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El general Uesugi se puso al mando del ejército que invadiría Luang Prabang, tal vez en un intento de negociar una paz honrosa para su amigo y ex-compañero de armas, el rey Ho Bing Hua. Kenshin y Ho se citaron antes de la batalla en la provincia de Vientiane. Se abrazaron con un sincero afecto, y, con lágrimas en los ojos, el monarca laosiano fue rechazando una tras otra las ofertas, a cual más generosa, del general japonés. Su pueblo le exigía no doblegarse ante el imperio japonés. Kenshin abrazó de nuevo al gigantón laosiano antes de una triste despedida.

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La guerra fue un paseo para Japón. En Manchuria, Nobunaga barrió al ejército enemigo, y Uesugi destrozó a las pobres levas de Luang Prabang. Tonkín, como jefe de la alianza, envió un mensaje a Kenshin ofreciendo, o más bien suplicando la paz. Kenshin, a sabiendas de cual era el parecer del shogún rechazó la oferta y esperó noticias de Nobunaga. En efecto, al cabo de una semana, el shogún envió un emisario que le comunicaba que Manchuria había pedido la paz por separado, entregando la provincia de Ninguta. De haber aceptado la primera oferta, El esfuerzo bélico japonés habría recibido poca compensación.

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Poco después Ho Bing Hua también se rendía, cediendo la provincia de Vientiane, y al cabo de un mes, abandonado por sus aliados, el reino de Tonkín capitulaba, cediendo la rebelde provincia de Viet Bac. Esta vez Uesugi dejaría allí un fuerte contingente para evitar nuevas sorpresas.

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Tanto Ujinao como Nobuteru habían participado poco en las batallas. En cuadrados en la caballería de reserva, casí no tiñeron sus espadas de sangre. De todas formas sí habían sido testigos de primera mano de los estragos que hace la guerra en la piel del mundo.

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Un violento codazo despertó a Ujinao, que se había quedado amodorrado sobre su cojín. Todos los militares y dignatarios se estaban levantando, y Nobuteru, atento, había salido al quite para que su amigo no quedara en evidencia. Acabado el funeral, parte de las tropas quedarían acuarteladas en Hue hasta que llegase un transporte que les llevase de nuevo a Japón.

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espero ansioso el siguiente capitulo
 
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Capítulo 2

En algún lugar de la provincia de Vientiane
9 de agosto de 1589


Ujinao se palmeó la nuca. Condenados mosquitos. Prefería vérselas con un ejército rebelde con con aquellos malditos insectos. Habían pasado seis años desde su primera misión en la que, apenas adolescente, había hollado aquellos mismos parajes. Era joven e impresionable, el mundo era nuevo y excitante para él, tanto que no recordaba la voracidad de los mosquitos vietnamitas. Había llovido mucho desde entonces.

Nada más regresar a Japón de la campaña de Indochina, Shimazu Yoshihiro abandonó el bakufu tras unas desavenencias con Nobunaga. Ese mismo verano se retiró a sus dominios de Kyushu, y aunque no se declaró formalmente en rebeldía, renunció a sus privilegios en la corte y se aisló en su castillo de Bungo.

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El shogún era justo, pero terco y poco diplomático. A sabiendas de que el clan Shimazu había sido un poderoso enemigo del shogunato en tiempos de la Guerra de los Daimyos, el señor Uesugi pidió permiso a Nobunaga para desplazarse a Kyushu. Ante su sorpresa, el shogún accedió. Nobunaga parecía cansado, muy cansado. Kenshin aconsejó a su amigo descansar de la ajetreada vida gobernante durante un tiempo, su hermano menor Nobukane podía ocuparse de mantener el orden y en caso de problemas, Nobunaga volvería con fuerzas renovadas. El shogún se despidió agradeciendo las palabras de su amigo.

Sin embargo, el viaje no duró demasiado. Apenas unos días después, antes de embarcarse para Kyushu, un mensajero llegó a galope tendido y se postró ante el general. "¡Mi señor, terribles noticias!" exclamó.

