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LAS CAUSAS DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL​

LaGranGuerra.jpg

Hola a todos,

Llevaba tiempo queriendo hacer un post sobre este tema. Viendo las varias discusiones que en diversos hilos han surgido sobre el particular, ayer me animé a escribirlo. Espero que sea de vuestro agrado. Por supuesto, toda crítica y observación será bien recibida, pero rogaría que esperarais a que estuviera todo colgado para postear.

Un saludo.
 
INTRODUCCIÓN​
Pocos conflictos han generado tanta literatura como la Primera Guerra Mundial. Motivos, muchos: nuevas formas de hacer la guerra; las consecuencias sobre países completos; la implicación de todas las fuerzas vivas de los beligerantes; la prolongación sine die de una economía de guerra; la brutalidad de los enfrentamientos y el número de víctimas; la extensión de la guerra a tres continentes; la lucha en tierra, mar y aire…

La duración del conflicto no presenta novedad: a lo largo de la Historia encontramos múltiples guerras que han durado unos pocos años. Pero la concentración de muerte y miseria en tan corto espacio de tiempo (más de cuatro años) no tenía parangón hasta la fecha.

La Primera Guerra Mundial se convirtió en un enfrentamiento global, pero tuvo su origen en Europa, rompiendo un siglo de paz. Desde la derrota de Napoleón en 1815 ningún conflicto había implicado a las grandes potencias. La paz era un fenómeno moderno, y Europa no había conocido nada comparable a la gran paz que finalizó en 1914. Sin embargo, los gobiernos y los ciudadanos europeos estaban acostumbrados a hipotéticas guerras imaginarias, en escenarios pensados por los Estados Mayores y por una literatura comercial futurista que proliferó en las décadas anteriores a 1914. Además, las convenciones y rituales de la guerra eran familiares a los europeos, y la memoria de conflictos previos estaba integrada en su cultura.

No obstante durante el siglo XIX hubo cinco conflictos limitados en Europa: Crimea (1853-56), Italia (1859), la Guerra de las Siete Semanas (1866), la Franco-Prusiana (1870-71) y la guerra Ruso-Turca (1877-78). En el exterior de Europa sucedieron guerras más sangrientas que las anteriores: la Guerra de Secesión (1861-65) se cobró 600.000 vidas (frente a las 400.000 de Crimea); la rebelión de los Taiping en China (1850-64), millones. Hay que añadir también los conflictos de potencias europeas en el exterior previos a 1914: la guerra Anglo-Boer (1899-1902), la Ruso-Japonesa (1904-1905), la Italo-Turca (1911-1912), y las Guerras Balcánicas (1912-1913).

Las décadas de preguerra estuvieron salpicadas de crisis diplomáticas, cuando las potencias chocaban en temas que juzgaban de su incumbencia, y los estadistas debatían sobre si alcanzar un compromiso o luchar. Una de estas crisis acabó desencadenando la guerra, cuando el heredero al trono austro-húngaro fue asesinado por una activista bosnio en Sarajevo. Pero, ¿basta el asesinato de Francisco Fernando para explicar el inicio de tan nefasta contienda? Indudablemente no, y en explicarlo vamos a invertir el resto del escrito.

Ningún proceso histórico puede ser explicado en base a una causa única, sino a factores pluricausales. Esto no es óbice para que exista una relación (a veces intimísima) entre unas causas y otras. Las causas de la Gran Guerra (así llamada porque no había habido conflicto semejante en la Historia; el nombre no es original, pues ya los ingleses llamaron a su enfrentamiento contra Napoleón Great War) son, pues, múltiples y de origen variado. Podemos establecer una primera gran división en causas político-económicas, y una segunda en causas socio-ideológicas.

Las causas sociales e ideológicas pueden resumirse en las siguientes:
1. Los nacionalismos y las pan-ideas
2. El militarismo

Dentro de las causas político-económicas, debemos prestar especial atención a:
1. La carrera de armamentos, planes estratégicos e imperativos geopolíticos
2. Las rivalidades imperialistas
3. La estructura del sistema internacional
 
LAS CAUSAS SOCIALES E IDEOLÓGICAS​

LOS NACIONALISMOS Y LAS PAN-IDEAS​

Otro de los –ismos decimonónicos que tiene una fuerte importancia a la hora de explicar el conflicto de 1914 es el nacionalismo.
El nacionalismo es consecuencia de la Revolución Francesa y de la expansión napoleónica en Europa (el invasor extranjero trae consigo las ideas revolucionarias, y al mismo tiempo su ocupación del territorio genera rechazo), y acaba convirtiéndose en una de las fuerzas políticas más poderosas del siglo XIX. Históricamente, el intento de construir un estado-nación es paralelo al ascenso al poder de la burguesía.

