• We have updated our Community Code of Conduct. Please read through the new rules for the forum that are an integral part of Paradox Interactive’s User Agreement.
jasev said:
Animado por la lectura de este AAR, he instalado el CK. Lo encuentro bastante entretenido, aunque le veo ciertos fallos: el sistema de ciencia es de todo menos intuitivo, las cortes crecen a una velocidad desmadrada (jugando con un condado alemán, se me ocurrió casar a una cortesana con un castellano, pensando que se irían a España... ja, se vinieron los dos para acá y empezó el castellano en plan "macho ibérico" a llenarme la corte de españolitos) y te encuentras con un condado de mie*** y con docenas de cortesanos, y me choca que por sistema nazcan el doble de hijas que de hijos.

Bueno, a las hijas siempre las puedes intentar enviar a que se casen bien lejos...
Y, en caso contrario, a que cohabiten con algún ministro de buenos atributos -estadisticos, se entiende- para empezar el proyecto Bene Geserit
 
Sí, el problema es que el Kwisatz Haderach nunca será de mi dinastía :(

En fin, basta de secuestros de thread: Obelixeke, tu público te reclama :D
 
ReKoR said:
Ahora miro el foro más de lo que acostumbraba para ver si has escrito, Obelixeke...está interesantísimo! :)

lo mismo digo :)
 
Coño vaya vuelco a la historia, te ha salido bordado xD Felicidades Ob (que debería ser el nombre del extranjero, y musulman) no sé por qué pero me recuerda a Morgan Freeman :D
 
Capítulo III. Parte I

Capítulo III: La decisión de Frederick


stgallen7dz.jpg
La ciudad fortificadad de Sankt Gallen.


La muerte de la condesa tan sólo ayudó a que el distanciamiento entre Frederick y su hijo el Duque se hiciese cada día mayor. Se decía en las tierras de Suabia que el responsable del fallecimiento de Adelaide Rheinfelden se debía a los excesos de su lujurioso esposo. Tiene la conciencia manchada por el pecado, cuchilleaban las mujeres durante el día; más bien es la verga la que está manchada, se mofaban los hombres por las noches junto a una jarra de cerveza. En Sankt Gallen, el pueblo no se mostraba mucho más compasivo, por lo que Frederick prefirió dejarse ver lo mínimo posible en público y evitar así las miradas acusadoras que lo perseguían donde quiera que fuese.

-Esto acabará cuando les déis algo nuevo de lo de que hablar. El populacho pronto se aburre de las noticias con tufo a rancio. ¿Os comeriaís un lenguado rodeado de moscas antes que una buena trucha recién pescada?-. El Extranjero acababa de regresar de un azaroso viaje que le había llevado por todo el Imperio y más allá de sus fronteras. Su cometido no había sido otro que el de encontrar una buen partido para el que había de ser el segundo enlace del conde Frederick Hohestaufen. Esa debía ser la trucha.

-Me dijísteis que no regresaríais hasta no haber encontrado un buen enlace, otra dulce princesa con la que acrecentar mis dominios y los de mi linaje, y de paso calentar mi lecho. Decidme, Extranjero, ¿a qué nuevo señor debo robar su noble hija para después haber de aguantar sus puyas y desplantes?-, preguntó el conde con cierto resquemor. Ahora que había logrado conciliar el sueño de forma consistente...

-¿Qué os parecería tener una casa de veraneo en el sur de Italia? O sabiendo vuestra predilección por las cabras... ¿mejor una casa de montaña en la Marca Oriental del Imperio?-, dejó caer como sin importancia el Extranjero.

-¿La Mar...? ¿Austria?-, preguntó extasiado el conde. Aquello sin duda había mejorado de golpe su avinagrado ánimo de los últimos meses. -¿La Casa Babenberg?

-Vaya, ¿se me olvidó señalar lo de Italia?-, respondió el Extranjero con un guiño.

La Casa Babenberg era uno de los linajes más antiguos del Imperio. Las raíces del árbol genealógico de su familia se remontaban al siglo IX, habiendo recibido su nombre del castillo Bamberg, plaza que desde antaño dominaba la Marca Oriental del Sacro Imperio, Austria. El condado austríaco había estado en manos de la Casa Babenberg desde hacía decenios, pero no había sido hasta el año del Señor de 976 cuando el Emperador Otto II había investido a conde Leopold con la vara de Margrave de la Marca. Y no sólo por sus incansables esfuerzos en la defensa de la frontera oriental de Germania, sino también al arrebatar nada menos la región de Viena de manos de los húngaros para añadirla a sus dominios y los del Sacro Imperio. Sería todo un logro emparentar con los Babenberg... y hasta seguro que el viejo Duque Rheinfelden se revolvería en su tumba infernal si lo consiguiese, pensó Frederick. Aquella idea cada vez le atraía más.