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Los funerales por la muerte del shogún se celebraron inmediatamente, y toda la corte asistió con un gran pesar, real o fingido. A Ujinao le sorprendió que Nobuteru no ocupase un puesto en el velatorio junto a la familia Oda. Más tarde le explicó que al ser hijo de una consorte, prefirió estar junto a su verdadera madre, una dama que Ujinao no conocía, pero que le resultaba familiar..

Uesugi Kenshin quedó desolado ante la noticia de que su gran amigo Nobunaga había muerto. El hombre que había logrado la expansión en Indochina, que había puesto fin a ciento cincuenta años de luchas internas y mantenía unida la nación, había dejado de existir ¿Aguantaría el país la ausencia de su líder? ¿A la ambición de los codiciosos cortesanos qa los que Nobunaga mantuvo a raya? La respuesta a esa pregunta, como Kenshin temía, no tardó en aparecer.

En el siguiente consejo del bakufu, Nobukane comunicó que se mantendría como shogún regente hasta que el hijo de Nobunaga y legítimo heredero, Nobukatsu, estuviera listo para gobernar. Nobukatsu, que apenas tenía diez años menos que su tío, era perfectamente capaz de gobernar, pero calló, consciente de que la mayoría del bakufu apoyaba al usurpador, más complaciente con las demandas de los nobles. Kenshin comprendía la actitud del joven heredero. Lo que menos necesitaba el país era otra disputa por el poder. Sobre todo teniendo en cuenta los informes que al consejo llegaron desde Manchuria.

La recientemente adquirida provincia de Ninguta se había sublevado. No era un hecho aislado, otras provincias manchúes en poder de China también estaban siendo azotados por las rebeliones nacionalistas. El ejército rebelde, sin embargo, no se dirigió al sur, contra las posiciones japonesas, sino al norte ¡Contra el reino independiente de Manchuria! Al parecer los rebeldes no sólo deseaban escindirse de sus amos para volver a unir a Manchuria. También deseaban un cambio de gobierno en su reino. Sin embargo, los rebeldes estaban desunidos, y fruto de esa desunión, los rebeldes de la provincia de Ussui decidieron unirse al Japón antes que al reino de manchuria o al imperio Ming.

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Nobukane preparó diligentemente el contraataque sobre los rebeldes de Ninguta. Sin embargo, dos atentedos casi consecutivos contra el shogún evidenciaron la falta de seguridad que reinaba en la corte. Ante la sorpresa del bakufu, Nobukane restó importancia al asunto, insinuó que era un problema que su hermano no supo solucionar y que pronto él le pondría fin, y continuó con los preparativos para invadir Ninguta.

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Kenshin estaba consternado por la falta de respeto del shogún hacia su antecesor y hermano, y por la ausencia de visión pragmática de Nobukane. En la corte se respiraba nerviosismo, aún se recordaban los días de la guerra civil. Un conflicto que había dejado profundas huellas en el país. La situación se calmó brevemente con la rotunda victoria en Manchuria.

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Sin embargo, la zona estaba lejos de pacificarse. Las provincias alrededor de los dominios japoneses no cesaban de alzarse en armas contra China.

La inestabilidad continuaba, y la debilidad de Nobukane recordaba los tiempos del shogunato Ashikaga. Hecho que aprovechó el clan Shimazu para dejar de pagar sus impuestos. Poco después, se declaró en rebeldía y armó un ejército.

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El shogún ordenó a Kenshin ponerse al mando de la Guardia Imperial y aplastar la rebelión. El veterano general, resignado, aceptó el "honor" y se dispuso a arreglar un desaguisado que consideraba culpa íntegramente de Nobukane.

Yoshihiro se rindió ante la superioridad táctica del ejército de Kenshin, y aceptó desplazarse a Kyoto para convertirse en huésped forzoso del shogún, que no toleraría nuevas sublevaciones en el interior.