El nacionalismo como doctrina tomó cuerpo en Europa al comienzo del siglo XIX, y podríamos definirlo así: “El nacionalismo sostiene que la humanidad se encuentra dividida naturalmente en naciones, que las naciones se distinguen por ciertas características que se pueden determinar y que el único tipo de gobierno legítimo es el autogobierno nacional”.
Además, una nación es diferente de otras, y cada una tiene un destino colectivo. El individuo no es nada si no pertenece a la nación. El nacionalismo irá configurándose de un modo activo y violento en aquellas áreas donde aún no se ha conseguido la unificación política (Grecia, Polonia, Bélgica, Italia, Alemania), erosionando las estructuras supranacionales como los Imperios otomano y austriaco.

Pero el fenómeno, de rasgos aparentemente democráticos, se transforma en una de las bases de la ideología reaccionaria. Las tradiciones pasan a ser consideradas como manifestación “permanente” de la “personalidad nacional”, que se estima atemporal; ello proporcionará argumentos de carácter “nacional” a los conservadores, que justifican así la continuación del status político, social y económico. Los poetas exaltan la nacionalidad y los historiadores reencuentran glorias pasadas, surgiendo con fuerza sentimientos de nación, que enfrenta unas nacionalidades con otras: aparecen muchos sentimientos de superioridad colectiva, que lleva al choque con otros pueblos considerados inferiores. La opresión a las minorías, el chovinismo y la política expansionista son consecuencias directas del nacionalismo exacerbado. Los Estados más fuertes se lanzan a una política de conquista (nuevas colonias, nuevas áreas de influencia, nuevos mercados) que culminará con el imperialismo. Otros Estados soñaban con conseguir una estructura política imperial a costa de territorios vecinos (por ejemplo, el deseo de Belgrado de crear una “Gran Serbia” a costa de albaneses, bosnios, croatas, eslovenos y búlgaros). En fin, otros buscaban la redención de correctivos anteriores (véase Bulgaria, castigada territorialmente tras la última guerra balcánica).

El nacionalismo es, por tanto, una construcción artificial muy peligrosa cuando se viste con retazos de racismo, superioridad de unas naciones frente a otras y predestinación. El social-darwinismo (las teorías de Darwin aplicadas a las relaciones sociales) y el racismo se incorporaban así al discurso proguerrero. Para el jefe del Estado Mayor austro-húngaro, Conrad von Hötzendorf, la guerra era inevitable, pues el imperio luchaba por su supervivencia. Su homólogo alemán, Moltke, opinaba que una victoria eslava conduciría al mundo a la barbarie intelectual.

Junto al nacionalismo “individualista” de cada Estado-nación encontramos un nacionalismo internacional que une a individuos pertenecientes a diferentes Estados-nación bajo una bandera común (generalmente de tinte étnico, aunque también cultural). Encontramos aquí las pan-ideas: el paneslavismo, el pangermanismo, el jingoísmo inglés o el “destino manifiesto” estadounidense.

Aunque los dirigentes de las potencias beligerantes no precisaban en su mayoría del permiso de sus poblaciones para iniciar la guerra (entiéndase en el sentido parlamentario del término), los gobiernos de las grandes potencias se cuidaron bien de proclamar el carácter defensivo de la guerra que iniciaban, apelando para ello al sentimiento nacional de las poblaciones diversas. Se entiende así que en países donde la educación estatal había tenido tiempo de desarrollarse (Alemania) el apoyo a la guerra fuera inmediato y unánime. Sólo así se entiende que los socialistas alemanes olvidaran tan rápidamente sus ideales internacionalistas para ponerse del lado de su gobierno y prestar todo el apoyo parlamentario necesario a las primeras iniciativas bélicas de Alemania. Así mismo, en países con un sistema educativo poco desarrollado (Italia), el apoyo a la “causa nacional” fue bastante reducido.

No hay que sobreestimar el papel de la ideología nacionalista como causa primaria de la Gran Guerra, pero la mayoría de las poblaciones beligerantes estaban bastante satisfechas con las políticas de prestigio llevadas a cabo por sus gobiernos.
 
EL MILITARISMO​

El tópico del militarismo prusiano como factor desencadenante de la Primera Guerra Mundial es de sobra conocido. Sin embargo, existían en Europa asociaciones a nivel internacional, como la II Internacional o la Organización Sindical Internacional, que abogaban abiertamente por el pacifismo, atacando el capitalismo como el culpable de los males mundiales. En la propia Alemania, el SPD (Sozialdemokratische Partei Deutschlands) era el partido socialista más organizado y reivindicativo de Europa. Tampoco debe desecharse el rechazo que causa cualquier guerra entre la población, que es quien nutre al ejército de soldados.