ernstvbaben2mh.jpg


Sin embargo había un problema, recordó súbitamente Frederick. Bueno, más bien unos cuantos. -Esta vez habéis pinchado en hueso, Extranjero. Bien es sabido que el Duque Ernst von Babenberg tiene dos hijos y varios nietos varones para sucederle. Tal vez uno o dos mueran de viruela o disentería en los próximos años, o incluso se caigan del caballo, os lo concedo, pero aún así le quedaría donde elegir. Por no contar los nietos que puedan venir. Me parece que estáis perdiendo facultades-, dijo con un gesto de desprecio.

-¿Es que acaso los años tan sólo os han servido para ir acumulando canas y bastardos? No os aconsejo ese tono conmigo, Duque-, le advirtió el Extranjero. La dureza en su voz había devuelto a Frederick a un tiempo en el que era tan sólo un chiquillo asustado, con un feudo que gobernar y un apellido que perpetuar. -Seguís siendo un ingenuo, mi señor, pero por lo menos esta vez habéis tenido la decencia de ahorrarme vuestras amenazas caninas, aunque lo de 'pinchar en hueso' se aproxima de forma alarmante. Siempre os he dicho que debéis mirar más allá de la superficie para alcanzar la auténtica grandeza. Olvidad al padre y centraos en el hijo.

El Duque de Austria Ernst von Babenberg contaba en el año del Señor de 1080 con 57 años de edad. Su matrimonio con Adelheid von Wettin le había dado dos vástagos varones a los que ya había investido, dada su edad adulta, como condes vasallos. A Leopold, el primogénito y legítimo heredero (30 años), le había entregado el feudo de Morava; a Adalbert, el menor (25 años), el dominio de Passau. Ambos casados, tanto Leopold como Adalbert ya habían llenado sus castillos con las risas de su descendencia; ambos habían sido bendecidos ya por el Señor con varios vástagos. Aunque en Morava el fruto de la semilla del conde Leopold se veía más como un castigo que como una bendición. De su matrimonio con Ute von Rosberg, Leopold no había más que obtenido tres hijas.



leopoldvbaben3wo.jpg


-Y ahí es donde entráis vos, mi señor. O más bien el pequeño señor que llevaís entre las piernas y que tan efectivo se ha probado hasta el momento.

-¿Pero qué pasa con su hermano menor Adalbert?-, preguntó Frederick haciendo caso omiso del comentario del Extranjero. -Tengo entendido que tiene ya tres hijos varones...-, preguntó el conde.

-Adalbert puede hacerle tantos vástagos varones a su esposa como desee, hasta que se le salgan por las orejas si así lo desea-, le intrrumpió el Extranjero. -Mientras la primogenitura semisálica siga rigiendo la sucesión en Austria, el Ducado de Austria recaerá sobre el primer nieto varón de Leopold, es decir, el primer biznieto del viejo Ernst von Babenberg, por vía materna.

-Sin embargo, el conde Leopold no es un hombre anciano. Tal vel consiga darle un hijo a su mujer que eche por tierra vuestros... nuestros planes-, corrigió Frederick.

-Su mujer ha visto ya 31 primaveras. La llama no prende en una vela tan ajada, no mi señor. La semilla del conde puede ser fértil, pero el huerto de Ute ya no lo es.

-Así que lo vuelvo a poner todo en manos de la Divina Providencia... Le diré a mi dulce hija María que rece por la salud y el bienestar de la condesa Ute todos lo días, aunque no por su fertilidad, claro-, declaró pensativo. -¿Y es bella esta la hija mayor de Leopold von Babenberg?-, preguntó casi con temor.

-Dicen que su madre es ciertamente bella, pero es pronto para saber si realmente se parecerá a su madre. Al menos comparten el nombre, lo que ya es un comienzo.

-¿Cómo que es pronto para saber si será bella?-, preguntó temeroso Frederick. -No tendré que esperar de nuevo una década para poder desposarla, ¿verdad?

-No, mi señor, esta vez será tan sólo un lustro. Pero bueno, habéis demostrado ya que sabéis como matar el tiempo, ¿no?



utevonbaben4wx.jpg



Aquello fue un jarro de agua fría tanto para la lujuria como para la codicia de Frederick. Maldita sea, yo no soy inmune ni a la viruela y ni a la disentería, pensó con amargura, ni a las caídas de caballo tampoco... Y tampoco soy ya un niño, con los 31 años que me contemplan. ¿Podría esperar? No lo veía nada claro.