Y así fue. El ejemplo dado con Shimazu Yoshihiro surtió efecto y se vivió un breve período de paz. El gobierno aprovechó la calma para reorganizar el ejército, de forma que se tuviese una mayor presencia en Nishikuni, y un mayor control en las Islas Sagradas.

Sin embargo, la tranquilidad no podía durar mucho, y mientras el gobierno se ocupaba de sus posesiones en el norte, la población vietnamita disidente en Indochina pe preparaba para otro ataque. En marzo de 1589, la populosa cuidad de Vientiane ejecutaba a los gobernadores japoneses.

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De nuevo, Nobukane confió al general Uesugi la responsabilidad de acabar con los rebeldes. Kenshin aceptó, aliviado por una vez de verse lejos de la corte. El general se embarcó con un destacamento rumbo al puerto de Bihn Tri Thien para ponerse al mando del ejército de Indochina. Con él viajaron, entre otros guerreros de su confianza, Ujinao y su amigo Nobuteru, que ya se habían fogueado en la campaña contra Shimazu.

Los jóvenes samurai lucharon con gran valentía y la derrota de los rebeldes fue inevitable. Sin embargo, al llegar el verano, una grave enfermedad aquejó al gran general Uesugi. Impotentes, los médicos de campaña vieron como la salud de Kenshin empeoraba.

Los pensamientos de Ujinao se vieron interrumpidos por la insolente irrupción de un mosquito que, con su agudo zumbido se le había posado en una oreja. Se dió una palmada en el rostro tan fuerte que el sonio llamó la atención de varios soldados que descansaban cerca. Ujinao les miró, contrariado, y ellos sonrieron, comprendiendo. La escena se vió interrumpida por el criado del general Uesugi. Kenshin reclamaba la presencia de sus amigos.

Muy deteriorado por la fiebre y la fatiga, Kenshin aconsejó a sus comandantes que, a su regreso a Japón, dieran parte de su éxito al shogún. Los samurai protestaron ante la insinuación de que su general no iba a volver con ellos, pero Kenshin se mantuvo firme, pues sabía que desde la guerra contra China le debía una tumba a esa tierra. E incluso hizo más. Opinó que Nobukane no era el mejor shogún que podía tener japón y que actuaran en consecuencia, en clara referencia a que apoyasen a Nobukatsu si éste reclamaba finalmente el título.

Poco después, cuando todos se retiraban para dejarle descansar, llamó aparte a Ujinao y Nobuteru. El general, haciendo un supremo esfuerzo, dijo que, dada la proximidad de su muerte, había un secreto que deseaba desvelar al joven Oda. Nobunaga no era su verdadero padre. Nobuteru nació con el nombre de Yamashita Naomori y era hijo de uno de los cabecillas de la rebalión contra Nobunaga: Yamashita Naosuke. Pidiendo perdón por haberlo mantenido en secreto tantios años, Kenshin expiró su último aliento ante los anonadados jóvenes.

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Me alegra ver que esto ha vuelto, lo seguiré con atención!

Por cierto, no llevas ni 2 capítulos y ya han muerto Nobunaga y Kenshin, ahí se ve la estabilidad de el motor EU3 :rofl:
 
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Capítulo 3

Beijing, provincia de Jizhou, China
2 de julio de 1601


Desde luego, el Reino Central era un país de contrastes. Ujinao había visitado Beijing con anterioridad, en invierno, y recordaba un frío aterrador. Sin embargo, se encontraba actualmente como escolta de una misión diplomática que había llegado una par de semanas antes, y el verano de la capital china era despiadado.

Diplomacia. Confucio decía que un país debía tener respaldo militar de su diplomacia y viceversa. Era algo que había flojeado durante el mandato de Nobukane, el usurpador. En septimbre de 1590, el shogún estaba agotando el poco crédito que le quedaba entre los cortesanos. La cúpula militar se había empezado a manifestar públicamente a favor de Nobukatsu, el legítimo heredero.

