CAPITULO II: CHARTA EUROPAE
La lucha dinástica en Alemania acabó con la absoluta victoria de los Canossa y el exterminio total de los von Franken. El último de los descendientes de Otón el Grande fue entregado por la república de Siena a testaferros del nuevo emperador, y pasó sus últimos días en una lóbrega mazmorra. Los descendientes de Matilde de Canossa podían darse por satisfechos.
Más pronto descubrirían que en cierto modo es más fácil arribar al poder que mantenerse en él. Para empezar, la política de los Canossa se encontraba muy influenciada por su gran apoyo y aliado, la curia romana. Para contentar al papado, y en un alarde de sumisión, Odon de Canossa hizo una bella representación de la donación de Constantino, renunciando a la autoridad sobre los reinos de Italia y Borgoña, el primero de los cuales entregó, in nomine, al papa que le había coronado.
Aún así los Canossa conservaron sus abundantes posesiones centroitalianas, sólo perdiendo el control de facto de eposesiones, aunque ricas, posesiones como Génova y parte de la rica campiña del Lacio y Etruria. Si acaso su más gran pérdida fue toda reclamación al reino de los Burgundios y la Lombardía. El Duque de Provenza y el duque de Milán habían apoyado fuertemente a los Canossa, y se habían asegurado de su premio, consiguiendo que el nuevo rey alemán renunciara a los lazos dinásticos y las coronas que habrían asegurado una reclamación sobre sus tierras.
La nueva dinastía alemana, tuvo que enfrentarse además contra el artero León I Capet de Francia, que encontraría una ventana de oportunidad para intentar asegurar sus fronteras orientales. Tras vencer en Bouvines a los Canossa, forzaría la creación de un nuevo estado en el Rhin, bajo la casa de Lorena, que actuaría como colchón entre los dos poderosos estados.
El victorioso Bermudo IV de Castilla y León dejaría la reconquista ibérica lista para su finalización. Tras barrer el valle del Guadalquivir y apoderarse tras dura lucha de las fortalezas de Córdoba y Granada, sólo quedaría el reino Taifa de Mallorca y la rocosa fortaleza de Cuenca, donde su jeque se hallaba atrincherado, atemorizado por un ataque cristiano que sin duda lo aplastaría. Sin embargo, los recursos de Bermudo le harían dejar estas fortalezas para mejor ocasión, ocupado en una ambiciosa campaña de repoblación de las nuevas tierras conquistadas.
Francia había perdido el sur de los pirineos y el Languedoc, pero tanto el artero León como su valiente hijo Jacques (Saint Jacques mas tarde) devolverían el menguado prestigio de Francia. Primero sería Leon el que forzaría una gran victoria sobre Pericle de Canossa, el rey de Alemania e hijo de Odón el pretendiente, y luego Jacques organizaría y encabezaría la más gloriosa gesta que vieron los tiempos, la gran cruzada a Jerusalén.