Sin embargo, en ese momento recordó algo de una casa de verano...


(continúa)
 
Last edited:
Capítulo III. Parte II

(continuación)

-¿No habíais hablado también del sur de Italia? ¿Qué hay por allí a parte de infieles y normandos, y algunos que son ambas cosas?-, pregunto intrigado Frederick.

-Ah, veo que el 'pequeño señor' tiene buena memoria... Pues hay donde hay normados, hay normandas con títulos, o que os pueden conducir a ellos, mi señor-, rió el Extranjero. -Y sí, antes de que preguntéis vuestra presa italiana ya es mayor de edad... y todavía doncella. ¿Os suena la Casa de Hauteville, mi señor? ¿No? Pues debería.

El linaje Hauteville había desembarcado en el sur de Italia hacía ya años junto a otros muchos normandos que, aventureros, habían respondido en masa a la llamada de los nobles locales en su lucha para librarse del yugo bizantino. Al final, debido a su hambre de gloria y su sed de tierras, los normandos habían conseguido suplantar el dominio bizantino por el suyo propio bajo el tutelaje del propio Papado que había legitimado su silenciosa invasión. El bravo Robert Guiscard de Hauteville, apodado el Toro, se había erigido pronto en el más poderoso de todos y acabó siendo investido con la vara ducal.


ducadapu9qo.jpg


Y el Ducado de Apulia, una posesión largamente pretendida por el Sacro Imperio en su interminable enfrentamiento con el Papado, se encontraba en esos momentos en una posición parecida a la de Austria. Su Duque, el fiero normando Robert de Hauteville, era ya un hombre anciano y a pesar de haberse casado dos veces tan sólo había tenido tres hijos legítimos: su heredero, Roger Borsa (19 años), y dos hijas más, ambas solteras.


robhautevillecopiar5id.jpg


De hecho, Robert había tenido cuatro hijos pero el mayor, Bohemond, había sido asesinado seis años atrás junto a sus dos vástagos varones por corsarios de la Sicilia musulmana cuando viajaban desde Messina a Lecce. Aunque Bohemond había sido fruto del pecado y la lujuría al ser concebido fuera del matrimonio, el Duque Robert había barajado la posibilidad de reconocerlo como hijo legítimo y heredero. Para ello debía solicitar al Papado una bula especial, pero teniendo en cuenta que Apulia era lo único que se interponía entre el Patrimonio de Pedro y el beligerante mundo mahometano, por no hablar de que el oro era capaz de abrir hasta las Puertas del Cielo, Robert tenía la certeza de que era perfectamente viable. El hecho de que los huesos de Bohemond descansasen ahora en el fondo de la Bahía de Taranto no ayudaba mucho, claro...

Aquello le había dejado a Roger Borsa como legítimo heredero. Pese a su juventud, el joven Hauteville, conde de Apulia y vasallo de su padre, aparentaba la edad de un hombre veinte años más viejo. Calvo y con el pelo canoso desde muy temprana edad, Roger Borsa era la viva imagen de su progenitor... pero todo lo contrario. Su frágil salud siempre había sido motivo de preocupación en el Ducado y el hecho de que llevase tres años casado sin haberle podido hacer ningún hijo a su esposa Hermengarde de Sémur, siete años mayor que él (26 años), no hacía presagiar nada bueno para el linaje Hauteville... al menos por esa línea. Pero las hijas del Duque eran harina de otro costal y podían, por ley, transmitir los derechos de su padre.

-En este caso, mi señor, la apuesta puede resultar algo más arriesgada, pero la recompensa es sin duda mayor-, afirmó el Extranjero. No en vano, el Ducado de Apulia constaba de nueve feudos que cubrían la práctica totalidad del sur de Italia, con el condado de Messina como cabeza puente para una futura ofensiva que arrancase de manos del infiel la isla de Sicilia para devolverla a la Cristiandad.

-Ya, pero debo confiar en que en los próximos cuatro o cinco años el tal Roger Borsa no deje preñada a su condesa, ya sea con un varón o una hembra, puesto que en el primer caso me vería descartado por completo, y en el segundo sería con la hija de Roger Borsa con la que debería casarme, y no con su hermana mayor-, razonó el conde, aunque algo dubitativo.

-Vaya, asombrado me habéis. Así es, en efecto-, concedió el misterioso hombre.

-Y decidme, Extranjero, ¿es bella la hija mayor del Duque?-, preguntó Frederick. ¿Acaso aquello era lo que iba a inclinar la balanza?, se preguntó indignado el consejero del conde. Claro que 'aquello' era lo solía inclinar muchas balanzas...

-Sin paños calientes, no.


mathildehaute7nk.jpg


Aquello no había gustado a Frederick. Nada.