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En algo más de un año, los principales señores de la guerra declararon formalmente su desobediencia al shogún y reclamaron el reestablecimiento del legítimo orden sucesorio.

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Nobukane se encontraba contra las cuerdas. Sin apenas apoyos y con las críticas arreciando contra él, se produjo un hecho que minó aún más su crédito entre los generales del imperio. Su más firme detractor, el almirante de la flota de Indochina y azote de los piratas de Tonkín, Kuki Yoshitaka, moría en Han. No había pruebas, pero todos los generales acusaron al shogún de haber asesinado a uno de los líderes más prestigiosos del ejército.

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Aún así, el terco y ambicioso Nobukane logró aferrerse al poder durante algo más de dos años, hasta que un nuevo escándalo de espionaje salpicó a la corte. Una de las concubinas del shogún, de origen humilde, resultó estar a sueldo del reino de Tanugu. La Guardia Imperial juró entonces fidelidad al heredero Nobukatsu, y la inmensa mayoría de generales y daimyos del bakufu le mostraron su apoyo, mientras que los pocos que aún guardaban amistad con el usurpador, prudentes, se abstuvieron de cualquier manifestación. El propio Nobukatsu asaltó la vivienda del shogún y dió a elegir a su tío entre el seppuku y el retiro. El cobarde Nobukane eligió continuar su miserable existencia recluido en un monasterio. Al fin, Nobukatsu era proclamado shogún.

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El nuevo shogún, enérgico e inteligente, tenía por delante una ardua tarea. La imagen de Japón en el extranjero era calamitosa, las revueltas internas estaban a la orden del día, y los enemigos de Indochina enviaban espías que campaban a sus anchas por la corte.

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A pesar de las medidas de choque contra la mala situación, Nobukatsu aún tuvo que batallar mucho hasta normalizar la situación. En primer lugar, tuvo que enviar al ejército a Corea para aplastar la mayor revuelta que existía. Los rebeldes coreanos realmente estaban al borde de la secesión. Sin embargo el general Mommu Kikkawa, al mando de la Guardia Imperial, aplastó sin miramientos el alzamiento.

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La violencia, a pesar de solucionar la situación momentáneamente, era el gérmen de más violencia, y los supersticiosos campesinos empezaban a pensar que Nobukatsu no podría remontar el vuelo de la nación.

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Al fin, los esfuerzos en política interna del shogún comenzaron a cuajar. Nobukatsu se esforzó en crear un programa educativo que instruyese a sus guerreros en el arte de la poesía. El pueblo comenzó a ver a los mmilitares como cultos defensores de sus derechos, en vez de como bestias sedientas de sangre.

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Por otro lado, la reorganización de las explotaciones agrícolas enriqueció notablemente a los daimyos, que comenzaron a invertir en mejoras de infraestructuras de sus dominios, a la par que se les podía aumentar la carga impositiva sin mermar su capacidad económica.

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Sin embargo, la mejora de la situación en la metróplolis hizo reaccionar a las células rebeldes que permanecían inactivas en Indochina. Los rebeldes vietnamitas esperaban un debilitamiento mayor del shogunado para actuar, y al ver que la tendencia cambiaba, se decidieron a atacar. Esta vez decidieron no repetir su error y en vez de atacar la poblada y rica provincia de Vientiane, decidieron cortar el acceso de los refuerzos japoneses tomando la provincia costera de Bihn Tri Thien. La jugada, sin embargo no les salió bien, y la guarnición japonesa desbandó a los rebeldes, que tras este duro golpe tal vez no volverían a poner en duda la autoridad japonesa en la zona.

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Continuando su política cultural y de saneamiento de la imagen del país, el shogún atrajo a la corte a diversos artistas y pensadores. El más famoso e influyente fue Hanzai Mikumo, que dejó una huella indeleble en la corte.