Élites militaristas propiamente dichas existieron sólo en Alemania, Rusia y en parte de Austria-Hungría (el parlamente húngaro rechazó una y otra vez las propuestas para incrementar los gastos de defensa y modernizar el anticuado ejército de la monarquía dual). Con todo esto, las doctrinas pacifistas fueron silenciadas por su propia inacción y por la acogida favorable de las poblaciones beligerantes al alistamiento (salvo regiones puntuales de Rusia). Los partidos socialistas de los diversos Estados cerraron filas en torno a sus gobiernos, y la II Internacional dejó de tener vida desde el mismo momento en que se pusieron en marcha los engranajes de las alianzas.
 
LAS CAUSAS POLÍTICAS Y ECONÓMICAS​

CARRERA DE ARMAMENTOS, PLANES ESTRATÉGICOS E IMPERATIVOS GEOPOLÍTICOS​

Sólo las grandes potencias pueden sufragar grandes guerras, y seis estados europeos se reconocían unos a otros ese estatus: Gran Bretaña, Francia, Rusia, Austria-Hungría (dividida desde 1867 en dos mitades, austriaca y húngara, que compartían una soberanía común), Italia (creada bajo el liderazgo del Piamonte) y Alemania (forjada bajo dominio prusiano). Todas habían nacido en parte mediante el uso de la violencia, y todas estaban deseando emplearla. Este deseo se mostró como el talón de Aquiles de la brillante civilización moldeada durante siglos de primacía europea.

Ciertamente, tras la derrota de Napoleón sus enemigos acordaron encontrarse periódicamente para alcanzar consensos entre ellos. Pero este sistema (conocido como “el Concierto de Europa”), duró una década, y a principios del siglo XX sus vestigios eran una sombra. El Concierto no había escrito reglas ni creado instituciones permanentes que garantizaran la paz, sino que se basaba en el entendimiento entre las potencias. Si no había entendimiento, se llegaba a la guerra. Es cierto que en 1914 existía una serie de convenios firmados entre las potencias para proteger a los combatientes y civiles en caso de guerra pero, una vez el conflicto empezó, estas reglas serían arrojadas por la borda.

Íntimamente relacionada con los sistemas de alianzas encontramos estos tres conceptos. La carrera de armamentos fue considerado en su tiempo como el mejor medio para evitar la guerra (con argumentos similares a los esgrimidos por los estadistas estadounidenses y soviéticos de la Guerra Fría). Esta carrera armamentística se desarrolló casi siempre a impulsos de la política exterior. Por ejemplo, la ocupación francesa de Fez (1911) llevó a Alemania a aprobar un considerable aumento de los gastos para su ejército, y al año siguiente, el programa naval para la creación de su tercera escuadra. Entonces Francia y Gran Bretaña se apresuraron a firmar el acuerdo que adjudicaba áreas marítimas a sus respectivas flotas, y Francia consolidaba sus relaciones militares con Rusia.

Dentro de Alemania, el almirante Tirpitz convenció (si es que era necesario convencerle) a Guillermo II de la necesidad de tener una potente flota. Gran Bretaña se vio amenazada por ello, además de por el desarrollo tecnológico, industrial y económico de los germanos.

El armamentismo tiene su complemento en la elaboración de planes estratégicos destinados a vencer rápidamente a los rivales en una guerra. Por supuesto, todos los Estados mayores se veían capaces de derrotar con celeridad a sus rivales, y esta velocidad era reconocida como imprescindible. Nadie va a una guerra esperando que ésta se alargue demasiado en el tiempo, a sabiendas de los problemas que la duración puede causar en el frente militar, civil y económico. El plan estratégico más conocido es el famoso Plan Schlieffen alemán. Nosotros vamos a poner como ejemplo de planes estratégicos los del Estado mayor ruso de 1912-1914. Tras la firma de los acuerdos franco-rusos de 1912, y ante la demanda francesa de un ataque ruso a Alemania, el Estado Mayor ruso modificó su Plan nº 19. Dictaminaba que si se producía un ataque masivo de sus dos enemigos (Austria-Hungría y Alemania), las formaciones debían replegarse hacia el este para contraatacar en el momento oportuno. Por el contrario, si el ataque inicial era contra Francia, planteaba dos variantes. En una persistía la postura defensiva si Alemania avanzaba contra Rusia, pero en la otra, los dos grupos de ejércitos, uno estacionado frente a Prusia oriental y otro al sur, frente a Galitzia, debían arremeter en forma simultánea con la mayor rapidez posible, aunque con fuerzas mayores en esta última. Como vemos, los planes se adecuaban a las posibilidades industriales y militares del momento y, además, en el caso de Rusia y Francia acertaban en considerar a Austria-Hungría como el rival más débil.
Los imperativos geopolíticos jugaron también un papel importante a la hora de desencadenar el conflicto, como por ejemplo la pesadilla alemana del cerco (Alemania era la potencia más vulnerable por estar en el centro de Europa). Gran Bretaña, influida por las teorías de Mahan sobre la superioridad naval, estimaba que una potencia que controlara Eurasia podía amenazar seguidamente con dirigir el mundo, y para los británicos la potencia mejor situada para dicha proeza era Alemania.