-Vaya, veo que ya ni intentáis endulzarme la jugada...

-Bueno, dicen que es toda una zorra intrigante, esta normanda...-, señaló el Extranjero. -Pero, la decisión es vuestra, mi señor. Y debéis tomar una determinación cuanto antes, ya que si Mathilde, que ya es mayor de edad, es desposada por otro que no seáis vos, esa opción estará por siempre perdida. ¿Qué decís, Frederick? ¿Babenberg o Hauteville? ¿Austria o Apulia y tal vez Sicilia?


(continúa)
 
Last edited:
jasev said:
Animado por la lectura de este AAR, he instalado el CK. Lo encuentro bastante entretenido, aunque le veo ciertos fallos: el sistema de ciencia es de todo menos intuitivo, las cortes crecen a una velocidad desmadrada (jugando con un condado alemán, se me ocurrió casar a una cortesana con un castellano, pensando que se irían a España... ja, se vinieron los dos para acá y empezó el castellano en plan "macho ibérico" a llenarme la corte de españolitos) y te encuentras con un condado de mie*** y con docenas de cortesanos,
Claro, ¿cómo se te ocurre emparentar con un morenito de pelo en pecho? :p El 'problema' de emparentar con castellanos/catalanes/vascos es que normalmente sus tierras acaban siendo conquistadas por los moros y entonces tienen que emigrar a otras cortes. Y si su mujer era de la tuya pos pallá que van... por lo menos casi siempre.

jasev said:
me choca que por sistema nazcan el doble de hijas que de hijos.
Vaya, eso no le he notado yo :eek:

Catalion said:
Bueno, a las hijas siempre las puedes intentar enviar a que se casen bien lejos...
Y, en caso contrario, a que cohabiten con algún ministro de buenos atributos -estadisticos, se entiende- para empezar el proyecto Bene Geserit.
:rofl:

En esta partida estoy pensando que para hacer la partida más realista voy a procurar casar siempre a las hijas con gobernantes o hijos de gobernantes foráneos. Tal vez pierda grandes cortesanos por el camino (el proyecto Bene Gesserit) pero así tampoco se me llena la corte como el camarote de los Hermanos Marx, que luego es un coñazo.

jasev said:
Sí, el problema es que el Kwisatz Haderach nunca será de mi dinastía :(
Nunca se sabe, mi querido barón jasev Harkonen :p Las brujas también creían tenerlo todo bajo control y mira la que lió el Paul...

Corleone said:
lo mismo digo :)
Gràcies, rei! :eek:o

Nimitz said:
Coño vaya vuelco a la historia, te ha salido bordado xD Felicidades Ob (que debería ser el nombre del extranjero, y musulman) no sé por qué pero me recuerda a Morgan Freeman :D
En este juego lo que sale bordado un día se puede ir al garete al otro. Es la permanente calma tensa, pq palma una pieza en mal momento y adiós. Pero sí, por ahora no va mal la cosa, no.
Y en cuanto a lo de Morgan Freeman... mmmm, algo se podrá hacer al respecto ;)
 
Capítulo III. Parte III

(continuación)

La Casa Babenberg fue la elección final de Frederick. Aunque tuviese que esperar cinco años para la mayoría de edad de la joven duquesa Ute, valía la pena el esfuerzo. Unir los Ducados de Suabia y Austria bajo el dominio de los Hohenstaufen pondría al joven linaje en una posición de gran poder en el Imperio. Y la estratégica situación de los feudos, uno en pleno corazón del Reino Germano, y el otro en la frontera más oriental, aseguraban una excelente posición desde el punto de vista militar... si es que alguna vez se había de llegar a las armas en el seno del Sacro Imperio, claro está.

El anuncio público por parte de Frederick de que no tomaría esposa en un plazo de cinco años para poder llorar la muerte de su amada y arrepentirse de su pecados, devolvieron al conde a su popularidad habitual en Sankt Gallen. Aquel genial golpe de efecto, ideado como no por el Extranjero, ayudaría también a enmascarar sus intenciones, por no hablar de que la noticia fue gratamente recibida en las cortes del Imperio. El Conde Triste le empezaron a llamar, y tras el generoso pago de unos ducados, canciones sobre el arrepentiemiento de Frederick por sus pecados florecieron por todo el Reino alemán. El conde volvía a ser querido.

Menos en Suabia. Lo que debería de haber servido para acercar a padre e hijo no sirvió más que para aumentar los recelos de Ludolf. También aguardó unos años mientras afilaba sus garras para saltar sobre vuestra madre. Esto puede ser otro truco de vuestro embustero padre, mi señor Duque, que ahora usa de nuevo el nombre de Adelaide para ocultar sus propósitos, le susurraban al oído una y otra vez los miembros del Consejo Regente de Suabia.