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Estos cambios en la política interior y exterior comenzaron a dar sus frutos, y países que nos veían como una amenaza seria cambiaron de parecer. En la primavera de 1601, un mensajero de China llegó a Kyoto, rodeado de sus habituales fastos. El embajador proponía una nueva alianza que rivalizase en poder y gloria con la antigua alianza del Norte, que había unido a ambos países contra sus enemigos comunes. Desconfiado, Nobukatsu propuso estrechar lazos mediante un matrimonio entre las casas reales de ambos imperios.

Algo tramaban. Ujinao sabía que hasta en tiempos de la alianza del norte, el Reino Central siempre había visto a Japón como un enemigo en potencia. La anexion de la provincia de Ussui había desagradado en extremo al emperador chino que perdía así un importante puerto de conexion con Hokkaido. Y precisamente la recuperación de Ezochi era uno de las prioridades de Nobukatsu, que había comenzado a tomar medidas al respecto.
 
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Da gozo el cambio de provincias del EU2 al 3.
 
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Capítulo 4
Palacio Imperial, Kyoto
23 de abril de 1605


Nobuteru le tendió la mano a Ujinao para ayudarle a levantarse del suelo, y el azorado samurai aceptó la ayuda de su "primo" entre las risillas y bufidos de desaprobación de los miembros de la corte.

Ujinao admiraba la capacidad de Nobuteru de asistir a actos oficiales sin mover una pestaña. Él, en cambio, debía realizar un supremo esfuerzo para no acabar golpeándose la frente contra la tarima, rendido por el sueño. Acababa de ser coronado Naohito II, un joven enfermizo pero inteligente y valeroso. Ujinao, cmom de costumbre, se había arrodillado en la última fila para que nadie le viera dar cabezadas. Finalmente consiguió mantener cierta compostura, pero el esfuerzo le pasó factura dejándole amodorrado. Al subir una escalera, terminada la ceremonia, tropezó y cayó aparatosamente de bruces. Afortunadamente Nobuteru slió al quite.

Su amigo había cambiado desde que vieran morir a Uesugi Kenshin. Las revelaciones que el general les hizo calaron en su corazón, y provocaron una lucha interna de la que Ujinao no era ajeno, y que aún duraba, casi veinte años después. Nobuteru no sabía si debía ser leal a la sangre que corría por sus venas o al clan que le había acogido y criado como uno más.

Al volver de Indochina, en aquel lejano 1589, Nobuteru interrogó a su madre, Shonagon. La dama admitió la verdad y se disculpó por haberle mentido. Con una frialdad aterradora, Nobuteru le ofreció su daga y mandó traer una cuerda. Shonagon, resignada, se ató los muslos y se degolló. El suicidio limpiaba el honor de la dama, pero ensombreció el alma del joven príncipe.

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Desde entonces, nunca habían hablado del tema. Nobuteru había permanecido cerca de su familia y Ujinao a su servicio. Al llegar Nobukatsu al poder, Nobuteru se convirtió en el leal consejero de su hermanastro. Fue así como en verano de 1601 consiguió atajar una terrible epidemia, que podía haberse extendido por todo el país.

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Eso le granjeó el respeto de los demás miembros del bakufu, incluyendo el famoso literato coreano Yi I, autor de numerosas obras. Al morir Yi I, de extema vejez, Nobuteru aconsejó al shogún cubrir su plaza con un execlente funcionario vietnamita llamado Anko Yagyu, que había sido clave en el gobierno local de los territorios japoneses en Indochina.

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En diciembre de ese mismo año, llegó la propuesta que tanto habían esperado. El imperio chino deseaba volver a unir a la alianza del norte contra los enemigos indochinos. Además, nuevas potencias estaban surgiendo al sur, más allá del mar.

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El shogún y su hermanastro coincidían en una cosa: China era un mal necesario al que aún no se podía combatir. Al menos abiertamente.