Llegada la crisis de Sarajevo, Alemania consideró que su plan estratégico estaba empezando a perder vigencia y debía ser llevado a la práctica. Consideraban que tanto Rusia como Francia neutralizarían la ventaja alemana a finales de 1914. Alemania aventajaba, en gastos y personal militares, a sus rivales, en especial en 1912-1913. El índice de su crecimiento económico, demográfico y militar había desestabilizado la jerarquía internacional, amenazando a Gran Bretaña, Francia y Rusia.
 
RIVALIDADES IMPERIALISTAS

Una de las aportaciones más duraderas del siglo XX es la realidad del imperio. El imperialismo como dominio de un grupo sobre otro no es nuevo en la Historia. El estudioso Winslow advierte de la existencia en las sociedades humanas de querer dominar unas sobre otras a lo largo de la historia. Pero el fenómeno del siglo XIX es novedoso por tanto afecta a todas las grandes potencias europeas (junto a Estados Unidos y Japón). El imperialismo es un término acuñado en Francia hacia 1830 para designar al imperio de Napoleón Bonaparte. En la década de los setenta se utilizaba en Gran Bretaña contra la política de Disraeli, pero pronto designó aquella política que perseguía una “Gran Bretaña engrandecida”, extensión que se hacía realidad mediante el colonialismo. El término imperialismo acabó identificándose con la política exterior británica y por extensión pasó a designar el deseo de expansión de las potencias europeas. A partir de 1878 Europa añadió a sus imperios treinta y nueve millones de kilómetros cuadrados; en 1914, las grandes potencias dominaban el 84 por 100 de la superficie del mundo.

Son muchas las teorías que señalan las causas del imperialismo y la expansión colonial. Sus raíces ideológicas hay que buscarlas en el nacionalismo, la “voluntad de poder” de la obra de Nietzsche y las teorías social-darwinistas, que consideran al europeo como el portador de la civilización. Rudyard Kipling señalaba la “misión del hombre blanco” de llevar el progreso y la civilización a las colonias. Sin embargo, al lanzarse todas las grandes potencias a la conquista del mundo, el choque entre alguna de ellas era inevitable. Así sucedió por ejemplo con el incidente de Fachoda (1898), en Sudán, cuando colisionaron las políticas coloniales de Francia y Gran Bretaña. Bismarck no había apoyado una Alemania colonialista, pues consideraba que era mejor enfrentar a las potencias entre sí lejos de Europa, mientras Alemania evitaba así cualquier casus belli contra otra potencia. El equilibrio se desharía cuando Guillermo II reclamó “un lugar bajo el sol” para Alemania, y ésta se lanzó a la carrera colonial.

El imperialismo implicaba también rivalidades comerciales y económicas, pues se consideraba (en la mayoría de ocasiones, erróneamente) que las colonias eran mercados naturales del hombre blanco, llegando a la regla de tres simple de “a más colonias, más mercado; a más mercado, más desarrollo”.
La búsqueda de mercados llevó a una carrera por conseguir concesiones en estados fuertes y grandes (China, Turquía). Así, encontramos la concesión de una vía férrea en Turquía (el Bagdadbahn), o la ocupación del enclave chino de Kiao-Cheu, así como la compra a España de los últimos archipiélagos del Pacífico que le quedaban al antaño potente imperio hispánico.
Entre 1890 y 1900 Alemania superó a Gran Bretaña en la producción de acero, alcanzó los ritmos de producción navales británicos en 1912 y consiguió mercados que antes dependían de Londres.
 
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LA ESTRUCTURA DEL SISTEMA INTERNACIONAL​

La Europa anterior a 1890 se ha regido en sus relaciones internacionales por los llamados “sistemas de Bismarck”. La prioridad absoluta de Alemania tras vencer a Francia en 1871 era mantener un cerco diplomático permanente sobre París, con la intención de evitar una revancha francesa. Para conseguir estos propósitos, Bismarck recurrió al formidable ejército alemán (el más desarrollado y preparado del momento) y al sistema de alianzas ya mencionado.

Primer sistema bismarckiano

El primer sistema data de 1872-1873. Como Gran Bretaña practicaba el “espléndido aislamiento”, y Francia era clerical y hostil a una Italia que había despojado al papa de sus Estados, los únicos posibles aliados de Francia eran Austria-Hungría y Rusia. Los primeros, aunque vencidos por Prusia pocos años antes, no tenían un deseo de revancha, y la política exterior austrohúngara dirigida por el húngaro Andrassy estaba más interesada en los Balcanes. Bismarck utilizó el argumento de una “solidaridad monárquica” y consiguió formar la Entente de los Tres Emperadores en 1873, firmando una serie de acuerdos entre Rusia, Austria-Hungría y Alemania. Rusia y Alemania firmaron una alianza militar, y Austria-Hungría prometió su neutralidad en caso de conflicto alemán con Francia. Italia se adhirió a esa Entente en 1874. Sin embargo, este sistema no duró mucho. En los Balcanes, Serbia, Montenegro y Bosnia se levantaron contra los turcos. Rusia apoyó estos levantamientos y declaró la guerra al Imperio otomano. Sin consultar a los austriacos firmaron el Tratado de San Stéfano (marzo 1878), por el cual se creaba Bulgaria. Pero los británicos (que no deseaban a los rusos en los Estrechos) y los austriacos exigieron la revisión del tratado. Bismarck hizo de mediador y un congreso reunido en Berlín (junio 1878) disolvió la Gran Bulgaria recién creada y el Imperio austro-húngaro conseguía un protectorado sobre Bosnia-Herzegovina. En Rusia los resentimientos eran violentos. Bismarck se planteó otro sistema de alianzas.