El Extranjero había señalado a Kunigunde von Geroldsek como la principal instigadora del creciente odio de Ludolf hacia su padre. Una auténtica zorra, fría y calculadora (espía jefe - liante enrevesado), la describió, de la que se decía que había calentado el lecho del viejo Duque alguna que otra noche. ¿O era el de la Duquesa? El Extranjero no se acordaba con seguridad del chismorreo, pero sin duda era ella el principal obstáculo que separaba a Frederick de su hijo y señor. Y encima no se separaba de él día y noche...


spysuabia8mw.jpg


Frederick aprovechó el lustro de viudedad que le quedaba por delante centrándose en sus labores de gobierno y en la educación de sus hijos. El conde decidió mantenerlos a todos cerca de él en la corte para evitar así el mar de distancia que le separaba de su primogénito. el mar se puede cruzar con un barco, pero ¿y ésto?, se preguntaba a menudo en la soledad de su alcoba. Sus esfuerzos de gobiernos se tradujeron en el próspero crecimiento del feudo de Sankt Gallen, gracias a nuevos sistemas agrícolas como el barbecho. Incluso llegó a acabar con la banda de asaltadores de caminos, la mil veces maldita Hermandad, que desde las montañas había asolado la campiña durante años.

Por fin, en el mes de julio del año del Señor de 1085, Ute von Babenberg alcanzaba la mayoría de edad. Y como Frederick ya había cumplido con su pública penitencia, se apresuró a solicitar de forma oficial su mano a Leopold von Babenberg, conde de Moravia y heredero del Ducado de Austria. Leopold era un hombre justo aunque cruel con sus enemigos, cuyo mayor resquemor era no haber podido tener un hijo varón para perpetuar su sangre y la de su familia. Pero qué mejor que emparentar con un linaje que ya se asienta en el trono de Suabia; qué mejor que unir ambas casas para mayor gloria del Imperio, le había endulzado Frederick en la misiva de petición de mano.


utebabolder8ge.jpg


Sin embargo, la respuesta que semanas después llegó desde Moravia fue un rotundo no, lo que deseperó al conde de Sankt Gallen. Ni el viejo Duque de Suabia me rechazó, pensaba enfurecido. Al parecer, Leopold había recibido de buena gana el ofrecimiento de Frederick, pero al comunicarle la buena nueva a su padre el anciano Duque Ernst von Babenberg, éste se había apresurado a ordenar a su hijo que rechazase la oferta. Algo de 'cazafortunas', se le había podido oir decir.

Aquello obligó a Frederick a viajar a la Marca Oriental. En persona trataría de convencer al viejo Duque Ernst, a otro viejo Duque, resopló amargamente, de la honorabilidad de sus intenciones y de lo positiva que sería para ambas familias su unión con la joven duquesa Ute, primogénita de Leopold.

La firme promesa de que los supuestos hijos que naciesen del matrimonio entre Frederick y Ute serían apellidados Hohenstaufen-Babenberg para que no se perdiese su linaje una vez muerto Leopold, hizo el milagro. Y que serían ellos, y no sus hijos ya nacidos Ludolf y Frederick, los que llevarían la vara Ducal de la Marca Oriental. Dos casas, dos tronos, le había exigido Ernst.

-De acuerdo, mi señor. Dos casas, dos tronos. Os lo juro por mi honor, pero si deseáis puedo firmar un contrato que me ligue a esta promesa que os hago sin otra compañía que la vuestra-, le había dicho el Extranjero que dijera. Los viejos tienen su propio sentido del honor, le insistió.

-No, con vuestro honor me basta, Frederick. Sólo a Dios corresponde juzgar la palabra de un hombre-, había contestado solemne. ¿Pero nadie la había dicho al viejo bastardo que soy un maldito embustero?, se preguntó Frederick al oir sus palabras.


bodafreute9lr.jpg


El quinto día del mes de agosto de 1085, Frederick contraía matrimonio en segundas nupcias con Ute von Babenberg. Tal y como había sucedido la primera vez, Frederick celebró primero su nenlace ne conpañóa de la familia de su esposa, para una semana más tarde partir hacia sus tierras. Y, entonces, pudo dar rienda suelta a toda su lujuria contenida, pues había optado incluso por evitar los burdeles durante su pasada penitencia. Los esfuerzos, muchos y con gran frecuencia, del conde de Sankt Gallen por hacerle un hijo a su joven esposa austríaca se vieron pronto recompensados pues al cabo de tan sólo unos meses Ute ya estaba en cinta, así que nuevos chascarrillo sobre la virilidad de Frederick volvieron a divertir la vida del populacho.