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Después de más de treita y cinco años, el plan para recuperar Hokkaido estaba maduro. Durante años, se enviaron decenas, centenares de shinobi a la isla para azuzar a los Ainu contra sus nuevos amos. La tribu de los ainu, que había sido sozujgada tiempo atrás por los japoneses, volvía a estar en pie de guerra, y se alzaron contra el gobernador chino.

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Logrado el control, los rebeldes cruzaron el estrecho para recuperar el norte de Japón, su antiguo hogar. Nobukatsu ya contaba con ello y, al mando de la Guardia Imperial los rechazó. Los rebeldes Ainu se encontraron entonces aislados. Los japoneses no les prestarían ayuda, y estaban demasiado lejos para que los chinos organizasen una misión de reconquista, así que cundió el desgobierno y la desunión.

El shogún estaba satisfecho. Un par de inviernos y la hambruna les haría suplicar la vuelta al imperio japonés. Por otro lado, el esfuerzo de enviar tantos espías a Hokkaido había debilitado los servicios de contraespionaje locales. Era raro el año que no se descubría al menos una infiltración de espías de Tabugu o Tonkín. Especialmente de este último reino. Nobukatsu estaba decidido a anexionarse el reino y acabar con el acoso de sus espías, pero ¿Cómo hacerlo sin provocar la ira del China? Nobuteru, astuto como un zorro, sugirió la respuesta. Tonkín seguía formando parte de la alianza con los antiguos vasallos de Japón: Tanugu, Luang Prabang y Manchuria. Japón no tenía reclamaciones legítimas sobre Tonkín, pero si sobre Tanugu y Manchuria. Nobuteru descartó una guerra contra Tanugu, porque estaba aliada a su vez con Ayuthia, y por que China, que poseía un gran ejérctito en la zona, podría ocupar el pequeño país y estorbar los planes japoneses en la zona. La única vía era declarar la guerra a Manchuria y esperar a que Tonkin acudiera en ayuda de su aliado. En caso de no hacerlo, Japón anexionaría Manchuria, con lo que obtendría algún beneficio.

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En apenas un mes y medio, las tropas japonesas aplastaron a todos sus enemigos y se anexionaron Tonkín y Manchuria. El general Komyo Kiso, al mando de la operación, decidió respetar el reino del anciano rey Ho Bing Hua. Con un potente y hábil golpe, el shogún había barrido a dos de sus enemigos. Tan sólo Tanugu y su vasallo Ayuthia resistían ahora al poder japonés en la zona. Pero pronto caerían ante el poder del imperio, al igual que Ujinao cayó ante la escalera.

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Ujinao se limpió el pantalón y se incinó ante Nobuteru que sonriendo, se interesó por su estado. Tras comprobar que lo único heido era el propio orgullo, los dos samurai se encaminaron en silencio hacia la residencia oficial de los Oda.
 
Joer, nunca había leído sobre sepukkus de mujeres. Después de todo esto, lo que me extraña es que Japón tenga tantos habitantes....

Hace un par de años leí en un libro lo del suicidio femenino. A las damas de la corte se las considera algo así como "samurais no combatientes", y también tenían sus asuntos de honor. Aunque no era considerado estrictamente supukku, también podían limpiar su honor de esa forma. Curioso el hecho de que se atasen los muslos: según parece era para evitar que, al caer al suelo en su agonía, quedasen con las piernas abiertas, lo que se consideraba una indignidad.
 
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Capítulo 5

Palacio Imperial, Kyoto
5 de junio de 1611


“Ho Bing Hua ha muerto”.

El escueto mensaje garabateado en un trozo de papel barato significaba mucho más de lo que decía. Ujinao no había conocido personalmente al monarca de Luang Prabang, apenas lo había visto una vez, pero era un íntimo amigo del difunto general Uesugi Kenshin. Durante los úlimos años una enfermedad le mantenía postrado en cama y un consejo regente había tomado el control. El pueblo de Luang Prabang era extremadamente hostil a los japoneses, y sin duda el nuevo rey, elegido entre los burócratas de la corte, explotaría ese rencor para beneficio propio.