Segundo sistema bismarckiano

En 1879 Alemania firmó un acuerdo secreto con Austria-Hungría, la “Dúplice”, dirigido contra Rusia. En 1881 Rusia dio la promesa de neutralidad en caso de guerra franco-alemana, a cambio de la misma promesa por parte de Alemania en caso de una guerra anglo-rusa. En 1882, la firma de la Triple Alianza (Alemania, Austria-Hungría e Italia) completaba el segundo sistema de alianzas de Bismarck.

Tercer sistema bismarckiano

Nuevamente se rompió esta Entente de los Emperadores debido a un problema en los Balcanes. El príncipe de Bulgaria se emancipó en 1886, lo que enfureció a Rusia. Aunque abdicó, su sucesor como príncipe de Bulgaria fue un protegido austriaco, Fernando de Sajonia-Coburgo. Bismarck había apoyado a Austria en este asunto. Pero Bismarck, para atraerse a Rusia, le ofreció su neutralidad en caso de ataque austriaco. Por ello, el ministro ruso Giers firmó en 1887 un tratado secreto de contra-seguridad. Renovó la Triple Alianza por cinco años y favoreció la firma de los “acuerdos mediterráneos”, basados en el mantenimiento del statu quo en el Mediterráneo, y que unían a Inglaterra, Italia, Austria-Hungría y España. Inglaterra e Italia temían la expansión francesa hacia Marruecos y Tripolitania. Nuevamente la soledad de Francia era total.

Bismarck jugaba con estas rivalidades porque sus ambiciones coloniales eran muy limitadas y porque, según creía, no iban a ocasionar ningún conflicto serio. Cuando Alemania contara con un gobierno pro-colonial, correría el peligro de verse implicada en las querellas que Bismarck había querido reservar para los demás. Además, el Canciller de Hierro no supo apreciar la importancia y la fuerza de los movimientos nacionalistas, así como el potencial peligro que para Alemania suponían Alsacia y Lorena. La dimisión de Bismarck en 1890 demostraría la fragilidad de la coyuntura internacional.
 
El endurecimiento de las alianzas y las crisis

El joven káiser de Alemania Guillermo II era partidario de una política opuesta a la de Bismarck, lo que llevó a la dimisión del canciller (1890), siendo sustituido por Leo von Caprivi. Guillermo II buscaba para Alemania “un lugar bajo el sol”, es decir, un lugar entre las potencias coloniales. Por ello se embarcó en una política imperialista a nivel mundial, basada en la obtención de colonias y el incremento naval (Weltpolitik). En estos años se inicia la verdadera carrera armamentística, que prepararía a las potencias para un eventual conflicto.

Rusia se acercó entonces a Francia con el interés común de contener a Gran Bretaña, que frenaba sus respectivos avances en Asia central o África. En 1894 se celebró una convención militar franco-rusa. En 1898, como hemos visto, tuvo lugar el incidente de Fachoda. Austria-Hungría mantuvo el statu quo en los Balcanes, ya que Rusia se volcó en Extremo Oriente y Austria no quería animar las reivindicaciones nacionalistas de los eslavos en la península balcánica.

Guillermo II se lanzó a la Weltpolitik: obtuvo la concesión del ferrocarril de Bagdad en Turquía; consiguió concesiones de China; inició una gran política naval, aconsejado por el almirante von Tirpitz. Pero sobre todo experimentó un notable desarrollo industrial y comercial, que acabó por sobrepasar a Inglaterra en algunos sectores. Esto hizo que Inglaterra rompiese su “espléndido aislamiento” (splendid isolation) en política internacional. Gran Bretaña firmó una alianza con Japón en 1902, y la “Entente cordiale” con Francia en 1904, que reglamentaba los conflictos coloniales entre ambas potencias.