Nueve meses más tarde, tras un embarazo no exento de dificulatades y un doloroso parto, llegaba al mundo Heinrich Hohenstaufen-Babenberg (al menos hasta que el viejo estirase la pata, se repetía Frederick), un hijo varón que habría de ser con los años heredero del Ducado de la Marca Oriental del Sacro Imperio, Austria.


heinrichhohen3af.jpg


Aquella noche, mientras Frederick miraba el cielo desde la ventana de sus aposentos privados, no pudo más que esbozar una sonrisa. Aquel día, hacía ya tantos años, cuando el Extranjero había aparecido por primera vez en su vida, eran los ojos de un niño los que miraban a través de esta misma ventana. Ahora son los de un hombre padre de un hijo ya investido Duque por el Emperador, y de otro que lo será con el tiempo, pensó. Entonces, sonrió de nuevo.


(Fin del capítulo)
 
Last edited:
vale, has conseguido 2 ducados para tu familia, y como piensas unir ambos ducados bajo tu mandato?

saludos
 
...FgM... said:
vale, has conseguido 2 ducados para tu familia, y como piensas unir ambos ducados bajo tu mandato?

saludos
Con paciencia, mi querido amigo, con paciencia.

Además, por el momento bajo mi mandato no tengo nada, por no hablar de que para que herede Heinrich primero deben palmar su abuelo y su padre, así que... :rolleyes:

Y no voy a descubrir la táctica, que si no el AAR pierde su gracia ;)
 
¿Cómo unificar los dos ducados?

Bueno, te habrás dado cuenta que si... ahem... muere tu hijo mayor, mientras sea niño y no tenga hijos, su heredero eres tú... eso sí, las consecuencias de que te pillen pueden ser terribles (rasgo: parricida).

Por cierto que... menuda mano tienes con los hijos... :wacko:

5/6/1/5 y 1/5/3/6... si igual el duque de Suabia ese tenía razón con respecto a la sangre montañesa y todo ... :rofl:
 
Lucius Sulla said:
¿Cómo unificar los dos ducados?

Bueno, te habrás dado cuenta que si... ahem... muere tu hijo mayor, mientras sea niño y no tenga hijos, su heredero eres tú... eso sí, las consecuencias de que te pillen pueden ser terribles (rasgo: parricida).

Por cierto que... menuda mano tienes con los hijos... :wacko:
Ejem, que sea mi primer AAR no significa que sea mi primera partida al CK ;)

Y sí, lo de los hijos no va muy bien... por el momento.

Lucius Sulla said:
5/6/1/5 y 1/5/3/6... si igual el duque de Suabia ese tenía razón con respecto a la sangre montañesa y todo ...
:rofl:
 
Last edited:
Lucius Sulla said:
5/6/1/5 y 1/5/3/6... si igual el duque de Suabia ese tenía razón con respecto a la sangre montañesa y todo ... :rofl:

Es el anti-Bene Gesserit... terminará teniendo descendencia con 0/0/0/0 y todos los rasgos de demencia posibles :) -eso si, como Emperador de todas las Alemanias-
 
que es eso del bene gesserit??
 
alvaro said:
que es eso del bene gesserit??
A ver como estamos de mitologia de Dune...
La Bene Gesserit era una orden "religiosa" que se encargaba de planificar la venida del Kwisatz Haderach -un salvador de la galaxia- mediante planes de modificación genética...
El resultado de su devenir fue Paul Muad'hib Atreides...Y si quieres más...pues a leer Dune hombre! Que no hay solo gusanos de tierra :)
 
Catalion said:
Que no hay solo gusanos de tierra :)

tambien hay otros bichos asquerosos con bandera de grifo... :rolleyes: :rofl:

saludos
 
Catalion said:
A ver como estamos de mitologia de Dune...
La Bene Gesserit era una orden "religiosa" que se encargaba de planificar la venida del Kwisatz Haderach -un salvador de la galaxia- mediante planes de modificación genética...
El resultado de su devenir fue Paul Muad'hib Atreides...Y si quieres más...pues a leer Dune hombre! Que no hay solo gusanos de tierra :)
Hay que reconocer que somos unos friquis... nos sorprende que haya alguien que no sepa lo de las Bene-Gesserit :D
 
Joooo, menudo AAR. Has pensado en imprimirlo y sacar una pequeña novela :D porque en comparacion con algunas cosas que se publican, tu AAR es digno de un premio literario ;)

Y el personaje del Extranjero es muy bueno,... a partir de ahora a ver si lo vemos en todas las AARs de CK que hagas :D


Un saludo.
 