Tras enseñarle la nota a Nobutane, se acomodó en su cojín, en la tercera fila de la sala del bakufu, la que ocupaban los funcionarios silenciosos que, sin embargo, eran los encargados de mantener engasada la maquinaria del estado.

Hacía seis años que trabajaban para reconstruir la alianza del norte, y los pequeños reinos de Indochina se sentían de nuevo en peligro, ante una amenaza de colosales proporciones. A ello se unía el hecho de que los belicosos reinos insulares del sur, unificados al fin bajo el poder del sultán de Brunei, acechaban las costas meridionales de dichos estados.

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La reacción de los pueblos laosianos, vietnamitas, siameses, camboyanos... fue unánime. La rebelión contra las potencias extranjeras. Un acto efímero, como se vería más adelante, de alianza tácita contra los enemigos comunes.

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En principio, el gobierno japonés creyó que era un movimiento rebelde más, pues no era consciente más que de la eterna ambición de China. Sin embargo, un informe de la antigua colonia de Taiwan les mostró que de allende los mares también podían venir amenazas al expansionismo del imperio.

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¿Un ensayo para lo de Perejil? :D

Tal y como predijo el shogún, los Ainu del norte no tardaron en rendirse a la evidencia de que sin la tutela de Japón no podrían salir adelante, aislados geográficamente como estaban, y un representante de las tribus se presentó ante Nobukatsu para jurar su vasallaje.

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Sin embargo, se produjeron ciertos altercados de carácter religioso con los que Nobukatsu no había contado. Los cristianos y budistas, en precario equilibrio, percibían la admisión de los paganos ainu en el país como una amenaza. Afortunadamente las revueltas fueron de poca importancia, y pronto se reestableció la paz.

La situación en Indochina, en cambio, se había vuelto insostenible. Los reinos indonesios, encabezados por Brunei, ya habían puesto un pie en el delta del Mekong, y avanzaban por Ayuthia. Por si fuera poco, los comerciantes de estos reinos entraron en avalancha en los mercados del norte, estorbando la actividad de los comerciantes locales. Nobukatsu decidió tomar medidas al respecto.

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El shogún, consciente de la amenaza que suponía esta situación para los planes de Japón, se decidió a tomar medidas. Con la proclamación de un nuevo mikado en marzo de 1608, el imperio se dispuso a entrar de nuevo en guerra para ampliar sus territorios en la zona. Las legítimas reclamaciones sobre Tannugu serían la excusa perfecta para que su vasallo y aliado Ayuthia les apoyase, y por lo tanto poder capturar su provincias antes de que las tropas de Brunei llegasen.

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En apenas un mes, las tropas japonesas habían tomado medio país, hasta entrar en contacto con las tropas de Brunei. Ayuthia, asfixiada por una guerra en dos frentes, suplicó la paz. Por su parte, Tannugu también tuvo que ceder una provincia, al tomar el general Komyo Kiso todo el país, a excepción de la ciudad de Chang Mai, último refigio del gobierno del reino.

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Tremendamente debilitada, la alianza del sur sólo pudo contemplar impotente cómo su última esperanza de supervivencia, la unidad de los pueblos indochinos, se disolvía.

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El complejo entramado de alianzas y vasallajes les explotó en las manos a los estados indochinos cuando falleció el rey de Ayuhia. Pese a que este reino había pasado a ser vasallo de Tannugu tiempo atrás, los enlaces reales del reino siamés con el actual rey de Luang Prabang le daban a éste último preferencia para acceder al trono de Ayuthia. La guerra entre ambos países era inevitable ¿A quién apoyaría el imperio japonés? El tiempo y las actividades subterráneas del rey Soutika Koumane de Luang Prabang, decidirían esta cuestión.

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