En Austria-Hungría y el Imperio otomano, las nacionalidades causaban problemas a estos “estados históricos”. Serbia se convierte en foco de conflicto al ser el polo de atracción del nacionalismo paneslavo. Viena comenzó a mirar a Serbia como un adversario al que había que someter. Mientras tanto, en el Extremo Oriente Rusia se enzarzaba en una guerra con Japón (1904-1905), que acabó con la destrucción de las flotas rusas del Pacífico y del Báltico y dejó muy mermado su ejército. Esto volvió a Rusia de nuevo hacia los Balcanes. Alemania, por su parte, intentó aprovecharse de la derrota de Rusia para restar eficacia a la alianza franco-rusa.
 
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Las crisis que precedieron al conflicto

Entre 1905 y 1914, en un contexto de creciente enfrentamiento entre las potencias, se iba a asistir a cinco crisis cada vez más graves y que pertenecen a dos tipos: crisis franco-alemanas de origen colonial, y crisis austro-rusas de origen balcánico.

Primera crisis marroquí (1905-1906)

Guillermo II, aprovechando una visita a Tánger, proclamó que Alemania no permitiría que Marruecos pasara a ser dominado por una única potencia. Esta advertencia iba claramente dirigida a Francia, cada vez más presente en el reino norteafricano. Este desafío precipitó la convocatoria de la Conferencia de Algeciras (1906), a la que fueron convocadas todas las potencias europeas. Alemania quedó aislada y Francia recibió el claro apoyo británico.

La principal consecuencia fue la ratificación de la buena salud de la “Entente cordiale”, lo que aprovechó Francia para propiciar el acercamiento entre Gran Bretaña y Rusia. La creciente agresividad germana disipó las diferencias entre Londres y San Petersburgo. En 1907 se firmó el Acuerdo anglo-ruso, nacía así la Triple Entente. Italia prometía su neutralidad a Francia, y más tarde a Rusia.

La anexión austriaca de Bosnia-Herzegovina (1908)

Aprovechando la revolución de los Jóvenes Turcos en Turquía, Austria-Hungría se anexionó Bosnia. Alemania apoyó a su aliado y Rusia se vio forzada a ceder ante la agresión austríaca. Rusia no disponía de un ejército fuerte en ese momento, ni Francia ni Gran Bretaña se mostraron dispuestas a apoyar a Rusia en un eventual conflicto.

La única buena noticia para San Petersburgo fue que, aprovechando la debilidad turca, Bulgaria proclamó su independencia plena, rompiendo los lazos teóricos que aún la unían a Turquía. Los búlgaros, como los demás eslavos de la región, veían a Rusia como la gran potencia protectora eslava.
El ambiente en los Balcanes se enrareció aún más en un año en el que la pugna por la hegemonía naval entre Alemania y Gran Bretaña daba una escalada.

El incidente de Agadir (1911)

El envío del buque cañonero alemán Panther a Agadir (Marruecos) en un claro desafío a Francia provocó una grave crisis que concluyó con la firma de un acuerdo franco-alemán por el que Alemania daba manos libres a Francia en Marruecos a cambio de una parte importante del Congo francés. Rusia no apoyó a Francia, pero Gran Bretaña, temerosa del poderío naval alemán, sí lo hizo, amenazando con ir a la guerra. Mientras la tensión internacional se agudizaba, la alianza franco-británica salió fortalecida al apoyar Londres resueltamente al gobierno de París.

Las guerras balcánicas (1912-1913)

Dos sucesivas guerras de los estados balcánicos, la primera contra Turquía y la segunda entre ellos (Serbia, Grecia, Montenegro y Turquía contra Bulgaria) concluyeron con el Tratado de Bucarest (1913).

Las guerras balcánicas provocaron un vuelco en la situación en la zona:

• Turquía quedó reducida en los Balcanes a la región en torno a Estambul.
• Serbia (aliada de Rusia y defensora de los derechos de los eslavos en el imperio austro-húngaro) se consolidó como el principal estado de la región.
• Austria-Hungría, alarmada por el fortalecimiento serbio, llegó a la conclusión de que solo una guerra preventiva impediría que Serbia encabezara un levantamiento general de los eslavos en el Imperio de los Habsburgo, alentado por la gran potencia eslava, Rusia.
• Alemania estaba resuelta a apoyar a su aliado austro-húngaro en caso de conflicto.
• Rusia estaba decidida a intervenir en el caso de que Austria-Hungría atacase a Serbia. Francia, a su vez, era mucho más proclive a apoyar a Rusia en caso de guerra que en 1908.

El ambiente bélico se extendía en las diversas capitales europeas.
 
La crisis definitiva: el atentado de Sarajevo (verano de 1914)

En este ambiente de tensión, el 28 de junio de 1914 fue asesinado el Archiduque Francisco Fernando, sobrino del Emperador Francisco José I y heredero al trono austro-húngaro, en Sarajevo (Bosnia). Un activista serbobosnio, Gavrilo Princip, miembro de la organización nacionalista serbia "La Mano Negra", fue el autor del magnicidio. Este atentado desencadenó una fatal serie de acontecimientos que desembocó en la guerra. Las potencias cumplieron fielmente sus alianzas, y la guerra tuvo lugar.