Capítulo IV. Parte I

Capítulo IV: Muerte en Suabia


fuerstenberg7yc.jpg


Cuando Frederick creía que podía comenzar a saborear sus triunfos una vez nacido Heinrich, llegaron unos inquietantes rumores a Sankt Gallen que devolvieron al conde a un pésimo estado de ánimo, tan negro como las alas de un cuervo. El joven Duque Ludolf de Suabia, su propio hijo y señor, había estallado de ira al enterarse del nuevo enlace de su padre, y había exclamado, literalmente, que su padre había ido demasiado lejos, y algo respecto al honor de su madre también. De acuerdo que Frederick sabía de primera mano que su primogénito no estaba, de forma comprensible, del todo satisfecho de su boda con Ute pues no había enviado ni felicitación ni presente alguno, pero nunca llegó a imaginar que Ludolf se plantease cambiar su apellido por el de Rheinfelden. Aquello había sido un golpe bajo.

-¿Pero qué le pasa últimamente a la gente? ¿Hay alguna fiebre de cambio de linaje asolando el Imperio de la que yo no me haya enterado?-, exclamó furibundo el conde tras golpear su mesa con el puño. Primero el anciano de la Marca Oriental y ahora la sangre de su sangre. Era demasiado.

-Eso son cosas de la arpía de Kunigunde, que es la primera en propagar el odio y el recor en el interior de vuestro hijo, mi señor-, le recordó el Extranjero.

-¿Cómo ha podido ni tan siquiera pensar en renunciar a su apellido y adoptar el de su madre?-, se preguntó Frederick, que ni había escuchado la respuesta de su interlocutor. Lo que más le dolía es que ese apellido también fuese el de aquel viejo bastardo que no cesaba de ridiculizarle y de llamarle montañés.

-Eso no es todo, mi señor. Mis informadores me indican que baraja también la posibilidad de arrebataros la propia Sankt Gallen y dársela a alguno de sus fieles consejeros-, dijo con suavidad el Extranjero. Frederick se desplomó entonces en un silla. ¿Cómo podía ser aquello posible?, se preguntó angustiado.

Y lo peor de todo es que no era nada extraño que un señor dejase de confiar en uno de sus vasallos y le despojase de su título y tierras para dárselas a otro... o quedárselas para sí mismo. No era una medida de lo más aplaudida pero nadie se rasgaría las vestiduras al respecto. Que fuese un hijo el que despojase a su padre sólo añadía un poco más de pimienta al asunto, algunos días más de cacareo en las cortes germanas (y algunas extranjeras), y más de una risa burlona entre el populacho. Al fin y al cabo, 'sólo' era un Duque ejerciendo sus derechos. Como mucho se llevaría un tirón de orejas y una sonrisa cómplice del Emperador.

-No os desaniméis, mi señor, no está todo perdido para vos. Dejad que Ludolf y Kunigunde se revuelquen en sus fantasías cual gorrinos en un charca-, le tranquilizó el Extranjero haciendo un gesto con la mano para que Frederick se le acercase. -Bien sabéis que hasta que el muchacho no sea mayor de edad y no tenga su propia descendencia todo esto son palabrerías, castillos de humo. Seguís siendo su legítimo heredero, le guste o no, y deberíamos asegurarnos, y cuanto antes, de que así sea. Para siempre.

-¿A qué os referís?-, susurró el conde. Un desagradable sudor frío hizo presa de su cuerpo en ese momento.

-Vamos, Frederick, conmigo no os hagáis el tonto. De hecho, hace tiempo que deberíamos haber discutido ese espinoso 'tema' que durante tantos años habéis evitado, pero yo esperaba que solucionase de forma... digamos que natural. Por supuesto que me refiero a ese 'asunto' que comenzó el mismo día de la muerte del viejo Duque Rudolph Rheinfelden y la partida de vuestro hijo. Sabéis tan bien como yo que la única manera de que la Casa Hohenstaufen asegure el trono de Suabia es que vos mismo os sentéis en él-, sentenció el Extranjero.



ludolfstats5yn.jpg
Atributos de Ludolf, Duque de Suabia, primogénito de Frederick.


-Asesinar a mi hijo...-, las palabras casi le quemaban conforme salían de su garganta... pero no había sido una pregunta, sino una queda aceptación.

-Vos mismo dijisteis no hace mucho que Ludolf apenas era ya vuestro hijo. Y sus intenciones así nos lo confirman-, señaló el Extranjero-. Vos le disteis la vida, tiempo es de que os la devuelva.