Hasta aquí las causas que provocaron el conflicto mundial, un enfrentamiento que la mayoría de potencias consideraba inevitable. La pregunta última a la que trataremos de dar respuesta es: ¿por qué en 1914? Parte de la respuesta la hemos sugerido más arriba, al exponer la creencia de algunos estados mayores en que el momento para iniciar la guerra era el idóneo. Pero el asesinato de Francisco Fernando el 28 de junio provocó una serie de decisiones que acabarían con la guerra abierta entre todas las grandes potencias europeas en agosto de 1914. La realidad era que, parafraseando al diplomático belga, barón de Beyens, Europa estaba a merced de un incidente.
 
El desencadenamiento de la guerra​

En toda Europa se apagan ahora las luces, puede suceder que jamás volvamos a verlas encendidas. Son palabras del ministro de Exteriores británico Edward Grey el 1 de agosto de 1914. Un mes antes, el nacionalista Gavrilo Princip había asesinado en Sarajevo al heredero austro-húngaro Francisco Fernando. Austria exige responsabilidades, previa consulta a Alemania, que le asegura su apoyo incondicional. Francia y Rusia renuevan sus pactos de alianza. Austria-Hungría lanza un ultimátum a Serbia de 48 horas. Exige la represión de las acciones llevadas a cabo contra los intereses de los Habsburgo, la participación de policías austriacos en la investigación del asesinato, y fija el castigo a los responsables. La respuesta serbia alega la violación de su soberanía nacional y decreta la movilización parcial. Austria-Hungría declara insuficiente la respuesta serbia, rompe relaciones diplomáticas y decreta la movilización parcial. Rusia decide apoyar a Serbia. A pesar de los intentos de mediación ingleses y alemanes, el 28 de julio Austria-Hungría declara la guerra a Serbia. Rusia responde movilizando su ejército. El jefe del Estado Mayor alemán von Moltke interviene ante su colega austriaco Conrad von Hötzendorf y trata de que decrete la movilización general, al tiempo que se opone a los intentos del canciller Bethmann-Hollweg de mediación, cuya actitud está condicionada por el temor a la intervención de Gran Bretaña en el conflicto. Alemania proclama el peligro de una guerra inminente, y dirige a Rusia un ultimátum exigiendo que suspenda la movilización general. En otro ultimátum, exige a Francia que se declare neutral si llega a tener lugar una confrontación entre Alemania y Rusia. Para garantizar esta neutralidad, Francia deberá entregar a Alemania las fortalezas de Verdún y Toul. Rusia no responde al ultimátum y Alemania le declara la guerra a Rusia (1 de agosto) y Francia (3 de agosto). Al invadir las tropas alemanas Bélgica, Gran Bretaña entra en el conflicto por la violación de la neutralidad belga (4 de agosto). Serbia declara la guerra a Alemania y Austria-Hungría a Rusia (6 de agosto). Los días 11 y 12, Francia y Gran Bretaña declaran la guerra a Austria-Hungría.

Aquella semana negra dio paso a una espiral de alianzas que implicaría en los siguientes cuatro años a veintiocho países de todo el mundo, entre ellos Japón y Estados Unidos, contra las potencias centrales: Alemania, Austria-Hungría y Bulgaria, a las que se añadiría el Imperio Otomano.
 
RESUMEN: LAS CAUSAS DE LA GUERRA

Si tuviéramos que resumir brevemente las causas directas que llevaron a la primera conflagración mundial, citaríamos estas nueve (las cuales afectan a diversos países y son de naturaleza variada):

1) Rivalidad entre los Estados europeos, derivada de sus ambiciones imperialistas (Alemania, Gran Bretaña, Francia, Italia, Rusia, etc.).
2) Carrera de armamentos entre las grandes potencias (aumento constante de los presupuestos militares).
3) Rivalidad anglo-alemana por la supremacía naval (acuerdo naval franco-británico de 1912).
4) Dificultades internas de Austria-Hungría, constituida por grupos étnicos dispares (aspiraciones de los checos a la autonomía, problema eslavo).
5) Pérdida del carácter defensivo de las alianzas europeas.
6) Política rusa en los Balcanes, deseosa de éxitos tras su derrota ante Japón en 1905.
7) Movilizaciones y ultimátums precipitados (a consecuencia también de los planes tácticos militares: el Estado Mayor alemán cree que es el momento de derrotar a Francia y Rusia).
8) Nacionalismo francés (política revanchista) y alemán (pangermanismo).
9) Rivalidad económica entre los países de capitalismo más avanzado (el desarrollo capitalista da lugar a grandes excedentes de producción: necesidad de nuevos mercados; Alemania adelanta a Gran Bretaña en algunos sectores clave).
 
LA RESPONSABILIDAD DE LA GUERRA: EL DEBATE HISTORIOGRÁFICO

La controversia sobre la responsabilidad de la guerra ha recorrido prácticamente todo el siglo XX. Historiadores y políticos no han cesado de plantear el problema de las responsabilidades alemanas.

La primera de las líneas historiográficas considera a Alemania como la culpable del estallido de la guerra, y está encabezada por los trabajos que salieron a la luz en el periodo de entreguerras. Historiadores que apoyan esta tesis son Pierre Renouvin o Bernadotte E. Schmidt.

Los historiadores alemanes o germanófilos reparten las responsabilidades entre las grandes potencias, y algunos culpan directamente a Poincaré (Mathias Morhardt), e incluso al presidente americano Wilson (H. E. Barnes). Jules Isaac fue partidario de un “Locarno moral”, para quien la responsabilidad no era unilateral de Alemania, sino que estaba “globalmente repartida”.

Encontramos también la explicación económica de Edmond Vermeil (según el cual la guerra vino para evitar una crisis económica). Explicación que llega a su paroxismo en El imperialismo, estadio superior del capitalismo, de Lenin.
En la Alemania de entreguerras se tendió constantemente a exculpar al país, en un ambiente en el que la “puñalada por la espalda” gozaba de predicamento. Profesores como Max Weber o Delbrück rechazaban la tesis de la responsabilidad única. Algunos intentos de publicar documentos que demostraban la culpabilidad de los Imperios centrales fueron frustrados (como sucedió con los trabajos de Karl Kautsky), y desde la llegada de los nazis al poder se fomentó la aparición de tesis revisionistas como las de Wegerer o Gunther Sass.
Tras la Segunda Guerra Mundial, sin embargo, las percepciones de la historiografía alemana cambiaron radicalmente, a raíz de los trabajos de Ludwig Dehio y, sobre todo, Fritz Fischer. Éste acaba con el mito de la “puñalada por la espalda” argumentando que el aislamiento de Alemania fue fruto de la Weltpolitik y de la inquietud que provocó. Seguidores de Fischer reafirmaron sus tesis con argumentos variados.
En los años 70 y 80 la historiografía empezó a “repartir” las responsabilidades. Encontramos así la obra de J. Droz, S. Haffner o K. Hildebrand, línea seguida en los 90 y los primeros años del siglo XXI por la mayoría de historiadores, argumentación representada por el profesor David Stevenson.
 
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BIBLIOGRAFÍA​

Estas son las obras en las que me he basado para elaborar este escrito:

DAWBARN DE ACOSTA, S., La Primera Guerra Mundial. Madrid: Dastin, 2006.
DUROSELLE, J. B., Europa de 1815 a nuestros días. Vida política y relaciones internacionales. Barcelona: Labor, 1983.
FULBROOK, M., German national identity after the Holocaust. Cambridge: Polity Press, 2002.
HOBSBAWN, E. J., La era del imperio (1875-1914).Barcelona: Labor, 1989.
KEDOURIE, E., Nacionalismo. Madrid: Centro de Estudios Constitucionales, 1985.
RENOUVIN, P., La Primera Guerra Mundial. Barcelona: Oikos-Tau, 1972.
STEVENSON, D., 1914-1918. The history of the First World War. London: Penguin Books, 2004.
ZORGBIBE, Ch., Historia de las relaciones internacionales. 1. De la Europa de Bismarck hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Madrid: Alianza Editorial, 2005.

Espero que hayais disfrutado leyendo este escrito, como yo lo he hecho elaborándolo.

FIN
 
Solo voy por la mitad pero tengo que decirlo; siempre me ha fascinado la situación mundial previa a la primera guerra mundial y que llevó a dicho conflicto, y he de decir que tu análisis (hasta donde llevo leído de momento) está siendo muy acertado. Es un poco escueto, eso sí, ya que hay muchos factores menores y en cada apartado se pondrían nombrar numerosos pormenores añadidos a las causas indirectas de la guerra, pero como resumen es cojonudo.

EDIT: Bueno, terminado. Me ha gustado mucho y creo que, para alguien interesado en el tema pero no tenga demasiadas nociones sobre el mismo, es el mejor texto que he leido de momento al respecto. Te lanzas a los puntos clave y das tenues pinceladas sobre los pormenores.

Muy currado :)
 
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Es un poco escueto, eso sí, ya que hay muchos factores menores y en cada apartado se pondrían nombrar numerosos pormenores añadidos a las causas indirectas de la guerra, pero como resumen es cojonudo.

Te lanzas a los puntos clave y das tenues pinceladas sobre los pormenores.

Muy currado :)

Me alegro porque esa era la idea, hacer un resumen ligero pero completo. ¡Muchas gracias Axl Madness!

P.D.: Vaya horas para ponerte a leer :p
 
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Muy bueno si señor. Los motivos del inicio de la IGM siempre los tengo un poco difusos y esto ayuda a disipar la niebla.;)
 
Gran exposición, me ha gustado miucho, enhorabuena ;)