(continúa)
 
Last edited:
Capítulo IV. Parte II

(continuación)

El mes de agosto del año del Señor de 1086 asistió como mudo testigo a los preparativos para el asesinato de Ludolf. Por supuesto, debía hacerse con toda la cautela posible, ya que su muerte debía parecer a la postre como un designio del Señor y no como un vil acto de los hombres (lo que con el tiempo se conocería como 'hacer que parezca un accidente'). Por eso, debían esperar a la mejor oportunidad posible, a un ligero pero suficiente desliz de Kunigunde, un mínimo despiste... Al fin y al cabo, Ludolf todavía tenía 12 primaveras y en cuatro años todo podía suceder. Amén de que Kunigunde ya pasaba el medio siglo de vida, así que... Hasta ahora la paciencia ha sido vuestra mejor consejera; hacedle caso una vez más, le aconsejó el Extranjero.

Mientras, en su propia corte, otros asuntos llamaban también su atención. Su hijo Frederick había dejado atrás el apelativo de diablillo para pasar a ser un auténtico tormento por igual para sirvientes y soldados, caballeros y damiselas. Para los perros y gatos que poblaban el patio del castillo, de los que se había llevado a más de uno por delante con sus crueles juegos (rasgo: cruel), era sencillamente Satanás en su plenitud. Además, debido a la extrema protección a la que le había sometido su padre, que no dejaba que el chico viese a nadie sin su previo consentimiento, le habían convertido en un ser solitario y esquivo (rasgo: receloso). Pero listo y maquinador como nadie, le tranquilizaba el extranjero. Y aquello en el Imperio era tan importante o más que la fuerza de una espada.



fred2stats1jy.jpg
Atributos del joven Frederick, segundo hijo de Frederick.


Un lluvioso día de finales de noviembre de ese mismmo año del Señor de 1086, un correo llegaba desde el Ducado de Suabia con nuevas urgentes para el conde. ¿Se habría decidido Ludolf a dar el paso de rengar de su propia sangre?, pensó angustiado Frederick. Con mano temblorosa abrió la misiva llegada de tierras de su hijo con el temor en el cuerpo y un amargo sabor a bilis en la boca. Sin embargo, no decía nada de cambios de apellidos ni de que nadie fuese a ser desposeído de nada. El conde leyó, no sin egoísta alivio, que un brote de disentería estaba asolando el feudo de Fürstenberg, por lo que se estaban realizando los preparativos para el traslado de la corte suaba a Ulm, que habría de ser nueva capital del señorío de su hijo hasta nueva orden. La confusión y el caos que acompañaba a cualquier traslado de tamaña envergadura era sin duda un momento de lo más propicio para... para lo que debía de hacerse.

-Pues tengo una noticia aún mejor para vos-, le contestó el Extranjero tras escuchar pacientemente los incipientes planes de Frederick.

-¿No me digáis que Ludolf...?-, preguntó con esperanza el conde.

-Vamos, Frederick, no seais ingenuo... otra vez. ¿No creéis que si vuestro hijo hubiese sufrido algún percance no os lo habría dicho esa carta? ¿O incluso haberos enterado por terceros o por un humilde servidor?-, dijo el Extranjero. -No, el Duque goza de una excelente salud. Normal para un muchacho al que le empieza a salir el vello en el bigote, por otra parte. Pero hay otro personaje en su corte, con un copioso bigote, que no se encuentra tan bien.

-¿Con bigote? No recuerdo a nadie con bigote... A no ser que...

-Efectivamente, la vieja morsa de Kunigunde está enferma. Pulmonía, mi señor, ¿o debería decir un regalo del Cielo?

Más bien parecía un presente surgido de los mismos Infiernos, pero a caballo regalado... El mismo mensajero que había llevado la carta oficial del Ducado también tenía una lengua demasiado larga que bastaba desatar con un par de jarras de cerveza. Él le había dicho al extranjero que Kunigunde había contraído una fuerte pulmonía (atributo intriga baja de 13 a 8), pero que a pesar de su dolencia el Duque no había querido ni oir hablar de relegarla en sus funciones. Ludolf la quería a su lado, enferma o no.

-Es la oportunidad que estábais esperando, mi señor. La cabezonería de Ludolf juega a nuestro favor, puesto que en vez de poner a otra persona más hábil en lugar de Kunigunde, sigue confiando en ella. No podemos esperar a que muera y entonces ocupe su lugar alguien que supere sus habilidades ahora que está tan débil. Es el momento mi señor. Además, ¿para qué lleváis ahorrando tantos años?

-No sé, es que...

-Si teméis decir las palabras sencillamente asentid. ¿Queréis que ordene la muerte de Ludolf?

Y Frederick asintió...


(continúa)
 
Last edited: